La poeta y novelista nicaragüense Gioconda Belli, autora de títulos como "La mujer habitada" y "El pergamino de la seducción", visitó fugazmente Montevideo para presentar "El intenso calor de la luna". En esta nueva historia, Belli se sumerge en las experiencias de una mujer para hablar sin tapujos de una etapa de la vida sobre la que suele reinar el silencio: la menopausia. 

De la mano de Emma, una mujer que a sus "cuarenta y tantos" ve sacudido su mundo por circunstancias que coinciden con el fin de su etapa fértil, esta novela recorre temas como el miedo a la vejez, los obstáculos impuestos por una sociedad que concibe a la mujer como un ser al servicio de los demás y el descubrimiento de la seducción y el erotismo en la madurez. Todo eso en el marco de una Nicaragua actual, posrevolucionaria, habitada por una juventud dolorosamente desencantada.

Dialogamos con la escritora sobre esa "palabra fea" y las erróneas creencias que, como la luna, orbitan alrededor de la madurez femenina; pero también acerca de su juventud revolucionaria como parte del Frente Sandinista de Liberación Nacional, el segundo plano en el que se coloca a la "literatura femenina" y el eterno desafío de construir la propia felicidad.

Por Inés Nogueiras


Esta novela y "La mujer habitada" (1988) hablan de mujeres que, por una circunstancia o por la etapa de la vida que están atravesando, necesitan liberarse, moverse del lugar en que fueron colocadas debido a su género. ¿Esa fue parte de tu búsqueda?

Estuve manejando una cantidad de ideas antes de llegar a esta, y de repente se me ocurrió y me atrapó. ¿Por qué? Porque es volver a contar una cosa más realista. En las últimas novelas he estado trabajando con circunstancias, paisajes y tonos diferentes, que tienen más que ver con el futuro, como "Waslala", o con lo histórico, como "El pergamino de la seducción". Esta novela es más apegada a una situación real, que le puede pasar a cualquiera. Me gustó la idea de tocar esa realidad que conozco bien, no porque haya vivido algo semejante sino porque tengo amigas que han pasado por eso. Además es una época de la vida en la que uno se cuestiona muchas cosas.

¿Cómo construiste a Emma?

Empecé con una Emma de la que me burlaba mucho. Después fue cambiando para mí, a medida que iba escribiendo, de tal manera que reescribí todo el principio. Porque a Emma le vi un fondo, que era más interesante que el personaje que yo estaba haciendo al principio, que era como una caricatura.

Hay mucho de frivolidad en Emma, pero no se señala como un defecto... se construye un personaje que se preocupa por aspectos superficiales pero también realiza cuestionamientos profundos.

Es una discusión interesante: ¿por qué va a ser frívolo atender la belleza? Las mujeres adornamos las casas, hacemos jardines, adornamos la comida... tenemos una vocación por embellecer lo que tocamos y no nos lo debemos negar. Ahora hay una corriente feminista que cree que eso es rendirle pleitesía al mundo del consumismo, al hombre. No estoy de acuerdo, yo me divierto mucho arreglándome, siempre me he divertido. En eso Emma es estereotípica, también en el sentido de que hay una clase social que tiene el lujo y la ventaja de poder dedicarse al ejercicio, a atenderse; eso a veces se convierte en un vicio, en una manera de llenar el tiempo vacío.

En ese aspecto es donde se nota más el rol de ese tipo de mujer, que se dedicó toda su vida a atender a otros y llega a una etapa en la que no encuentra cómo definirse. Ahí cobra fuerza el mensaje del libro, que habla además de un tema del que no se suele hablar, para nada...

... siempre digo que es como hablar de Voldemort en Harry Potter, es algo que no debe ser nombrado. Por eso mismo, por provocar y transgredir, que es lo que me ha gustado hacer durante mi vida, decidí hablar de esto. Hay que hablar de la menopausia, hay que sacarla del closet, pensar cómo ponerla sobre el tapete. Es una palabra fea, como muchas palabras que tienen que ver con la reproducción y con los genitales. Gente que fue muy poética para nombrar otras cosas, como los romanos o los latinos, fue fatal con eso.

¿Te costó hacer esos relatos o forman parte de lo que te cuestionaste transitando esa etapa?

Cuando te empieza la menopausia empezás a pensar qué va a pasar. Uno está tan acostumbrado a que el cuerpo funcione de una determinada manera... Pero te das cuenta de que no es nada del otro mundo, que lo que te han creado es un fantasma, un fantasma que no tiene ninguna razón de ser. Porque ahora además tenemos acceso a un montón de posibilidades, como tomar hormonas, para arreglar los problemas que puedan surgir.

El libro aborda no solo el hecho de sentirse libre o empezar a dedicarse a una misma, sino también continuar con una vida plena en lo sexual. Muchas mujeres asocian la menopausia a la pérdida de la libido, del deseo sexual, y en el libro se plantea lo contrario...

... ¡que más bien hay orgasmos gigantescos! [Ríe] En el libro, la ginecóloga de Emma le dice: "Ponete a pensar por qué las mujeres vivimos más". Es como que la naturaleza nos quiere compensar, por habernos dedicado tanto tiempo a los demás. Realmente es una trampa pensar que la menopausia es el fin, al contrario. Y en la sexualidad hay cosas que pasan, pero todas tienen arreglo. El libro habla sobre el Viagra y sobre cómo ha sido la panacea para la "menopausia masculina", pero cómo las hormonas todavía están cargadas de un montón de mala propaganda. Por eso quise que la novela fuera erótica, porque el erotismo de ella se despierta con el amor, con la atracción, que es lo que pasa en esa etapa. A veces algunas mujeres sienten que empiezan a aburrirse de sus maridos, porque el hombre no sabe subir el nivel de la sexualidad a un nivel más hedonista, más delicado, más creativo.



También es un desafío a tomar decisiones que pueden cambiar la vida por completo, y el mensaje es que no hay edad para ser aventurero, para construir la felicidad...

Una vez me encontré en un avión a una señora simpatiquísima, puertorriqueña, que me dijo: "Te voy a invitar a un trago, un gin, vamos a brindar porque me separé". "¿Y cuánto tiempo pasó casada?", le pregunté. "Cincuenta años", me dijo. ¿Qué te parece?




¿Te molesta que tus libros se encasillen como "para mujeres", como una forma soslayada de ponerlos un escalón más abajo en la literatura? ¿Lo has sentido a lo largo de tu carrera?

Lo siento, definitivamente. A mí no me importa. La verdad es que sí, escribo libros para mujeres, que son las lectoras más tremendas que hay en el mundo. El 70% de los lectores en América Latina son mujeres. Pero ¿cómo va a ser "femenina" una problemática que afecta a la mitad de la humanidad? Creo que es un prejuicio total, nosotras escribimos literatura con la visión de la mujer, con la experiencia de la mujer, que poco se ha contado. Nos falta mucho para contarla, porque apenas empezamos a aparecer rotundamente en la literatura en el siglo XIX. Lo que es lesivo es que le quiten calidad a la literatura por abordar las problemáticas de las mujeres. El hombre puede escribir de lo que le dé la gana, del amor, de lo que sea... "Memoria de mis putas tristes" [de Gabriel García Márquez], "Elogio de la madrastra", de Vargas Llosa, ¿me vas a decir que son novelas masculinas?

¿Sentís que ha cambiado con el tiempo?

No, no ha cambiado. Me da mucha rabia, porque leés los reportajes sobre encuentros de escritores o del Congreso de la Lengua y prácticamente no se menciona a las escritoras mujeres. Y América Latina tiene una cantidad de escritoras, de mucha calidad. Realmente es lamentable esa miopía.

¿Cómo te llevás con tus lectores hombres?

Muy bien, tengo muchos lectores hombres. No es cierto que solo las mujeres me leen, porque eso es lo otro que dicen. No es cierto. Muchos hombres me leen y me encanta, porque tienen un aprecio por lo que hago que me hace pensar que les ayuda a entender a las mujeres, por un lado, y a enamorarlas.

En otro plano del libro aparece la dimensión de la política en Nicaragua, en un tono desilusionado, en cuanto a la desigualdad social y el desencanto de los jóvenes. ¿Eso lo ves ahora en tu país?

Sí, hay una sensación de mucha desilusión, de la gente joven sobre todo. Y una sensación de estancamiento político, porque el gobierno de Daniel Ortega instaló un sandinismo que no tiene nada que ver con el de la revolución, y que es muy inescrupuloso y muy pragmático pero poco idealista y poco ético. Entonces los jóvenes se empiezan a volver cínicos y se empiezan a sentir desempoderados, sin la posibilidad de cambiar las cosas. Eso genera una especie de apatía, de indiferencia, pero con dolor, no es que no les importa. Es un país que necesita muchos cambios, que tiene una historia de haber logrado cosas extraordinarias. La experiencia de la revolución que vivimos fue tan eufórica y a la vez tan heroica...

¿Qué edad tenías cuando te involucraste con el Frente Sandinista de Liberación Nacional?

Tenía 20 años.

¿Alguna vez te sentiste, en ese contexto, puesta en un segundo plano por ser mujer? Era algo que planteabas en "La mujer habitada".

No. En el Frente Sandinista de Liberación Nacional, durante la época de la lucha contra la dictadura, no sentí mucha discriminación. Hacía cosas importantes, me mandaban a misiones importantes. Más bien era útil el ser mujer, porque así podíamos pasar desapercibidas. Pero después del triunfo revolucionario sí hubo claramente una marginalidad en las mujeres, teníamos posiciones intermedias pero a nivel jerárquico, por ejemplo, en el primer gabinete solo hubo una mujer ministra.

¿Cómo ves esa etapa de tu vida ahora?

No me arrepiento de nada, siento que fue una etapa hermosísima. Soy producto de esa época. Me hubiera gustado que, cuando perdimos las elecciones en el noventa, hubiéramos tenido un proceso de reflexión que nos llevara a reformular nuestra posición de izquierda de otra manera. Hubiera sido una oportunidad linda, pero se perdió porque hubo mucha defensa de ciertas posiciones... no querían renunciar a ciertas cosas como el uso de la violencia. Son esas cosas que pasan en la izquierda, argumentos y posiciones que al final acaban dividiendo y frustrando la posibilidad de que surjan cosas nuevas.

¿Por qué te fuiste de Nicaragua?

Me fui porque me enamoré y me casé con un periodista norteamericano, que en realidad es italiano y a los diez años se fue a Estados Unidos. Pero también porque no quería ver el desmantelamiento de la revolución, me deprimí mucho. Fue una mezcla de depresión y huida.

Y en Estados Unidos, ¿dónde viviste? ¿Cómo ves la sociedad y la política ahí?

Viví dos años en Washington y después en Los Ángeles. Es una sociedad bien compleja pero bien interesante. Creo que en América Latina haríamos muy bien en estudiarla más profundamente, porque se tienen conceptos muy esquemáticos, muy blanco y negro, sobre los Estados Unidos. Tienen una política exterior espantosa, y creo que no entienden al resto del mundo. Pero dentro de los Estados Unidos, el respeto a los derechos individuales, la forma en que funciona el sistema de justicia, no es perfecta ni mucho menos, pero tiene muchos avances.

¿Pensás volver definitivamente a Nicaragua?

Ya me fui a Nicaragua, ese era mi plan. Ahora ya no me muevo, ahí me voy a morir...

... ¿y pensás hacer otra revolución?

No sé... pero por lo menos voy a alentar. Ya les toca a otros. Un problema de América Latina es que los viejos no dan pasada. Creo que a los jóvenes hay que pasarles la tarea, ayudarlos y alentarlos, pero quitarse uno del medio.


El intenso calor de la luna
Gioconda Belli
Colección Biblioteca Breve / Seix Barral