Por Martín Otheguy
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Mateo Arizcorreta y Diego Ruiz son dos entidades ficticias, creadas por un ocurrente señor semicalvo de edad mediana y modales antiguos, que vive casi todo el tiempo en un sótano en el que se dedica a crear tramas literarias estrambóticas. Ellos dicen ser reales, pero no hay forma de que dos mentes separadas hayan pergeñado y escrito con tal consistencia una novela como ¿No has oído hablar de Cardoso?, una fantasía urbana que desarma al lector cada vez que dobla incauto una esquina.
Dicen que tienen 29 años, que se conocieron en una clase de literatura española, que son parte —uno como guitarrista, el otro como "consultor"— de la banda Maniquíes y que en el 2012 comenzaron a escribir a cuatro manos esta novela, pero no es difícil darse cuenta de que son dos actores contratados por el desconocido autor de la novela: un literato que desea permanecer anónimo, con gusto por la literatura folletinesca y la música pop, cultor de un estilo fascinante y con inclinación por los juegos verbales. No tenemos prueba ninguna de ello, por supuesto, excepto las páginas de la novela, que sugieren la existencia de un caballero antiguo y ligeramente inadaptado, no de dos jovencitos de aspecto agradable y buena familia que miran a su interlocutor con inocencia.
Para ser actores, están bien preparados para justificar la existencia de ¿No has oído hablar de Cardoso?, la obra que acaba de editar el sello independiente Tajante y que lleva la firma de ambos. La novela gira en torno a la búsqueda de un elusivo poeta (el mentado Cardoso) cuyos removedores versos aparecen fragmentariamente y bajo seudónimos en revistas con reputación de ocupar mesas de salas de espera. Su protagonista, Manuel Barrios, es un joven chapado a la antigua que cree en la literatura como salvación, embarcado en una gesta moderna con tal de dar con el autor cuya poesía cambió su vida. En el camino, sin embargo, le esperan peligros impensados, que toman la forma de una confederación de calvos, un salvaje campeonato de tejo, el cinismo y mal genio del autor admirado, y el imperio manipulador de la literatura de autoayuda.
El resultado es una "experiencia iniciática", como la describe el propio personaje, que va iluminando nichos ocultos en una Montevideo y Costa de Oro deformadas. Parece la obra de un hijo esquizofrénico de Boris Vian y Leo Maslíah al que hubieran arrojado de una patada en la madriguera del conejo. Y más allá de la trama, que va abriendo múltiples ventanas con la búsqueda de Cardoso como motor principal, el triunfador es el estilo, que contrasta frases sencillas y cortas con prosa rimbombante y metáforas inesperadas.
Al lector que decida aceptar las idas y vueltas de esa montaña rusa le espera como recompensa un hallazgo cada pocas páginas, alguna frase o imagen que desencadena la carcajada al sopapearle la cara con inocencia.
Que versa sobre una novela escrita a cuatro manos
La novela tiene su origen en la creación del personaje Cardoso, que nació en la imaginación de Arizcorreta, cuenta a Montevideo Portal uno de los dos jóvenes impostores que dicen ser autores de la obra. Al igual que en la novela, es imposible recordar qué dijo uno o el otro, lo que explica la coherencia con la que lograron escribir el texto a cuatro manos. Es decir, Arizcorreta puso la semillita para formar a Cardoso, pero Ruiz fue la madre receptora que lo alimentó espiritualmente, ya que la mayoría de los poemas citados en la novela salieron de su pluma. Luego, las características del personaje las fueron modelando entre los dos, así como los episodios que podían sucederle.
"Primero lo intentamos con dos computadoras, pero trabajando en el mismo documento. Luego vimos que era más productivo estar los dos pensando y buscando la frase juntos en un sólo dispositivo. Aunque teníamos un lineamiento, nos dejábamos llevar por la espontaneidad del texto naciente. Uno empezaba una frase y el otro la terminaba. Muchas veces nos pasó de pensar la misma frase al mismo tiempo; decir el mismo adjetivo, encontrar el mismo verbo", cuentan a Montevideo Portal sobre el proceso de escribir en forma colaborativa.
La principal inquietud fue encontrar un estilo, al que fueron dándole forma en la marcha. "Un relato es su estilo, en el sentido de que la trama de nuestro libro o de cualquier otro es asimilable a cientos de miles de otros libros similares", reconocen.
En ese estilo, "había una intención primaria de que el narrador fuera un sujeto parodiable". Con la idea de que el protagonista —Barrios, no Cardoso— fuera un "crédulo" en la literatura como "forma de transmitir verdades eternas", comenzaron a usar un estilo cargado de vocablos cultos que pudieran caricaturizarlo.
El recurso se convirtió en patología en su vida diaria, como demuestra Arizcorreta al dirigirse a un mozo con el fin de "adosarle una dádiva", lo que hace sospechar sobre la verdadera naturaleza detrás del rostro inocente de los autores. "La intención pasó a ser otra: provocar sorpresa en nosotros mismos, dado que nos reíamos sobremanera con estos hallazgos", explican arcaicamente a modo de excusa.
Parte de la naturaleza épica y engañosamente antigua del texto está dada por la titulación descriptiva de los capítulos (escritos en tercera persona, como si fueran obra de un editor) que remite a la novela clásica de aventuras. Al momento de titular, de hecho, Ruiz y Arizcorreta recurrieron a ejemplares a manos del Quijote y de Los papeles del Club Pickwick, de Charles Dickens.
Pero no abrevan sólo en la literatura clásica de aventuras, además de haber forjado un estilo original que es claramente propio. Lectores del genial P.G. Wodehouse, de Maslíah, Borges o incluso Herrera y Reissig, los dos reconocen haberse basado en el estilo policial de Raymond Chandler, dado que en la búsqueda de Cardoso por parte de Manuel había algo de investigación detectivesca. "También puede encontrarse parentescos de estilo con el fraseo corto de Leo Maslíah en su libro Líneas", cuentan los autores.
"Nosotros vivimos un proceso de maduración estética casi al unísono. Nos iban cayendo las mismas fichas y fuimos tomando posturas similares en nuestra ‘educación sentimental’ (o estética)", explican, al aclarar que no hizo falta hablar de referencias porque básicamente "eran las mismas".
Ruiz y Arizcorreta dicen haber sido "absolutamente egoístas" a la hora de darle forma a la novela. En lugar de pensar en un posible lector, sólo escribieron el libro que ellos querían leer. "En ese sentido fue una satisfacción constante. "A medida que lo fuimos escribiendo, lo íbamos leyendo, releyendo y corrigiendo. Y nos divertimos muchísimo. El año 2013, que fue durante el cual escribimos la mayor parte de la novela, fue el año que más nos reímos. Creemos que hay gente que no se pudo reír ese año porque nosotros asaltamos el cupo de risas del año", recuerdan.
Personaje en busca de su autor
Es difícil que una novela funcione si no tiene al menos un buen personaje. Es el caso del imprevisible poeta que da nombre al libro, que combina el talante de un artista ("y el talante lo es todo", como recuerda el narrador) con el desprecio por su obra sensible y su orgullo por los infames libros de autoayuda con los que se sostiene económicamente (Cómo cocinar frijoles en el vientre de tu amada o el exitoso 1492: sé el Crtistóbal Colón de tu propio cuerpo).
Desde la ilustración de portada, Cardoso remite un poco a Ignatius Reilly, el protagonista de La Conjura de los Necios (Kennedy Toole), pero no es quijotesco —ese papel le cabe al narrador, Barrios—, ni pretende cambiar el mundo a su medida. Más bien al contrario. Hace lo posible para que lo dejen tranquilo y llega a la violencia para lograrlo.
El parecido con Reilly es obra del ilustrador de la tapa, Joaquín Rodríguez Frau, pero no fue premeditado. El personaje en sí "fue moldeado sin pensar específicamente en un modelo, sino más bien adjuntándole características y opiniones que lo fueron definiendo". "Por ejemplo, cuando empezamos a pensar la novela estábamos en la playa y jugábamos al tejo: decidimos entonces que Cardoso sería campeón de tejo. Nosotros estábamos un poco indignados ante las pretensiones de algunos individuos que tienen una alta idea de su ‘arte’ y pensamos que Cardoso podría haber dicho ‘el arte es la forma más pretenciosa de mendigar’. Esto va relacionado con el desdén por su propia etapa poética", indican los autores.
Cardoso es justamente la antítesis del pretencioso, pero los autores reconocen que remite a toda una camada de "personajes despreocupados", entre los que incluyen a gente como el Dude de la película El Gran Lebowski (de los Coen) o Jacques el Fatalista, de la obra satírica del francés Denis Diderot.
A pesar del tono épico, la novela se lee además a ritmo de música pop. Está plagado de referencias al rock que pueden resultar un poco descolgadas en la trama general, aunque los autores argumentan que muchas veces la mejor frase que se les ocurría para una situación ya estaba expresada en una canción. "Por ejemplo, en cierto momento, tras una noche plagada de sinsabores, Manuel debe regresar a caballo a través de un monte. Ruben Lena ya había escrito: ‘Si me pierdo, mala suerte. La noche tendrá razón’. Creemos que la tuvo. Por otra parte, queríamos que la novela tuviera banda sonora. Creemos que la tiene", apuntan.
Cardoso ya está en la calle y en las librerías montevideanas, corriendo una carrera contra sus antagonistas y el propio lector en su intento por pasar inadvertido. No lo tiene fácil. Todos queremos saber cómo prosigue una novela que es inaugurada por su personaje central con las palabras "Estimado imbécil".
***
¿No has oído hablar de Cardoso?
Editorial: Tajante
Diseño de cubierta e ilustración: Joaquín Rodríguez Frau
Diseño interior, maquetado y anexo: Nicolás Barcia
Corrección: Mariana Monné
Asesor editorial: Joaquín Otero
ISBN: 978-9974-8519-0-0
Primera edición: Setiembre de 2015
Distribuye: Gussi
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