En 1994 los televidentes del programa "Control Remoto", que conducía Alfonso Carbone, se sorprendieron ante la aparición estrambótica de un cuarteto mexicano que derrochaba energía sin miedo al ridículo, tenía como figura principal un vocalista de aspecto y nombre indescifrables,usaba instrumentos no convencionales para una banda de rock y podía mezclar sin prejuicios canciones con influencia de los Pixies o el grunge, una ranchera, sambas o una balada norteña.
Aquella fue la carta de presentación de Café Tacuba en el país y se convirtió en la primera de una larga serie de visitas, que continuó este martes de noche en el Teatro de Verano.
"Recuerdo que nosotros estábamos muy contentos y que había en el aire una sensación completamente nueva", cuenta a Montevideo Portal el guitarrista Joselo Rangel, al repasar su primera visita al país. "Estábamos felices ante la respuesta de la gente de Uruguay, que es muy musical. En la visita fuimos conociendo todo lo que Uruguay ha dado en materia de música al mundo, y nos pasa así cada vez que venimos. Eso se ve cuando tocamos, esa musicalidad del público", repasa Rangel.
Junto a Ruben Albarrán (conocido como "Cosme" la primera vez que vino a Uruguay, rebautizado varias veces desde entonces), su hermano Quique Rangel y Emmanuel "Meme" del Real, Joselo formó esa entidad cambiante que es Café Tacuba, que desde hace más de dos décadas viene sacudiendo la escena musical latinoamericana. Vuelven hoy a nuestro país a celebrar su largo legado, pero de paso mostrarán algunos adelantos de "El objeto antes llamado disco", nuevo álbum que sale a la venta a mediados de octubre tras cinco años de silencio.
"El título surgió como tantas cosas en el grupo, como una broma (por aquello de 'El artista antes conocido como Prince'), que después se convierte en algo que nos da que pensar", dice Joselo. El chiste se convirtió irónicamente en disco y además en una reflexión válida sobre la mutación de la música y de nuestra forma de relacionarnos con ella.
La música está enferma
El guitarrista vive el proceso "de los dos lados". "Somos músicos y también oyentes e iniciamos nuestro gusto por la música porque la escuchábamos en primer lugar. Hemos vivido, al igual que nuestra generación, diferentes cambios de formato, de pasar de aquellos discos LP's a la posibilidad de los casettes, luego los discos compactos. Vivimos esto bastantes veces, pero al final se trata de eso, de que los formatos cambian y la música continúa distribuyéndose y sigue más viva que nunca. Lo que notamos es que no es la música lo que está en crisis, es la industria, la forma en que se vende", explica Rangel.
El músico reconoce que sigue consumiendo música, "pagando o no pagando por ella", pero como intérprete lo que quiere es "que la música llegue a la gente". "Al igual que todos, no sabemos exactamente lo que está pasando, pero vamos haciendo nuestras apuestas para que la música siga llegando", cuenta.
La muerte del disco como objeto soporte de la música, ¿no significa la pérdida de cierto romanticismo en la relación de los melómanos con las canciones? "A mí me pasa de las dos maneras. Para mí al principio era difícil. Recuerdo que la primera vez que me grabaron un disco directo al iPod, me pasaba algo extraño, no lo podía escuchar, no lo podía aprehender, tener una experiencia cercana", contesta Rangel. "Tuve que comprarme el disco para 'entenderlo', pero me quedé pensando. Al final es música. Antes, si no tenía plata para comprarme un disco, iba con un casette a lo de un amigo y me lo grababa. Esto en realidad es igual. Con el tiempo lo fui naturalizando, comprando cosas en iTunes, y me doy cuenta que lo que importa al final es la música (y no el envoltorio), y que uno tiene ciertos atavismos o costumbres".
"Mis hijas perciben la música de otra manera, pero sus referencias son distintas, piensan en la música en función de la computadora y no en un objeto físico. A mí me gusta el objeto, pero quizá porque por tradición estamos atados a ello. ¿Qué tal si no hay objeto, si tratamos de perderlo, qué pasaría? Eso me agrada en cierto modo", reflexiona el guitarrista.
Tacuba Magical Mystery Tour
Esta actitud más abierta hacia la música fue lo que llevó al cuarteto mexicano a desechar la forma usual de trabajar, a la hora de grabar su último disco. Cansados del proceso habitual del marketing, de la grabación de álbumes y la lógica promoción del material fijada en etapas marcadas y pasos obligatorios, se decidieron a registrar sus nuevas canciones en forma itinerante y frente a unos cuantos amigos, "sacando" el material del estudio. El cuarteto paseó por bares, cavas y estudios de Buenos Aires, Santiago de Chile, Ciudad de México y Los Ángeles, registrando las sesiones frente a un centenar de personas.
"Fue una idea que trajo Ruben (Albarrán, vocalista) que surgió mientras trabajábamos en las canciones nuevas. Teníamos este sueño de irnos a un lugar donde no hubiéramos estado antes, como Berlín, y tocar en los lugares donde David Bowie o Brian Eno grababan sus discos. Queríamos encerrarnos en ciudades emblemáticas, pero a Ruben se le ocurrió grabarlo en vivo, ponernos en un escenario frente al público y editarlo luego, lo que significó que cambiara todo. Lo discutimos con Gustavo (Santaolalla, productor), pero el concepto se fue metamorfoseando hasta convertirse en un disco en el que invitábamos a la gente a la sesión de grabación", cuenta Joselo, que en un principio rechazó la idea.
"Lo que hice fue analizar por qué lo hacía", explica, "y creo que es lo mismo, lo de la costumbre, hay cosas que las hago por tradición y miedo a lo nuevo, y por lo tanto decidí abrazar la idea y aceptar el reto".
Para Joselo, fue una necesidad de "compartir la interpretación con alguien en vez de encerrarse en un estudio sin ver a quién le cantábamos". "Ahora soy uno de los más felices con el resultado. ¿Por qué no cambiar? ¿Por qué no modificar todo lo que hacemos? El mejor camino no siempre es el más conocido", reflexiona.
Cambiando el proceso de trabajo usual, Café Tacuba movió las líneas en las que suele manejarse la industria discográfica, difuminó la frontera entre la grabación, la gira y la promoción del material. "La industria está cambiando o desapareciendo, por lo que los tiempos de promoción se pueden desmadrar. ¿Por qué seguir este modelo? Es la industria la que dicta el hecho de encerrarse, hacer canciones y esperar el momento de lanzarlas por una cuestión de marketing y de plazos de difusión. El hecho de tocar estas canciones antes de que salgan ya es distinto, borramos la línea entre el disco y el marketing y creo que eso es sano. Antes nos pasaba que teníamos canciones que jamás habían sido tocadas en vivo y ya sonaban en las radios o tenían video. Subirse a tocarlas era muy raro, eran como extrañas. Con estas sesiones se pierde ese miedo o esa inseguridad, que es lo que ganamos con esta forma de trabajar. Me gusta esta idea de mostrarle las canciones a la gente, que es como era antes, sin que existieran los discos", concluye Rangel.