El próximo 6 de diciembre se presentará en forma gratuita en la Sala Zitarrosa, a partir de las 20 horas, el Septeto del músico argentino Ignacio Montoya Carlotto.
El pianista, compositor y arreglador argentino tiene una prolífica carrera musical con sobrado mérito propio, que incluye la docencia, la colaboración con varios artistas, la dirección de espectáculos teatrales y artísticos, y la edición de discos que tocan diversos intereses, como el jazz, el tango y la milonga. Su historia personal, sin embargo, puso su talento musical en un segundo plano en la consideración popular.
Se crio con el nombre Ignacio Hurban hasta que en agosto de 2014 fue reconocido como hijo de Laura Carlotto y Walmir Oscar "Puño" Montoya, y nieto de Estela de Carlotto, presidenta de la Asociación Abuelas de Plaza de Mayo. Pasó a ser el "nieto 114", hijo de militantes asesinados durante la dictadura argentina, una revelación cuyas implicancias siguen sacudiendo la vida de Ignacio.
Al conocer su identidad biológica, descubrió que en su familia la música ocupaba un importante lugar, tanto por parte de su padre como de sus dos abuelos.
Ignacio, que creció en un contexto rural sin electricidad, devorando libros de aventura y dibujando sin parar hasta que descubrió su amor por la música a los once años, todavía intenta adaptarse a su nueva vida pública, a la conciliación entre su celebridad reciente y la persona que siempre fue.
Este 6 de diciembre será una buena oportunidad para conocer su música, ya que presentará en Uruguay su más reciente disco, Sep7eto, un viaje por el interior de la Argentina en clave de jazz. Sabe igual que no podrá evitar el peso de su historia personal y las preguntas sobre el giro increíble que dio su vida, como no pudo ni pretendió eludirlas en esta entrevista con Montevideo Portal.
¿Cómo se dio el acercamiento al jazz en un chico que se crio en el campo y sin electricidad?
No recuerdo la primera vez que escuché algo de música de jazz conscientemente, pero las primeras músicas con las que interactué fueron muy diferentes; eso sí, tenía desde siempre una gran vocación por improvisar sobre lo que fuera. Luego ya en la escuela secundaria un amigo me acercó un disco de jazz y me habló un poco de qué se trataba, y de allí en adelante fue una aventura total de tocar esa música todos los días.
¿Y cómo fue la aventura de aprender a tocar el teclado en una casa sin electricidad?
Fue una aventura económica, en la que debía de regular lo que estudiaba cada día para llegar a fin de mes y poder renovar las pilas. A veces no llegaba y eso implicaba no tocar por varios días, así que ahí aprendí a tener la rutina de todos los días estudiar un poco.
¿Cuándo decidiste retornar a esos "aires folclóricos" en los que has hecho hincapié en los últimos años?
En los 2000 empecé a escuchar cosas de las que no tenía registro: los discos de Carlos Aguirre, de Liliana Herrero, del trío Aca Seca, y ahí escuché unas sonoridades que no sabía que existían, en donde se mezclaban muchas de las cosas que me gustaban; sentí que eso era la evolución lógica de un género como la canción folclórica y me metí de lleno en eso.
Tu padre biológico era músico. ¿Intentaste rastrear las cosas que hizo en ese rubro, acercarte más a él por ese lado? ¿Descubriste algún tipo de vínculo con su música?
Mi padre biológico tocaba la batería, pero como un pasatiempo nomás. He hablado con alguno de sus amigos pero no pude indagar demasiado ahí.
Y por el lado de tus abuelos, ¿qué pudiste averiguar?
Mi abuelo paterno tocaba el saxo en la banda de YPF pero nadie tampoco tiene registro de eso. Guido, mi abuelo materno, esposo de Estela, era un fanático del jazz: ahí algo puedo rastrear.
¿Le diste algún valor simbólico a la música en todo este caso, teniendo en cuenta que parece haber sido un lazo tan fuerte que resistió el cambio de identidad?
No, he luchado contra el "símbolo" que se instaló en mí en todas sus formas. La música es para mí una manera de ver el mundo, una forma de vida y un disfrute, que va más allá del coste simbólico que se le quiere poner a todo.
¿Se produjo algún cambio en tu acercamiento a la música después de haber "recobrado" tu identidad y haber conocido tus orígenes?
Una de las cosas que más me marcan en todo sentido tiene que ver con la construcción, de la mano de la música, que he hecho sobre mi identidad, por eso es que no creo haber "recobrado" nada, porque solo se recobra lo que no se ha tenido, y en este caso como con otras cosas más en mi vida la música forma parte de esa identidad. Pero pensando en el cambio, sí, han cambiado varias cosas, sobre todo en el enfoque y en la manera de encarar el arte, desde la postura a la hora de tocar en vivo hasta la manera de componer, que se ve más dinámica y con menos vueltas, una suerte de síntesis que se adelantó.
¿Tu nuevo disco está influido por esta experiencia o las canciones pertenecen a un período anterior?
El disco tiene 14 canciones. Algunas de ellas ya las veníamos trabajando hace un tiempo y hay tres al menos que son de discos anteriores, que me gustaron tanto como se amoldaron al nuevo grupo que decidí incluirlas. Al ver el orden del disco, sin darme cuenta se conformaron dos partes de siete canciones. La primera es claramente paisajística, que rememora el lugar donde vivo y que tiene la mirada al horizonte desde el llano al resto del mundo, con lo lejos que suele quedarnos el mundo a quienes vivimos en la llanura argentina. La segunda parte es un tanto más íntima y la mirada allí es hacia adentro, como más reflexiva, con esa introspección, como si en el disco transcurriera un día y para el final llega el atardecer y la mirada cansina que reflexiona sobre los hechos del día pasado.
¿Sentís que tras el quiebre que marcó la recuperación de tu identidad, se modificó significativamente el ambiente, la asistencia o la naturaleza de tus conciertos?
Hay más difusión de la música, pero sé (con alegría también) que esta estética que decido defender es para mostrarla y esperar a ver qué pasa, no es la música de las radios ni mucho menos, es otra mirada del mundo y ahí el aporte mío. Tengo hoy la suerte de poder mostrar estas músicas y ponerlas a consideración de muchos más que antes y eso me hace feliz; las hacemos con toda la honestidad que tenemos y el mayor de los amores, esperando que otros reverberen con esas canciones.
¿Sentís que hay gente que hoy se acerca a tu música no por la música en sí sino por tu historia de vida o por lo que simboliza tu caso? ¿Qué te produce eso?
Es una gran pregunta que me hago. Al principio la historia parecía que se comía todo, luego todo se va acomodando y verdaderamente nadie paga una entrada o va a un concierto si no le gusta lo que allí se va a hacer, y eso es un acto honesto al que aspiro.
Y la exposición que significó todo esto, ¿tuvo alguna consecuencia negativa para vos, sentís que te pasó factura de alguna forma?
De muchas maneras; esto fue muy violento para mí y lo padecí y de alguna forma lo sigo padeciendo. Esta historia es para ser vivida en la intimidad, no con la exposición con la que la viví yo, pero no tuve opción y traté de hacer todo de la mejor manera.
¿Sentís alguna vez la necesidad de volver a ser considerado solamente como músico, como lo que sos, sin todo lo que rodea a tu historia?
Espero que eso sea así porque la historia es mía hasta cierto punto. Uno no puede hacerse cargo de la historia que no vive. En todo caso la historia de la lucha es de la familia que me buscó pero no la mía. La mía es solo la de un pianista que se encuentra con todo esto y trata desesperadamente de seguir viviendo.
¿Cómo se produjo a nivel interno el reconocimiento de tu nueva identidad? ¿Hiciste alguna disociación alguna vez entre Ignacio Montoya Carlotto e Ignacio Hurban?
Es que no hay dos personas, solo una. Desde fuera pueda que se vea la ruptura de la historia pero el hecho de que me conozcan luego del 5 de agosto de 2014 no significa que antes de eso no existiera. De hecho esa es mi vida, la de 36 años antes...
IGNACIO MONTOYA - SEPTETO
Artista invitado: el guitarrista argentino PABLO UCCELLI
6 de diciembre, 20 hs
SALA ZITARROSA.
ENTRADA LIBRE Y GRATUITA