Para imitar a otra persona hay que estudiarla, conocerla, saber cómo piensa. No basta con parecerse físicamente: hay que responder como ella, atender al momento, saber qué pasa a su alrededor. Entender por qué actúa de la manera en la que lo hace.
La primera vez que Fátima Flórez imitó a alguien tenía 10 años. Copió a una de sus maestras de la escuela, a la de 5° año, Norma Kauffman. Dice que siempre tuvo “esa cosa”, la de poder imitar. Hacía bromas de teléfono; engañaba a su hermana, le hacía creer que era su madre. El humor siempre fue un recurso que hizo propio, uno en el que se amparó.
Sin embargo, el camino artístico de Flórez comenzó por otro lado. Sus primeros pasos fueron por el baile, con el argentino Pepito Cibrián. Allí comenzó a imitar “todo”. Aunque la entrada no fue fácil: era “raro” que una mujer imitara a personas, “las mujeres no servían para eso”. Pero poco le importó.
Nunca se percibió limitada por eso: “Siempre me sentí con mucha libertad. Al contrario, siempre cuando alguien me dijo que algo no me iba a salir, fue el mejor impulso para que salga con más fuerza”. Así, “rebelde dentro de su cosa nerd”, se forjó en el teatro y la televisión.
Fátima Flórez imitó a Britney Spears, Michael Jackson, Moria Casán. Fátima Flórez compartió televisión con Marcelo Tinelli, Jorge Lanata y Susana Giménez. Fátima Flórez hizo giras por Argentina, Estados Unidos, España, Uruguay. Este 30 de junio y 1° de julio la argentina vuelve al país con su último espectáculo: Fátima Mundial.
Liza Minelli, Marilyn Monroe, Gloria Trevi y Tini son algunos de los (casi) 30 personajes que Flórez interpretará en el Teatro Metro junto con Álvaro Navia. Además, estarán Cristina Fernández de Kirchner, quien hará algunos guiños a cosas que pasan en Uruguay, y, quizá, la intendenta de Montevideo, Carolina Cosse.
Imitás a personas y tus actuaciones son, para muchas personas, graciosas. ¿El humor siempre fue un recurso para vos?
Siempre fue para romper la timidez que yo tenía, por eso me acerqué a lo artístico. Era muy tímida, no hablaba. Me costaba un montón hablar, me ponía súper nerviosa. Subirme arriba de un escenario, estudiar teatro y danza me ayudó a canalizar las emociones y a comunicarme con la gente.
¿Ya no sos tímida?
No, soy normal. Pude, gracias a lo artístico, cubrir esa cosa personal mía. Tenía una falencia.
¿Te costó mucho?
Un tiempito. Incluso siendo Fátima, los primeros años hablaba menos. Mucha gente me dice: “Cuando te conocí eras más plantita”. En el colegio hablaba poco con mis compañeros, me quedaba al costado. La parte de la adolescencia me costó. No sé si fue traumática, pero me costó. El teatro me ayudó muchísimo, fue un salvavidas muy grande para mí.
Al mismo tiempo, estar callada te da tiempo para observar.
Observaba a todo el mundo; empecé a sacar a un montón de personajes y a darme cuenta de que tenía la particularidad de poder llevarlos a cabo.
¿Con la intención de trabajar de eso de grande?
Yo siempre trabajé en esto. Comencé a los 17; no era conocida, pero trabajaba de bailarina con Pepito Cibrián, era asistente de coreografía de él. Nunca paré, nunca trabajé de otra cosa: siempre en el medio. Como bailarina, con más destaque, y después arranqué con las imitaciones. Tuve la suerte de siempre poder hacer lo que me gusta; eso está bueno.
También sabías qué te gustaba.
Sí. Desde muy chica tuve claro que me gustaba lo artístico. Al principio mis padres me decían que lo tomara como un hobby, porque era difícil y no era algo serio. Yo nunca escuché y seguí la mía.
¿Tenías referencias?
Mi ídolo de toda la vida, que es por quien fui bailarina, es Michael Jackson. Pasaba todo el día escuchándolo, bailando como él. Su música me influenció mucho y lo sigue haciendo con nuevas generaciones.
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Lo imitaste.
No hago muchos hombres, pero a él me encanta hacerlo.
El espectro de las personas a las que imitás es muy amplio. ¿Cómo elegís?
Obvio que tienen que ser personas conocidas, mediáticas o populares, que las conozca todo el mundo, porque, si no, ¿cómo se reconoce la gracia? Elijo personajes que a mí me gustan, como Michael [Jackson], Lady Gaga, Madonna, JLo [Jennifer López], que también son populares. Pero, además, voy viendo qué tiene ganas de ver la gente. Pueden ser divas, actrices, modelos, gente que esté en el candelero, y pongo todo eso en el show. Siempre trato de sentir qué tiene ganas de ver la gente.
¿Tenés que estudiar mucho a tu audiencia?
Como un estudio de mercado. Seguir la actualidad más que nunca porque, más allá de los personajes, yo Fátima siento que soy comunicadora. Te preguntan por cosas, una opina y debe tener fundamento para hacerlo; no podés estar en una nube…
¿Cuánto tiempo te lleva preparar a un personaje?
Por suerte, con todos los videos que hay en Youtube, una tiene muchas herramientas. Pero me demanda meses estudiar a un personaje. No es de un día para el otro. Primero tengo que entender la psicología de la persona, cómo piensa, cómo siente.
¿Cómo lo estudiás?
Observándola, estudiándola y entendiéndola. Comiéndome horas, horas y horas. A mí siempre me gusta conocerlas en persona, porque siento que ahí termino de cerrar con moñito el personaje.
¿Conocés a todas las personas que imitaste?
De las argentinas conozco al 99%; a la única que me falta conocer es a Cristina [Fernández], que es a la que más hago y la que más me dio fama. Pero, igual, consumí tanto material, la estudié tanto, que ya la conozco bastante. Me gusta juntarme porque siento que ahí es el broche de oro para terminar el personaje.
Tu show implica, también, dar respuestas en vivo. ¿Cómo jugás con eso?
Tengo que tener bien arraigado y afianzado al personaje para poder jugar, entrar, salir, no estar atada a un guion.
Tiene mucho de improvisación.
Eso es lo que más le gusta a la gente: la impronta del momento.
¿En qué momento te das cuenta cuando un personaje está listo?
Uno se da cuenta, no sé cómo. Sentís que te queda una ficha, porque lo decís y lo sentís en el corazón, en el oído. Lo probás entre los más allegados, pero es uno el que se da cuenta, más allá de probarlo. Obviamente, en el teatro (yo siempre digo que es una muy buena escuela), donde uno prueba chistes, que vos pensás que son los mejores y resulta que no, y a algo que no le tenías tanta fe termina funcionando un montón. Pero ya te digo, cae una ficha que decís: “Ahora sí, está para salir a la cancha el personaje”.
¿Qué diferencias encontrás entre interpretar a un personaje ficticio y uno que ya existe?
Creo es mucho más difícil interpretar a una persona que existe con nombre y apellido que interpretar a un médico, que puede ser uno x. Es mucho más difícil porque la gente tiene la referencia de la voz, de la historia, de todo. En cambio, una composición mía de una médica o una maestra es objetiva: puede gustar o no, pero lo es. Lo otro es mucho más subjetivo. La gente va a decir: me gusta o no, lo hace bien o no; estás más en el borde con el tema de la imitación de alguien ya es conocido.
¿Te das la libertad para ponerle tus subjetividades o sentís que tenés que cumplir 100% con cómo es la persona?
Sí, pongo de mí. Pongo buena onda, bondad y todo lo que hago siempre es con buena leche. A veces agrego muletillas que la persona no dijo, pero siento que le quedan cómodas y lindas y lo termino de adornar con eso. Por ejemplo, el “claro, claro, claro” de Marisa ella nunca lo dijo, pero a mí me gustó cómo le quedaba y lo empecé a decir. Son permisos que te das como actriz.
¿Qué diferencia encontrás entre el teatro y la televisión?
En el teatro te ven 1.000 personas en una función, que fueron especialmente a verte. Se bañaron, dejaron de hacer lo que estaban haciendo, se juntaron, llegaron temprano, compraron su ticket y se encuentran con dos horas de un show donde podés hacer un abanico de personaje, donde uno como artista tiene otros tiempos para brindarse. En la televisión son mucho más acotados, 10 minutos. El desarrollo de una como actriz es diferente. Cuando la gente viene al teatro me dice: “No sabía que también hacías esto”, porque es más de lo que veían en la tele. Además, en el teatro tenés la respuesta inmediata, que es el aplauso, la risa; la gente no te caretea. En cambio, en la tele vos te imaginás lo que está pasando del otro lado; en un minuto te vieron un millón de personas. Yo siempre digo que soy una mujer de teatro —es lo mío, es mi casa—, pero me gusta mucho hacer televisión y me dio popularidad.