Malena Muyala presenta por estos días, y de los dos lados del Plata, "Aires", un espectáculo nuevo. Viene con un disco y un DVD grabado en vivo en el bolso, y sin embargo, no trae la propuesta amarreta de versionarse a sí misma, de repetir cada escena que vimos, y quizás ella también vio, el suficiente puñado de veces en la soledad del living. "Su nombre parte de una palabras que sonó mucho durante los ensayos", explica. El show tiene composiciones de Malena, de Cadícamo, Manzi, Yupanki, Estela Magnone... "'Aires' surgió haciendo los arreglos con los músicos, ‘esto tiene un aire a milongón, un aire a tal cosa. Además, aire es una palabra que, al menos a mí, siempre me inspira movimiento". Aire, además, es un elemento común en sus canciones, son livianas. Respiran.

Malena canta y conmueve. Provoca y duele. Elige un repertorio universal y compone con las tripas. Y es que los poetas, del ciego Homero para acá, siempre han hablado de las mismas cosas.

"De chica era re colgada de escribir, para todo escribía algo. Me acuerdo que mi abuela nos hizo una piscina de material en el fondo de casa, y antes de que nadie se metiera al agua escribí un discurso, hice cortar cintas, convoqué a todos mis primos, festejamos con jugos y buñuelos, siempre así. Armaba murgas del barrio, y todo el tiempo escribía cosas. Mi viejo estaba detenido en la dictadura, y cuando lo visitaba le cantaba. Me acuerdo que una vez el tema era sobre los peregrinos judíos y árabes, yo tengo ascendencia libanesa, y le encantaba. Siempre tuve eso de tratar de plasmar escribiendo lo que me estaba pasando".

Pero años atrás aún no era el tango sino la murga, o la anti murga lo que ocupaba sus horas. Malena fue parte, también, de ese experimento subversivo y desestabilizador que comandaba Jorge Esmoris y que se llamó BCG. De esos días, heredó "la puesta en vivo, en el escenario. Siempre digo que es como aprender a andar en bicicleta; después de que te enseñan a pararte en un escenario, a manejar diagonales, a poder mirar a la gente, porque cuando estás cantando, frente al público sos un todo, no sos sólo una voz, sino también un cuerpo, una mirada, una gestualidad que no te olvidás más. De la BCG me traje eso, la insistencia, la forma en que el flaco Jorge Esmoris y Carmen Tanco nos enseñaban a tener mucha conciencia de nuestro lenguaje corporal. Y además me enseñó a perderle miedo al público. Y agudicé esa "obsesión" viendo los resultados, los buenos frutos que da ‘trabajar, trabajar, trabajar'. Con Esmoris laburábamos de lunes a viernes, horas y horas, a veces haciendo cosas que no le encontrábamos sentido. El Flaco nos hacía dibujar círculos y diagonales en cuadernos, y caminar eso toda una tarde. Después, cuando poníamos la obra, nos dábamos cuenta de que todo eso nos había servido para saber a dónde movernos, por ejemplo. Hoy puedo aplicar todo eso que aprendí en la BCG".

Malena canta el tango

Érase una vez la niña que pronunciaba los discursos en la fiesta infantil, y la que hacía llorar a los presos con versos de inocencia. Y érase una vez también la niña que se hizo mujer, sacó de su sangre el tango y fue otra cosa, quizá mejor, diferente.

"Nunca sentí rechazo hacia el tango", cuenta Malena. "En mi casa se escuchaba de todo, desde música clásica a Los Iracundos, y dentro de ese amplio margen yo tenía mis preferencias; me acuerdo que ‘gastaba' el disco ‘Mediterráneo' de Serrat, lo escuchaba todo el día. Un disco de Susi Leiva, un disco de Magaldi que me encantaba, pero no porque nadie me dijera, sino porque había ‘algo' que me gustaba de eso, aunque no pueda decir exactamente qué. Yo tenía 7,8 años, agarraba el disco de pasta, lo ponía, y escuchaba eso durante horas, siempre me llamó la atención. Igual tuve una etapa, de los 12 años en adelante, que escuchaba la música del momento, Menudo y Luis Miguel, porque Los Parchis me parecían demasiado infantiles. Y después me colgaba mucho escuchando Baglietto, Marilina Ross, León Gieco, Pedro y Pablo... nos juntábamos con una amiga y escuchábamos eso, pero nunca me senté a pensar ‘¿qué voy a cantar?' El tango siempre estuvo presente, y nunca tuve la sensación de estar ‘clavada' dentro de un género. El cuestionarme vino como de afuera, si entraba o no entraba dentro del tango. Para mí sí, yo agarraba tangos y los cantaba. La forma que les daba era, de repente, lo que llevaba a la gente a cuestionar que no fuera un tango tan purista como de repente se esperaba. Pero nunca me sentí ‘no tanguera'

La ortodoxia suele lindar con la Inquisición, y, según Malena, "a veces a los tangueros no les gusta. Yo nunca estuve tan metida, tan por dentro de lo que es el mundo del tango como lo tiene concebido la mayoría de la sociedad, de ir a la milonga y todo eso", pero "me siento muy cómoda, y quizá nunca pensé en ‘irme' a otro género porque dentro de la temática del tango hay cosas muy interesantes para poder interpretar. A mí me interesa la interpretación, y el tango, en ese sentido, es muy rico".

Y entonces la niña viajera abre sus maletas remendadas repletas de canciones, y cuando el aire deja de picar en la nariz, queda la misma magia, el viejo embrujo de los poetas flotando en el aire. Para siempre.