Por Gerardo Carrasco
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La “Historia Oficial Para Consumo Escolar” presenta a Dionisio, un niño de nueve años que vive con su familia en El Oro, una comarca perdida del departamento de Treinta y Tres, allá por 1929. La paz bucólica de la escena dura sólo unas líneas, hasta que Juan, el abuelo de Dionisio, presa de un ataque de locura, arremete a puñaladas contra su gente asesinando a la madre del pequeño y a su hermano adulto. El propio Dionisio recibe graves heridas, a pesar de las cuales logra caminar largos kilómetros apretando contra el pecho fatigado a su hermanita de quince meses, a quien pone a buen recaudo en la comisaría del pueblo más cercano, falleciendo poco después de su heroico vía crucis.
A continuación, esa Historia Oficial Para Consumo Escolar asegura que el abuelo asesino “en un momento de lucidez” se suicidó arrojándose al agua. Fin de la versión infantil de la historia, que subraya ostensiblemente el heroísmo de Dionisio.
Lo que no dice la Historia Oficial Para Consumo Escolar, es que los testimonios y la documentación acerca del caso son desesperantemente endebles, al punto de transformar en temeraria cualquier afirmación concluyente respecto a lo ocurrido aquella lejana noche de mayo de 1929. Tampoco dice que el cuerpo del “abuelo loco” fue encontrado más de tres meses después de los crímenes que se le achacan, presuntamente ahogado en una laguna de escasa profundidad, y con más de una puñalada entre pecho y espalda.
Sin embargo, la simplificación de los hechos y eliminación de detalles escabrosos es comprensible en una Historia Oficial Para Consumo Escolar. Lo grave del asunto es que esa historia es básicamente la misma que la de consumo adulto.
De todo esto, y de mucho más, da cuenta el libro “las dos muertes de Dionisio Díaz”, a cargo del joven periodista y narrador Matías Castro, a quien pertenece –a ochenta años de los sangrientos acontecimientos- la primera investigación periodística rigurosa y desapasionada del caso. Pero la obra de Castro no se limita al episodio policíaco, sino que ofrece algo más valioso: un viaje por la vida y la sociedad del Uruguay rural, a comienzos del siglo pasado.
¿Por qué Dionisio?
“Al igual que casi todo el mundo, la historia la escuché por primea vez siendo niño, relatada por mi madre, y me impactó mucho, quizá por el morbo pero también por cierta empatía, ya que se trataba de un niño que había muerto cuando tenia más o menos la misma edad que yo en el momento de enterarme de la historia”, explica Matías Castro, a sabiendas de que su primer contacto con Dionisio es similar al que ha tenido la mayoría de los niños del país, y reconociendo que desde entonces “me quedó rondando la idea”.
Ya siendo adulto y trabajando como periodista, “escribí un artículo sobre el tema, cuya redacción implicó mi primer acercamiento a la bibliografía acerca del caso”, continúa al autor. Ese artículo sentaría un valioso precedente para el libro futuro. “Ahí descubrí un montón de cabos sueltos, cosas que no cerraban, y me empezaron a surgir ciertas interrogantes. La pregunta básica era por qué un hombre de setenta y cuatro años, sin ninguna clase de antecedentes, se vuelve loco de la noche a la mañana, decide repentinamente atacar a cuchilladas a su hija, a su hijo postizo y a su nieto. Parece una conducta demasiado radical, y difícil de explicar por un repentino ataque de locura”, explica.
A partir de ese artículo, Castro decidió “comenzar a trabajar en el caso con una mayor profundidad, con la idea de hacer un libro donde reconstruir toda esta historia”.
Allá lejos y hace tiempo
Además de ocuparse del caso policial concreto, el libro también fue concebido como un viaje al Uruguay rural de principios del siglo pasado. Ese viaje, lejos de constituir una digresión o simple información complementaria, es funcional y hasta imprescindible para el cabal desarrollo del relato.
Foto sin datar de Dionisio Díaz y su madre, incluida en el libro.
“De la familia de Dionisio se sabe muy poco, quedaron muy pocos datos”, explica. “Esa misma ausencia de datos sirvió como una ventana para estudiar un contexto más amplio, para indagar cómo era la vida de la gente en esa zona y ese tiempo, y poder conjeturar cómo pudo haber sido la vida de la familia de Dioniso en particular. Investigando la historia, era posible enterarse de cómo veían el mundo, cual era su relación con el trabajo, la medicina, la educación, etc. Esa información podía contribuir a iluminar una historia de la que no se sabía mucho”.
A medida que el autor investigaba los testimonios, los documentos y la bibliografía vinculada el caso, “iban apareciendo más y más contradicciones. De ahí surge entonces el nombre del libro, ya que –más allá del relato oficial del episodio- existe otro paralelo”, señala Castro.
Incluso hoy día, en el departamento de Treinta y Tres se continúan manejando una cantidad de hipótesis “que pasan de boca a boca, siendo la mayoría de ellas muy inconsistentes”, asegura el autor. Sin embargo, entre esa confusión de historias menores, destacaba una, poseedora de un empaque más sólido que el resto. “De todas ellas, incluí en el libro una cuyas características la convierten en lo más parecido a algo probable, más allá de la versión oficial”, señala Matías Castro. Esa hipótesis “parte de la base de que no habría sido Juan Díaz, el abuelo de Dionisio, el autor de los asesinatos”. Seguidamente, vincula la tragedia del Arroyo del Oro con el también célebre crimen de la estancia La Ternera, ocurrido poco tiempo antes en la zona, y muy comentado en todo el país por sus implicancias políticas. “Por supuesto, se trata sólo de una suposición, ya que no se conocen elementos definitivos que permitan afirmar categóricamente que existe una relación entre ambos episodios de sangre, más allá de una serie de coincidencias de fechas y episodios”, reconoce.
Entre la desidia y la conspiración
“Existen extrañas lagunas y contradicciones en los testimonios de quienes estuvieron con Dionisio en sus últimas 24 horas de vida”, asegura el joven periodista, que recorrió los parajes de El Oro y aledaños en más de una ocasión, consultando con el mismo interés a los vecinos de la zona y a los archivos de las instituciones locales. Algunas de esas contradicciones “son tan evidentes que permitirían suponer algún tipo de intencionalidad”, más allá de la mera desprolijidad en el manejo de la información. También hay que considerar el “pequeño detalle” de que el expediente judicial del caso no está en el dominio público.
“Hasta donde yo sé, ese expediente fue a parar inexplicablemente a manos de un particular, de cuya identidad no pude enterarme, por lo tanto me fue imposible leerlo”, refiere el investigador. Sin embargo, extraoficialmente pudo saber que “el contenido de ese expediente demostraría que toda la historia que rodea al caso es una invención. No la tragedia sufrida por Dionisio, la caminata de kilómetros con su hermanita en brazos y su fallecimiento, sino la versión oficial de cómo ocurrieron los hechos. Obviamente, hasta no tener ese documento ante la vista, no se pude afirmar nada”.
El culto de Dionisio
“La recepción allá fue muy pero muy buena, y puedo decir que coseché varios amigos, tanto en El Oro, como en Vergara y en Treinta y Tres”, confiesa Castro, interrogado acerca del modo en que lo recibieron los lugareños, en su carácter de investigador de la historia, o “fisgón profesional”. Castro supone que la buena acogida que recibió invariablemente en todas partes, puede tener relación con el hecho de que “yo fui a todos esos lugares dispuesto a escuchar. No me presenté como alguien que venía a negar lo que ellos creían, a darles vuelta la historia. Yo quería que me contaran acerca de su vida, del lugar donde viven y de el pasado de ese lugar, y lo hicieron con mucho gusto”. Y más allá de estar interesado en obtener la información más veraz posible sobre el caso, “también me interesaba mucho la tradición oral al respecto, lo que cuenta la gente. Así descubrí que quienes viven en la zona sienten aún hoy la figura de Dionisio como la de alguien muy cercano a su vida. De hecho me sucede a mí ahora, el asunto genera sn duda una empatía”.
Dientes de leche de Dionisio Díaz, conservados en el en el Museo Histórico de Treinta y Tres. Foto de Laura Santos, incluida en el libro.
Pequeño gran héroe
En “Las dos muertes de Dionisio Díaz”, Matías Castro recoge pasajes de las diversas obras- ensayos, poesías, narraciones- que la hazaña del pequeño héroe rural inspirara. La figura de Dionisio se fue agigantando a través de las recargadas tintas de más de un plumífero afectado –y hoy olvidado- pero también merced a composiciones a cargo de artistas de la talla de Juan José Morosoli. Lo cierto es que la imagen de Dioniso se convirtió en la de un héroe inocente y abnegado, además de referente obligado para los niños de varias generaciones.
Acerca de la evolución de la figura de Dionisio, Castro explica que “son cuestiones sobre las que he ido reflexionando a partir de la redacción del libro”, y señala a continuación algunos detalles poco conocidos. “Investigando la prensa de la época, puede notarse que en el momento en que ocurrieron los crímenes, no tuvieron casi ninguna repercusión en los medios”. Según el autor, eso ocurrió probablemente “porque muy poco antes se había producido el ya mencionado crimen de La Ternera, que involucraba a un político. Eso lo hacía mucho más interesante para los diarios, que además en aquella época estaban mucho más politizados que ahora, al punto de cumplir el rol de verdaderas tribunas partidarias. Ese asunto le pasaba por encima a cualquier otro de la crónica roja”.
Meses después, un periodista de El País viajó al lugar de los hechos, y terminó por escribir el primer libro acerca del caso: “El héroe del Arroyo del Oro”, obra que “cimentó el mito del ‘abuelo loco’, y que contiene una buena cantidad de exageraciones e inexactitudes que hicieron escuela”, refiere Castro.
Ese mismo año, un hacendado de la región llamado Carlos Alonso, “invirtió dinero en producir una película sobre el asunto, que es una de las primeras películas del cine uruguayo. Con esa obra, Alonso recorrió el país, proyectándola y hablando con la gente, los niños, los maestros de escuela. Quizá por eso la historia de Dionisio prendió tan fuerte en todo el interior del país, y no tan profundamente en Montevideo”, aventura el escritor, quien opina que “tal vez tenga que ver en ello una cuestión de empatía, de similitud de la vida de la gente del campo con la vida de Dionisio y su familia, transcurrida también en un escenario rural”.
Durante sus investigaciones en Treinta y Tres, Castro pudo comprobar con sus propios ojos el hondo arraigo que la tragedia de Dionisio tiene para los lugareños. “La tumba de Dionisio y el monolito ubicado en el lugar donde supuestamente agonizó, siempre están cubiertos de flores frescas”, detalla, señalando también los intentos llevados adelante para que la Iglesia católica canonice al pequeño héroe.
“Caló hondo también porque es una tragedia que le ocurrió a un niño, y representa el esfuerzo de ese niño hasta el límite de sus fuerzas, ante una situación desesperada en un entorno muy duro, donde la vida era muy dura”, enfatiza Castro
Lo que el mañana traerá
En cuanto al futuro de las investigaciones sobre el caso, y la posible aparición del expediente perdido, Castro afirma que “estaría buenísimo que surgiera más información”, y no descarta nuevos trabajos en caso de que esa información hoy oculta aparezca. Sin embargo, el cometido del libro ya fue cumplido. “Mi objetivo era volcar estos datos en un relato que fuera interesante y entretenido, y reconstruir a la vez la historia de la familia y su peripecia. Desde el nacimiento del abuelo de Dionisio, a mediados del siglo XIX, hasta la vida actual de Marina, la hermanita rescatada por el niño, que todavía vive en Treinta y Tres. Consignar que –más allá de los crímenes y de la hazaña de Dionisio- hay una familia que existió antes de la tragedia, y que sigue existiendo hoy”, concluye.
Cruces de hierro y mármol, en el lugar donde estuviera el rancho de la familia Díaz. Foto de Laura santos incluida en la obra.
Más allá de la sangrienta y heroica anécdota que pervive hasta nuestros días, el trabajo de Matías Castro ofrece una mirada valiosa y amena a un Uruguay rural a medio camino entre la civilización y la barbarie, entre la locomotora y los bueyes, el curandero y la vacunación, la pobreza y los sueños de progreso.
Y también la historia de una jornada trágica donde varias personas murieron en circunstancias no debidamente aclaradas, de palabras enigmáticas o quizá manipuladas, de una vaina en la que no encajaba cuchillo alguno.
Pero especialmente la de un niño de nueve años, que tal vez tampoco entendiera muy bien la terrible situación que estaba viviendo, pero que cumplió con su deber filial a costa de la propia vida, y que murió sin sospechar que alguna vez sería llamado héroe.
Sobre el autor
Matías Castro (Montevideo, 1976) es periodista y escritor. Desde 1999 ha trabajado en las áreas de cultura y espectáculos para las revistas El estante y Factor S, semanario Brecha y diario El País, donde se desempeña actualmente. Asimismo, desde 2002 produce Montevideo Comics, convención uruguaya de historietas y animación. Fue editor del libro “Historias de la calle” (Factor S).
En Argentina publicó el libro “Películas de superhéroes” (Ovni Press), y de próxima aparición también en ese país “Historia del Fork Club”, coescrita junto a la escritora y periodista Lilian Goligorsky. En ficción, guionó el cómic “El Ángel Negro” y también escribió guiones para el programa de animación nacional “La Mano que Mira”. De sus últimos guiones, la historieta “Los doce trabajos de Manfredi” fue publicada recientemente en España, en el marco del festival Semana Negra de Gijón.
"Las dos muertes de Dionisio Díaz" es un publicación de Editorial Estuario.
Precio: $ 190.
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