El papa Juan Pablo II, en marzo del año 2001, beatificó a dos hermanas uruguayas, Dolores y Consuelo Aguiar-Mella, por el martirio que sufrieron, el 19 de septiembre de 1936, cuando fueron asesinadas por las “milicias rojas”, durante la Guerra Civil Española. Este domingo, día en que se celebra a las beatas, se cumplen 85 años de la muerte de estas dos laicas.
Dolores y Consuelo nacieron en Montevideo, el mismo día con diferencia de un año, la mayor en 1897 y la menor en 1898. Eran hijas del español Santiago Aguiar-Mella y la uruguaya Consuelo Díaz. Su padre, era un abogado que trabajó como asesor legal para el empresario Emilio Reus, pero que, al verse marcado por las estafas emprendidas por él y ante la imposibilidad de encontrar trabajo, volvió a su tierra natal junto con su familia, donde años más tarde y tras la muerte de su madre, estas dos hermanas estudiarían como pupilas en un colegio de monjas.
El centro, de la congregación de las Hermanas Escolapias, fue donde ambas encontraron su vocación cristiana, que en el caso de Dolores, derivó en el deseo, entrada su juventud, de tomar los hábitos. Sin embargo, no lo logra, dado que sufre, antes de eso, una neumonía que le deja limitaciones físicas por las cuales no puede enfrentar el esfuerzo y trabajo que implica hacerse monja en aquellos años, según contó a Montevideo Portal Diego Fischer, escritor de Cuando Todo Pase, novela histórica que tiene en su centro los eventos que rodearon la muerte de las dos hermanas.
Dolores si se consagra, como laica, haciendo votos de caridad y pobreza, trabajando y viviendo durante el resto de su vida con las Escolapias, religiosas caracterizadas por un carisma enfocado en la educación para las mujeres y en la asistencia a los más desposeídos. Consuelo, en cambio, tiene por vocación casarse y formar una familia, por lo que hace una vida normal en Madrid.
En la década del 30, con la instauración de la Segunda República Española en 1931, las milicias republicanas, también llamadas “milicias rojas”, grupos paramilitares de corrientes anarquistas, socialistas o comunistas, comienzan a perseguir a la Iglesia Católica, asociando a la institución y a sus integrantes con la monarquía que había caído tras el cambio de régimen.
Durante estos años, las hermanas comienzan a recibir amenazas, ya que ellas se dedican a refugiar y a poner a salvo a religiosas escolapias, sacándolas de sus conventos e instalándolas sigilosamente en casas de familias, “para justamente evitar lo que terminaron haciendo con ellas”.
“En 1932 se produce la primera quema de conventos y de iglesias en España, una cosa dantesca. Las ciudades más afectadas son Madrid y Málaga, donde mueren algunas personas, incendian iglesias enteras y se pierden patrimonios culturales valiosísimos”, cuenta Fischer, narrando un episodio en el cual milicianos saquean un par de iglesias en la capital española y desentierran los cuerpos enterrados en sus criptas, para sacarlos a la calle y “bailar con los cadáveres”.
"En una mañana de 1936, el 18 de septiembre, mientras Dolores iba a llevarle la leche a un grupo de religiosas que se había refugiado en un apartamento del centro de Madrid, es secuestrada en plena calle, según testigos y es llevada en un coche a una checa, que era una iglesia”, narra el escritor, que explica que las “checas” eran centros donde los milicianos llevaban a sus víctimas para interrogarlas y torturarlas, muchas veces en iglesias vandalizadas.
Dolores es violada y torturada, junto con la madre superiora de las Escolapias, una monja llamada María de la Yglesia. Consuelo se entera de su desaparición, y procede a buscarla, amparándose en la idea de que la podrían soltar, dado que las hermanas tenían pasaporte diplomático uruguayo.
Ambas eran hermanas del cónsul honorario de Uruguay en Madrid y cercanas al embajador oriental en esas tierras, Daniel Castellanos. En calidad de familiares del funcionario, tenían documentación que las mostraba como parte del cuerpo diplomático.
Con ese argumento y tras descubrir el paradero, Consuelo le pide a los secuestradores si puede ver a su hermana, y cuando ella entra a la iglesia, la violan y la torturan al igual que hicieron con Dolores.
El 19 de septiembre de 1936, en lo que era el altar mayor de la iglesia convertida en checa, las tres mujeres, las laicas uruguayas y la religiosa española, son asesinadas con un tiro en la nuca cada una.
A raíz del suceso y tras la información dada por el embajador Castellanos a su gobierno, Uruguay decide romper relaciones diplomáticas con España. Según cuenta Fischer, fue el primer país del mundo en reconocer a la República Española, cuando se instauró en abril de 1931 y el primero en romper relaciones en septiembre de 1936, ambos hechos bajo el gobierno de Gabriel Terra, el primero durante su periodo como presidente constitucional y el segundo posterior al golpe de Estado de 1933.
Desde 2001 y hasta el día de hoy, Dolores y Consuelo Aguiar-Mella son las únicas personas nacidas en Uruguay en ser consideradas por la Iglesia Católica con la condición de beatas.