Por Martín Otheguy
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Un alemán de pelo largo, vestido con una camiseta de estilo hawaiano, espera en el ambiente inhóspito de una oficina de aeropuerto en la noche más cruda del invierno austral. Busca su valija perdida con ropa de abrigo, no entiende nada de lo que le dicen y vaga por los pasillos decadentes de unas instalaciones que bien podrían pertenecer a la Stasi.
"Que frío de mierda", es lo primero que dice, un resumen preciso del largo periplo emocional y físico que le espera. Parece haber llegado a Europa del Este en la década de los 70, pero está en Uruguay a fines de los 80 y tiene como única guía para sobrevivir en el país una libreta con un teléfono anotado. No entiende nada, no sabe nada y sólo cuenta con su fuerza de voluntad ante un entorno totalmente ajeno.
La búsqueda que emprende ese alemán incomprendido -e incomprensible- es el disparador de la trama de Los enemigos del dolor, el primer largometraje de Arauco Hernández, que había trabajado como director de fotografía en películas como Gigante, La vida útil, El Bella Vista y El lugar del hijo.
Su protagonista no estará solo: en su vagabundeo por la ciudad tendrá como inesperados aliados a un guardia de seguridad que ya no tiene nada para perder y un ex heroinómano que ve el mundo a través de la piedad. Juntos dan forma a una película intrigante —fascinante, por momentos— que muestra a una Montevideo postapocalíptica, que bien podría haber salido tanto de una larga dictadura como de una hecatombe nuclear.
Es un filme sobre empatía, redención y los extraños lazos que se forman a orillas de la desesperación, en el marco de una ciudad que se mueve entre el cine negro y la ciencia ficción. Colaborando en esa "mirada del extranjero", se cuela la belleza desoladora de la fotografía de Thomas Mauch, conocido por su trabajo junto al director alemán Werner Herzog (Aguirre, la ira de Dios, Fitzcarraldo).
Uno de los tres actores principales hace su debut en el cine en Los enemigos del dolor. Se trata de Pedro Dalton, el cantante de Buenos Muchachos, que encarna al destruido ex adicto que se apiada del alemán. Aunque sus líneas no son muchas ni muy expresivas, Dalton hace una gran interpretación física y gestual de ese personaje roto, que se arrastra como un fantasma por los pasillos de un hospital olvidado.
Dalton conversó con Montevideo Portal sobre su primera experiencia en el cine, el proceso de filmación de Los enemigos del dolor y la necesidad de ver en la pantalla grande esta película, actualmente en cartel.
¿Cómo surgió la oportunidad de actuar en la película?
Estaba enterado de que Arauco [Hernández, el director] había pensado un personaje para mí. Tuvimos una charla años atrás, cuando hicimos el video de la canción "He never wants to see you once again" [donde él fue director de fotografía]. Al final de ese video había una toma en la que yo tenía que hacer una improvisación sobre el amor y otras cosas, y le pareció interesante para el personaje de la película.
¿Dudaste antes de aceptarlo?
Le dije que me diera el guion y lo veía. A mí me encanta el cine, y al que le gusta siempre sueña con estar en la pantalla. Cuando Arauco me dio el guion me gustó, pero todavía no entendía del todo al personaje, aunque claro que estaba afín a hacerlo.
¿Qué sentiste cuando leíste el guion de tu personaje?
Me gustó, aunque tuve que charlar con Arauco para sacar más datos del personaje. Sabía que decía las líneas en un tono casi de llanto, pero me contó la idea general: la del alemán que llega a buscar a su novia uruguaya, pero no tiene un mango y se encuentra con mi personaje, que lo lleva a su casa [un hospital abandonado]. Tuvimos muchas conversaciones sobre el personaje, que es importante porque unifica toda la historia. Sufre, le duele ver a los demás haciendo cagadas y trata de contenerlos, pero no puede hacerlo porque está hecho mierda. El cine es un proceso de trabajo muy largo, al que no estoy acostumbrado, por lo que no comprendí muchas cosas hasta ver la película terminada. Para mí, que estoy más acostumbrado al toque en vivo y los aplausos del momento, es más parecido al proceso de grabación de un disco, que tiene una parte de complejidad en la que participan varias personas.
¿Cómo fue experimentar ese proceso artístico, tan distinto a la música, la escritura y la pintura, que son tus áreas de referencia?
Lo disfruté mucho porque el equipo fue alucinante. El propio Arauco dijo en entrevistas que había formado un grupo que pudiera trabajar en forma placentera. Fue un proceso muy lindo y en el que jugó mucho la parte emocional, porque se filmó de manera realmente complicada, luchando contra uno de los inviernos más fuertes en 30 años. Y filmábamos en la calle, a partir de las 7 de la noche hasta las 7 de la mañana.
¿Ese sufrimiento ayudó?
Era parte de la historia. No estaba todo bien, y a mí me facilitaba lograr lo que precisaba Arauco del personaje que me había dado. Lo sufrí, pero en realidad no fue tan difícil gracias al equipo, que nos cuidó todo el tiempo entre toma y toma.
¿Tu condición de primerizo en el cine te hizo sufrir algo la experiencia?
La llevé bien porque me atajé de antes. Yo dije que estaba todo bien pero que tenía muy poca memoria (más allá de que mis líneas fueran cortas) y les aclaré que sabía que todo salía muy caro como para tener que escuchar el "va de nuevo, va de nuevo". Me relajé porque me dijeron que no iba por ahí y que me quedara tranquilo, que las líneas eran más que nada guías para mí. Yo no soy actor y eso ya lo sabían.
¿Te dio alguna indicación para el personaje?
Tuvimos ensayos previos para ver cosas gestuales o la forma de caminar del personaje y cómo rendía en cámaras, cómo nos movíamos corporalmente, quién entraba primero, o las cosas que podían llegar a suceder cuando hacíamos las caminatas los tres. Para el tema del hombro caído y la forma de caminar recuerdo que iba al supermercado, llenaba de cosas una de esas bolsas grandes ecológicas e intentaba volver rengueando, para practicar.
¿Viste alguna película que te ayudara?
No, Arauco desde un principio me dijo que el personaje lo teníamos que descubrir los dos en las charlas, darle forma a ese ex adicto a las drogas, algo que en principio era un suponer. Por ejemplo, te das cuenta de eso cuando en una de las primeras tomas de la película se lo ve sentado en la cantina tomando un fondito de Fanta, no una grappa, por ejemplo. Supe luego que Arauco se había inspirado en un amigo que tuvo en Nueva York, un ex adicto a la heroína que lo había ayudado mucho.
El personaje tiene poco diálogo, pero es el que personifica mejor la empatía en la película...
Sí, pero lo hace sin decir mucho. Es un personaje que parece siempre al borde del llanto, es como una madre que ve que el hijo la va a cagar y sabe lo que es eso, se desespera por ello, pero tiene que seguir protegiéndolo. El ve en el alemán los errores propios cometidos.
¿Por qué se genera ese vínculo tan fuerte entre tu personaje y el protagonista?
Para mí, la unidad con Lucio [el guardia de seguridad que completa la tríada de personajes] se da porque él está viviendo lo mismo, una ruptura sentimental. No tiene amigos y se conecta directamente con un personaje que siente lo mismo que él.
En mi caso, se trata de un tipo destruido, al que le pasó todo y que está del otro lado. Se conecta porque sufrió y no lo olvida, por el estado físico en el que está, por el lugar en el que vive. Es algo natural para mí; si te fijás, la gente cuando está jodida se junta. Está bueno porque es el que más fácil puede comprender lo que está pasando al otro y puede llorar con él.
¿Cuántos vínculos encontraste entre esa Montevideo de la película, que parece salida de Europa del Este antes de la caída del muro, con la Montevideo postdictadura que vos conociste?
Está muy parecida. Era igual de gris y vacía. Recuerdo que con todo el tema de las razzias había muy poca gente en las calles y las juntadas eran en lugares medio exclusivos, pero no por estar buenos sino por lo contrario. Era donde podíamos reunirnos. Recién cuando empiezan los 90 había una energía nueva, que era más prometedora, pero a finales de los 80 estaba bajando todavía todo lo dark, lo autocontemplativo, y la gente se quedaba en su casa. Claramente podías vivir en un hospital abandonado. No creo forzada la historia del alemán, que llega a un lugar pensando que va a ser un país tropical y se encuentra con otra Alemania del Este, pero a orillas de un río.
¿Cómo te sentiste al verte en pantalla grande y ver la película entera?
La vi primero en la casa de Arauco, con ayuda de un cañón y una pantalla, y me pareció bien, pero cuando fui al preestreno en el cine —al principio no la pensaba ver, me daba vergüenza y estaba nervioso— me impactó. Me di cuenta de que era una película para ver en pantalla grande, porque además la fotografía es muy buena.
La música también remite a los setenta y a Alemania, con el uso de sintetizadores. Siendo músico, ¿qué impresión te causó?
Me encantó. Lo primero que me llamó la atención es que la música no está compuesta en función de lo que está sucediendo en la película sino de lo que va a suceder. El acople de la música con la fotografía, además, te genera sensaciones nuevas respecto a lo que estás viendo. La música es genial: no se compuso con la idea de que te guíe por determinadas sensaciones, con el objetivo de que te causen dolor o emoción, como suele pasar, sino que lo hace junto con la fotografía. Pusieron a dos guitarristas como Manuel Rilla y Maximiliano Silveira a tocar un sintetizador, que debe ser lo peor que le podés hacer a un guitarrista, pero funciona muy bien.
¿Trabajarías de vuelta en cine?
Tengo clarísimo que no soy actor. Soy una persona a la que un director, que en este caso fue Arauco, que me encanta, llamó porque tenía un personaje que creía que era para él. Y no sé cómo a este inconsciente se le dio por escribir toda la historia de un personaje pensando en mí, que le podía decir que no. Incluso pasé por la cola de paja de pensar que estaba ocupando un lugar que podía tomar mucha gente que estudió teatro y cine, y yo, sin haber hecho nada de eso, estaba ahí. Pero los directores son los que deciden quién está y quién no, y cuando te llaman es porque saben que sos vos.
Datos técnicos
Título Original: Los enemigos del dolor
País: Uruguay - Brasil
Año: 2014
Género: Drama
Duración: 80'
Calificación: +15 años
Dirección: Arauco Hernández
Protagonistas: Felix Marchand - Lucio Hernández
Elenco: Pedro Dalton - Mathias Perdigón - Ayara Hernández - Fabio Espósito
Por Martín Otheguy
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