La naturaleza ha dotado a los animales predadores de habilidades diversas. Un cocodrilo puede permanecer casi invisible en las aguas de un río, asomando sólo las fosas nasales hasta el momento de lanzar una dentellada fulminante que le permita capturar a su presa. Dueña de una visión privilegiada, el águila puede divisar a su víctima desde cientos de metros de altitud, precipitándose luego sobre ella en un picado sorpresivo y mortal. Filosos colmillos y sólidas garras son armas habituales desde los polos hasta los trópicos. El hombre, cazador singular, cuenta con tres dones combinados: inteligencia, sentido de comunidad y una capacidad para correr única en el reino animal.

"Máquina perfecta de correr" el humano moderno dejó de lado esa práctica por mera falta de necesidad. Sin embargo, quizá debido a un persistente atavismo o por aquello de que "las modas vuelven", la voluntad de correr regresó con fuerza y masividad en los últimos cuarenta años, especialmente en los grandes conglomerados urbanos. Maratones y carreras de distancias diversas se han impuesto en ciudades de todo occidente, configurando un furor que podemos comprobar cada primavera en nuestro propio país. Desde fines de agosto se han corrido al menos tres carreras de convocatoria destacable, y dos más están previstas para el próximo fin de semana.

Las razones científicas, psicológicas y sociales de este retorno al pedestrismo urbano son el tema central del libro "Por qué corremos: las causas científicas del furor de las maratones", escrito por los periodistas argentinos Martín de Ambrosio y Alfredo Ves Losada. En entrevista telefónica con Montevideo Portal, el primero de ellos habló sobré las motivaciones que les llevaron a investigar el tema, y sus conclusiones acerca del cóctel de causas que han puesto a la humanidad literalmente en carrera.


Los autores Martín De Ambrosio y Alfredo Ves Losada durante la presentación del libro en la localidad bonaerense de Ostende.

 

Tiene su ciencia

"En 2009 publiqué un libro llamado ‘El deportista científico', que reunía investigaciones sobre varios deportes", explica Martín de Ambrosio, quien en la actualidad se desempeña como subeditor en el porteño diario Perfil. Tiempo después, su compañero de redacción Alfredo Ves Losada "sugirió hacer un libro centrado específicamente en los aspectos científicos del corredor, del maratonista. Fuimos trabajando en eso, analizando numerosas investigaciones, algunas muy famosas y otras menos conocidas, a las que agregamos otras vinculadas a disciplinas como sociología y psicología" trabajo que fue complementado por "historias biográficas que sirven para ejemplificar" conceptos que pudieran resultar demasiado abstractos. Así, la obra cuenta las hazañas de corredores ilustres "desde Filípides en adelante". La peripecia del griego que la leyenda sitúa como heraldo de la victoria de Maratón, así como las vivencias de numerosos atletas modernos "sirven para ilustrar lo que la ciencia dice acerca de nuestra capacidad innata como corredores", explica.


Correrías de ayer y hoy

"¿Por qué corremos?" es una pregunta que no admite una respuesta única, ni explicaciones simplistas. Pero en resumidas cuentas, el acendrado hábito provendría "de cuando no éramos todavía homo sapiens y nuestros ancestros practicaban la caza por persistencia para conseguir proteínas animales", tal como se señalaba líneas arriba. "En el último cuarto del siglo XX hubo un retorno a esa raíces, apoyado por la industria, que está interesada en asociar sus marcas con el bienestar y estilos de vida saludables, el aire puro, etc". El retorno al pedestrismo "tiene que ver también con la vida urbana hipermoderna, que hace que estemos antinaturalmente demasiadas horas sentados, demasiado tiempo quietos frente a computadoras y televisores, sin poder desarrollar ese potencial ancestral para correr". Esta situación "muchas veces deriva en frustraciones, problemas que en ocasiones pueden parecer mentales pero tienen un origen físico, en malos funcionamientos del sistema endócrino asociados al sedentarismo".

De Ambrosio habla entonces de "una moda" de correr, aunque aclara que en este caso, la palabra "no debe llevar la carga de frivolidad y banalidad" que suele cargar. "Muchas veces las carreras requieren un importante esfuerzo físico y mental, que no tiene nada que ver con marcas de ropa o programas de TV".

Carrera "5k ser jóven no es delito" edición 2013. Juan Manuel López/Montevideo Portal

 

Placer, sufrimiento y adicción

Numerosos atletas que han participado en maratones, megamaratones o carreras de gran exigencia -algunas realizadas en lugares tan inhóspitos como la Antártida o el desierto de Atacama- narran su experiencia como una mezcla de dolor y placer, experiencia que desean volver a experimentar pese al sufrimiento padecido.

"La explicación está en el cerebro y tiene que ver con la adicción que genera correr", dice el autor.

"La ciencia comprobó recientemente algo que ya se sospechaba: que hay ciertos neurotransmisores involucrados en el ejercicio físico, que son similares a los cannabinoides y opioides, los que intervienen cuando uno consume ese tipo de sustancias psicoactivas. Eso hace que efectivamente, quien corre sienta un nivel de placer mezclado con el dolor generado por el esfuerzo, y que hace que si tienen una rutina de determinada cantidad de kilómetros por semana y no puede cumplirla, experimente una especie de síndrome de abstinencia, como si fuera un adicto".

Masa rápida

Nacidos para correr, no nos conformamos con hacerlo en solitario por las calles y plazas de nuestro barrio, o en la cinta móvil del gimnasio. Por el contrario, pagamos inscripciones a veces muy costosas para sumarnos a una carrera colectiva preestablecida.

Este deseo de correr en compañía del prójimo "es parte del rito", explica De Ambrosio. En la ya mencionada caza por persistencia que practicaban nuestros antepasados, "los individuos de una comunidad se juntaban en grupos que perseguían y acosaban a sus presas hasta darles alcance". Animales como ciervos y antílopes son más veloces que el hombre, pero pese a ser dueños de un "pique explosivo", su naturaleza no les permite correr constantemente en lapsos prolongados. Por ello, al cabo de algunas horas de persecución, los cazadores acababan por ponerle la mano encima a un animal exhausto e inmóvil, cuyo corazón estaba al borde del colapso.

"Hoy día, pese a que la vida en las grandes ciudades nos lleva a vivir en soledad, a menudo desconociendo por completo a las personas que residen al otro lado de las paredes de nuestra casa, sobrevive nuestra condición de animales gregarios, sociables", detalla.

"En la sociedad actual, que prioriza la posesión de bienes materiales y el consumo, a menudo olvidamos que lo que realmente nos hace felices es compartir experiencias con los otros", con nuestra tribu o manada, "sentir a través de la mirada del otro que uno realmente existe".

En ese sentido, el escritor recuerda que "los índices de felicidad a nivel mundial no siempre colocan en los primeros lugares a los países más desarrollados o más ricos", por el contrario, en los primeros lugares de la lista suelen aparecer países del tercer mundo, algunos de Latinoamérica, cuya idiosincrasia hace que cifren su felicidad "en pasarla bien y compartir vivencias con su familia y entrono, gente que tiene una relación muy particular con su cuerpo y el del otro".

Por tanto, correr en comunidad sería una forma inigualable de reeditar esa felicidad que está grabada a fuego en nuestro código genético.

Carrera 7k BBVA 2013. Juan Manuel López/Montevideo Portal

 

De la cuna a la tumba

Los ejemplos citados en el libro incluyen casos de atletas de muy diferente origen y condición. Como el caso de la "Gacela Negra", medalla de oro en los Juegos Olímpicos de 1960, que se convirtió en atleta luego de haber sufrido poliomielitis en la infancia. O el caso más reciente del británico de origen indio Fauja Singh, quien en octubre de 2011 se convirtió en el primer atleta centenario en completar una maratón.

Así, la experiencia indica que cualquiera puede correr, aunque eso no significa asumir riesgos innecesarios.

"Nos cuidamos de no instar a gente lesionada o con problemas severos de salud a lanzarse a correr sin supervisión", ataja De Ambrosio, quien concuerda en que la actividad de correr es posible a toda edad y en todos los estratos sociales, y cita ejemplos de "mujeres que han corrido maratones con embarazos a término, o que estaban amamantando y paraban para dar pecho en medio de una ultramaratón.

Las ultramaratones -denominación que engloba a toda carrera que supere los 42 kilómetros y fracción que mide la maratón- son eventos que requieren un enorme esfuerzo físico. "Lo notable es que cuanto mayor es el corredor, más chance tiene de tolerar ese esfuerzo, y aún más en las mujeres". Pese a lo que suele creerse debido a la etiqueta de "sexo débil", es un hecho que "la mujer suele tolerar mejor que los hombres el esfuerzo extremo". En cuanto a la edad, "el adulto tiene más experiencia en el manejo del dolor, por ello puede sobrellevar mejor un sufrimiento que desalentaría rápidamente a un jovencito. Hay que convivir con el dolor y reforzarse psicológicamente. Dado que no corremos por necesidad sino por mero gusto, tenemos que explicarnos a nosotros mismos por qué hacemos lo que hacemos", concluye.

Conocedor del tema por experiencia propia, De Ambrosio ha participado en varias carreras de media maratón, competencias en las que no logró bajar de las dos horas. Su coautor, Alfredo Ves Losada, participo en 2011 de la Maratón Internacional de Buenos Aires, cubriendo la distancia en un tiempo de 4 horas, 2 minutos y 51 segundos.

Conseguí el libro en Nosgustaleer