Un libro de "cuentos de fútbol" está destinado a llamar la atención instantánea de los fanáticos de este deporte, los que siguen cuadros y banderas, los que vibran con el rodar del balón. Pero no es ilógico suponer que para un libro de "cuentos de fútbol" sea partido difícil atraer a aquellos seres (¿pocos? ¿excepcionales?) a los que todas estas pasiones les son ajenas.
Pero allí está "La vida que pensamos", libro del argentino Eduardo Sacheri, que recoge algunos cuentos ya conocidos y otros hasta ahora inéditos, que seducen al hincha más rabioso pero también al lector más alejado de este mundo. Un gol de media cancha.
Es que en las 330 páginas del libro hay seres "capaces de partir por la mitad hasta a su propia madre, en el caso de que ella tuviera la mala idea de encarar para el área con pelota dominada", pero también hay hermanos, amigos, padres e hijos, personas que lidian con la muerte, la traición; que celebran la amistad, la lealtad. Como la vida misma, como la vida que pensamos.
En su visita a Uruguay para participar en la Feria del Libro, Sacheri habló con Montevideo Portal sobre su literatura, las similitudes entre la vida y el fútbol, el sacudón del Óscar a la película basada en su novela, y la construcción de un oficio que más que una vocación es "un hallazgo".
¿Cómo surge "La vida que pensamos"?
En Argentina tengo cuatro libros de cuentos. Alguno de esos libros era muy futbolero, otro tenía apenas algún cuento, en otro unos cuantos, entonces en Alfaguara me propusieron editar una antología tomando los cuentos de fútbol de mis distintos libros. Eso de la antología me sonaba demasiado formal o solemne, como "bueno, este tipo se acaba de morir, saquemos una antología", entonces con muy buen tino me dijeron que podíamos poner algo nuevo y le incorporamos cuatro cuentos nuevos. Y como tiene salpicadito de los distintos libros, hay como una panorámica de cómo escribía y cómo estoy escribiendo ahora. Creo que todas las personas vamos cambiando nuestros modos de hacer, y los escritores no somos la excepción.
¿Y qué notaste? ¿En qué has cambiado?
Los cuentos más antiguos casi ni los toqué, porque yo era ese cuando los escribí, creo que ahora tengo un estilo más mesurado, menos adjetivado, con menos sonoridades grandilocuentes. Me parece que mis primeros cuentos iban muy fuertemente a lo emotivo, ahora la cosa está más sugerida. Está más contenida la manera de narrar y en todo caso lo emotivo lo ponés vos lector. Es una cuestión de confianza como autor, cuando recién empecé a escribir desconocía esta cualidad del lector de aportar mucho cuando lee, entonces sentía que tenía que dejar las cosas más establecidas. Creo que ahora confío mucho más en dejar cosas sin establecer para que sea la imaginación del lector la que termine de redondear todo.
¿Te sorprende que personas alejadas del fútbol disfruten de estos cuentos?
No sé si me sorprende, me encanta. Me da mucho placer y mucha tranquilidad, en el sentido de que para mí el fútbol en esos cuentos tiene que ser como una puerta de entrada a otras cosas. Como está el fútbol, sé que con la persona futbolera tengo un trecho ganado, estoy como abrigándome en esa simpatía. Ahora, si el lector no siente ninguna simpatía por ese universo, significa que la empatía la encontró más abajo, que es lo que en el fondo me interesa que suceda. Cuando sucede eso la reacción es alivio, felicidad, porque si no uno cae en el truco fácil.
¿Cómo pasaste del pasatiempo al oficio?
Fue algo muy gradual. Empecé a escribir en el 95 y mi primer libro se publicó en 2000. Los años siguientes los libros se fueron sumando, se fueron vendiendo. Creo que son como metas que vas logrando y a lo mejor ni pensabas que se iban a dar. Y empieza a pasar que podés vivir de esto. A lo mejor vivís un poco de la docencia, un poco de otros ámbitos, pero también hay una cosa de sentir que si los Sacheri comen de esto, es que también soy esto. Una cosa muy básica de padre de familia: si llevo un plato de comida a la mesa de mi familia, que tiene que ver con esto, también soy esto.
¿Cómo fue el proceso de empezar a publicar, de dar el salto?
Tuve mucha suerte en ese salto. Porque justo cuando empecé a escribir se dio que en Radio Continental de Buenos Aires había un programa que se llamaba "Todo con afecto", del periodista deportivo Alejandro Apo, donde se intentaba vincular el arte y el fútbol y se leían cuentos de fútbol. Por sugerencia de mi mujer y amigos empecé a ir a la radio a llevárselos, estamos hablando de una época en que no había Internet, llevaba un sobrecito con dos o tres cuentos impresos en hoja A4. El tipo empezó a leerlos y los oyentes llamaban a preguntar en qué libro estaban. Y este tipo decía "no están en ningún libro, es un fulano que me los deja en la puerta de la radio". Del 96 al 2000 le mandé como quince cuentos de fútbol, que son mi primer libro, pero entonces cuando empecé a caminar editoriales no era "un desconocido" sino "un desconocido con estos cuentos que los leen en tal radio". Eso me permitió saltarme la dificultad del anonimato. En un primer momento la radio y en otro momento el cine fueron dos espaldarazos literarios muy fuertes y muy provechosos para mí.
¿Te imaginaste que ibas a ser best-seller?
No, para nada. Creo que son esas cosas que si las querés hacer no te salen, porque no dependen de vos tampoco. Disfruto mucho de que mis libros se vendan, pero me guardo una dosis de incredulidad, de "esto no puede estar pasando".
"La pregunta de tus ojos" es un salto nuevo, es tu incursión en el mundo de la novela, ¿cómo te metiste en eso?
Fue como un desafío para mí mismo. Una autoprovocación irracional, pero así funcionamos. Sentía que si quería llamarme escritor tenía que ser capaz de escribir una novela. Desconociendo que hay estupendos escritores que nunca en su vida escribieron una novela. No debería ser un patrón de medida, pero son esas ideas que se te ponen en la cabeza y podés batallar y darte argumentos, pero es así. Sentía que aunque fuera una sola en mi vida tenía que ser capaz de escribir una novela. En 2004 me puse a full con la escritura de esta novela, se publicó a fines de 2005 y se dio esta cosa extraña y maravillosa, de que Juan José Campanella, que venía leyendo mis libros de cuentos, se copó con la novela y me propuso escribir juntos el guión de "El secreto de sus ojos". Y ahí explotó...
¿Te sacudió en algún momento la repercusión que tuvo la película, el Óscar?
Lo que más te sacude es la visibilidad que adquirís. Es raro que de repente tu rostro se vuelva conocido. Sobre todo porque es algo que no buscaste, porque un actor está siempre soñando con eso y es parte del asunto, pero en mi caso no fue una vocación largamente pensada o madurada. Lo mío era la docencia en la Universidad, en la Secundaria, la Historia... era otro perfil el que imaginaba para mí mismo. Pero como fue algo relativamente gradual, también te vas acostumbrando. Creo que si uno hace la comparación punta a punta el cambio es más rotundo: "este tipo escribía unos cuentos y mandaba a una radio y ahora se ganó un Oscar y sus libros se venden por el mundo". Pero eso fue pasando lentamente, y creo que eso facilita, sobre todo que no te engrupas, viste que a los argentinos nos cuesta. Tenemos como el agrande fácil.
"La pregunta de sus ojos" no tenía fútbol pero la película sí. ¿Te persigue el fútbol?
Uno como escritor tiene una preocupación por no repetirse, no encasillarse, no limitarse a seguir sacándole el jugo al mismo procedimiento. Y después de que los libros empezaron a caminar muy bien se me vinculaba mucho con los cuentos de fútbol, las notas venían por ahí, las ventas venían por ahí. Entonces voluntariamente en la novela dije cero fútbol, para mostrar que podía escribir de otras cosas. Pero Campanella, al que le gustaban mucho mis cuentos de fútbol, medio desde la desilusión me dijo "vamos a ponerle fútbol".
Es interesante la comparación que hacés del fútbol con la vida, en el sentido de que los "goles" son pocos...
Tiene mucho de nada el fútbol. Tiene mucho de apronte, mucho de preparación, mucho de intento anodino y rutinario. Y de repente son destellos lo que sucede en un partido de fútbol. Un buen partido es un 2 a 2, cuatro goles es un montón, y en realidad te ocupan tres minutos de noventa y pico. Será que como acá somos futboleros nos surgen fáciles las comparaciones entre la vida y el fútbol, capaz que si estuviéramos en Canadá veríamos la enorme relación que tiene el hockey sobre hielo con la vida. Creo que se parece a nuestras vidas. Las cosas espectaculares del fútbol no van con el resultado, porque podés tener un juego súper vistoso y no tiene que ver con que ganes. Y en ese sentido, los artilugios de la trampa o el artificio pueden suplir lo que no hay de genialidad. Por eso me parece que pasan cosas increíbles, que en otros deportes no pasan.
¿Te resulta difícil poner en palabras qué significa el fútbol para vos?
Ponerlo en abstracto sí, porque mi manera de abordar las cosas es la ficción, que es un modo tangente de definir el mundo. Lo aludís, no lo definís. Creo que cuando escribo ficción estoy hablando de otras cosas que no son sólo ficción, pero es el único modo que tengo que aludirlas.
¿Seguís dando clases?
Sí, viste que se paga tan bien la docencia en Argentina que no lo voy a dejar (risas)
¿Seguís aprendiendo de la tarea docente?
Sí. A lo largo de la vida he tenido muchos trabajos distintos, pero la docencia me significó tener un trabajo útil, y eso para mí es muy fuerte. Todo trabajo honesto es útil, pero tener un trabajo que sentís que le aporta a otra persona y que te paguen por eso, mal, pero que te paguen por eso, me parece muy fuerte. Así que desde un planteo egoísta de satisfacción sigo. Y aparte me divierto mucho. Mis alumnos no, pero yo sí.
¿Con qué te vas a desafiar ahora?
Lo más importante el año que viene es escribir otra novela, ahora que ya salió "La vida que pensamos". Tengo algunas ideas, sé que no va a ir por el lado del fútbol pero sí lo que va a tener en común es esto de personas corrientes, con vidas corrientes y tal vez una situación extraordinaria en esas vidas ordinarias, que creo que es lo que me gusta encontrar en lo que narro. Cuando la vida de repente se pone especial. El momento distinto, distinto por lo que sea. En general nuestras vidas son un encadenamiento de rutinas, de certezas, de confianzas, de reiteraciones, y a veces el amor, el dolor, la tragedia, la soledad o la esperanza te sacan de eso. Y ahí es donde me parece que está la literatura.