Contenido creado por Martín Otheguy
Entrevistas

La canción a flor de piel

Entrevista a Lisandro Aristimuño

“Nos divide un río o un mar pero la música trasciende todo eso”: entrevista con Lisandro Aristimuño, que el 11 de mayo se presenta en el Auditorio Adela Reta.

11.05.2016 00:53

Lectura: 8'

2016-05-11T00:53:00-03:00
Compartir en

Por Martín Otheguy

Lisandro Aristimuño logró plasmar en su música la soledad de la Patagonia, los vientos fríos, los espacios extensos con horizontes lejanos. La conoce bien: cuando era adolescente, se colgó una guitarra y cruzó toda la Patagonia acompañando al músico Fernando Barilá, tocando en cada rincón para ganarse la vida.

A los 33 años, cuando se mudó a Buenos Aires, dejó entrar los ruidos de la ciudad a su música y mezcló el aire bucólico y las melodías prístinas de sus canciones con las máquinas y la efervescencia urbana. Como resultado se convirtió en un artista "anfibio", que podía manejarse en ambos medios con la misma soltura, por más que en el proceso de adaptación la ciudad lo enfermara y le hiciera añorar los vientos patagónicos.

Después de una serie de discos meticulosamente producidos, Lisandro decidió dejarse llevar por la adrenalina del vivo y editó recientemente En concierto, un disco doble grabado en varias giras y que rescata versiones de sus canciones de estudio. Será ese álbum el que lo traiga a Montevideo el próximo 11 de mayo, más precisamente al Auditorio Adela Reta. Es la segunda vez que Lisando visita Uruguay en las últimas semanas, después de su rendición cálida de "Los dos criollos" de Alfredo Zitarrosa, en el recital de homenaje "80 años" que se llevó a cabo en marzo en el Centenario.

Con la autogestión como bandera, Lisandro recuerda en esta charla con Montevideo Portal cuál fue su vínculo con la música uruguaya desde chico y cómo Buenos Aires lo ayudó a camuflarse y preservar su intimidad.

Venís a Montevideo a presentar en vivo un disco doble que es a su vez un registro en vivo. ¿Qué relectura vas a hacer de esas mismas canciones en tu show en Uruguay?

Llama mucho la atención eso de presentar en vivo un álbum que ya es en vivo, pero En concierto es un disco reversionado. Son nuevas versiones de temas que ya grabé en álbumes anteriores en estudio, con muchos cambios y arreglos distintos. De hecho, a veces tenés que esperar a que empiece a cantar para darte cuenta de qué canción es, y te diría que hay muchas versiones que me gustan más que las originales. También quería cerrar una etapa (ya que estoy grabando un disco nuevo) haciendo partícipe a la gente.

¿Por qué querías tener un registro en vivo? ¿Cuál es tu relación con la interpretación en vivo en comparación con la de estudio?

Al ser productor de mis discos, yo siempre fui muy meticuloso. Hacía preproducciones a veces de hasta un año, trabajando en una maqueta. Del vivo me gusta lo despojado, el tener la gente enfrente y la adrenalina que genera. Son dos mundos diferentes. En los álbumes en vivo quise que se notara la participación del público, como si fuera un invitado más para cantar. Para mí es un disco de todos, de la gente que me fue a ver, que apoyó mi música y mi independencia, sabiendo que se trata de autogestión, y era también una forma de agradecerles. El público que me va a ver es muy musical, muy lindo, y es algo de lo que estoy orgulloso, por eso quería tener un registro.

¿Qué vínculo tenés con el público uruguayo, que otros artistas argentinos definen como más frío pero también respetuoso?

El público uruguayo me encanta porque es respetuoso y le gusta escuchar. Eso es algo muy bueno para el artista y yo siento que demuestra un respeto y una integración entre la música y lo que sucede. No me gustan los conciertos donde la gente grita; me gusta el público que espera, en el que no vuela una mosca hasta que termina la canción, que es algo que te ayuda a concentrarte más. Es una devolución muy linda la que ocurre en Uruguay.

La última vez que estuviste aquí fue por el homenaje a Zitarrosa. ¿Qué significa para vos Zitarrosa y qué significó participar de su homenaje?

Le agradezco a Fernando Cabrera por esa oportunidad, porque pasé un momento inolvidable. Cantar canciones de ese ícono que fue Zitarrosa fue muy emotivo. Zitarrosa es como hablar de Mercedes Sosa acá, es gente que escuché desde chico gracias a mis viejos, que daban vuelta los casetes una y otra vez en casa. Tener esa voz única me llevó a acordarme de mi infancia y lo canté desde ahí. Zitarrosa es como un pájaro único: ¿viste cuando un sabor o un aroma te lleva tu infancia? Me sucedió eso. Lo escucho y vuelvo a mis ocho años, me transporta su voz y su guitarra.

¿Sentís una conexión con la música uruguaya, en tono o estilo?

Siempre se escuchó música uruguaya acá. Yo tuve la suerte de que allá en mi pueblo natal, en la Patagonia, a mi viejo le encantaba la música uruguaya y había muchos discos de Ruben Rada, de Jaime Roos, de Eduardo Mateo. Por suerte a mi familia le gustaba mucho la música latinoamericana y no sólo los Beatles. Había mucha variedad y eso hizo que mi música tuviera algo de eso a la hora de componer, que haya un poco de folklore latinoamericano. Con Uruguay hay una conexión porque siempre vivimos en conjunto la música. Allá me hablan de Spinetta como si fuera uruguayo y yo hablo de Mateo como si fuera argentino. Por suerte en la música no hay esos límites geográficos; nos divide un río o un mar pero la música trasciende todo eso.

¿Te cabe la etiqueta de templadismo, que se ha usado para definir parte de la música rioplatense?

Yo me escondo de las etiquetas, pero en todo caso yo vengo del frío. Pasé mucho frío en la Patagonia, por lo que el templadismo no lo viví mucho. Ahora que estoy en Buenos Aires desde hace tiempo quizá sí, pero mis canciones salieron del frío.

¿Cómo fue la experiencia de pasar de la Patagonia a Buenos Aires, de esos parajes desolados a la locura urbana, cambio que está tratado en algunos de tus discos?

Mis discos son como una biografía. Azules turquesas es muy patagónico, porque cuando llegué a Buenos Aires añoraba la parte mía que en las grandes ciudades se pierde: el horizonte, el viento, el frío. En algún punto recordé cada canción como una foto, un sentimiento que me producía cuando vivía en Viedma. Después, con Ese asunto de la ventana me enfermé y me agarró un poco de fobia y por eso tiene ese título. Fue un disco hecho a través de una ventana en un departamento, en un edificio, mirando para abajo e imaginando las historias que podían ocurrir allí. Pero logré un equilibrio a lo largo de los discos y sin dudas la parte electrónica mía proviene de Buenos Aires, de la ciudad. Son las bocinas, las máquinas, los semáforos, los ruidos de la calle, la gente. Cuando empecé a arreglar los discos en Buenos Aires llegó una parte más vinculada a las máquinas. Quizá si no venía, mis discos hubieran sido más "madera", más folklóricos.

Y a nivel personal, ¿cómo fue pasar de tu Viedma natal a adquirir más notoriedad en Buenos Aires?

Yo tengo la suerte de que soy independiente y manejo bien lo que quiero hacer. Yo no le impuse nada al público, como pasa con artistas que trabajan en multinacionales que se encargan de meterlos sí o sí en el sistema. Yo decido si salgo yo o no en las tapas de los discos, cuánto me expongo; yo salgo a la calle y nadie me reconoce ni me molesta, y si sucede no pasa nada, porque saben que simplemente mi oficio es ser músico. Eso que se creó sobre el artista como alguien que tiene una vida "diferente" no lo vivo. Yo vengo a trabajar todas las mañanas a mi productora, tomo el subte o el colectivo. Y agradezco ese respeto que noto. Mucha gente no me conoce físicamente sino simplemente por el apellido o la música, y es porque me cuesta mucho exponerme, le tengo un poco de fobia, por ejemplo, a ir a la tele. A veces prefiero no ir y tengo la suerte de poder decir que no.

Permanecer todavía en cierto anonimato es de agradecer, entonces...

Totalmente. Fue a la inversa para mí. En Viedma, al ser una ciudad tan chica, me conocen todos. Y acá en Buenos Aires estuvo bueno porque logré un anonimato que me encanta tener. Tengo mi círculo de amigos, mi gente y luego no me interesa que todo el mundo me conozca o me hable, le tengo un poco de fobia a todo eso.

Mundo anfibio era un título que definía bien tu propia biografía y tu música, esto de moverse en mundos distintos con comodidad. ¿El disco nuevo sigue por esos terrenos?

Este disco es un cambio bastante notable porque no grabé con mi banda de siempre. Es como si un director de una película cambiara los actores con los que trabaja siempre. Y lo hice porque quería tocar con otra gente para estimular otras cosas. Fue un disco grabado con tomas en vivo y tiene una cosa espontánea y despojada. No hay electrónica, no hay máquinas y tampoco cuerdas. Es simple y sin adornos, con la canción a flor de piel.

Por Martín Otheguy