Marc Steven Bell, conocido en la mitología del punk como Marky Ramone, tiene un pistón escondido en el brazo derecho que se dispara al grito de "One, two, three, four!", un mecanismo que funciona sin fisuras desde hace más de cuarenta años. Con los Ramones, Marky perfeccionó la máquina incansable de aporrear el charleston de la batería que había implantado su antecesor Tommy Ramone, escupiendo corcheas a velocidad constante hasta convertir su estilo en parte del sello rítmico del punk.

Con su eterno aspecto de pelucas Margot y una chaqueta de cuero negra que casi no se tomó vacaciones en 35 años, Marky se ganó con justicia un lugar trascendente en la escena punk. No es sólo el baterista más reconocido de los Ramones (pese a no integrar originalmente el grupo) y su heredero natural, encargado de llevar la antorcha de su legado en todas partes del mundo: su pasado está vinculado a lugares y figuras emblemáticas de la movida punk, desde Richard Hell a Johnny Thunders, del Max Kansas City al CBGB de Nueva York.

Este 16 de junio, Marky llega una vez más a Uruguay con su Marky Ramone's Blitzkrieg, grupo que tiene como único objetivo homenajear la carrera de los Ramones en un agotador set de 32 canciones (con ayuda de Michale Graves al micrófono, el cantante de los reformados Misfits). El vínculo de Marky con Uruguay comenzó en 1994, el año en que los Ramones llegaron a Montevideo y permitieron que sus canciones fueran secuestradas en la acústica tramposa del Palacio Peñarol.

"Recuerdo lo buenas que eran las playas y lo apasionada que era la gente con la música de los Ramones", hace memoria Marky, que guarda "un muy buen sentimiento" de su primera visita. "Fue lo mismo cuando volví yo solo, con la gente coreando los temas y manteniendo la música viva, eso es algo muy bueno para mí", dijo a Montevideo Portal.

Marky fue un hilo conductor entre algunos de los hitos punk de los '70. Antes de sus discos con los Ramones (comenzando por Road to Ruin en 1978) y después de formar la banda Dust, tocó con Wayne County (el primer cantante de rock transexual), ensayó brevemente con los New York Dolls y se convirtió en compañero de andanzas de su guitarrista, el mítico Johnny Thunders (con quien compartía los porros pero no su gusto por la heroína, aclara). Formó The Voidoids junto a Richard Helll y tocó en su primer disco, Blank Generation, uno de los álbumes fundamentales en el inicio del punk. Demostró allí también que no era sólo un baterista incansable que aporreaba la batería en ritmos de 4 x 4. Richard Hell se aproximaba al punk con un instinto más tirado al jazz, lo que forzaba a Marky a ser más imaginativo. ¿Por qué se convirtió en esa conexión entre tantos artistas? "Porque todos ellos querían que yo tocara", responde entre risas. "Yo era el único baterista residente en Nueva York de toda la escena punk. O era yo o Jerry Nolan (baterista de los New York Dolls muerto en el '92). Era así de simple. Había bandas que tenían mucho estilo pero realmente no había grandes músicos, y los bateristas eran muy importantes, precisabas esos cimientos en la base rítmica. Tenías que ser versátil y poder tocar canciones muy diferentes como Blank Generation, I Wanna be Sedated o The KKK Took my Baby Away. Tenías que se capaz de adaptarte", recuerda.

That seventy show

Por aquellas épocas, un apenas veinteañero Marky solía pasarse las noches con Johnny Thunders, Dee Dee Ramone o Jerry Nolan sobrevolando el Max Kansas City y el CBGB, los bares neoyorquinos que concentraron la escena punk de la ciudad. El Max Kansas City, que en su primera encarnación era hogar frecuente de Andy Warhol y la Velvet Underground, comenzó a recibir a partir de 1975 a bandas como Television, los Talking Heads o Patti Smith, además de los grupos punks más convencionales.

"Max Kansas City fue fundamental porque era el único lugar donde podíamos tocar y donde nos gustaba darnos una vuelta y pasar un rato", recuerda Marky. "Todos iban a Max Kansas City, no sólo gente de Nueva York, viajaban también de Inglaterra. Era el lugar donde podías tocar y sabías que quizá viniera alguien de la industria discográfica a verte. Era un lugar clásico, cool, y del que el dueño realmente se preocupaba, no era un rincón sucio cualquiera", agrega, con un toque de nostalgia en la voz.

La misma magia se mantuvo en el CBGB, donde rotaban los mismos grupos y cuya historia -en la que también da su testimonio Marky Ramone- está contada en el documental Burning Down the House. El ambiente era similar porque "todos los que íbamos al Max Kansas City también nos dábamos una vuelta por ahí, de hecho íbamos y volvíamos de uno a otro".

En una mesa pringosa del CBGB, Dee Dee Ramone le ofreció a Marky unirse al grupo en 1978, tras la partida de Tommy Ramone. "´Éramos amigos de antes, Dee Dee solía ir a ver mi banda Dust en la época en que no existían los Ramones y así fue como lo conocí, solíamos andar juntos en el CBGB hasta que un día me pidió que me sumara", rememora.

Marky está escribiendo actualmente un libro sobre la escena punk neoyorquina y sus andanzas con Johhny Thunders (guitarrista de los New York Dolls, banda que Marky estuvo a punto de integrar), y los restantes Ramones. Comienza "desde que era un niño, pasa por el surgimiento del punk, el ingreso al Rocck and Roll Hall of Fame y llega hasta el premio Grammy entregado a los Ramones en 2011", explica Marky, que acota que "está escrito en un 90 %".

No todos los que integraban aquella escena sobrevivieron. Muchos compañeros de ruta de Marky murieron como resultado del abuso de sustancias o de problemas de salud cuando eran relativamente jóvenes. De los cuatro Ramones fundamentales, es el único que permanece vivo. La explicación quizá esté en que Marky no consumía drogas duras aunque tenía cierta inclinación por el alcohol. "Supongo que hay que cuidarse, que no hay que joder mucho con las drogas y siempre hay que saber ver qué es lo importante en la vida: esa gente no lo hacía y ahora paga su precio", predica Marky, quien lamenta que las diferencias entre los Ramones no se hayan limado antes de la muerte de Joey y Johnny. Marky -también el más cercano políticamente al "progresista" Joey- fue el único en ir a ver al cantante en el hospital antes de su muerte en el 2001, teniendo en cuenta el cortocircuito que había entre Dee Dee, Johnny y Joey. Pese a la insistencia, recuerda Marky, Johnny se negó ir a visitar a Joey ("¿por qué visitar en el hospital a alguien que no te gusta?", argumentaba). En los siguientes tres años, una sobredosis de heroína y un cáncer de próstata se llevaron también al bajista y al guitarrista de los Ramones.

El legado Ramones

Marky cree que el tiempo hizo justicia finalmente a la trascendencia de los Ramones en la historia de la música, una banda que hacía sonar los ritmos acelerados del punk en Queens mientras en Inglaterra Johnny Rotten todavía no había abandonado la Secundaria. Eso, sin embargo, no significa que desprecie la camada de bandas punk pop que se popularizaron en los noventa y se llenaron los bolsillos con todo el dinero que los Ramones no pudieron ganar en su momento.

"Se encargaron de mantener vivo el punk a través de los '80 y los '90", les reconoce Marky, "y el punk sigue tratando sobre los mismos temas: crecer, qué hacer con el futuro, las relaciones, los trabajos, la vida. Sigue siendo lo mismo. Nada ha cambiado realmente excepto la tecnología. La gente sigue teniendo la misma rabia sobre la vida", explica Marky.

No es tan bondadoso sin embargo con algunos de los Ramones menos conocidos, los que llegaron en los últimos años de la banda y que también se publicitan con el apellido artístico del grupo. Por ejemplo, el bajista CJ Ramone, que integró el grupo de 1989 a 1996 y que hace poco estuvo en nuestro país, cantando en vivo también unos cuantos clásicos ramoneros.

"CJ era básicamente un hombre secundario en el grupo, simplemente hizo lo que tenía que hacer, pero llegó muy tarde a la banda", dice. ¿Le importa que también figure como heredero de los Ramones en sus presentaciones en vivo? "No me interesa nada lo que él haya hecho o deje de hacer", dispara el baterista.

Punk goes salsa

Pese a su pasado punk, Marky, como tantos otros, ha sabido vivir de la salsa. A través de su sitio web vende su propia línea de salsa para pastas, llamada "Marky Ramone's Brooklyn's Own Marinara Pasta Sauce" y que porta con orgullo la etiqueta alimenticia más punk del mundo. El músico cuenta que la receta fue inventada por su abuelo, un chef del restaurante 21 Club, y que fue fundamental para él cuando abandonó su casa a los 18 sin un peso y una gran voracidad adolescente por satisfacer. Los tours de Marky en Estados Unidos suelen ser acompañados por un camión en el que el mismo baterista vende la salsa y diferentes comidas para acompañarla.

"Con mi abuelo chef, quizá la explicación de este interés esté en la sangre", explica Marky, quien cuenta que en su adolescencia se vio forzado a ser creativo para comer con los ingredientes más baratos posibles y modificar un poco la receta original ("los chefs son como estrellas de rock", cree). Un porcentaje de las ganancias va para Autism Speaks, una organización dedicada a la trata del autismo.

No es la única iniciativa empresarial de Marky, ni siquiera la única culinaria. El baterista vende sus propias galletas heladas -las Marky Ramone`s Cookies- y también tiene su línea de indumentaria en asociación con Tommy Hillfiger, donde se dedica a diseñar chaquetas de cuero y jeans. Casi cuarenta años después, la moda y el punk siguen de la mano.

Este 16 de junio Marky volverá a proveer a los hambrientos de la escena punk local, como hiciera hace casi veinte años con Joey y Johnny al frente del escenario. No habrá canciones recientes, propias o nada nuevo bajo el sol: sólo el homenaje adrenalínico a la carrera de los Ramones y esa extraña sensación de camaradería que sólo puede brindar golpearse con desconocidos mediante saltos a destiempo.