Por Martín Otheguy
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Estados Unidos los consideró al principio la respuesta alemana a Depeche Mode, pero los Camouflage demostraron ser mucho más que oportunistas encaramados a la ola de new wave y pop de sintetizadores que conquistó los ochenta. Tenían, sí, la melancolía impregnada en los beats bailables, al igual que la banda de Dave Gahan, pero nunca se resignaron a mirar atrás, como tantos grupos anclados en un género que está tan asociado hoy a la nostalgia.
Se hicieron populares con clásicos ochenteros como “The Great Commandment” o “Love is a Shield”, pero incluso cuando el grunge barrió con los géneros más populares de esa década, se mantuvieron inquietos e intentaron evolucionar en el sonido y la composición. Su último disco, Greyscale, es una nueva invitación a sumergirse en su paisaje agridulce de contrastes, la prueba de que siguen melancólicos pero no nostálgicos.
En el medio de su gira sudamericana, su vocalista Marcus Meyn habló con Montevideo Portal sobre la música electrónica, las tensiones entre lo viejo y lo nuevo y la pérdida del valor del arte, entre otros temas.
¿El título Greyscale alude sólo a la gama de grises o tiene algo que ver con la enfermedad descrita en Game of Thrones?
No, aunque soy un fanático de la serie y vi todos los episodios. Para nosotros tiene otro significado. Tenemos a dos personas en la banda que trabajan en la parte gráfica, y cuando nos presentan alguna imagen siempre tiene esta escala de grises al costado. Nosotros pensamos que era un buen nombre para nuestro disco, porque cuando uno mira esta escala ve que hay diferentes grises y que entre ellos siempre hay una nueva tonalidad de este color. No hay un “gris real”, y eso creo que define bastante bien nuestra música, porque no se puede decir que lo que hacemos es tal tipo de música o la otra, sino siempre algo que está en el medio; el nombre describe perfectamente eso.
Los discos de Camouflage están empampados de melancolía, pero tienen también un lado luminoso. ¿Se han vuelto más optimistas con el paso del tiempo?
No, no creo que seamos una banda más optimista. El single de Greyscale, “Shine”, es realmente una canción optimista, eso es verdad, pero es uno de los temas raros del álbum. La mayoría de las canciones son más bien negativas. Yo no soy una persona negativa, pero cuando escribo canciones ese es el tono para liberarme de muchas cosas, porque lo hago desde el alma. Esa es una de las razones por las que hago música, y quizá por eso muchas de mis canciones son oscuras.
La gente no suele vincular la melancolía con la música electrónica, pero para Camouflage es común, al igual que la mezcla de lo acústico y lo electrónico. ¿Los contrastes son importantes para ustedes?
Sí, aunque para nosotros no son contrastes. En vivo tenemos siempre una mezcla de lo acústico y lo electrónico Tenemos un baterista y un guitarrista en vivo, pero también esa otras parte de bases y secuencias electrónicas. Pinta muy bien el panorama de lo que realmente somos como grupo.
Cuando comenzaron eran parte de un movimiento de vanguardia, que luego perdió parte de su popularidad y que está asociado hoy a la nostalgia. ¿Alguna vez se sintieron tentados de adaptarse a las nuevas tendencias?
Nunca pensamos en adaptarnos a nada. Sólo pensábamos en componer y producir la música de la forma en que nos gustaba. Nuestro estilo y la música que amamos también están cambiando, no son iguales que al principio. Encontré muchas cosas que me gustan y que han modificado también nuestro estilo. Yo no sé cómo sonará nuestro próximo álbum, justamente porque todavía estoy asimilando novedades.
¿Están cómodos con la etiqueta de clásicos?
Sí.
¿Y con su popularidad actual?
Somos bastante populares en Sudamérica y también en Europa, donde tocamos muchos conciertos. El tiempo cambia y la gente ya no compra los discos como en el pasado, pero sí va a los recitales. Por ejemplo, cuando lanzamos Greyscale, al día siguiente tuvimos que pedirle a nuestro abogado que cerrara muchos sitios online de los que miles de personas se habían bajado el disco gratis. Esos no aparecen en ningún ranking, pero cuando estamos de gira los conciertos están repletos.
¿Cómo enfrentan ese cambio de modelo en la industria musical, que tiende al streaming o que favorece las descargas gratuitas?
Es trágico. El valor de la música está casi perdido. La mayoría de la gente ya no cree que deba pagar por la música porque pueden obtenerla gratis de Youtube o los sitios de streaming. Y el público ya no piensa en los que escriben o producen las canciones, cuyo ingreso financiero es ese. Es su creatividad por la que alguien más debe pagar si la quiere escuchar, y eso es algo que espero que cambie en el futuro. Yo sé que la gran sensación del momento es el streaming y que la gente paga por ello, pero el problema es que los músicos no obtienen mucha plata. Los clientes pueden decir: “no lo descargué ilegalmente, pagué por esto”, lo que es cierto y es algo bueno, pero por el otro lado lo que reciben los artistas es tan poco que no se puede vivir de ello.
¿Es una pérdida también para los consumidores este cambio de modelo?
Por supuesto, las generaciones más jóvenes ya no están interesadas en considerar a los artistas en un todo. Escuchan algunas canciones, concluyen que les gustan, pero no se preocupan por el resto. Tienen un compilado de canciones preferidas pero no ven el detrás de escena. Cuando nosotros comenzamos a escuchar música, los artistas siempre estaban produciendo álbumes. La gente los compraba y tenía una pintura completa de ese artista y de la obra en sí. Hoy a nadie le importa. A la mayoría, al menos.
Más allá de eso, ¿estás desilusionado con actitud de la industria musical y la falta de apuesta por los artistas?
No estoy desilusionado porque no promocionen artistas nuevos. Estoy decepcionado por el hecho de que vendan la música por tan poco. La regalan sólo por obtener un poco de plata del streaming, y regalan los derechos, los discos de oro y plata, y esto es algo que molesta a muchos músicos. Uno entrega los derechos para poder tener la chance de hacer un disco y luego no obtiene nada a cambio. Y en los ojos de la industria discográfica eso no vale nada. Es una vergüenza, porque somos los artistas los que estamos pagando su alquiler. La plata que ganan es la que nosotros les damos; es una vergüenza la forma en que nos tratan.
¿Creés que estos cambios harán que los artistas compongan cada vez menos música?
No creo que les impida seguir haciendo música, pero sí seguir ligados a la industria discográfica. Lo harán por su cuenta.
¿Se ven en la misma situación, en su caso?
Sí, tenemos un pequeño sello con el que logramos un acuerdo que jamás obtendríamos con las compañías grandes. Intentamos ir por otro camino al de ellas.
¿Cómo ves la evolución del synth pop y la música en general?
Escucho muchas bandas, busco música nueva todos los días. Si me gusta la compro, y no me importa si es acústica, electrónica o synth pop. Amo la música y quiero dar al artista el dinero que debe recibir, así que compro discos o descargas, que es mucho más que el streaming. No apoyo el streaming, no lo hago nunca.
¿Opinás lo mismo que Neil Young, que sacó su música del streaming por la mala calidad del sonido?
Sí, el sonido y la paga, pero en nuestro caso no tenemos la posibilidad de retirar todos nuestros álbumes viejos porque no tenemos los derechos, pertenecen a Universal Music. Los que son nuestros no son accesibles en sitios de streaming.
Hablando de nueva música, ¿qué opinión te merece el fenómeno actual de los DJs, con gente como David Ghetta o Calvin Harris convertidos en súper estrellas mundiales?
No sé qué decir de ellos. Está bien, es una nueva clase de estilo, muy popular, pero por el otro lado hay una gran cantidad de DJs que dicen que toman canciones que conocen para hacer algo nuevo, y esperan que los artistas se queden felices de que las usen, aunque no les paguen. Si alguien como David Ghetta está escribiendo buenas canciones está perfecto, ¿por qué no?, pero la forma en que lo interpretan es horrible: sólo presionan play.
Por Martín Otheguy
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