"Quien no tiene bronca contra su propio terruño tampoco lo ama", ha escrito Tomás Abraham, un judío rumano nacido en un hogar de habla húngara, que se crió y vivió en Argentina, estudió en Francia, país donde vivió la efervescencia del '68, y residió una temporada en Japón para luego regresar definitivamente a tierra argenta.
Considerado como uno de los filósofos más destacados de la Argentina contemporánea, posee una vasta obra literaria sobre los asuntos más diversos. Lejos de vivir en la pura abstracción o consagrar todo su tiempo a la labor académica, se ha distinguido por ser un atento y agudo observador de la realidad de su país, especialmente en el ámbito político.
El lunes 8 de setiembre, Abraham estuvo en Montevideo presentando su libro "La lechuza y el caracol", obra donde disecciona la Argentina de la "era K", y cuyos argumentos dejan bien claro porqué en el oficialismo hay más de uno que lo tiene montado en la punta de la nariz.
Horas antes de la mencionada presentación, Abraham dialogó con Montevideo Portal acerca de su libro, la situación actual de Argentina y Uruguay, y expresó sus reservas y preocupaciones por el futuro político de su país.
"Escribí semanalmente para Perfil casi desde que asumió la presidenta, en diciembre de 2007" cuenta Abraham acerca del origen de su nuevo libro. Para 2011, ya había acumulado numerosos artículos "en los que, si bien escribo sobre lo quiero y abordé temas varios, me he ocupado fundamentalmente de la actualidad argentina". La chispa que encendería el fuego la aportó la periodista y editora Luciana Vázquez "que conocía libros míos y decía que en cada nota mía existía una idea, y que esa idea podía ser extraída". Por ello, en lugar de seguir el expediente habitual de recopilar artículos para componer un libro, se prefirió trabajar en la extracción de esa mencionada idea "en forma de fragmento para luego editarla, desarrollarla o lo que fuere. Yo me tomé el trabajo entonces de volver para atrás y repasara todo lo que había escrito en ese período" y así "extraer fragmentos en base a una serie temática, y tratar de ver si había núcleos problemáticos para poder dividir los desarrollos que yo había hecho. Dividí mis publicaciones en una serie de temas que me parecían importantes para la política argentina, ubiqué cada uno de ellos en los fragmentos correspondientes, a veces agregué nuevos pensamientos, y en otros casos no toqué nada. Así surgió el libro", recuerda.
Uno de los cometidos principales de "La lechuza y el caracol" es analizar lo que Abraham denomina como "el relato kirchnerista", y ofrecer un "contrarrelato, que no es su negativo, "sino la palabra de lo que aquel relato silencia y los actos que preanuncia."
El relato kirchnerista
Interrogado acerca de la materia de la que está compuesta ese relato, Abraham explica: "La palabra relato es usada por la corporación cultural asociada al gobierno, es un palabra que sustituye a la clásica denominación de ‘ideología'. Es un término extraído de estudios literarios, de la crítica literaria que dice que los discursos se sostienen en una narratividad fundamentalmente, y siempre está asociado a un poder, por lo tanto tiene fuertes componentes ideológico" En cuanto al caso actual del vecino país, "el relato se va construyendo en un cierto momento dentro del kirchnerismo, con elementos extraídos de la década del 70, el momento de mayor violencia de la historia argentina".
Dicho relato, suerte de epopeya y leyenda heroica, "necesita una serie de ingredientes: una época revolucionaria, héroes, mártires, enemigo, herejes y traidores. Sobre esa base se va creando un relato cuyos héroes pueden ser San Martín, Evita y por supuesto Néstor Kirchner y Cristina. Entre medio prácticamente no hay nada, ni siquiera Juan Domingo Perón, porque es Evita la figura mítica", detalla el filósofo.
En cuanto al "necesario enemigo", Abraham recuerda que "en un momento dado, a partir de 2008 fue lo que se llamó ‘el campo', signado como una oligarquía terrateniente que se quería reapropiar de los aparatos de Estado para instalar una política conservadora y neoliberal". Luego, de 2008 en adelante y hasta el presente "el enemigo principal son grupos mediáticos opositores al gobierno, en especial el Grupo Clarín". En cualquier caso, ya sea el mismo o cambie con el tiempo, ese enemigo "es fundamental para este tipo de relatos. Se unge a Néstor Kirchner como un héroe salvador de la patria, y su viuda Cristina Fernández va por el mismo camino", pronostica.
"En Argentina siempre hay una muy fuerte competencia con el peronismo clásico. Es decir, si se considera que en el país ya van sesenta y pico de años de un relato y simbología de argentinidad que es el peronismo, cualquier persona que entra en los dispositivos de poder, compite con la inmortalidad ¿Quién puede ser más famoso en Argentina, siendo mujer y política, que Evita? Nadie. Entonces hay una especie de ansiedad de emularla para ver si se llega a ese podio. Evita tenía un cura confesor, Hernán Benítez, que conocía sus secretos. Si Cristina Fernández también tuviera un cura confesor, a él seguramente le diría su mayor deseo, que es ser como Evita, acceder a esa inmortalidad" sostiene.
La historia y las historias
El poder político no sólo construye relatos en Argentina. Por el contrario, éstos son comunes y difieren según la realidad de las naciones y su coyuntura. "El problema principal no son los relatos en general. Frecuentemente, los poderes enuncian los relatos porque el poder no es no es una cosa bruta, necesita convencer, enunciar un discurso de legitimidad, legitimarse en algo, ya que para eso no basta el hecho de ser votado". Por ello, quien posee el poder construye ese tipo de relatos y se sitúa "en un lugar donde se insiste en que algo nuevo está pasando o algo nuevo se inaugura, o se restituyen valores que habían sido manipulados y degradados y vuelven a ponerse en escena".
Para el autor, "los relatos existen, y no creo que ese sea el problema. En todo caso, la tarea del intelectual, o de quien se dedica a la cultura, no es reforzar los relatos, sino tratar de analizarlos, y en todo caso estar muy atento a lo que pasa en la sociedad, a los silencios, a las mentiras, a la manipulaciones". Y refiriéndose al caso de su país en los tiempos que corren, apunta que "en Argentina la corporación cultural refuerza el relato, lo necesita para legitimar el poder".
Así las cosas, entiende que "el problema principal es el tipo de relato, los hay que tienden a crear situaciones de violencia, destructivas, de tierra arrasada. En Argentina se ha visto varias veces eso y ha quedado un país diezmado". Por tanto, se hace necesario "ver si este relato es peligroso para la Argentina y su futuro, qué ingredientes tiene y qué cuotas de violencia puede desencadenar".
De las armas a las urnas
"Creo que en Argentina hay que estar muy alerta, porque el discurso setentista es un discurso hacia la violencia, ya que preconizaba la toma del poder por la vía armada. Eso ocurrió en Argentina, Uruguay, Chile y en casi toda América Latina, y culminó en guerras civiles" que en el caso de Argentina "fue muy cruenta". Según Abraham, dicho discurso setentista "se legitimaba a sí mismo en que no había otra vía democrática para acceder al poder. No se concebía un estilo democrático de vida, y en Argentina eso tenía sus antecedentes, porque la historia de Argentina desde 1930 es prácticamente militar, no como acá en Uruguay, que fue distinto" más allá de algún quiebre.
"En Argentina gobernaron militares. En algún momento también gobernaron civiles bajo tutela militar. Luego vino Perón que era militar. Después, militares proscribieron el peronismo por 18 años. El contexto argentino en al década del ‘70 no tenía demasiados antecedentes republicanos. Si a ello se le suma la situación internacional, donde había distintos focos revolucionarios, es posible explicar al menos en parte que sectores de la juventud decidan tomar las armas, porque no veían otro camino", indica a la hora de explicar el origen de las guerrillas en su país, sosteniendo que esa intentona bélica "fue un grave error que costó muchísimas vidas. La violencia militar se inicia bajo gobierno democrático, porque había vuelto Perón y había sido elegido nuevamente".
"Secuestros, asesinatos, torturas, crímenes y desaparecidos: ese fue el contexto histórico del relato setentista. Usarlo hoy en día es muy peligroso", advierte.
Dejada atrás esa década, llega el restablecimiento de la democracia con las elecciones de 1983. "En Argentina desde 1984 vivimos un proceso democrático cuyo riel se va desplazando: a veces es menos y a veces es más". En esos 28 años "hubo y hay sacudones", refiere, y luego pasa a detallar los más señalados. "Hubo dos presidentes echados, y uno que gobernó diez años y que hoy es la mala palabra y ni siquiera se puede mencionar su apellido, hubo en un mes cinco presidentes y ahora hay una sucesión de tipo conyugal. Es una democracia machucada, pero son 28 años en los que se está construyendo algo o al menos se está viviendo bajo ciertas garantías constitucionales. No es el mismo momento histórico que en la década de 1970" subraya.
Por ello, Abraham ve con preocupación "que se apela al mismo relato ‘emancipador' en nombre de los Derechos Humanos, en nombre de los juicios que se están haciendo a los militares, pero reivindicando la década de 1970, llamada ‘de la juventud maravillosa' por el relato kirchnerista, y buscando siempre un enemigo, dividiendo la sociedad, convirtiéndola en trincheras como en una especie de chavismo", lo que agrava "una fragilidad institucional crónica" del país. "En Argentina no tenemos instituciones instaladas que sean respetadas. No se respeta a empresarios, no se respeta a dirigentes gremiales, profesores, policías, jueces, políticos, etc". Por tanto, se vive "una situación de conflictividad muy tensa y con focos de violencia que van apareciendo en forma dispersa todavía. Un relato así resulta peligroso, y no por el hecho de tratarse de un relato, sino por el tipo de relato que es y lo que moviliza".
Prensa y sociedad
A esta altura de los acontecimientos no es ningún secreto que el gobierno argentino libra una guerra desembozada contra algunos poderosos grupos mediáticos. Ninguno de los bandos ahorra munición, por lo que las posturas se polarizan y crispan, en una escalada donde sale perdidosa la calidad democrática del país.
"Sin duda que a nivel de prensa hay una evidente polarización, pero también a nivel social se esta dando lo mismo", advierte el autor. "Esta especie de permanente combate de trincheras no sólo es mediático, sino también social. El clima de Argentina en los grandes centros urbanos, espacialmente en la ciudad de Buenos Aires es muy ríspido, la gente se pelea mucho, se divide entre pros y contras, y esto no es solamente a nivel de medios de comunicación", analiza.
El gobierno a través de "la caja", nombre que se da "a los recursos de los últimos años, aquello que recolecta el dinero público gracias a la situación internacional que permitió grandes ingresos, construyó una red de prensa propia". Tejida con la participación de socios capitalistas, dicha red "subsidia mediante la pauta publicitaria a una serie de medios como Página 12, Tiempo Argentino, etc. y usa la TV pública como una oficina de propaganda". Enfrente quedan los grandes grupos corporativos tradicionales, "como La Nación y Clarín, signado por el gobierno como el enemigo".
En cuanto a este último grupo mediático, Abraham explica que si bien "hace décadas que es muy fuerte, se hizo sumamente poderoso por un decreto que firmó Néstor Kirchner durante su mandato, y que le otorgó Cablevisión por un plazo sine die".
Luego, y por razones de público conocimiento, los "amigos" se pelearon y surgió el tema de "la llamada en Argentina ‘Ley de Medios' que pretende despojar al Grupo Clarín de sus principales resortes mediáticos y financieros", y si bien se afirma que dicha norma fue concebida para una distribución democrática de los medios, "por lo que estamos viendo en Argentina, es para apropiarse de ellos e instalar una hegemonía mediática oficialista".
Peronistas somos todos
En 1972, interrogado por el periodista Tomás Eloy Martínez acerca de la composición política de la ciudadanía argentina, Juan Domingo Perón respondió: "Hay un 10 por ciento de socialistas, un 30 por ciento de radicales, un 5 por ciento de comunistas", y continuó enumerando sin atribuir ninguna cifra al peronismo. "¿Y peronistas, cuántos?", quiso saber el reportero y escritor, a lo que el veterano político respondió: "Peronistas somos todos".
La anécdota pinta de manera inmejorable el fenómeno del peronismo, difícil de analizar desde fuera de las fronteras argentinas, y que sorprende por la diversidad de su espectro.
Tiempo atrás y entrevistado por Montevideo Portal, el escritor Marcos Aguinis calificó al peronismo como "un arco que va desde la ultraderecha fascista hasta la izquierda mas radical y hasta anarquista. Eso lleva a pensar que detrás del peronismo no hay una ideología, sino otra cosa".
Sus palabras no están muy lejos de las expresadas por Abraham a la hora de referirse a dicho colectivo, y al hecho de que el kirchnerismo se arrogue la sucesión de Perón.
"El peronismo no tiene una ideología ni una manera de gobernar que pueda ser identificable. Ha dado extrema derecha y extrema izquierda", recuerda Abraham, señalando la existencia de "un relato mítico fundador que es el del primer Perón, que distribuyó las riquezas acumuladas durante la Segunda Guerra Mundial".
Para el escritor, "ese llamado populismo distribuyó efectivamente, creó escuelas, integró a grandes masas que estaban fuera de la sociedad de consumo, de la dignidad de los trabajadores, les dio derechos". Durante ese período, "grandes masas que en su mayoría provenían del interior del país, que estaban alrededor de Buenos Aires y formaban parte de una sociedad tipo industrial" prosperaron y se integraron. "En argentina ya había sindicatos, pero en aquel momento Perón les dio más poder, integrándolos en el aparato de Estado", explica.
"Ese es el peronismo al que hoy en día se remiten como a una época dorada, durante la que hubo una suerte de dignificación de la figura del trabajador y se realizaron mejoras sociales". Desde ese momento, "la etiqueta peronismo se convierte en un salvoconducto para poder hacer política. Y si vos querés hacer política tenés que decir que sos peronista", advierte el autor, añadiendo que "el peronismo se sostiene fundamentalmente en la provincia de Buenos Aires, que concentra más del 30% de la población del país".
En esa provincia "se concentra también la pobreza más grande del país", en la zona llamada conurbano. "Una primera parte de ese conurbano es de clase media, luego viene otro anillo de clase baja y luego las villa miseria. Este es un centro donde se vive de la asistencia del Estado, y donde no solamente hay crímenes y narcotráfico, sino que actúan los llamados ‘punteros' del peronismo, que allí tienen una especie de coto reservado de votos", describe, sin dejar de señalar que "quien gana en la provincia de Buenos Aires gana en el país". Por ello, entiende que esas zonas pobres pero de gran valor electoral "están cooptadas por el peronismo a través de punteros, asistencia social, de cajas, de pequeños representante políticos. Nadie ha podido atravesar esa valla".
Esa capacidad de penetración social es la que convierte al peronismo en una valiosa etiqueta, un salvoconducto para hacer política, insiste Abraham. "Es posible encontrar un peronista de tipo empresario liberal, un peronista típicamente sindicalista que es el que negocia todo con todos, un peronista revolucionario que habla todo el tiempo del Che, un peronista moderado con una suerte de tinte socialdemócrata, todo eso".
Distinto es el Uruguay
"En Argentina no hay partidos políticos, hubo un derrumbe del sistema de partidos y creo que eso es lo primero que tienen que aprender en Uruguay", narra, para luego trazar un elogioso panorama de nuestro sistema político. "En Uruguay hay partidos políticos, es uno de los pocos países de la región que en las últimas décadas enriqueció su sistema democrático. Partió de un esquema bipartidista -como el que también hubo en Argentina- y le agregó un tercer partido, y el hecho de haya un tercer partido no implica la desaparición de los otros. Existen: uno actualmente un poco más deteriorado que es el Colorado, y también el Blanco. Pero existen, y al lado hay un tercero que además garantiza la continuidad institucional. En Argentina no hay partidos políticos", repite.
Las causas de ese deterioro del sistema partidista en el vecino país son múltiples: "En primera instancia, porque gobernaron los militares, podríamos hablar del "Partido Militar" aunque por supuesto no es un partido". Este gobierno cívico - militar se caracterizó por ser "conservador, antiperonista, liberal, nacionalista". Luego se debe mencionar la existencia de "dos partidos correspondientes a movimientos populares: el Justicialismo Peronista y el Radicalismo. Los dos son etiquetas hoy en día", sentencia.
En lo que a la actualidad respecta, Abraham enfatiza que "el kirchnerismo no es un partido político sino un conjunto de caudillos que dependen del Estado, existe porque tiene los recursos para distribuir. No sé que quedaría del kirchnerismo si esa caja se vaciara por los azares de la economía internacional". En cuanto a la pervivencia de dicho kirchnerismo , no duda de que "alguien sin duda va a decir que hizo cosas importantes que van a perdurar mas allá de esta cuestión de la caja, como los Derecho Humanos, los juicios a los militares, el matrimonio igualitario, el subsidio a las familias pobres o el seguro por hijo. Yo no sé si eso va ser tan importante como para hacer del kirchnerismo un relato que perdure más allá de la distribución de los dineros, pero creo que no", pronostica.
"Más allá del mencionado deterioro de partidos políticos, el filósofo lamenta que "en estos 28 años no se pudo construir un sistema de democracia. Hay pequeñísimos grupitos políticos que van variando de caudillos, no hay alianzas perdurables, el radicalismo se ha desparramado en una especie de migajas sueltas desde donde no puede volver a construir nada, el peronismo esta dividido en muchísimos sectores y el aparato justicialista ya no existe como tal". Además, llama la atención sobre el significativo hecho de "el año pasado en las elecciones, Cristina Fernández sacó más del 50% y el segundo un 17%". Esta abismal diferencia deja en claro "que no hay oposición, todo ese sistema no funciona. Y si a eso le agregamos que el Poder Judicial está infestado por el poder político, y el Poder Legislativo se limita a levantar la mano, no hay duda de que el sistema político en Argentina esta casi demolido, esa es la situación".
Pobrezas y pobrismos
Por ello, la vía de acceso a la política es la mencionada y vacía etiqueta peronista "entidad simbólica referencial, que le permite a alguien entrar en la política, mantenerse y ver qué alianzas puede lograr dentro de este sistema de prebendas llamado clientelismo, que no es lo mismo que el populismo de Perón", expresa, marcando las diferencias entre uno y otro momento histórico - político. "En aquel entonces se mejoró legítimamente la situación social, hubo una explosión de consumo, y mucha gente salió efectivamente de la pobreza", mientras que en su opinión "este neopopulismo vive de la pobreza", ya que en el mismo "la gente no sale de la pobreza, no hay nuevas clases medias, no hay consolidación de condiciones de desarrollo humano, como educación, salud y vivienda, que den una base para que se pueda decir que mejoró la condición social. Este neopopulismo subsiste por la pobreza, porque hay muchísima gente que vive de la asistencia", remata.
Esta situación social y el uso de ese neopopulismo explicarían por qué "en los grandes centros urbanos, donde hay más información, educación y capas medias, el kirchnerismo pierde. En la ciudad de Buenos Aires, el opositor saca 60% y el kirchnerismo no llega a 40%. En la ciudad de Córdoba, donde la clase media es fuerte, pierde el kirchnerismo", enumera Abraham, agregando que "En Santa Fe el socialismo es fuerte, y en Mendoza la situación está muy pareja".
Por el contrario, en las zonas donde hay grandes concentraciones de pobres que necesitan de la asistencia, "es donde gana el kirchnerismo. Por eso, este populismo, como el de Venezuela, vive porque hay pobres. Es cierto que a los pobres les da cosas, les pone una clínica, distribuye leche o hace un supermercado con precios subsidiados", pero nunca se llega a la solución de fondo "que es un buen trabajo con un buen sueldo, y que quien que trabaja y hace el esfuerzo, disponga libremente de sus recursos para tener un techo, una mejor asistencia de salud y educación para sus hijos". En la actualidad, la gente de esas zonas de miseria "depende todo el tiempo de lo que le va a dar el Estado, y de esa manera refuerza el poder político de los que mandan y los que tienen, ese es el sistema que se reproduce entre pobres y oligarcas de arriba, porque los de arriba no son pobres".
Viagra bolivariano
Yoani Sánchez, la bloguera cubana disidente que fuera arrestada días atrás en su país, afirmó hace un par de años que el chavismo resultó ser una especie de vigorizante para un régimen isleño que decaía. "Hugo Chávez ha sido para el gobierno cubano como el 'viagra' para un hombre envejecido, dándole la oportunidad de una vida que ya no le tocaba y de prolongar una existencia ya cancelada", sostuvo en 2010.
Al momento de realizarse la presente entrevista, las portadas de todos los diarios del mundo daban cuenta de la amplia victoria electoral de Hugo Chavéz sobre Henrique Capriles, otorgando al mandatario venezolano el poder por un nuevo periodo de gobierno.
Interrogado acerca de si ese nuevo triunfo chavista tendría "efecto viagra" en esta parte del continente, Abraham señaló que "no creo que Mujica necesite de Chávez. Ni el Frente Amplio ni Uruguay dependen de Chávez", sin que esto implique desconocer los numerosos acuerdos comerciales tejidos en los últimos años entre Venezuela y Uruguay.
"Habrá sectores en Uruguay que festejarán el triunfo de Chávez y pensarán que refuerza las posibilidades electorales del Frente Amplio, y otra gente que no lo haga. En todo caso, Uruguay está más equilibrado que Argentina, donde el triunfo de Chávez sin duda será vivido por los kirchneristas como propio", concluye.