Por Gerardo Carrasco
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"Tristán Narvaja ya no es lo que era", lamenta Luis "Pipo" Ortiz, uno de los cinco quijotes que llevan adelante la histórica librería en esa -valga la metonimia- estudiosa calle montevideana.
En 1988, la antigua Librería Ruben se dividió en dos partes. Una de ellas pasó a llamarse Milimás, librería que en 1995 adoptaría el nombre que lleva hasta la actualidad: Cooperativa del Cordón.
Verdadera meca del material de segunda mano, a lo largo de décadas la librería supo consolidarse como un sitio de visita obligada para los lectores. Y los motivos para ello sobraban.
Quien escribe estas líneas recuerda haber comprado allí a precios de ocasión numerosos ejemplares de la entrañable colección Robin Hood, o de novelas infantiles juveniles como las escritas por la británica Enyd Blyton, o las que componían la serie Los tres investigadores, editadas bajo la tutela de Alfred Hitchcock.
Ahora, la histórica librería afronta su hora más oscura, cuando deberá echar el cierre por una simple razón: la ruina calamitosa.
La culpa es de todos y de nadie, y el relato que hace Ortiz deja bien claro que el fin de su negocio llega por diversas causas que, juntas, configuran lo del título: el fin de una época.
Ortiz recuerda que, hasta hace un tiempo, la zafra de textos de comienzo de clases era un momento fundamental en el año, donde podía facturarse lo suficiente como para resistir los meses de vacas flacas. "Antes los libros servían durante varios años, pero ahora cambian en cada curso", recuerda el librero. La nueva manera de usar los textos sabotea a quienes trabajan material de segunda mano mediante compraventa o canje.
También hay otros factores: "La editorial Contexto (que publica material de estudio) no le vende a las librerías, sólo a particulares", señala en declaraciones a Montevideo Portal. Asimismo, las nuevas tecnologías han hecho que numerosos lectores -especialmente los más jóvenes- se decanten por el libro digital.
A la debacle también contribuyen circunstancias que van más allá del mercado editorial. "Tristán Narvaja y su feria ya no son lo que eran", insiste Pipo. En ese sentido, afirma que la inseguridad y la falta de propuestas gastronómicas han alejado a la clientela. A ello se suma el hecho de que en los últimos años "el Mercado del Puerto comenzó a abrir los domingos". Este detalle parecería no tener mayor relación con los problemas de la librería, pero sí la tiene. Según el librero, los tours que manejan la mayoría del flujo de viajeros extranjeros prefieren ir al Mercado del Puerto y no a la Feria de Tristán Narvaja, donde no encontrarán sitios de comida típica y su seguridad correrá riesgo.
"Es una lástima, porque es una feria que tiene más de cien años y no creo que haya otra igual", señala.
Un futuro incierto
Las cinco personas que actualmente regentean la librería son mayores, "algunas a pocos años de jubilarse". Son de la vieja escuela de libreros, cuando no había Wikipedia ni bases de datos y lo que realmente contaba era conocer el material, algo que permitía ganarse la confianza de unos clientes que recurrían a la calificada sugerencia de su librero de confianza. En abril, cuando la librería cierre, afrontarán un panorama laboral incierto.
Pero no hay solución. Pipo destaca que desde el año 2009 han afrontado una sostenida y permanente caída en la facturación. "Y por mucho esfuerzo que se haga, llega un momento en que no se puede más", asegura.
Para Ortiz y sus compañeros, poner el candado para siempre en el viejo local de Tristán Narvaja 1728, será doloroso, y no solamente por razones económicas. Más allá de lo bueno o malo que les pueda deparar el futuro, el cambio es para siempre: porque no se trata de la pérdida puntual de un emprendimiento con sus respectivas plazas laborales, sino de una señal de la desaparición de una manera de trabajar con el libro y la lectura.
Así las cosas, se perderá un lugar donde uno podía encontrar desde los clásicos de la cultura universal hasta los chistes de Condorito.
Hasta el 30 de abril -fecha establecida para el cierre definitivo- la librería estará liquidando sus existencias al 50% de su precio, tanto al contado como a crédito. Ortiz destaca que no se realizan más canjes -por la obvia razón de que no reciben más mercadería- pero que los vales emitidos conservan su validez.
Desde este modesto lugar, este redactor se permite invitar a todos los amantes de la lectura a darse una vuelta por allí. Sin duda encontrarán algo interesante para leer, y con su compra echarán una mano a los trabajadores.
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