Por Martín Otheguy
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Ezra Furman atiende desde Los Ángeles con una voz de ultratumba, con una evidente dificultad para articular más de tres sílabas seguidas. Son las seis de la mañana y sus problemas para expresarse no son producto de una noche de excesos y rock and roll, sino de la inutilidad del periodista para calcular la diferencia horaria y dejarlo dormir cuatro horas más, como estaba previsto. El cantante, nacido en Chicago, que contó con este inesperado —e insistente— servicio despertador transcontinental, decide comenzar el día a esa hora en lugar de volver a dormirse, algo muy inusual en un músico de rock. Pero Ezra Furman es cualquier cosa menos un rockero tradicional. Es un observante religioso judío, ocasionalmente travestido y dado a los ataques de depresión, que deja la piel sobre el escenario desde hace varios años.
Después de tres discos con la banda Harpoons y tres en solitario, Furman está en la cima de su carrera, al menos en el Reino Unido. Sus discos reciben reseñas con el máximo de "estrellitas", sus recitales agotan las entradas y la prensa lo entrevista con insistencia, algo bastante incómodo para un tipo que busca ser lo menos autoconsciente posible. Él, mientras tanto, derriba los prejuicios con una serie de recitales inclasificables, en los que suele aparecer vestido de mujer y se pasea por varios subgéneros del rock con una voz ligeramente neurótica y un instinto perfecto para las melodías.
Su más reciente disco, Perpetual motion people, salta del garage al folk o el doo-wop con naturalidad mientras reflexiona sobre la naturaleza cambiante de la vida a través de sus letras confesionales. Depresión, bisexualidad o religión son algunos de los conceptos que más se repiten en las reseñas sobre Ezra Furman, pero lo que lo convierte en un auténtico freak de la escena rock es en realidad su capacidad para hacer sonar lo viejo como nuevo. Al final, como él mismo canta en "Ordinary life", "you have to keep it new to keep it true".
Perpetual motion people es un disco muy variado, más aún que los anteriores. ¿De dónde sale ese eclecticismo?
Me gustan muchos tipos de música y no me preocupo demasiado por los géneros o por las escenas. En cierta forma no me preocupa mucho el contexto en que determinada música surgió. Yo sólo identifico si me gusta tal sonido o tal actitud y lo junto todo. Creo que todo el rock and roll es una misma cosa para mí.
¿Siempre fue así?
Cuando era chico en realidad comencé con una sola cosa y fui llegando a otras. Comencé, por ejemplo, con The Beatles o Billy Joel, y fui descubriendo más y más a través de todas las ramas conectadas, estos pasajes musicales en los que escuchás una determinada cosa y la usás para llegar a otra. Yo disfruto eso, me encanta leer reseñas musicales de grupos que me gustan, ver cuáles son sus bandas favoritas, y a través de esas llegar a otras y seguir haciendo conexiones musicales. Es como una aventura. Eso es lo que hago desde chico, desde que descubrí que amaba la música y quería meterme de lleno en esto.
¿Tus padres alentaron esa pasión por la música cuando eras chico?
Sí. Decidí que quería una guitarra cuando tenía 12 años, así que me la regalaron cuando cumplí 13, junto con un libro de acordes de Bob Dylan (porque la condición era que tocara cosas que también les gustaran). Dijeron que intentarían guiarme a través de algunos de sus discos preferidos. Y funcionó. Tenían muy buenos álbumes en su colección, y además me apoyaron mucho, porque al principio era realmente malo. Tocaba fuerte, mal, gritaba y hacía todo tipo de ruidos terribles. Tuvieron paciencia como para creer que mejoraría. Pensaron en sacarme la guitarra por lo malo que era, pero al final creyeron en mí, fueron pacientes.
El disco hace mucho hincapié en el cambio y el movimiento, desde el título (Perpetual motion people) a canciones como "Restless year". ¿Por qué son tan importantes para vos esos conceptos?
Creo que la transformación está en el núcleo de todo lo que es importante para mí. Es acerca de llegar, no haber llegado, no estar ya ahí. Últimamente me he dado cuenta de que viene de mis raíces, de mi interés en el judaísmo tradicional y en la religión. Creo que desde los cinco libros de la Torá y el viaje a la Tierra Prometida el judaísmo maneja esa idea de que estamos en camino hacia un lugar mejor, pero no estamos aún ahí. Y como artista creo que me pasa lo mismo. No siento que terminé mi trabajo sino que estoy empezando recién a volverme interesante. No me importa nada de lo que haya hecho o compuesto en el pasado, me importa lo que estoy a punto de hacer.
La observancia de la religión y el rock no suelen estar conectados. ¿Hay un vínculo para vos allí?
Sí. Para mí todo se trata de ser real... en la música, mi credo, la forma en que vivo. Y trato de expresar la forma en que me siento y ser honesto sobre la belleza en el mundo. La intensidad es mi luz interior, y no tengo interés ninguno en suavizarla sino en potenciarla. Con la vida espiritual o las plegarias lo que hacés es conectar tus pequeñas emociones con la enormidad de todo el universo. Y eso es lo que intento hacer con el arte, comunicarme con algo mucho más grande, ruidoso e inexplicable. Es también una forma de intentar trascender.
¿El rock and roll te dio esa libertad que necesitabas para actuar y vestirte en cualquier forma que quisieras?
El rock and roll pareció el lugar adecuado para mí, me abrió el mundo. Me ayudó a darme cuenta cuánto más amplio era el mundo de lo que pensaba y cuánto más grande podía ser mi vida que lo que había planeado en mi mente. Los discos de rock son ventanas a los pensamientos de otra gente, y escucharlos cuando sos chico te permite ir descubriendo indicios de cómo son las cosas ahí afuera.
¿Cuándo empezaste a usar vestidos y maquillaje? ¿Lo hacés con alguna intención?
Me lo han preguntado muchas veces, pero para mí no es gran cosa. Es solamente vestirme como me gusta vestir. No soy yo intentando ser un inconformista o sobresalir. Más bien preferiría estar habilitado a vestirme en forma femenina simplemente porque me gusta, es bastante sencillo. Me gustaría que no se convirtiera en todo un tema y que pudiera hacerlo sin ser consciente de eso. Y estoy llegando a este punto, pero la gente aún me hace sentir autoconsciente del hecho de que me visto de esa manera, y por lo tanto logra que me dé un poco de miedo. Pero cuando algo me da miedo sólo me lleva a hacerlo aún más para deshacerme de ese temor y vencerlo.
¿La tristeza y la insatisfacción son motores creativos mejores que la felicidad, como sugerís en "Watch you go by"?
Esa en realidad es una de las canciones más viejas del álbum. Para mí es una frase divertida, pero considerándola en un plano real no creo que sea cierta en absoluto. Es una tontería, porque hago muchas mejores cosas cuando me siento bien y confiado. Lo que sí podría decir es que algunas clases de insatisfacción son buenas porque te hacen esforzarte como artista. Si creés que sos genial es más probable que empieces a quedarte y producir cosas malas, mientras que no estar satisfecho te hace buscar ser mejor, pero en cuanto a dolor y tristeza no necesitás nada extra: la vida ya es suficiente fuente de pena y dolor incluso para las personas más felices. No apoyo esa teoría: hago mucho mejor mi trabajo cuando me siento bien.
Te estás volviendo muy conocido ahora, en especial en el Reino Unido. ¿Cómo lidiás con el reconocimiento y la fama?
Es bueno, aunque un poco confuso para mi cabeza. Creo que si no estuviera empezando a pasar tendría que pensar en esto como un hobby y conseguir un trabajo distinto. Incluso cuando te va bien no es que hagas un montón de plata. Pero la exposición me estresa un poco, es extraña y puede ser alienante, como encontrarse con personas que dicen ser fanáticas pero no son sinceras y resultan estar movidas por la estupidez, o los que escriben malos artículos que le erran por completo al punto. Pero así es, si uno adquiere mucha exposición accede a mucha gente que entiende lo que uno hace, pero con ellos llega otra gran porción que no comprende nada. Hay mucha locura alrededor de los músicos. Lo que sucede es que me hace pensar mucho sobre mí y preocuparme por lo que otros dirán o pensarán sobre mí, justamente porque hay más gente pendiente, y nada de eso es útil. Esa clase de preocupación no me ayuda a hacer mejores cosas en mi trabajo, que es el mismo: hacer buenas canciones con el corazón pleno y la mejor de mis capacidades. Todo lo demás es irrelevante.
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