Por Gerardo Carrasco
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"Quienes lean las sagas verán prefigurada en ellas la novela moderna", aseguró Jorge Luis Borges en el prólogo de su obra "Literaturas germánicas medievales". Amante de la literatura antiguo nórdica, el escritor argentino entendía que las viejas historias de los tiempos paganos eran más que crónicas o -cómo afirman sus detractores- simples cuentos de "campesinos a la greña".
En opinión de Borges, las mencionadas sagas poseen algunas características particulares, que las hacen de algún modo precursoras del género de suspense.
Casi ocho siglos después de que el islandés Snorri Sturluson recopilara un corpus monumental de la literatura de sus ancestros, las letras escandinavas viven quizá su momento de mayor auge. En los últimos años, la expresión "novela negra nórdica" se ha convertido en una marca, una denominación de origen que engloba a una generación de escritores , quienes más allá de sus diferencias estilísticas y argumentales, poseen dos elementos en común: el talento para crear eficaces tramas de misterio, y la voluntad y la capacidad de poner al descubierto a una región atravesada por una crisis de valores, en medio de lo que podría ser el crepúsculo -Ragnarok- de la "sociedad del bienestar".
Uno de los principales exponentes de esta nueva novela negra nórdica es el sueco Jan Lennart Arnald, más conocido por el seudónimo que usa para publicar sus thrillers: Arne Dahl. Doctor en Teoría de la Literatura y crítico literario, Dahl visitó nuestro país en el marco de la Feria Internacional del Libro. Allí expuso sobre su obra más famosa, una serie de novelas protagonizada por el "Equipo A", grupo de policías de elite consagrado a la caza de los criminales más astutos y despiadados.
En diálogo con Montevideo Portal, el artista habló sobre el ya mencionado auge de la novela policial, la función social de ese género y los diferentes roles del escritor de ficción en un momento en que el "paraíso boreal" atraviesa un momento complejo.
Principio quieren las cosas
"Empecé a escribir muy joven, y no es fácil explicar por qué. Quizá se deba a que cuando uno tiene un impulso creativo, debe canalizarlo de alguna forma", cuenta Dahl acerca de sus primeros pasos como escritor, que poco tiuvieron que ver con el género que lo llevaría a la fama. "En general, cuando alguien muy joven escribe, comienza haciéndolo sobre sí mismo, y eso fue lo que yo hice. Pero después las cosas cambiaron en mi vida, tuve hijos, y me di cuenta de que yo no era demasiado interesante, pero el mundo, la sociedad que me rodeaba, sí lo era", relata.
Dahl, de 50 años de edad, nació y vivió toda su vida en Suecia, "donde supuestamente existía la mejor sociedad del mundo, pero las cosas cambiaron mucho, así que me propuse escribir un libro, un libro extenso sobre los cambios que la sociedad sueca había experimentado".
Sin embargo, lejos de optar por un sesudo tratado de sociología o una novela costumbrista, Dahl se decidió por una herramienta diferente: el suspenso. "Durante mi niñez y adolescencia, la novela policial era algo que se leía mucho en Suecia. Eso fue algo que me inspiró, y quise escribir algo así".
Caso abierto
Curiosamente, Dahl no fue el único que eligió abordar la ficción policíaca. Por el contrario, las musas parecen haber vaciado últimamente sobre la región escandinava todas sus existencias de inspiración detectivesca.
"Mientras yo intentaba volver a mi creatividad original, la que me había hecho comenzar a escribir, la novela negra crecía en mí país", refiere el autor, quien no cree que semejante brote de criminalidad literaria haya sido coincidencia. Al igual que otros críticos y colegas, Dahl entiende que hubo un hecho puntual que actuó como disparador y catalizador de la fiebre policial: el asesinato del mandatario sueco Olof Palme, ocurrido el 28 de febrero de 1986. El magnicidio nunca fue esclarecido, y las hipótesis acerca de la identidad del culpable y sus presuntos móviles han sido numerosas.
"Me parece que en nuestro país nació un gran interés por el crimen en sí mismo después de que mataron a nuestro Primer Ministro. Cada uno tenía su propia teoría y se hicieron toda clase de especulaciones y conjeturas acerca del homicidio". Así, en medio de la consternación nacional, la muerte de Palme acicateó la creatividad de los escritores.
"Quienes escribían sobre otros géneros comenzaron a hacer novelas policiales. Fue un gran cambio, protagonizado especialmente por los buenos escritores. Ellos fueron quienes sintieron que la novela policial podía, en ese momento, contar una historia".
Tal fue el disparo de salida de una nueva narrativa de suspenso en las tierras del norte, una novela negra que no sólo se ocuparía de su labor habitual de plantear enigmas y luego resolverlos.
"Creo que los buenos escritores de novela negra sueca, usan ese género para otros fines. Por ejemplo, para responder interrogantes vinculadas a temas sociales, morales o políticos. Obviamente, antes que cualquier otra cosa, una buena novela policial debe contar con un relato sólido de misterio. Todos los ingredientes que forman una novela policial deben estar presentes, pero también hay que condimentarla con otras cosas".
Todas las voces todas
Además de agregar a sus enigmas una serie de elementos que trascienden lo policial, Dahl ha optado por complicarse la vida con una apuesta ambiciosa. En lugar de contentarse con fabricar un detective que se encargue de resolver los casos, ha dado en crear un enrome equipo de trabajo. Cierto es que uno de los miembros de ese equipo -el agente Paul Hjelm- ejerce un mayor protagonismo, pero todos sus compañeros son personajes multidimensionales, con personalidades complejas y diferentes puntos de vista acerca de todo lo que se narra en las páginas de la obra.
Ese quebradero de cabeza "fue intencional", cuenta Dahl. "No quería crear un personaje que fuera el típico investigador de mediana edad, algo alcohólico y con problemas estomacales, quería algo distinto", subraya.
Por ello, apeló a un recurso narrativo que estuvo en boga en su país a comienzos del siglo pasado. "Fue un fenómeno nuevo, donde un nuevo modelo educativo permitió que las personas que pertenecían a las clases trabajadoras también pudieran leer y escribir. Ellos no contaban sus historias desde un solo personaje, utilizaban muchos, reflejando así el estado de situación de la sociedad. A eso en Suecia se le llamó novela colectiva, y yo traté de utilizar ese recurso en la novela policial", explica.
Vieja historia
En términos generales, Dahl concuerda con Jorge Luis Borges en el hecho de que las sagas antiguo nórdicas mencionadas líneas arriba, pueden haber ejercido también su influencia en la narrativa actual de la región.
"El contenido de esas sagas es muy intenso y brutal, se trata de historias repletas de venganzas, de combates entre buenos y malos y búsqueda de Justicia", explica Dahl, aunque entiende que los ingredientes fundamentales de la novela negra ya estaban presentes mucho tiempo antes en la literatura de la antigua Grecia.
"El crimen es siempre, de una forma u otra, una transgresión, un cruce de fronteras, y es muy interesante comprobar cómo ha estado siempre presente en la literatura. Puede verse en sus albores, y creo que se mantendrá en el centro de la literatura por un tiempo muy largo", expresa.
"La novela policial no es sólo un fenómeno pasajero, que eclosione para luego desaparecer. Por el contrario, viene a responder interrogantes muy importante en los seres humanos. Tiene que ver necesidad de enfrentar los miedos y alcanzar soluciones, o verdades que no siempre se obtienen en la vida real. Abre heridas y luego las vuelve a curar, y también ofrece la posibilidad de mostrar esas heridas, convertirlas en espejo de la sociedad".
Pídalo a su canillita
Para Dahl, esta novela negra contemporánea, que mete las narices en asuntos no estrictamente policiales, cumple una función social que en ocasiones pude equipararse o complementarse con la prensa, más allá de sus diferentes objetivos y reglas.
"Creo que la novela policial se ha transformado en la mejor forma de reflejar la sociedad en su conjunto, pero es algo distinto de lo que hace el periodismo". Este último "en la mayoría de los casos, procura poner el dedo en la llaga, o bien sentir en qué dirección va el viento", ocupándose de del acontecer diario. "Pero no sólo es importante auscultar lo que está pasando, también hay que saber qué es lo que puede llegar a ocurrir si no tenemos cuidado", señala.
De generaciones
En la serie de novelas del "Equipo A", y en particular en la segunda entrega, llamada "El que siembra sangre", puede notarse una cierta tensión entre los personajes más jóvenes y los mayores, aquellos que nacieron en los años cuarenta y disfrutaron los mejores frutos de la socialdemocracia.
"La generación anterior a la mía, la de mis padres, es una generación que en Suecia lo tuvo todo. Obtuvieron grandes beneficios sociales y excelentes pensiones de retiro. Para ellos el Estado benefactor realmente funcionó. Pero para mi generación, y especialmente para las que vinieron después de la mía, esto ya había cambiado", cuenta.
"En la época en que yo escribí esa novela -fines de los '90- había una clara diferencia, porque ellos, los que entendíamos que lo habían tenido todo fácil, acaparaban las mejores posiciones en los escalafones laborales, y nosotros sentíamos que teníamos que trabajar mucho más. Esto será todavía más cierto, yo creo, con la generación de mis hijos. Posiblemente ellos sientan lo mismo sobre mí".
El regreso de los malos
Además del deterioro del mencionado Estado benefactor, otro problema preocupa hoy día en Escandinavia: el avance, lento pero notorio, de agrupaciones políticas fascistas y racistas.
Para Dahl, esta situación es, afortunadamente, reversible. "Se podría cambiar, porque en Suecia no han llegado muy lejos. En algunas partes de Europa, como Grecia y Hungría, las cosas están bastante peor, pero también es cierto que ese problema existe en todos los países nórdicos", advierte el escritor. "En Suecia estábamos muy orgullosos de no tener un partido racista, pero ahora lo tenemos", lamenta.
De incrementarse el peso político de estos grupos, se correría el riesgo de que Suecia dejara de ser un país orgulloso de su ecuanimidad y su buena acogida al inmigrante.
"Creo que la primera señal de una democracia fuerte es el hecho de poder recibir a personas que están en peores condiciones que uno. Yo tengo en mi grupo de policías de ficción a un señor chileno, y en la policía sueca hay actualmente muchos inmigrantes de segunda generación. Eso es algo muy bueno, la integración de las personas en la sociedad es algo fantástico, pero me parece que, como decía Karl Marx, la historia se repite dos veces, la primera como tragedia y la segunda como farsa. Esto es lo que ha sucedido con la democracia social en Suecia. Los que se autoproclaman demócratas suecos son un partido racista, que pretendiendo ser los viejos socialdemócratas, están tratando de mantener a Suecia 'limpia' y de ojos azules, lo que es muy tonto y a la vez peligroso".
Policías sin fronteras
El alcance y la duración de la saga del "Equipo A", ha superado con creces -en éxito y extensión- las expectativas de su propio autor.
"Me propuse escribir diez libros en diez años, y cuando empecé el primero pensé que diez años serían una eternidad". Sin embargo, el tiempo voló y "al llegar al décimo noté que había logrado reflejar bastante bien la sociedad de mi país", cuenta. " Después me surgió una ansiedad, y me di cuenta de que ya no podía deshacerme de esa gente, eran parte de mi vida. Entonces escribí el número once, que se llama precisamente 'Número once'...y es el número once de diez libros" (ríe).
Luego de ese undécimo libro fuera de programa, "comencé una nueva serie, en la que algunos de los miembros de la unidad ya no están en Suecia, se han ido a otros lugares de Europa", integrando una suerte de policía continental.
Esta expansión internacional se debe a la necesidad de adaptarse a nuevas formas delictivas. "Lo que aprendí sobre el crimen en estos años es que los grandes delitos han ido transformándose en internacionales, pero las policías siguen siendo nacionales y están muy separadas unas de otras. De modo que quise ver si podía crear algo parecido a lo que es el FBI en Estados Unidos, una policía que fuera capaz de moverse y actuar en varios países de Europa".
Esa nueva serie "debería ocupar cuatro libros más. Ahora estoy escribiendo precisamente el cuarto. . . y no sé qué pasará luego", admite.
A rodar la vida
Las novelas del "Equipo A" fueron llevadas a la pantalla chica como una miniserie llamada Arne Dahl. La serie ha tenido un enorme éxito en todo el mundo, y en Uruguay puede verse por el canal Films & Arts.
Para prevenir las transformaciones a veces excesivas que los libros sufren cuando se los traslada a la TV, Dahl decidió involucrarse en el proyecto.
"Como me daba un poco de miedo no quedar satisfecho con los resultados, decidí formar parte de la escritura del guión. No los escribía, yo pero los leía constantemente y hacía comentarios. Eso me salvó de la catástrofe (ríe).
El "Equipo A" en su versión televisiva.
Finalmente, creo que lo más importante de mis libros fue correctamente trasladado a las películas. Estoy muy contento, y hasta orgulloso con el resultado en general", reconoce. "Pero de cualquier forma, hay mucho más contenido en un libro que en una serie televisiva", asegura.
No hay dos sin tres. O cuatro
De momento, sólo dos libros de Dahl pueden conseguirse en el mercado local. Se trata de "Misterioso", y "El que siembra sangre", las dos primera entregas de la serie del "Equipo A". En España acaba de aparecer la tercera parte, "Hasta la cima de la montaña", libro que, en opinión del autor, es el mejor de la serie.
El cuarto libro, llamado "Europa blues", se encuentra en fase de traducción.
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