“La Zona” puede parecer muy maniquea en un inicio, pero como el propio Rodrigo Plá advierte, el filme avanza en matices, mostrando las diferentes voces. Su ópera prima está basada en un cuento de Laura Santullo, su esposa y dupla creativa, sobre un barrio privado con reglas y vida propia al cual un grupo de jóvenes entra a robar, lo que provoca que los habitantes decidan hacer justicia por mano propia. Se trata de un filme policial que aborda la corrupción, la lucha de clases y los límites de la seguridad.
Plá y Santullo vivieron en México desde que sus padres se exiliaron en los ‘70 a aquel país, pero no se conocieron hasta mucho después. Ahora están de vuelta hace un año y presentan esta película con la esperanza de poder exhibir la segunda. Mientras, preparan la tercera que se filmará en Uruguay.
Sobre esta película (que se preestrenó el viernes 7 de agosto), el pasado como hijos del exilio y su futuro en estas tierras del sur, Montevideo Portal habló con el director y la guionista.
Laura, esta película está basada en un cuento tuyo: ¿es el mismo planteamiento?
Laura: Para empezar son ocho páginas. Es más bien un esqueleto que nos sirvió para armar el guión, que en realidad lo trabajamos entre los dos. Se respeta la línea básica, sobre todo lo que tiene que ver con la relación de los dos personajes jóvenes. Pero toda la trama paralela policial, las características individuales de esos vecinos, fueron generadas para el guión. El cuestionamiento que aparece en el cuento es el mismo que se ve en el filme: los límites de la justicia, la paranoia y el miedo colectivo.
Rodrigo: Creo que el cuento tenía una sensación futurista, de hecho el nombre, La Zona, es como la primera zona modelo; después, cuando empezamos a hacer la investigación de campo, descubrimos que esa realidad ya existía. Optamos por no decir en que época sucede, en qué lugar, y nunca se dice que sea en México. Esa armonía del comienzo es inquietante, porque está dada por la igualdad: todas las casas son iguales, hay una serie de regulaciones que no permiten ciertos colores, ciertas plantas, animales, etcétera, que vienen planteando desde la imagen lo que más adelante se verá en los personajes, en donde no hay espacio para el que piensa distinto.
¿Esto surge de la paranoia post 11 de setiembre?
L: El cuento es anterior, pero cuando estábamos trabajando el guión, esta cosa estaba presente en las reflexiones que hacíamos sobre la pérdida de libertades individuales en pos de una seguridad para todos, pero que termina redundando en que finalmente pierdas privacidad y derechos. La delación, la desconfianza entre unos y otros, están presentes, pero son cosas que se repiten en los seres humanos. El miedo no es precisamente nuevo y los muros tampoco.
Es su primer largometraje pero han conseguido un elenco de gran nivel, con Maribel Verdú (Y tu mamá también), Daniel Giménez Cacho (Arráncame la vida), Carlos Bardem (Che, parte dos). ¿Cómo lo lograron?
R: Todos los actores habían visto nuestros cortometrajes. Había como un interés en trabajar con nosotros, el guión estaba muy bien estructurado y tratamos de generar matices a los personajes para que aceptaran estos actores. Desde el principio pensamos en Daniel Giménez Cacho (de hecho su personaje se llama Daniel) y en el momento que se establece la coproducción con España era natural pensar en Maribel Verdú. Por último está Carlos, el hermano de Javier Bardem, también de España.
En tu corto “El ojo en la nuca”(2001) trabajaste con actores que después serían muy famosos: Gael García Bernal y Daniel Hendler. ¿Eran amigos tuyos?
R: No, en realidad no. A Gael lo había visto en un corto y simplemente le mandé el guión y se entusiasmó haciendo de uruguayo mexicano con acento, que era como yo me veía por lo menos en esa época (una especie de alter ego). Y a Daniel llegamos gracias a Pablo Stoll. Después se volvieron muy famosos y conocidos, eran muy jóvenes y entusiastas.
Ese corto acá se distribuyó por medio de un diario y ahora llega esta película que lleva un par de años de estrenada en México. ¿Es complicada la distribución?
R: Siempre es muy complicado. Uno hace la película y en cuanto aparecen los agentes de venta te deja de pertenecer. En ocasiones es una lucha fuerte para que llegue a donde uno quiere. Se distribuyó primero en Europa, después en México y traerla hasta aquí fue muy complicado porque había problemas de derechos con las distribuidoras para la región (Chile, Paraguay, Argentina y Uruguay) y destrabar eso fue complicado, pero después de mucha insistencia sobre el hecho de que somos uruguayos y queríamos estrenarla acá, lo logramos.
¿Existe la posibilidad de que “Desierto adentro”, tu siguiente película, también esté por acá?
R: Son otros distribuidores, pero Ronald Melzer (quien distribuye “La Zona”) mostró interés en estrenar “Desierto adentro” y esperamos que así sea. Mientras tanto estamos preparando nuestra siguiente película que se llama “La demora”
¿También basada en un texto tuyo, Laura?
L: Si y la vamos a filmar acá. De hecho estamos viviendo acá hace un año y algo. Vinimos con esa idea porque el proyecto tiene cara de Montevideo, el guión se escribió en Uruguay y Rodrigo está en plena pre-producción para conseguir financiamiento.
¿Será coproducción con México?
R: Esa es la esperanza. Si todo sale bien comenzaríamos a rodar en marzo-abril de 2010. La idea es quedarnos aquí, también por la escolaridad de nuestros hijos.
Ambos son hijos de exiliados de la década de 1970 que se fueron a México, los llamados Uru-Mex. ¿Se conocieron allá? ¿En qué momento?
L: Yo pasé por la embajada de México y viví en aquel país por mucho tiempo. En el ‘84 volvimos para acá con mi familia y a los 23 me vuelvo a México.
R: Yo me fui en el ’77. Primero se fue mi padre y después toda la familia y nos quedamos allá. Optamos por quedarnos a pesar de la apertura democrática aquí. Mi carrera cinematográfica y mi vida la hice allá e incluso a Laura la conocí allá.
L: Nuestros padres se recuerdan de antes, pero nosotros nos conocimos de grandes.
¿Cómo sienten el exilio y su sentido de pertenencia?
R: Yo soy mexicano y uruguayo. Tengo dos culturas y me asumo como tal, es mi vida.
L: Para nosotros, que somos los hijos del exilio, todas las complejidades las vivimos distintas por haber sido niños en esos momentos. Después a lo largo del tiempo y cuando crecés en otra sociedad, adquirís las dos culturas y la posibilidad de convivir con eso. Es interesante. De esa mezcla, mientras la asumas y no vivas peleado con ella, salen buenas cosas. Cuando sos adolescente te salen todas esas preguntas: de dónde soy, por qué no soy de un lado solo. Ahora, cerca de los cuarenta, ya está, soy lo que soy.
¿El cine sirve para hacer catarsis, por ejemplo con “El ojo en la nuca”?
R: Por supuesto, nos sacamos esas cosas a través del cine.
Era más barato que el psicólogo e incluso se puede ganar dinero...
L (risas): Además es más divertido.
¿Y cómo llevan las diferencias entre los dos países, que por lo menos en apariencia, existen?
R: Existen, eso es real. La polarización en México es grande y el DF es una ciudad maravillosa pero cuando uno tiene hijos empieza a prestar atención a otras cosas. Vas al parque y estás pendiente de tu hijo, vivís más encerrado en un apartamento. La alternativa de venir a vivir a Montevideo ha sido muy grata, los niños corren con más libertad, uno puede caminar por la calle y el de al lado no le tiene miedo a uno o vos no le tenés miedo al de al lado. Nos gusta mucho la educación, encontramos un colegio muy agradable.
L: También es cierto que hablando con la gente acá, tienen una percepción exacerbada de lo que es el DF. Es cierto lo del miedo y que hay más delincuencia, pero la vida es la vida y por lo menos nosotros hacíamos el mayor esfuerzo por vivir la vida normal. México es muchas cosas. Cuando nos encontramos con gente que dice “voy al DF y no salgo del hotel” yo les digo: lo que te perdés. En todos lados hay que tener ciertos límites y cuidados. Adhiero a lo que dice Rodrigo de que hemos ganado en libertades y para nosotros tiene un tema afectivo estar de vuelta en nuestro país. Aunque derribamos el mito de que acá es más barato.
R: En mi caso es vivir una cultura que me vino por mis padres. Ahora puedo estar en un redescubrimiento muy amable porque tenemos un proyecto en común que es hacer una película, mantenernos en activo. Es un lindo regreso.
Volvamos a “La Zona”. Tiene momentos oscuros (que no revelaremos), con poca esperanza. ¿Pensaron en un final más heroico, a lo Hollywood?
R: Heroico jamás, pero nosotros sí creemos que es un final esperanzador. A través del personaje del adolescente, el que cuenta la historia, al principio le convencen los argumentos del padre, luego modifica eso, conoce al ladrón y lo ve de distinta manera. Ese personaje logra cambiar. Abre las puertas a otro destino.
Hay un personaje complejo, el del policía que tiene móviles diversos...
R: Ese personaje interpretado por Diego Cataño (el protagonista de “Desierto adentro”) es complejo porque cuando llega ante una denuncia a La Zona, tiene buenas intenciones, pero los residentes lo rebajan, lo tratan de igualado (se le dice “igualado” en México, a los que tratan de parecer de una clase social superior), entonces es el resentimiento el móvil de sus actos iniciales. Si hubieran sido más amables, él hubiera actuado distinto.
L: En algún punto el tipo va entrando como en situación, dice en un momento “por una vez pensé que podría hacer las cosas bien”, por una vez. En algún punto se siente solidario con la tragedia que vive uno de los protagonistas encerrado allí en La Zona. El policía se maneja en un filo curioso entre lo que está bien y está mal, es un tipo bastante dudoso en sus motivaciones.
¿Y hay esperanza en ese mundo?
R: Tienes al que se va, al que tiene una pistola y se arrepiente, al que vive dentro y pensó que allí iba a tener ciertos privilegios y su hijo se iba a criar con más libertad, y de repente descubre que vive dentro de un muro. Dice “cuando mi hijo crezca y pregunte, cómo le voy a explicar por qué vivimos adentro de un muro”… ese hombre cambia.
¿Rodrigo, sentís alguna influencia más o menos directa de algún director?
R: Cuando uno está en el proceso creativo, pone cosas involuntarias que trata de cambiar cuando se da cuenta,. El tema es que a veces no te das cuenta. Hay gente que nos relaciona con “La Aldea” de Night Shyamalan, y es cierto que tiene algunas cosas en común, pero cuando nosotros la hicimos no la habíamos visto.
L: Hay gente que lo relaciona con el libro “El señor de las moscas” (de William Golding), pero yo ese libro lo leí cuando ya estaba escrito el guión.
R: El tema de meter una reflexión social dentro de un género como el policial podría tener alguna similitud con Costa-Gavras: “Zeta”, “Estado de Sitio”, que juegan un poco con eso.
¿Y ahora estás escribiendo algo, Laura?
L: El guión para “La demora” ya está terminado, aunque seguramente habrá una última versión adaptándola a las locaciones. Ahora estoy escribiendo una novela que tenía un poco postergada que se llama “La santa que vino del mar” y a la vez estamos trabajando en otro guión.
¿Y cómo llevan trabajar juntos?
L: Siempre hacemos el chiste de que nos podemos pelear por quién lava los platos pero difícilmente por temas de trabajo.
R: Es que tenemos experiencias de vida y puntos de vista en común, entonces por más que discrepemos en cómo solucionar alguna cosa puntual, llegamos a un acuerdo porque vemos la vida un poco parecido y por eso la compartimos. Yo antes escribía guiones solo y para mi fue buenísimo compartir la tarea con ella porque es mucho mejor escritora.
L: Como los tiempos del cine son muy largos entre preproducción, financiamiento, producción, etcétera, sentimos que podemos adelantar si yo comienzo con un guión nuevo. El peligro es que cuando la película está terminada tú ya no seas la misma persona.
R: Uno a lo largo de la vida tiene cambios, va modificando la manera de pensar y si tarda siete años en hacer una película, lo que le interesaba a los 25 a los 32 ya no interesa tanto, pero igual tiene que seguir.
¿Y en Uruguay han tenido ofrecimientos para hacer algo de televisión?
L: Es que estamos como de incógnito.
R: Nadie nos invita a ningún lado (risas).
L: Hemos tenido trabajos para México y ahora tenemos algunos ofrecimientos para trabajar desde acá para allá, lo cual refuerza la idea de poder quedarnos acá. Hemos hablado con gente pero no hay nada concreto.
R: Es que conocemos poco. Así como ha sido una llegada muy amable, a nivel profesional no conozco a nadie. En México nos veíamos con todo el mundo y eso te va metiendo en otros proyectos. Por eso también estamos contentos por lo de “La Zona” así empezamos a conocer más gente.
L: ¡Invítennos a tomar cerveza!
R: En ese sentido sí nos sentimos un poco como extranjeros.
Bueno, después de que pase el estreno nos vamos a tomar una, la casa invita.
Por Ernesto Muniz