A principios del nuevo milenio, tres jovencísimos camaradas -Gonzalo Cammarota, Carlos Tanco y Salvador Banchero- se encontraban en busca de un hueco en el dial uruguayo, por pequeño que fuera, donde vaciar proyectos creativos en los que trabajaban desde hacía un buen tiempo. Pero el horno mediático no suele estar para bollos, más en un mundillo conservador como lo es en ocasiones el ecosistema radial uruguayo.
Sin embargo, los tres chicos entusiastas no se cansaron de golpear puertas, y consiguieron como premio un par de pequeños espacios. Por aquel entonces, nadie -y ellos mucho menos- podía imaginar que su carrera radial crecería como una bola de nieve, hasta convertirse en uno de los fenómenos más curiosos del éter nacional: un programa de culto que pasó a ser masivo....pero sigue siendo de culto. Un programa que supo alimentar y alimentarse del ascendente rock uruguayo de la última década, crear sus propios códigos de humor y reinventar estructuras tan antiguas como el radioteatro.
Pero como las palabras se las lleva el viento -aunque queden grabadas digitalmente-, Salvador Banchero, una de las cabezas de la hidra justiciera, acometió la tarea de volcar sobre papel los momentos más memorables del programa. Eso le insumió unas tres páginas, cantidad harto insuficiente para el mercado editorial, por lo que se resolvió agregar varios centenares de páginas, recopilando anécdotas, guiones y pormenores de la cocina radial
Por qué a mí, por qué esto, por qué ahora
"Cuando terminamos el programa en 2007, se me ocurrió que estaría bueno documentar todo lo que había ocurrido durante la existencia del programa", explica Banchero. La disolución de Justicia Infinita no sería definitiva, y poco más de un año después volvería al aire de Océano FM. "Cuando terminamos no teníamos idea de qué iba a pasar, aunque Gonzalo y yo estábamos convencidos de que volveríamos a trabajar juntos en algún momento, aunque ninguno de los dos sospechaba que iba a ser tan pronto y nuevamente con Justicia Infinita". Si bien no se descartaba esa última opción, tras el cese de 2007 "pensamos que estaría bueno escribir acerca del periplo del programa".
Una vez nacida la idea del libro, ella misma decidió abrirse paso hacia la concreción. Salvador habló entonces con sus contactos en Editorial Sudamericana "donde tenía gente amiga". A los responsables de dicha editorial "les gustó la idea" y dieron su aprobación. "Al poquito tiempo me llamaron de otra editorial para ofrecerme hacer un libro sobre el programa, y tuve que aclarar, para evitar malos entendidos que no sólo había pensado en el libro, sino que lo había hablado con Sudamericana". Sin embargo, pese a contar con luz verde para preparar el libro, este no plasmó de inmediato. "Básicamente, nos rascamos las pelotas con la idea hasta fines del año pasado. Desde la editorial siempre estaban preguntando cuándo iba arrancar con el proyecto, así que nos juntamos Gonza, la editora y yo". En esa instancia, Banchero propuso que libro debía ser escrito por "alguien ajeno al programa, pero me tocó perder esa discusión". Los editores "pensaban que tenía que escribirse desde adentro de Justicia, y en todo este tiempo yo he sido quien se ha encargado en mayor medida de la comunicación escrita del programa, por eso era medio de cajón que lo tenía que hacer yo".
Enero fue un mes de trabajar mucho en el futuro libro. "Metí bastante, pero luego tuve problemas y dejé de escribir como por veinte días. Después vino el viaje a Irlanda, y cuando volví anduve medio perezoso y casi no toqué el libro. Más o menos por junio o julio, volví a encararlo, hasta terminarlo", resume
¿Todo está guardado en la memoria?
"En realidad el libro es casi todo mi recuerdo, tiene el filtro de mi memoria, que es bastante pobre", afirma el autor a la hora de explicar el modo en que reunió las vivencias y ocurrencias de tantos años de programa. "Me auxilié con mis compañeros respecto a dudas puntuales, respecto a cuándo y dónde habían ocurrido determinados episodios, y también para que me sugirieran cosas que les pareciera importante que estuvieran, y que yo podía estar dejando fuera por olvido". En ocasiones, "una consulta por teléfono a Gonzalo o a Carlos por un detalle podía ayudar a ordenar todo el relato de lo que había pasado".
Quienes aborden la lectura de Justicia Infinita, encontrarán un estilo narrativo llano y casi oral, donde las aventuras del equipo justiciero se cuentan sin enrevesamientos ni subterfugios de ninguna especie. Es casi un libro para escuchar, lo que revela claramente el oficio radial de su autor. "La pregunta inicial que me hice fue '¿voy a escribir esto en primera persona o no', y antes de empezar a escribir tenía que resolver esa cuestión", refiere. A la hora de abordar la tarea, se optó por emplear la primera persona del singular "porque de otra manera iba a quedar muy artificial para mi gusto. Contar esta historia y no hacerlo desde la primera persona me parecía antinatural, me iba a costar mucho y no me iba a conformar".
Al cabo de los primeros días de escritura "sentí que había encontrado algo que se podría llamar el tono al libro", explica Banchero, quien reconoce que a la hora de escribir "suelo ser bastante más solemne que esto", pero entendía que en este caso no podía hacerlo de ese modo, "por eso opté por un estilo mucho más coloquial. Y cuando sentí que lograba ese tono que ajustaba mejor a lo que estaba intentando contar, lo seguí".
La redacción de Justicia Infinita entrañaría un desafío para su autor: sería el primer trabajo de largo aliento que debería encarar en el terreno de la escritura. "Mi experiencia como escritor se reduce a libretos, en el caso de programas de radio. Pero disfruto mucho escribir, así que también aprovecho mi correspondencia, mi carrera epistolar (ríe) y escribí algunas veces para revistas, pero hasta ahora, siempre se trataba de escritos que yo podía empezar y terminar de un solo tirón, el mismo día o en el mismo momento. A veces se trataba de textos que me tenían seis horas escribiendo, pero igual los escribía de una sola vez. Obviamente, con el libro eso iba a ser imposible, así que me tuve que acostumbrar."
Luego de la expedición del programa a Irlanda, el manuscrito incompleto durmió varios meses y "cuando comencé de nuevo a escribir, noté que no estaba encontrando el punto, el tono del que hablábamos recién. Entonces decidí repasar todo lo escrito hasta el momento, como para `ponerme nuevamente en contacto con el relato". Ese repaso puso en peligro el proyecto todo, según recuerda el autor. "Una noche me dediqué a releer todo lo que ya había escrito, y me pareció la poronga atómica más grande que había leído en mi vida, no lo podía creer. Ese fue un punto de crisis, porque sentía que el libro no iba hacia ninguna parte y que no iba a poder cumplir con los tiempos acordados, porque estaba seguro de que todo lo que había escrito lo tenía que tirar a la basura". Sin embargo, en ese momento de angustia "mi frágil memoria recordó que en el momento de empezar el libro, yo había decidido no parar: escribir incesantemente, porque yo acostumbro 'autoeditarme' minuto a minuto, y eso me hace ir más lento. Y sabía también que esa autoedición no iba a ser viable con el libro, porque lo atrasaría infinitamente. Por ello, mi primera decisión había sido escribirlo todo, para sólo después editarme, y que luego lo corrigieran quienes estuvieran encargados de eso".
Enfrentarse con la propia obra y hallarla desagradable es un trace frecuente en los artistas. -"Yo también me releo a veces, y entonces, bicarbonato", supo confesar nada menos que Julio Cortázar-. "Cuando me enfrenté a eso que había escrito no sólo me apreció algo horrible, sino también ajeno", Recuerda. Ese sentimiento de ajenidad respecto a la propia obra, no contribuyó a estimular mucho a su responsable. "Un día llegué a la radio con un bajón terrible, y dije que iba a ser imposible, que no iba a llegar ni cerca a los tiempos en que se suponía que el libro estaría terminado. Ahí los muchachos me sugirieron que lo tomara con calma" y que si necesitaba más tiempo llamara a la editorial y lo planteara. Pese a lo malo que me parecía el texto, Gonza me pidió que se lo dejara leer...y a él le encantó", hecho que fue un espaldarazo para el atribulado redactor. "Yo no sé si el criterio de Gonzalo es bueno o malo, pero sé que él es infinitamente más lector que yo. Es un lector voraz y lo ha sido toda la vida. La opinión de Camarota "me hizo mirar con un poco más de cariño lo que había escrito, aunque igual le hice muchísimas correcciones", rememora.
Pero el tiempo no tirano no sólo en la televisión, sino en todo el espectro de la actividad humana, al que no escapa la redacción de libros. "Sobre la mitad del libro se produjo un cambio -y creo que se nota-, empecé a ser menos detallista, a detenerme menos en pormenores y puntualizaciones. Básicamente porque este libro no podía tener seiscientas páginas (ríe)...así que me vi obligado a considerar la posibilidad de ser un poco más vago, y de seleccionar más lo que quería contar", admite . "Así que empecé a seleccionar lo que consideraba más importante, o lo que me parecía que debería figurar, por tratarse de partes de la historia que la gente conoce menos, y no redundar en otras que seguramente quienes se acercaran al libro tendrían bien presentes".
Justicia para los justicieros o Justicia para todos
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"Me gustaría pensar que es un libro que lo puede leer cualquiera, pero no puedo ser tan necio como para no entender que la mayoría de la gente que se acerque al libro lo hará a través del programa", considera Banchero, agregando que desde el primer momento "tuve la intención de que fuera un libro disfrutable, que contara una historia que pudiera interesarle a cualquiera, más allá de que fuera o no oyente del programa. Ahora bien, si lo conseguí o no, es algo que no puedo evaluar yo mismo".
En cuanto a las repercusiones que el lanzamiento del libro tuvo, Salvador aclara que "nadie hasta ahora me dijo nada demasiado malo, lo que es tremendamente sospechoso (ríe)". Lectores del libro "se me han acercado, pero no recibí críticas en profundidad, más allá de un 'me gustó' o no. Algo que me han señalado y que yo tomo como algo gracioso para el texto es que se lee muy rápido, y me parece que es una buena característica para este libro".
El escritor y su circunstancia
"Me pasaron muchas historias curiosas acerca del hecho de tener que escribir una historia, en un montón de aspectos, por ejemplo en cuanto a mi propia dinámica de vida", señala Banchero. "Tuve que hacerme mi propio estilo de trabajo", porque en un momento "creí que se trataría sólo de sentarse a escribir, pero enseguida quedó claro que me iba a hacer falta organizarme, tener un método, porque sino iba a ser imposible. En ese proceso descubrí cosas que pueden serme muy útiles en el futuro, si quisiera escribir sobre cualquier otro tema".
La redacción de su primer libro también cambiaría la forma de relacionarse con lo escrito. "Yo soy tremendamente aprehensivo, muy celoso de mis escritos, y sentía que cualquiera que me metiera mano en eso...no estaba bien, porque yo me tomo muy en serio lo que escribo. Te puede gustar o no, pero es difícil que encuentres un punto o una coma, que haya quedado allí sin que yo haya pensado mil veces por qué va ahí". Sin embargo, Justicia Infinita iba a marcar una excepción en esa conducta "No me gustaba nada que me tocaran lo escrito, sin embargo, con este libro me siento totalmente desprendido del texto. Yo me identifico cuando lo leo, pero tengo un descubrimiento absoluto, no lo vivo como mío, y estoy seguro de que eso tiene que ver con que yo siento que soy parte de esa historia. No siento que esté yo presente como escritor". Y algo que le demostró que era sí "fue que luego de terminar y entregarlo, no puse ningún reparo a que lo corrigieran y le cambiaran cosas, incluso di instrucciones en ese sentido." Tras culminar el trabajo dijo a los editores "yo escribí esto, está ordenado cronológicamente, pero editen, hagan, cambien, si quieren hacer más largos o más cortos los capítulos, hagan lo que quieran...me chupaba un huevo". En rigor, "no se hicieron muchos cambios, pero a mí no me importaron en absoluto. Incluso desde la editorial en algún momento elogiaron esa docilidad, a lo que yo respondí que era una excepción, porque suelo ser todo lo contrario".
Esta aparente docilidad fue desmentida a la hora de agregar el breve prólogo, que también fue redactado por Banchero. "Lo gracioso es que a este prólogo, que es apenas de página y media, quisieron hacerle unos cambios...y no te puedo explicar cómo me puse. Ese texto sí lo sentía como mío, así que le cuando le hicieron tres o cuatro modificaciones pelotudas reaccioné. "Ahí la editora se dio cuenta de que al final no era tan dócil" bromea.
Si estás entre volver y no volver
El regreso de Justicia Infinita al éter fue una buena noticia para toda su comunidad de oyentes. Sin embargo, también se escucharon críticas de quienes los acusaron de inconstancia, de haberse ido entre aplausos, asegurando que preferían "matar la criatura antes de que muriera", para retomar la antigua senda poco después. Sin embargo, esas críticas no minaron la moral del equipo justiciero
"Yo tengo la sensación -y creo que vale para cualquier programa que tenga una devolución pública- de que el público de este país a veces funciona ingratamente", reflexiona Banchero y analiza el fenómeno desde adentro, ya que "no sólo veo eso sino que me reconozco ahí, es parte del asunto. Cuando nos fuimos hubo gente que se enojó, como si no tuviéramos el derecho de hacerlo, y además se calentaron más cuando expusimos las razones por las que nos íbamos, que se resumían al simple aburrimiento. Teníamos las pelotas por el piso, estábamos cansados y muy poco motivados" afirma.
En aquel entonces "hubo gente que lo tomó como una altanería de nuestra parte, no entendía cómo éramos capaz de irnos en un momento en el que el programa andaba muy bien, decían que estábamos haciéndonos los cracks". Esos cargos "me parecieron una cosa bastante injusta, tan injusta como el hecho de que esa misma gente luego se enojara porque volvíamos. Creo que ahora nadie se esta cuestionando por qué regresamos. Y si se lo están cuestionando, a nosotros no nos lo hacen saber".
Se puede reír, se puede llorar
El libro relata situaciones que pueden resultar humorísticas pero no es específicamente de humor, más allá de que incluye guiones del programa, representativos de las variadas etapas que atravesó. "Una de las cosas que yo me pregunté desde un principio fue si el libro debería ser o no humorístico ".Esa pregunta, formulad a sí mismo y a su compañeros de programa, arrojó como conclusión que "no debía ser forzosamente humorístico, ya que el programa utiliza el humor como una herramienta más. Hoy Justicia infinita no es un programa de humor en sentido estricto. Ha tenido etapas más cercanas a esa condición y quizá vuelva a tenerlas, pero no es el panorama de hoy, más bien creo que es un programa de entretenimiento". Sin embargo, el humor tiene una gran presencia en el relato. "se trata de una historia a contar, pero por otra parte, a mí no me sale escribir sin que aparezca alguna veta humorística en lo que escribo, así sea en un guión, una carta o las esquelas que pego en la heladera".
La cuota de humor del libro es aportada en buena medida por los libretos incluidos en el mismo, y pertenecientes a algunas de las radioseries más exitosas del programa. El criterio de selección de esos libretos obedeció a varios factores. Entre ellos, el hecho de que todavía existieran. "Nosotros somos muy desordenados en la conservación de todo lo referente al programa, ya sean fotos, libretos o filmaciones. Tenemos bastante material, pero con mucho desorden" Además, el acervo justiciero sufrió algunas pérdidas. Por ejemplo, "en 2005, perdí un disco duro donde estaban respaldados los libretos de más de tres años, y eso despareció. Probablemente se trate de mis años más fecundos, porque en ese tiempo escribíamos sólo Carlos, Gonza y yo, a un ritmo increíble. Actualmente escribo guiones de vez en cuando, pero entonces escribíamos tres o cuatro por semana...cada uno".
Para el libro "recogimos el material que quedaba -que es bastante, e hicimos una selección que fuera representativa de las distintas épocas de Justicia, y en la que aparecieran todas las personas que han guionado en el programa. Obviamente que nos quedaron guiones afuera...pero como me dijeron que no podía escribir seiscientas páginas... (ríe)".
Ballena a la vista
Uno de los momentos difíciles para Banchero y su equipo, fue el enfrentamiento con el licenciado Orlando Petinatti, que en tiempos de los primeros albores justicieros era una especie de vaca sagrada de la frecuencia modulada de la ciudad. Justicia Infinita apuntó con ironía sobre el comunicador, y este no tardó en salir con la plancha, llegando a pedir la cabeza de sus noveles competidores.
En cuanto al recordado "Petinatti Gate", Salvador dice que "puedo dar una visión personal, porque en realidad nunca llegamos a hablar, así que va a faltar la otra campana. Desde mi punto de vista, creo que lo vivimos de manera bastante distinta unos y otros. Desde nuestro lado, puedo decir que tomamos una decisión acerca de cómo comportarnos ante un tipo que era una ballena radial, algo imposible de obviar". La decisión consistió en "pararnos en la otra vereda, que en verdad es el truco más viejo del mundo. Habíamos estudiado a todos nuestros colegas, y vimos que solían adoptar dos posiciones respecto a Petinatti. O bien lo ignoraban o le rendían culto, pero ninguna de las dos fórmulas parecía resultar, así que nos pusimos de otro lado para ver si eso funcionaba. Comenzamos a tirarle piedras para llamar la atención", reconoce.
Por tanto, técnicamente, y utilizando una expresión infantil, se puede decir que el niño Banchero y el Niño Camarota le hicieron burla al niño -más grandecito- Petinatti, y este le contó a la maestra. "Más bien que empezamos nosotros, no hay duda de eso" admite Salvador. Ante las pullas, Petinatti habría tomado la peor actitud del mundo, y cómo se dice popularmente, habría "entrado" como un caballo. "Y justo cuando él entra, nosotros nos vamos a su radio, y ahí se da una situación distinta, porque nosotros ya teníamos la atención de la gente, ya no necesitábamos seguir con eso". Al final, y según se cuenta en algunas anécdotas del libro, "se convirtió en un juego muy esporádico, y era motivo de diversión entre nosotros".
Desde el otro extremo del hilo "creo que él se lo tomó mucho más en serio, y ha tenido actitudes jodidas con nosotros, tal como se cuenta en el libro, Decididamente, el tipo intentó dejarnos sin trabajo, y todo tiene un límite: yo nunca lo quise sin dejar sin laburo a él , más allá de las jodas que hiciéramos". Dejando de lado que cada uno tiene sus opiniones personales, "la mía es que no me gusta lo que hace en radio, pero no dejo de reconocer sus méritos. No tengo ningún problema en reconocer que es una de las figuras más importantes de la radio en los últimos tiempos. Pero a mí no me gusta". Sostiene.
A juzgar por algunas de sus conductas, el "licenciado" parece haberse tomado en serio su conflictiva relación con esos jovenzuelos que se le metían en la radio. Al poco tiempo, comenzaron a aparecer los pedidos de grabaciones. "Pedía nuestras grabaciones por vía legal, a través de la Ursec. Teníamos que entregar las grabaciones de los días en que habíamos comentado vaya uno a saber qué cosa, porque nos las venía a pedir un funcionario de Ursec, y en esos casos es obligatorio entregarlas. A nosotros nos divertía eso, e incluso en esa época el chiste recurrente era decirle al aire a los muchachos de Ursec que se pusieran a grabar, porque sin duda íbamos a decir ago que Petinatti pediría, y así podían ahorrar tiempo y trabajo."
La experiencia de relacionamiento con Petinatti dejó un aprendizaje y cierta reflexión. "Hay algo que suele pasar -y yo pongo especial cuidado en no caer en eso- y es que la gente que de alguna manera trabaja en el humor, no se toma muy bien que alguien pueda divertirse con él...especialmente quienes suelen agarrar de punto a otros. Petinatti no es el único caso, me parece que existen muchos ejemplos de eso". Por tal motivo, insiste en que "es algo que trato que nunca me suceda, y creo que hasta ahora nunca me jodió que alguien me tomara el pelo, porque me parece que es parte del juego. Si asomás la cabeza a la vida mediática, ya sea en la televisión, radio, o lo que sea, tenés que asumir que otros pueden jugar con eso que hacés. Entonces, desde el momento en que yo también lo estoy haciendo, tengo que esperar lo mismo. No puedo pretender reírme de alguien que aparece en los medios, y enojarme si me paga con la misma moneda, tengo que entender que funciona así, y a lo sumo podré seguir el juego con esa persona, pero no ofenderme". Puntualiza.
Humor bueno, humor malo
El manejo del humor en los medios suele ser un asunto delicado, ya que precisamente el sentido del humor no abunda tanto como las malas interpretaciones. Eso por no hablar de cierta pretensión de solemnidad para con los comunicadores, cuando no de la paranoia lisa y llana de algún sector del público. En sus lejanos comienzos con el programa "Arroba las manos", Banchero y compañía podían permitirse ciertas barrabasadas, amparados en el hecho de que se trataba de un programa nocturno y de reducida audiencia. Pero luego la situación cambió, y la tarde de la FM puso más orejas atentas a su alcance. Este delicado manejo del humor, que implica encontrarse siempre en algún momento con el "con eso no se bromea". En ese sentido, la experiencia es buena maestra.
"Lo manejamos según nuestro propio parámetro, y creemos tener el suficiente oficio como para darnos cuenta de cuándo nos vamos a la mierda y cuándo no. Hace muchísimo tiempo que no tenemos ninguna de esas instancias en las que masivamente, todo te indica que te fuiste al carajo" explica el comunicador, quien entiende que "reacciones de alguna gente hay siempre, básicamente porque nadie o casi nadie reflexiona sobre el humor. Me he encontrado muchas veces explicando algo que yo considero que es básico: el humor tiene que ver con la tragedia y la manera en que esa tragedia se procesa. Esto no lo descubrí yo, la vieja frase de Woody Allen 'el humor es tragedia más tiempo' tiene ya mucho tiempo, y además tiene que ver con que uno entienda que es posible reírse de cosas de las que nunca lo haría si le sucedieran en carne propia. Es el ABC, cuando yo veo una película Laurel y Hardy, y se rompen la cabeza cayendo por una escalera, me río un montón. Pero si el que cae soy yo, probablemente no me cause ninguna gracia", dice.
En ocasiones, "la gente dice 'cómo te vas a burlar de los muertos por el tsunami en Indonesia'. Pero yo no me estoy riendo de los muertos del tsunami, simplemente me permito hacer humor con eso porque son muertos que están en Indonesia, y no al lado de mi casa. También me dicen 'seguro que no te reirías si los muertos fueran de tu familia'. Obviamente que no lo haría, pero si te tengo que explicar eso, vamos muy mal", considera.
Además, a tal punto está metido el humor en la vida de los integrantes del equipo de Justicia, que "en situaciones tensas, dramáticas tristes y hondas de nuestra vida privada, todos nosotros solemos reaccionar del mismo modo. Tengo el recuerdo de velorios de familiares y amigos, en algún caso de personas jóvenes cuya pérdida nos dolió y duele mucho...y la manera que tuvimos de canalizar eso fue el humor. Yo no pretendo que todo el mundo haga lo mismo, pero exijo que respeten nuestro modo de vivirlo. Yo no creo estar faltándole el respeto a nadie", concluye.