Contenido creado por Jorge Luis Costigliolo
Entrevistas

Filosofía Maxista

Entrevista a Max Capote

Max Capote presenta, este jueves 25 en la Sala Zitarrosa "Chicle", su trabajo más reciente. Con esta excusa, el artista dialogó con Montevideo Portal sobre sus obsesiones y sus musas, y se definió como un "obrero de la música", que no está "para jugar al artista".

22.06.2009 00:00

Lectura: 9'

2009-06-22T00:00:00-03:00
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Jorge Costigliolo | Montevideo Portal
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Hasta hace algunos años, Fabián Acosta era Fabián Acosta, a secas. Claro, eso era antes de llevar un puñado de canciones suyas a una radio que no existe más, con el modesto fin de promocionar su estudio de grabación. Quiso la Providencia que lo recibiera, si no me equivoco, Analía Fontán, que le prestó algunos minutos de aire. A partir de allí Fabián Acosta fue Max Capote. Un nombre para sí y para un proyecto que mutó varias veces, según las circunstancias. Por ese entonces, su primer disco, ‘Grandes éxitos’, sonó en radios y discotecas, la voz y la imagen de Max Capote fueron también del Canal 10, y Fabián Acosta se presentó como uno de los músicos más talentosos y creativos de esta época, plagada de clones poco originales herederos de MTV y devotos de MySpace.

 

 

Ahora, algunos años después, Max Capote regresa con un álbum excelente bajo el brazo, dice “estar de vuelta un poco”, y revela algunos de los secretos, vicios y obsesiones que caben en ‘Chicle’, su legado más reciente, 28 minutos de puro poprockbolerocumbiaandroll.

“’Chicle’”, dice, “salió en diciembre de 2008, se edita en un mes en Argentina, y tiene una edición en España a través de Galileo, un sello alemán. Es un disco que, en poco tiempo, me ha dado muchas felicidades. Pasaron exactamente cuatro años entre el primer y el segundo disco. ‘Chicle’ salió en el mejor momento que podía haber salido, diciembre de 2008 era su momento, también por el estado emocional en que me agarró el lanzamiento. Es mucho tiempo de espera entre un disco y otro, y eso hizo que la banda se retrajera y se guardara un poco. Al mismo tiempo cerraron muchos lugares en los que tocábamos, cambió la gente. No es el mismo hábitat el de aquella época, y por eso no es lo mismo Max Capote en 2004, con otro panorama como el de hoy. Estoy de vuelta un poco”.

Atrás quedaron los ampulosos shows con dos baterías, secciones de vientos y la presencia de las Primitas T, un coro femenino que coloreaba aún más la escena barroca de Max Capote. “La banda fue mutando todo este tiempo, se fue haciendo cada vez, no más rockera, pero sí más ‘clásica’ en su formato; dos guitarras, bajo y batería. La música nueva del grupo está basada en una cosa más tradicional, y hacia eso apunta la formación de la banda. ‘Chicle’ es, básicamente, contrabajo, dos guitarras y batería”.

El maxismo crítico

“El disco es como el período menstrual de un músico”, teoriza.” “La carrera de una banda no es lineal; sale un disco y hay como una explosión, mucha energía, y luego eso empieza a decaer, hasta que hay un trabajo nuevo y todo empieza de nuevo. Claro que, si podés sacar un disco cada dos años, te mantenés más. Igual, ahora que volvimos, me siento como si nunca hubiese cortado”.

Mientras tanto, Max Capote continuó viviendo de la música. Al frente de su estudio, ‘De la Victoria Records’, grabó y produjo a innumerables artistas. “Es mi modo de vida”, explica. Por allí pasaron, y pasan, metaleros a ultranza, bandas de neogarage, atorrantes con berretines de tango y cumbieros de pura cepa. “Un gran suceso de esos años en que no salíamos con Max Capote, en 2006, fue ‘Tas conquenco’, ese tema horrible que generó mucho laburo, mucha guita para la banda que se armó, y después otras cosas de música tropical que grabé, que después no pasó nada. Igual, la música tropical, al día de hoy, significa apenas un 10% del laburo del estudio. Ahora estoy produciendo a un pibe que se llama Ricardito, y va a estar bueno”, asegura.

 

 

Masticando ideas

‘Chicle’, el último hijo de Capote (en diciembre recibirá otro, esta vez de carne y hueso, y está feliz y aterrorizado) es un compendio de lo que mejor sabe hacer: canciones breves, historias de crooner al borde del ridículo, cumbia, bolero y pop a la Tom Waits. Dice que, antes de editarlo, estaba convencido de que iba a funcionar, pero que “sabía que me iban a dar para atrás. Este disco tiene varias puntas que lo hacen inescuchable para el prejuicioso. El disco dura 28 minutos, no es normal hoy en día, es lo que duraba un Long Play; viene en un envase de papas fritas, que al principio todo el mundo me rompía las bolas, y me terminé llevando un Premio Graffiti; tiene una cumbia (versión personal pero respetuosa del clásico ‘Azuquita pa’l café’), y está grabado con un paneo imposible: batería, contrabajo y guitarra para un solo parlante, y las voces para el otro. Eso no es normal, no es estándar. Cuando se empezó a experimentar con el stereo se hacía eso, hace casi 50 años. Lo grabé así porque me gusta, aunque me dio un poco de miedo al principio, porque al hacer esas cosas pongo en riesgo la continuidad de la banda, pero siempre fui de hacer lo que se me canten las bolas. Terminé haciendo el disco que más me gustaba”.

Ladrón que roba a un ladrón tiene cien años de perdón, dice el dicho popular, y Max Capote lo utiliza en su defensa. “Hay un disco, que es el ‘Please, please, me’, de los Beatles, ¿ubicás?”, bueno, esa es una pregunta retórica. Si vas a comprar ese disco a cualquier lado viene Mono. Sin embargo, un amigo consiguió una versión stereo; se ve que cuando empezaban a experimentar con el formato, George Martin dijo ‘vamos a hacerle una mezcla stereo a eso, a ver cómo sería, y lo guardamos’. Eso salió hace unos años, mi amigo me lo trajo, y, cuando lo puse, fue como volver a escuchar ese disco por primera vez. Además, es el que más me gusta de los Beatles. ¡Y estaba hecho así, las voces por un lado, la música por el otro! Y ‘Chicle’ está ‘basado’ en el Please, please me, muy mal logrado, por supuesto, pero la base está ahí”.


“Me perdí entre tantos estilos. Son las canciones disfraz del mismo estribo (…) Mi canción sólo es más de lo mismo, letras de amor mezcladas con hedonismo. Mírenme, yo no soy lo que digo, mírense, aplauden por compromiso. Y aunque sea el culpable, ya es tarde…”. Los versos pertenecen a ‘Culpable’, una de las mejores canciones de ‘Chicle’, y que, sin embargo, no pertenece a Max Capote. “Es una canción que me hicieron en joda. No la compuse yo, hice partes de la música. Es un tema de unos pibes que laburaban conmigo en los shows de Max Capote, en el arte en escena, y que hoy están en Vieja Historia. Me la cantaban en joda, y cuando estaba armando ‘Chicle’ me acordé de ese tema, y los llamé, ‘che, gurises, ¿cómo era aquel tema?’. Es un temón, me encanta, es lo que mejor me define, y yo no lo hice. Es una canción dulcemente decadente, y es lo que hacemos todos, en realidad. Los Beatles hacían lo mismo, le robaban a Elvis, a Chuck Berry. El propio John Lennon contaba que cuando estaban en las sesiones de grabación de ‘Please, please, me’, le estaba robando a Roy Orbison, y al final le salió mejor, le rompió el culo. Eso no es robar, es tomar algo primitivo. Algo parecido hacía Picasso con las máscaras africanas y el retrato japonés; el tipo tomó esa influencia para crear el cubismo, tomó eso ‘primitivo’; a la hora de crear, todos tomamos algo como primitivo”.

Obrero y estudiante

 

 

Antes de ser Max Capote, Fabián Acosta podría haber sido otra cosa. “Hace 17 años que me 'dedico' a la música. Empecé a los 14, tengo 31, si no me dedicaba a esto no sé que hubiera hecho; seguro que, a lo que fuera, iba a hacer más plata. En mi casa me mandaban a laburar, salado, hasta que me empezaron a ver en la tele, cuando iba a Agadu y cobraba”. En el medio, hubo un click, un momento que no se puede precisar. En un momento, Fabián era sólo Fabián, y luego Fabián ya era Max Capote, aunque menos que ahora, y era tan estudiante como cualquier otro estudiante universitario. Ahora, dice es “Licenciado en Artes Plásticas, me recibí el año pasado. La Escuela influyó mucho en mi obra, en mis discos, mi música. Muchas veces me volvía de la escuela recaliente con alguna idea que había tirado (Héctor) Laborde, que es un tallerista de Bellas Artes, o algo surgido de la clase, y llegaba a casa y hacía algo de música que me remitiera a eso. Creo que ‘Chicle’ es un espejo de mi pasaje por la Escuela. Capaz que es difícil de entender cómo en una escuela de artes plásticas puedo sacar un concepto musical, pero hay una serie de conceptos, de ideología, de creencias, de fe, que me ayudaron. Lo que aprendí, cuando creí que iba a aprender algo muy complicado y al final era muy simple, que estaba ahí nomás, es que con la obra pasan dos cosas: o te gusta o no te gusta, lo demás son boludeces. Yo hago mi música para que me guste, eso no tiene otra explicación”.

Ese es el verdadero secreto, dice Max Capote; hacer las canciones que a él le gusta escuchar, y trabajar para que sean tan buenas que valga la pena escucharlas. “Hacemos todo a pulmón; laburando mucho, tratando de conseguir apoyos del Estado o privados, tocando para conseguir la guita, estamos por hacer una rifa ahora, somos una banda border, no somos famosos, ni estamos establecidos; sabemos que Max Capote sólo le gusta a algunas personas de la vuelta, para nosotros todo es quince veces más difícil. Trabajamos con un sello independiente, ya estuve en otro sello, y me fui a la mierda, en muy buenos términos, porque no me servían los números. Yo soy un obrero de la música, no estoy acá para jugar al artista, yo trabajo de esto”.

Verborrágico, chapucero, histrión, el Fabián que se convirtió en Max Capote, que pronto será padre, que trata de fumar menos, que toma whisky en sus propios shows “porque los recitales son para divertirse y pasarla bien”, vampiro, galán retro, destripador de estribillos y melodías, culpable, pronto abandonará el barrio que lo vio crecer. “Una pérdida irreparable para el Cerrito”, le digo. “Y para mí”, responde, “aunque al Cerrito todavía le queda Kanela”.

 

Mirá el video de ''Culpable''

Jorge Costigliolo | Montevideo Portal
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