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Entrevistas

Recuerdos que no voy a olvidar

Entrevista al escritor Leopoldo Brizuela

“El pasado no es mutable pero la memoria sí”, afirma Leopoldo Brizuela, autor de la novela “Una misma noche”, Premio Alfaguara de Novela 2012. En diálogo con Montevideo Portal, el escritor reflexionó acerca de la construcción de la Historia “a la luz de las pequeñas historias”.

09.07.2012 17:24

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2012-07-09T17:24:00-03:00
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Por Gerardo Carrasco
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"Una misma noche" está hecha de dos veladas separadas por más de treinta años en la vida del autor, pero unidas por un retorcido lazo de memoria. De esa unión y de las evocaciones y resignificaciones que a partir de la segunda experimentó la primera, surge el nudo central de la obra, que le valió al escritor argentino Leopoldo Brizuela nada menos que el Premio Alfaguara de Novela.

Días atrás, Brizuela visitó nuestro país en el marco de la gira de difusión de su novela, y dialogó con Montevideo Portal acerca de la historia reciente, de la inamovilidad del pasado narrado desde una memoria proteica, y la necesidad de construir la gran historia a partir de las innumerables pequeñas historias.

En 2008, año en que comienza la acción de la novela, "hubo un asalto nocturno a una casa en el barrio", refiere Brizuela. "A la mañana siguiente, los vecinos comentamos el hecho y llegamos a la conclusión de que ese asalto había contado con algún tipo de apoyo o connivencia de la policía. Como sucede en la novela, las victimas decidieron no hacer la denuncia, y todos en el barrio nos quedamos con mucho miedo".

Ese incidente de la crónica policial aderezado con la eventual corrupción de los uniformados, levantó la tapa del arcón de la memoria y "me retrotrajo a algo que en el barrio sólo yo recordaba, y que al parecer dejó una gran huella en mí. Una noche, en tiempos de la represión, empezaron a requisar el barrio, con el método que solían usar, revisando una por una todas las casas de una cuadra". Durante el operativo, un grupo de parapoliciales se metió en la casa de la familia de Leopoldo, que entonces tenía 12 años. Si bien el objetivo de los intrusos era pasar a la casa del lado a través del muro del fondo, el ahora escritor se vio obligado a pasar unos minutos a solas con uno de los sicarios, en la misma habitación dónde se encontraba el piano de la familia "Yo me acuerdo de que toqué el piano con un tipo armado al lado. Me sorprendió tanto esa reacción que tuve, que empecé a inventarle una razón. Me parecía que esa imagen, que había olvidado por completo, contenía una explicación de algo más complejo"

Poco después, cayó en manos de Brizuela la novela "El silencio de Kind", de Marcela Solá. En dicha obra, una célebre pianista se aviene a tocar para los militares golpistas, con la esperanza de quedar a solas con alguno de ellos y preguntarle acerca de su hermana desaparecida. "Investigar sobre esa escena me llevó a imaginar el resto de la novela", dice el galardonado escritor.

 

Jugar de memoria

A lo largo de "una misma noche", los recuerdos del protagonista acerca de aquella velada en que su casa fue copada, varían y se resignifican. "El pasado no es mutable pero la memoria sí", afirma Brizuela, y cuando se le pregunta cuál de ellas es la auténtica, si es que la hay, no duda en responder que "la próxima. La memoria más auténtica siempre es la próxima".

 

Esa inquietud por el tema de la memoria "es anterior a la idea de la novela, y surgió a partir de un episodio familiar", en que la mente "falsificó" un recuerdo de infancia de la abuela del autor.


"Ella se había quedado huérfana a los cinco años y con un montón de hermanitos. Según su relato, en el mismo entierro, cuando el cadáver de su madre estaba tibio, como se dice en lo cuentos, una tía le dijo al viudo ‘a estos chicos ya los metés en un reformatorio' o algo así. Esa experiencia marcó su vida y cimentó un encono por la otra rama de la familia". La aversión se mantuvo por décadas "hasta que un primo mío que es historiador le explicó que ese lugar no era un reformatorio sino una guardería, y que su padre, un inmigrante trabajador, no tenía demasiadas opciones para elegir". La revelación le llegó a la abuela a los noventa años y no cambió su discurso, pero sí el de sus descendientes. "De esa época surge la idea de hacer un relato donde el personaje no se limitara a ir al pasado para instalarse allí y contarlo, sino que fuera al pasado, descubriera que no podía contarlo del todo bien, volviera al presente y un nuevo dato lo hiciera contarlo de una forma completamente diferente, o que adquiriera otro sentido, y así varias veces", describe.


Para Brizuela "el pasado es una entidad inmutable, pero sí se modifica el relato que hacemos de ese pasado, lo que a su vez cambia la relación de pasado con el presente. En el caso de la novela podría decirse que hasta cambió para mal, porque el personaje queda involucrado en un montón de cosas, se complica la vida", explica el escritor


Ese carácter mudable de la memoria individual es compartido por su hermana mayor, la memoria colectiva, "por eso existen tantas corrientes revisionistas y se reescriben los episodios. En la medida en que no se saquen a luz esas pequeñas historias, tampoco podrá componerse la historia general".

Para Brizuela "hay toda una corriente de la historia que tiene que ver con los indicios, expandir todo un mundo a partir de algo pequeñito, de una vértebra, reconstruir todo el dinosaurio". Ese partir de una historia individual para alcanzar lo general "es el camino del personaje, va a de la novela personal a la historia general"


Pase, póngase incómodo

Uno de los protagonistas de la ficción de Brizuela es dolorosamente real. Se trata de Diana Kuperman, a quien el autor instala en la acechada casa de al lado, y en el difícil rol de abogada de la familia Graiver. De origen judío polaco, la mayoría de los miembros de la familia Graiver sufrieron secuestro y desaparición durante la dictadura argentina, en el marco del sórdido caso Papel Prensa, cuyas consecuencias son tema de actualidad en el país vecino. La creación de ese personaje y la inclusión de ese caso en la novela no son algo antojadizo. "Son esos datos que interpelan al personaje y le hacen contar toda su historia", dice Brizuela, quien revela que eligió el caso de los Graiver "además, porque no son simpáticos". Y recuerda: "los Graiver pasaron cosas horrorosas", pero en su carácter de magnates que actuaban en la zona gris de la política, la guerrilla y las finanzas, no encajan en la historia heroica de los años de plomo "y ¿entonces cómo es? ¿Tiene que tratarse de personas simpáticas para que se haga Justicia?", se pregunta Brizuela.


En ese sentido, "toda su historia era muy revulsiva, y como se trató de un secuestro económico y no político, me permitió crear un personaje que trabajara en esas empresas y que no tuviera demasiada conciencia de lo que le iba a pasar, y que viera ese antro de la represión -la ESMA- con ojos absolutamente sorprendidos".

Por ello, inventar a una funcionaria de la familia Graiver le permite abordar esa historia "desde el punto de vista de alguien que no fuera heroico, y que al no tener tampoco una mirada política, se permitiera una sinceridad que la política no permite"

"La novela trabaja un poco para cuestionar esas posturas extremas, para poner en duda, sacudir determinadas convicciones", señala.


Tengo miedo del encuentro

Leopoldo Brizuela vivió su adolescencia en una época en que el miedo era moneda corriente, sensación que dejó secuelas que perviven. "No puedo hablar en términos generales de la sociedad argentina", aclara el escritor, "pero en cuanto a estos personajes, que están en buena medida inspirados en gente que conocí, quedaron conductas aprendidas y forjadas en el miedo. Llega un punto en que te da miedo del miedo, de haber reprimido tantas cosas. Es lo que le pasa al personaje, en un punto en que toma conciencia de las cosas que se está perdiendo en su vida por vivirla sujeto al miedo". También puede ser en los demás toda una serie de conductas, de fantasmas. "Hay un juego con la inseguridad, donde se ve que todo el mundo tiene tanto miedo, y yo creo que la inseguridad tiene por lo menos tanto de real como de fantástico, que por ahí se trata de un miedo mucho más viejo que encuentra la manera de reciclarse", concluye.

Una misma noche fue rápidamente catalogada como una "novela de la dictadura". Sin embargo su autor prefiere desmarcarse de ese y otros rótulos. "Cuando uno empieza escribir cuenta la historia de unos personajes, no de la dictadura. Yo viví esa época siendo adolescente, como tantos otros. Por eso, una historia nuestra también es de la dictadura, aunque no es lo que se enfoca de manera principal, sino la historia de un pibe de doce años que esta por entra a la adolescencia, la edad del rito del pasaje en todas la culturas, y en este caso se encuentra con una sociedad tan siniestra que decide no hacer ese rito".

En cuanto a la historia posterior, en la novela se trabaja mucho sobre el efecto de los juicios iniciados durante el gobierno de Kirchner. "En ese sentido, una sentencia no es algo que atañe sólo a víctima y victimario, una sentencia promulga con fuerza de verdad y desde el estado que algo pasó., en la ciudadanía tiene un enorme impacto. Si es cierto pasó realmente, se sabe y cada ciudadano se replantea su propia historia. Me parece muy importante".

Y si de hacer justicia a las víctimas se trata, las pequeñas grandes historias contenidas en la obra de Brizuela aportan nuevas líneas a ese mapa inconcluso. "La idea de la novela es que ellos, los desaparecidos y sus familiares, no son las únicas víctimas de la dictadura, sino las víctimas que hacen lío, pero todos los demás tienen su propia experiencia de la dictadura. Por ello, el relato "trabaja con experiencias quizá menos notorias pero cruentas y perdurables en el tiempo. El hecho de que hoy pueda haber una cosa tan "insignificante" como que pase un patrullero a cada rato. . . y quedás tarado para siempre. Eso te hace entender un montón de cosas".

Por Gerardo Carrasco
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