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Entrevistas

Presente griego

Entrevista a Petros Márkaris

“Nuestras crisis son de riqueza”, dice en diálogo con Montevideo Portal el escritor griego Petros Márkaris, creador de la serie de novelas policiales del comisario Jaritos. El autor habló de las similitudes entre la crisis que golpea en su país y las que azotaron el nuestro.

12.08.2014 17:25

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2014-08-12T17:25:00-03:00
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Por Gerardo Carrasco
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Nacido en Estambul en 1937, formado en Austria y Alemania y ateniense por adopción, el escritor Petros Márkaris es una criatura cosmopolita que se reconoce marcado por el hecho de haber venido al mundo en esa orbe multicultural que era la Constantinopla de preguerra. Hijo de padre armenio -Markarian- y madre griega, amante de la cultura germana, fue traductor de Brecht y Goethe, guionista del inolvidable cineasta Theo Angelopoulos, libretista de TV, y finalmente creador de una colección de novelas policiales que le granjearía fama internacional: las aventuras del comisario Kostas Jaritos.

Esta semana, Márkaris visitó nuestro país y Montevideo Portal conversó con él acerca de literatura, historia, euros, dracmas y crisis.

El país de las palabras

"Mi patria es la lengua portuguesa", escribió alguna vez el poeta luso Fernando Pessoa. Exactamente lo mismo opina Márkaris, refiriéndose en su caso al idioma griego.

"Mi concepto de patria no puede tener fronteras geográficas e históricas porque yo no tengo puntos de referencia de esa naturaleza", dice el artista, explicando que la historia de Grecia no le resulta una referencia valedera ya que no se identifica con ella, y lo mismo le sucede con Turquía. "Por lo tanto, mis puntos de referencia están apoyados en el aire, y son la cultura -y eso tiene mucho que ver con Alemania- y el concepto de lengua, que es donde entra Grecia", agrega.

En tal sentido admite que estuvo muy cerca de convertirse en un escritor germanófono. Fue la soledad la que lo llevó a trasladarse a Atenas, donde redescubrió el idioma griego y una Grecia distinta a la de su Constantinopla natal.

Jaritos no se hizo en un día

La peripecia literaria de Márkaris ha sido extensa y variada. "Es algo que pasó por muchas etapas. De niño amaba el teatro, iba casi todas las semanas", recuerda el escritor. Luego, "en Viena descubrí a Bertolt Brecht, que se coinvirtió entonces en mi gran maestro y continúa siéndolo hoy".

"Brecht me enseñó a crear manteniendo una cierta distancia, ser un buen observador, y por eso hoy creo ser un buen observador de la sociedad, porque puedo alejarme un poco para lograr una perspectiva diferente. Otra cosa que me enseñó Brecht es que la historia tiene que ser completada por el lector, hay que dejar un espacio para que él ponga su propia historia". Durante su estadía en el Río de la Plata, Márkaris comprobó con satisfacción que había logrado tal cometido. La gente lee las novelas de Jaritos donde se habla de la crisis europea, pero las interpreta dentro su propia experiencia con la crisis, les agrega un contenido propio.

Tras radicarse en Atenas en los años 50, comenzó a traducir a Brecht directamente del alemán, y se ganó una reputación de experto en su obra que todavía perdura. Luego abordó la titánica tarea de traducir el Fausto, de Goethe. "Respeté la versión en poesía, y de hecho mi traducción no tiene ni un verso más ni uno menos que el original. Cuando los alemanes lo notan, no lo pueden creer. Fue una tarea que me llevó cinco años, tiempo en que yo podría haber escrito un par de novelas con las que sin duda hoy sería más rico", ríe.



"Estas traducciones fueron muy importantes para mí, porque me permitieron hermanar, armonizar esas dos lenguas que yo tanto amaba", afirma.

Detrás de la pantalla

Mientras se encontraba en medio de estas tareas de traducción, tuvo ocasión también de crear y llevar al escenario sus propias obras teatrales, hecho que le condujo a un nuevo cambio de rumbo: trabajar en el cine. Márkaris recuerda que el director fue una noche a ver una de sus obras, y luego le propuso trabajar con él.

"Algo que me favorece es que siempre me gustó probar. Desde la literatura hasta la comida, nunca tuve reparos en experimentar. Por eso no dudé a la hora de intentar hacer guiones, y al final resultó que me consideraron bueno en eso", narra. "Angelopoulos me decía que yo era el mejor guionista de Grecia, yo le contestaba que decía eso porque estaba trabajando con él. Si escribiera para otro diría lo contrario", recuerda.

El tándem resultó tan eficaz que arrojó como resultado una pequeña colección de obras maestras: Días de 36 (1972), Alejandro Magno (1980), El paso suspendido de la cigüeña (1991), La mirada de Ulises (1995) y La eternidad y un día (1998).

"Hay un poema de Brecht que dice: ‘Puedes volver a comenzar hasta con tu último aliento, pero lo que pasó, pasó, y el agua que le has puesto a tu vino ya no puedes quitarla. Pero todo cambia, y puedes volver a comenzar hasta con tu último aliento'. Yo ya perdí la cuenta de las veces que recomencé en mi vida, con diferentes estilos literarios".

Ese hombre que tú ves allí

La llegada del comisario Kostas Jaritos -jefe del Departamento de Homicidios de la Policía de Ática- a la vida del escritor fue inesperada y más bien molesta.



"Yo había estado haciendo guiones para una serie de TV llamada ‘Anatomía del crimen', que tomaba casos conocidos de la crónica roja, y planteaba versiones alternativas, contaba de qué otras maneras habría podido ocurrir el crimen. Estábamos por comenzar la tercera temporada y yo me encontraba agotado, y cuando te sientes tan cansado, no resulta fácil ver esa otra versión de un crimen", refiere.

Extenuado, Márkaris comunicó a los directores del canal su intención de renunciar, pero como la serie era un éxito y arrojaba pingües ganancias, lo convencieron de que permaneciera al menos por un trimestre.

"Un día, mientras me esforzaba por escribir esos guiones, vi frente a mi escritorio tan claramente como te veo a ti ahora a un hombre, su mujer y el hijo de ambos, cuyo sexo todavía no sabía. Me dije: ‘¿Y estos qué quieren de mí, qué vienen a buscar? No quiero más pequeños burgueses, estoy harto de escribir sobre ellos, si tengo que escribir sobre burgueses, al menos que sean ricos'. Pero el hombre no se iba, estaba ahí todas las mañanas y lo veía como te veo a ti", insiste.

"Me costaba entonces entender quién era ese hombre y a qué historia pertenecía, porque si eres escritor y se te presenta alguien tan claramente es porque corresponde a alguna historia. Pero ni yo encontraba la historia ni él se iba. Esto llegó a convertirse en una tortura, que no me permitía escribir, y la TV no admite esas dilaciones, presiona mucho y necesita el material en tiempo y forma", lo que agregaba a la situación una considerable cuota de estrés.

"Hasta que un día me dije: ‘Si este tipo me tortura así, solo puede ser policía o dentista'. Y como un héroe dentista no parecía algo muy rendidor para la literatura, fue policía".

El quién y el porqué

Las aventuras de Kostas Jaritos incluyen también a su familia, la temperamental ama de casa Adrianí y la joven Katerina, que a lo largo de la serie acaba por doctorarse en Derecho. La de Jaritos es también la peripecia de toda Atenas -que aparece muy bien descrita en las novelas- y la del griego promedio, golpeado por la crisis. Esta "realidad aumentada", que trasciende largamente el mero enigma policial, es una de las características destacables de la prosa de Márkaris.



"Yo no podría escribir simples novelas policiales, dejándole pistas al lector para que él encuentre al asesino", dice al respecto. "Hay amigos que me dicen que a mitad de la novela ya se dan cuenta de quién es el asesino. ‘Y a mí que carajo me importa', les contesto, porque el asunto va por otro lado. La diferencia que hay entre los géneros policiales está en elegir una de dos preguntas: ‘¿Quién lo mató?' o ‘¿Por qué lo mató?'. La primera es la que determinó la novela policial clásica británica. La segunda, por qué se llega al crimen, por qué se mata o, llegado el caso, por qué mata banqueros, como sucede por ejemplo en la novela ‘Con el agua al cuello'. El porqué del lector comienza con mi propia pregunta al respecto, mi propio por qué. Y yo a veces tampoco lo sé", reconoce.

La cultura de la pobreza

Apasionado por la política y formado en economía, Márkaris es en Grecia un referente local también en esos temas, y tiene sus propias ideas acerca de la crisis que azota al país, y el modo en que se produjo.

"Hay una crisis previa a la económica, que es la de identidad, de eso que yo llamé alguna vez la ‘cultura de la pobreza'". Para Márkaris, "la crisis comenzó cuando llegó al país esta especie de riqueza falsa, y se empezó a vivir en ese contexto, pero sin haber conocido previamente la cultura de la riqueza. Eso no es culpa de la gente, porque en Europa la cultura de la riqueza se basa en dos fenómenos: el Renacimiento y el Luminismo". Grecia, que en ambos momentos históricos estaba bajo el bastón del imperio otomano, "no los conoció, por lo tanto no conoce tampoco la ruta del desarrollo desde la pobreza hacia la riqueza, a la acumulación. Esta afirmación es válida para toda la región de los Balcanes", sostiene.

"Grecia todavía atraviesa una importante crisis de identidad, y de la crisis hemos estudiado todos los aspectos menos ese. Por eso, Jaritos y Adrianí tienen algo que a los griegos de hoy les gusta encontrar en ellos, aunque no siempre lo entiendan. Ellos provienen de una Grecia que poseía los valores de la pobreza y supieron mantenerlos, aún los conservan. Por el contrario, el griego promedio, ante la llegada de esa riqueza virtual, junto con la pobreza tiró a la basura esa cultura. Ahora la pobreza regresó y ellos ya no tienen los valores que le permiten vivir con ella. Eso es muy peligroso", afirma.

Giro a la derecha

Viejo activista de izquierdas, Márkaris ve con preocupación el impulso que toman los grupos de ultraderecha en varios países europeos. En Grecia, este tipo de colectivos tiene su representación en el partido político Amanecer Dorado, que ha ganado adeptos en los últimos años. Sin embargo, el escritor no cree que haya un vínculo directo entre la crisis y el surgimiento o revitalización de estos movimientos.



"Cuando me preguntan eso, yo pregunto a su vez qué crisis fue la que hizo crecer a la derecha en Austria, un país con la menor tasa de desempleo de Europa y uno de los mayores ingresos per cápita del continente. Y en Austria las derechas cuentan con un 30% de aprobación", esgrime. "No es la crisis la que trajo a la ultraderecha, no hubo crisis en Noruega o Finlandia, y sí ultraderecha".

Para el autor, existe un problema de base en la propia concepción de la Unión Europea.

"Jean Monnet, uno de los padres de la unidad europea, lo dijo poco antes de morir: reconoció que se había equivocado, que la unificación debería haber comenzado por la cultura y la política, y no por los mercados, pero ya era tarde".

Así pues, "la Unión Europea se realizó por un motivo económico, no político" y fue en la política donde se produjo un vacío. Sin embargo, "la extrema derecha sí tiene un discurso político, que puede estremecernos, asustarnos, pero apelan a argumentos políticos. No se puede enfrentar un dilema político desde la economía, hay que encontrar otros argumentos políticos", indica.

Grecia queda en el Cerro

Conocer la región rioplatense le permitió a Márkaris comprobar su hipótesis, que supone la existencia de una "línea común del Sur" que emparenta a "todos los sures, ya sea el de Europa o el de América". Durante su visita, pudo notar que la empatía que siente para con los europeos mediterráneos vale también para estas tierras. El autor entiende que, al igual que el suyo, estos países han sido pobres y han afrontado crisis, pero que los momentos de bonanza no acabaron con la cultura de la pobreza, con la posibilidad de generar cultura y valores desde la pobreza. "Las crisis a las que entramos son crisis de riqueza. No sabemos cómo administrar la riqueza, no podemos competir en eso con gente como los alemanes" u otros países del norte europeo.



Otro de los elementos diferenciales entre "gente del Sur" y "gente del Norte" es el concepto de familia y la importancia que tiene entre los primeros, e ilustra esta diferencia con una simpática anécdota.

"Una vez estaba en Bilbao, a punto de entrar a una entrevista de TV, cuando la productora que me acompañaba recibió una llamada en su celular. Era su madre, y se quedó hablando con ella y me hizo señas de que me adelantara, así que entré al estudio solo, mientras ella hablaba". Semanas más tarde y de nuevo en Grecia, "vinieron a casa de un canal de TV a hacerme una entrevista. Instalaron luces, micrófonos y cuando estábamos a punto de comenzar, sonó el teléfono de la periodista. Era su madre, y hubo que esperar a que terminara de hablar con ella", cuenta.

"En Alemania, ninguna madre llamaría a sus hijos en horario de trabajo, y si lo hiciera, ellos difícilmente atenderían", opina el escritor, advirtiendo que "no se trata de determinar si una costumbre es mejor que la otra, sino de que cada uno aprenda a entender la de los otros", concluye.


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