"Me enamoré del fútbol tal como más adelante me iba a enamorar de las mujeres: de repente, sin explicación, sin hacer ejercicio de mis facultades críticas, sin ponerme a pensar para nada en el dolor y los sobresaltos que la experiencia traería consigo", explica el escritor inglés Nick Hornby al comienzo de "Fiebre en las gradas", el mejor libro que se haya escrito sobre esa enfermedad incurable que es la pasión futbolera.
La pasión que despierta el fútbol, como bien señala Hornby, es irracional y no permite elección. La lealtad a los colores es una enfermedad con la que uno vive irremediablemente, la sufra o goce, y es el núcleo intransferible de la experiencia futbolera.
Los responsables de "Manyas, la película", dieron vida a un documental que tiene en su base la misma filosofía que pregona Hornby: el fútbol es de los hinchas, no de los dirigentes o los jugadores, y su esencia está compuesta de las obsesiones, las demostraciones de amor incondicional, las miserias y las delicias por las que pasan los futboleros.
La película, dirigida por Andrés Benvenuto y producida por Andrés Rubino, se estrenó en el Palacio Peñarol para llegar luego al circuito comercial este viernes 7. Montevideo Portal dialogó con Benvenuto para descifras las obsesiones que se esconden detrás de esta historia de amor, en la que no falta la muerte, el suspenso, la risa y también algo de violencia contenida.
¿Por qué una película centrada en el hincha y no en el club o los jugadores?
Tuve una conversación con Andrés Rubino, dueño de una agencia de publicidad y productor del documental, que me preguntó si quería hacer el relevamiento de la bandera más grande del mundo, que Peñarol estrenó en la última Libertadores. Fui tres días a filmarlo con miras de hacer un programa de televisión, pero visualmente no me daba para muchas imágenes. No sabía ni siquiera si me daba para un programa de TV, pero paralelamente empecé a meterme en el mundo de los hinchas, que yo no conocía. Empecé a ver cosas que me llamaron la atención, como el hecho de que la bandera fuera realizada sin esponsoreo de ninguna marca y se hubiera juntado sin embargo tanta plata. Empecé a ver una hinchada organizada.
Yo soy hincha de Peñarol, no particularmente fanático, pero en aquella ocasión empecé a ver fanáticos sin camiseta que tenían tatuajes increíbles y me di cuenta que había un mundo desconocido. En ese momento, como fanático del cine, recordé el documental "Trekkies", sobre los fanáticos de Star Trek. Allí uno puede ver, por ejemplo, a una mujer que vive una vida completamente normal pero va a su trabajo vestida como la comandante Deanna Troi de la serie. Me di cuenta que algo así existía en la comunidad de los hinchas de Peñarol y que valía la pena hacer algo mucho más grande: un documental sobre la hinchada, abordada desde todos los ángulos posibles. No desde el que se ve siempre, el de los violentos, los líos, el del hincha baleado, porque de eso se encargan los informativos. Pensé en contarlo de una forma que fuera cinematográfica, llevando ese lenguaje a la temática del hincha de fútbol. Así se transformó en este documental, que tiene una estructura muy poco rígida, sin voz en off, y en el que te guían los hinchas con sus relatos.
Conceptualmente hay dos partes: la primera, más racional, donde se plantean temas a periodistas, sociólogos, psicólogos, y una segunda más emocional, donde las anécdotas están volcadas en manera de clips, de historias dentro de la historia, que van enriqueciendo la trama y hacen a la gente ir del llanto a la carcajada. Esta es una película que no tiene escenas de fútbol, porque la acción está centrada en el hincha.
¿Hubiera sido igual si fuera una película basada en los hinchas de otro cuadro? ¿Qué diferencia hay, si es que la hay, por el hecho de ser de Peñarol?
Con todo respeto y tratando de ser imparcial, cualquiera que sea simpatizante asiduo a las canchas de fútbol se puede dar cuenta que la hinchada de Peñarol no tiene ninguna otra que se le acerque. No sólo por la cantidad sino por las características. Lo ves en cualquier partido. Lo ha dicho Fernando Niembro, que siente que la hinchada de Peñarol es única en América Latina y tiene unas características que no tiene ninguna, y que lo hace emocionar. Si vos vas al estadio -y trato de ser lo más respetuoso- sabés que la hinchada de Peñarol es la de Peñarol. La que se le puede acercar un poco a eso es la de Naiconal, pero donde vos encontrás un fanático que vive por Nacional, en la de Peñarol tenés seis o siete. Es ahí donde se generan estas cosas sociales tan fuertes.
La pasión según Benvenuto
¿Algunos de los testimonios de hinchas que aparecen en la película son casi de ficción. ¿Cómo llegaste a ese "casting" en el documental?
La película tiene más de 150 horas de filmación para llegar a la hora y poco que quedó. Desgraciadamente tuvimos que dejar fuera a muchos hinchas, pero fuimos muy exigentes en no desviarnos de lo que queríamos con la película. Lo que transmite el trailer es el espíritu del documental, que está coproducido con la barra Amsterdam, donde hay gente muy bien, desde empresarios a profesionales. Es gente que nos apoyó mucho y nos dijo con quién hablar. La comunidad manya es muy grande en las redes sociales e hicimos allí muchas convocatorias, pidiendo fotos de diversas partes del mundo. Recibimos 1900 fotos que mostramos en una parte de la película que es emocionante. Se va gente con camisetas en Dubai, en la Gran Muralla China, por ejemplo, o en el Muro de los Lamentos rezando con la camiseta puesta.
Aparecieron cosas increíbles, que sorprendieron al mismo directorio de Peñarol y a los más fanáticos de la Amsterdam. Ves a gente con un perfil bajo a nviel público pero que tiene su espacio tomado por Peñarol, como la chica que tiene pintada toda su casa de amarillo y negro.
¿Tuviste que sacar algunas cosas por considerar que eran demasiado fuertes?
En realidad el espíritu de la película no es amarillo. No es de denuncia ni de revolver mierda, y la mayoría son locos lindos. Para mí hay tres tipos de parciales: el simpatizante, el hincha y el que es enfermo de Peñarol, y de una enfermedad que no se quiere curar y que le da alegría. Después de presentar los primeros cortes, la gente de la distribuidora nos dijo que si metíamos tal o cual testimonio la podían prohibir para menores de 15 años, porque hay algunas cosas que se podían tomar como incitación a la violencia. Había algunas declaraciones fuertes y las recortamos. Pero sí quedaron cosas que me pidieron que no dejara en los primeros testeos, como el hincha que aparece enmascarado y que pertenece a la Costa de Oro y Carbón. Me sugirieron que podía dar una imagen oscura pero lo dejé, porque es divertido, llama la atención y es un viaje personal del pibe, que es buenísimo.
La hinchada de Peñarol tiene una imagen ligada a la pasión pero también a hechos muy violentos. ¿Te tocó toparte con ese costado haciendo la película?
Yo tenía contacto con los jefes de la barra, que están haciendo un trabajo muy importante hoy en día. Había que verlos a los tipos en esos meses en que estuve relevando los partidos. Hacen un trabajo de hormiga, controlando a los que están borrachos o pasados, y mirá que hay que controlar a los 5.000 más eufóricos de la tribuna. Han logrado controlar la barra y tienen mucha más influencia de lo que nosotros creíamos en primera instancia. Están en contacto con el jefe de Policía, por ejemplo, y tienen un pacto que se ha cumplido bien de las dos partes
Tuve un episodio pesado cuando fuimos a Brasil a filmar la final de la Libertadores. Cuando perdimos había gente que quedó destrozada, porque venía con mucha ilusión. Más allá de que la tribuna se recompuso y terminó cantando, muchos estaban partidos al medio, y cuando me puse a filmar esas caras de descontento se me acercaron algunos que me querían comer en dos panes. Pero fue comprensible,. Me increpaban por estar filmando eso, como si fuera un carroñero. Y quien no estaba metido desde adentro podía interpretarlo así. Lo entendí y guardé violín en bolsa, pero estaba protegido por los líderes de la hinchada. Fue un momento "heavy" pero por suerte apareció milagrosamente Jorgito, uno de los referentes de la barra, y calmó los ánimos.
¿Tenías algún preconcepto del hincha que se haya modificado durante el documental?
No tenía ningún preconcepto. Hay un artista que dijo en el documental -aunque no llegó al corte final- que la barra Amsterdam es como una instalación gigante que domingo a domingo brinda su arte a quien quiera disfrutarlo. A mí me hubiera gustado vivir algo así cuando tenía 20 años.
¿Cuáles son los momentos más emocionantes para vos y para los protagonistas de la película?
Hay varios. Esta es una película en la que se emociona y divierte mucho incluso gente que no es de Peñarol. Nosotros entrevistamos al Rocky, referente de la hinchada desde hace mucho, que murió por un derrame cerebral poco después de hablar para el documental. Él nunca vio desplegarse la bandera, pero hay un momento en que otros referentes lo recuerdan llorando. Una joyita que tiene la película, para mí, es el pueblito perdido en las montañas de Tucumán que se llama Peñarol. Hay testimonios emocionantes, de gente que construyó allí monumentos a jugadores, pero si tuviera que elegir un momento te diría que lo más sentido es el final de la película, que termina con la derrota de la Libertadores. De lo más emocionante que filmé, y me erizo cada vez que lo recuerdo, es el recibimiento increíble a los jugadores de Peñarol en el aeropuerto, tras perder la final. Si es fuerte ver a hombres llorar, más aún es verlos llorar de emoción.
¿Cuál es para vos el tema central de la película?
Es el amor. Lo definen varios hinchas. Hay gente que pone a Peñarol incluso encima de la familia en su escala de amores. Como dice Kid Gragea, le preguntás a un chico que no terminó la escuela y te dice que es un sentimiento, y le preguntás a un ingeniero o a un médico y te va a responder lo mismo. Es algo muy difícil de explicar. La película trata de algo intransferible, intenta acercarse a ese amor por la camiseta, por los colores, por el escudo.