“Siempre tuve una necesidad de desdoblarme, de disfrazarme, de cantar. Hacía micrófonos con latas y una piola. Agarraba la escoba y la usaba como guitarra, en vez de usarla como caballo, que era lo que todos los chiquilines hacían. Fui al tablado del club Layva desde que tengo uso de razón. Los días que llovía y se suspendía eran para mí días de duelo. Tengo recuerdos muy fuertes… ver llegar una murga, los trajes, los zapatos de un murguero. Me gustaba cuando el tipo salía a disfrazarse para el cuplé; había un techito de lata con unas lonetas, y yo vichaba por ahí, me gustaba ver cómo se cambiaba. El cupletero se disfraza dos veces, como si una no le alcanzara. Ese desdoblamiento me generaba una adrenalina impresionante, y me la sigue generando”.

Pablo Pinocho Routin dice que el encantamiento es inexplicable. Simplemente ocurre. En su caso, la murga, el Carnaval con mayúsculas, llegó sin darse cuenta. Como el acto de respirar; cuando empezó a darse cuenta ya hacía tiempo que era parte del fenómeno.

“Yo salí en una murga porque tenía ganas de cantar, y no tenía noción de que era tan contundente lo que había por delante. Mi llegada a Falta y Resto me abrió los ojos, fue mi escuela. Raúl Castro es, para mí, uno de los letristas por excelencia. La Falta me removió todo, y me mostró que había millones de caminos que se podían transitar partiendo de la música de carnaval. Ahí me di cuenta de que la cosa era en serio, de que era un género potente y que tenía mucha cosa por desarrollar”.

Ahora, Routin viene con “Flores”, su nuevo trabajo bajo el brazo, un disco que define como “una continuación de lo que en el 98 fue ‘Peligro de murga’, una banda que fusionaba la murga con el rock and roll. Teníamos lo que en aquel momento era una murga enchufada”, explica, “salíamos maquillados de murguistas y con una impronta ‘carnavalera’, con guitarra eléctrica, sintetizador y batería. Esa fue la primera incursión ‘fuerte’ en lo que tiene que ver con la murga-canción, con empezar a fusionar la murga con otros géneros a través de un formato ‘banda’. Y ‘Flores’ es una continuación de esa vertiente de murga-canción, aunque más acústico, e incluye géneros en los que antes no había incursionado, como la zamba, el tango y la milonga. Es que las canciones van apareciendo y uno les abre la puerta; la composición es una actividad libre y hay que dejarse fluir”.

 

Foto: Patricia Idiartegaray

 

Los caminos de la vida

Routin pertenece a la segunda o quizás la tercera generación que se tomó el carnaval y la murga en serio; es parte de una élite de artistas que comenzaron a ver la música popular uruguaya como un fenómeno cultural, con sus méritos y merecimientos, pero también con sus errores y sus sacrificios. Veinte años atrás, tal vez, pensar en la repercusión de la murga, no sólo en el medio local, su proyección a nivel internacional y sus hallazgos en materia lírica y musical, hubiera sido impensable. “A mí me gusta ir un poquito hacia atrás para poder tomar ‘Flores’ como parte de un proceso y no verlo como una cosa aislada. Siento que los caminos son largos y no se sabe dónde van, la música no te lleva a un sitio, sino que el propio viaje es el objetivo. En aquel momento había algún indicio de que las cosas podían cambiar. El género ha madurado, han aparecido artistas muy talentosos, y la murga canción, el folklore de la murga y lo que tiene que ver con la marcha camión, con el coro murguero, se ha transformado en algo -si no de consumo masivo- que llega a mucha gente, tanto acá como en Argentina.

En ese sentido, dice, “las canciones van apareciendo. En ‘Flores’ hay temas que tienen 20 años, y que no tienen nada que ver con la murga ni con el carnaval, pero van saliendo, y hay que dejarlas que estén. No me propuse hacer un disco de carnaval, ni tampoco cerrarle la puerta a lo que venga de ese lado. Mi cuna artística es la murga y el carnaval uruguayo. Sí es real que soy bastante selectivo a la hora de componer una canción de murga. Hay, en este momento, mucha producción del género, y, de repente, cuando estoy tratando de armar las canciones, me encuentro con que hay cosas que ya escuché, armonías que ya fueron usadas por otros. Eso no quiere decir que no pueda hacerlo, está bueno ir tomado lo que hay, que es parte de nuestra música. Uno no es solamente un músico, un cantante, un artista, sino que además absorbe ese patrimonio, que es nuestro por el hecho de ser ciudadanos, de compartir los mismos códigos culturales. El género es una maravilla, y los que lo estamos haciendo tenemos que cuidarlo mucho, y ser selectivos a la hora de componer y de producir, para que el género tenga crecimiento. No se puede pensar en la murga-canción, en el carnaval, solamente en el día de hoy. Lo que tomo del género, lo que el género me da a mí, es muy complejo, y hay que apuntar hacia más adelante. Está bueno saber que hay un legado hacia otras generaciones, de la misma manera que nosotros recibimos cosas de otros artistas, de tipos que realmente abrieron las puertas de la música uruguaya, como Jaime Roos, Jorge Galemire, Ruben Rada o Los Olimareños, un poco más atrás, y otro montón de músicos que alguna vez hicieron murga”.

“Nunca se empieza de cero”, agrega. “Capaz que hay momentos en que el legado no está a la vista, y hay que hacer las cosas para que se vea; no en forma de homenaje, porque no se trata de homenajear a nadie. Todo tiene una raíz, una esencia, y tiene un antes. Para poner un pie en el escalón que sigue tenés que pisar el escalón de abajo. Sin algunos artistas imprescindibles de la música popular uruguaya sería una locura pensar lo que está pasando hoy. Ellos pusieron el escalón, o empujaron la puerta para que otros puedan abrirla. Destruir hacia atrás no, olvidar mucho menos. Tomo de lo que me van dejando, elijo de lo que recibo. A la vez, capaz que lo que uno va dejando le sirve de algo al que empieza a construir cosas nuevas. No pierdo conciencia de eso; me hace bien pensar en la proyección de la murga como género. Quiero que haya murga dentro de 500 años, me interesa que perdure, en el Uruguay o donde sea, y cuanto más se abra mejor. Me importa que haya murga cuando yo no esté, porque yo amo al género”.

Cambia, todo cambia

Claro que el carnaval cambió mucho desde los comienzos, y, según Routin, seguirá mutando, cambiando su forma para seguir siendo el mismo. Y también cambió el status de social de la murga. El músico dice que “los valientes eran los murgueros que había 70 años atrás, cuando ser murguista era algo que te jugaba en contra. Hoy los murguistas trabajan en las escuelas, están dando talleres en las universidades. Cambió el concepto social de lo que es el murguista: hoy es un artista”.

Routin comenzó en Falta y Resto, casa y escuela. Este año, le tocó ser parte de A Contramano, una agrupación renovadora y revulsiva, que cambió también la cara del Carnaval. Ambas tienen un parentesco, un vínculo. Pinocho explica que “La Falta es una murga que pateó puertas, y es de esas murgas necesarias. Mucha cosa de la que ha pasado en carnaval se le debe a la Falta. Y caminos como el de Falta y Resto, como el de A Contramano, una murga que trasgrede, que arriesga, son maravillosos, y encierran el dolor de cualquier búsqueda que uno quiera hacer. A veces te toca perder, y te toca no encontrar lo que creías que estabas por hallar. El precio más caro que paga un artista es quedar incomunicado del público. Me ha pasado; escribiendo para carnaval, a veces encontré cosas que están buenas, y el público las recibe, y otros años, escribí cosas oscuras que no aportaron mucho. Y eso me pesa: tener el privilegio de subir a un escenario, con el espacio vacío y en silencio, para que el espectáculo irrumpa, y poder mover cosas en la cabeza de los espectadores, transformar su realidad y fallar. Se falla cuando no se entiende lo que querés decir, cuando se corta la comunicación porque el discurso no es el adecuado para el ámbito del carnaval. Me ha pasado que, con el afán de querer satisfacer necesidades artísticas personales he metido, dentro de un cuplé de murga, cosas que no son de ese lugar”.

 

Foto: Patricia Idiartegaray

 

En 2009, le tocó ganar el primer premio del Concurso de Agrupaciones junto a A Contramano, algo que, "para una institución como la murga es un ‘regalo’, algo que está muy bueno, porque genera más trabajo, arrima más gente al proyecto. Yo salí muchos años en la murga, pero hay gente que está hace 18 años, y la permanencia en un grupo es una cosa a respetar. Hay que sacarse el sombrero cuando aparece un grupo que lleva tanto tiempo, permaneciendo, sosteniendo el proyecto. Siempre aparece el factor humano, a veces hay proyectos muy valiosos que naufragan. Lo que le está pasando a A Contramano es una alegría, y tengo la suerte de estar. Hay muchos compañeros que no estuvieron este año, pero que remaron como animales para que la murga esté donde está hoy", señala.

Ahora, la Murga Joven viene a renovar otra vez: “El fenómeno Murga Joven le ha dado al carnaval una inyección fresca, de cabezas distintas, de letristas nuevos, de músicas, directores nuevos, con otras ideas. En materia de humor, el carnaval explotó. Los más jóvenes no respetan lo que nosotros respetábamos, y no tienen la visión de país que teníamos nosotros. El país es el mismo para todos, pero la gurisada que tiene 20 años pone el foco en otro lado, está viendo otra cosa, tiene una mirada diferente. Eso renueva el carnaval, remueve y sube la vara: hay que construir desde otro lugar. La sangre nueva empuja, y si no te ponés a tiro quedás por el camino”.

Pablo Pinocho Routin presenta "Flores", el sábado 10 de octubre, a las 22:30, en la Sala Zitarrosa. Lo acompañan:
Gerardo Alonso: bajo
Carmen Pi: piano y voz
Nicolás Mora: guitarra y bandoneón
Gustavo Etchenique: batería
Ronald Arismendi: redoblante
Maiko Goudefin, Álvaro de Nino, Benjamín Medina y Enrique Rivero: coro
Diego Lacuesta y Gonzalo Durán: guitarra
Edú Lombardo: productor, director musical, percusión, guitarra.

Escuchá "Conversaciones con mi padre", del disco "Flores"