Más de 25 años atrás, cuando un rato antes de un recital de Sumo, Roberto Petinatto lo llamara cariñosamente "Gillespi" - comparándolo con el legendario músico de jazz Dizzy Gillespie- el entonces jovencísimo Marcelo Rodríguez no podía imaginar que el mote le duraría toda la vida, aunque reconoce que ese bautismo le hizo interesarse más en el artista estadounidense al que su apodo refiere.
De ahí en adelante, la carrera artística de Gillespi transitó por variadas sendas. Para el público rockero de nuestro país, es el tipo que allá en los tiempos épicos tocó nada menos que con Sumo, y supo acompañar luego a las bandas sobrevinientes Las Pelotas y Divididos. Para otros -y ya definitivamente del lado de acá de los mencionados tiempos épicos- Gillespi es una de las voces que acompañan a Alejandro Dolina en su programa de radio "La venganza será terrible". Un tipo desenvuelto, impredecible, y capaz de rizar el rizo al propio conductor del programa, que es hombre ya bastante rizado por naturaleza.
Sin embargo, entre los orígenes rockeros y el presente radial, Gillespi ha jugado en varias canchas, tocando un jazz personalísimo con su banda propia, o subiéndose al escenario como invitado junto a músicos de todo pelaje. También ha incursionado en la producción televisiva, lidera el horario de la tarde en Buenos Aires con su espacio en la emisora Rock & Pop, escribió un libro y va por más.
Este sábado Gillespi se presentará por primera vez en Uruguay junto a su "potente banda". Y el inminente recital fue buena excusa para llamarlo por teléfono y conversar un poco de todo y de todo un poco. Fusión, que le dicen.
Música de ayer y hoy
Durante los últimos meses "el artista antes llamado Gillespi" (tal como suele presentarlo Dolina), estuvo tan ocupado tocando la trompeta, que hasta tuvo que pedir licencia en La venganza. La presentación de su reciente disco "Gillerama", significó una extensa e intensa serie de presentaciones en el país vecino, experiencia que el sábado se trasladará a Montevideo, aunque en un formato no exactamente igual al empleado hasta ahora. "En realidad va a haber algo del último disco, que es lo que estamos tocando actualmente, pero también tenemos que tener en cuenta que tras diez años de estar con mi proyecto en es la primera vez que vamos con toda la banda a tocar en Montevideo" explica Gillespi desde los estudios de Sony Music en Buenos Aires. "Así que vamos a tocar algunas cosas que últimamente no veníamos tocando, pero puede ser esta la ocasión de hacerlo de nuevo. Se trata de temas que hacíamos en etapas anteriores, y veremos de aprovechar y mostrar algunos temas viejos que están buenos", afirma, añadiendo a modo de Mea culpa que "me hubiera gustado ir antes a Montevideo con la banda, pero nunca se dio la ocasión".
Si bien es la primera vez que Gilespi desembarca en nuestro país al mando de su banda al completo, el trompetista de Monte Grande ha subido antes a los escenarios montevideanos. "Estuve con Divididos y Las Pelotas, y una vez toqué mí música pero con músicos uruguayos. Fue en la Fiesta X, con Hugo Fattoruso y Los Pusilánimes, que tuvieron la gentileza de tocar conmigo" detalla, recordando con claridad su grata experiencia junto a artistas locales. "La verdad es que siempre disfruto de tocar con los músicos uruguayos, porque la paso muy bien y son unos genios. Hugo es un verdadero genio".
A la hora de definir el género de su último trabajo, Gillespie rehúsa las etiquetas y explica que no se trata de un disco de jazz, aunque ese género musical esté presente en él de un modo subyacente. "La forma más sencilla de describirlo es hablar de la música que a mí me gusta, y por ahí quizá se puede llegar a una definición más amplia", opina el compositor, para lanzarse luego a enumerar. "Me gusta mucho la música soul, algunas cosas de Stevie Wonder, la última época de Miles Davies, cuando utilizaba ya un formato más eléctrico, me gusta Steely Dan. Se trata de influencias variadas pero que comparten cierta sonoridad" refiere, y llama luego la atención sobre el hecho de que "siempre vas a encontrar que los bajistas que tocan conmigo son muy grooveros, hay bases de bajo, que es un instrumento que tuvo un lugar muy importante a la hora de mezclar el disco, y eso viene de la música soul o del funk...como un pulso medio bailable por debajo".
En cuanto al sonido, Gillespie reconoce que "capaz que no hay tantos instrumentos jazzísticos más allá de la trompeta, que es un instrumento muy vinculado al jazz, pero tampoco aparece el patrón de jazz ese (tararea unas notas) en ningún tema del disco". Sin embargo, Gillerama posee una atmósfera de jazz "en las armonías de la canciones" explica, ahondando luego en sus referencias y preferencias musicales. "Me gusta mucho la música negra en todas sus formas, el rhythm blues, el blues, la música disco. Eso está siempre por debajo de mi música, pero como yo en vez de cantar toco la trompeta, se produce otra tímbrica. Si hubiéramos reemplazado la trompeta por cualquier cantante, capaz que salía un disco de soul".
Gillespi en Sala Zitarrosa. Montevideo Portal/Natalia Mata
Ni tantos ni tan pocos
Si bien es evidente que ni en Argentina ni en Uruguay los músicos de jazz y/ afines llenan estadios, no es menos cierto que Gillespi toca con gran frecuencia en un circuito de escenarios más pequeños que -según relata- ha ido creciendo en los últimos tiempos. "Yo tengo la suerte de ser un 'personaje complejo', porque es cierto que la música que hago a lo mejor no es de consumo masivo, pero mi programa de radio en la Rock and Pop es el primero en audiencia en la tarde, por lo que soy un tipo bastante popular. Eso hace que a veces vaya a verme a los recitales gente que me sigue de la radio, y no tanto por mi música. Se me mezcla un poco el ganado", admite con humor, atribuyendo a dicha mezcla el hecho de que en ocasiones "puedo tocar en lugares con un público mayor que el que se podría esperar".
Así las cosas, reconoce que un músico de similares características que no contara con su popularidad, tendría más dificultades para conseguir recitales y convocar público. "De todas maneras hay una cantidad de clubes de jazz, o locales donde caben unas 200 personas, donde toca un montón de músicos que están en la misma onda que hago yo", refiere el trompetista, agregando que más allá de ese conjunto de pequeños escenarios, "desde hace unos cinco años, nosotros - y meto en la bolsa a gente como Javier Malosetti y Luis Salinas- empezamos a movernos en lugares como La Trastienda, el Teatro ND Ateneo, y a llevar nuestra música a lugares con un poquito más de convocatoria...pero en un estadio sólo cuando voy a ver un partido de fútbol, (ríe). O por ahí cuando tengo la suerte de tocar en recitales de gente como Gustavo Cerati o Catupecu Machu, en cuyos shows participé como invitado. Es la única forma de que yo suba a tocar en un estadio"
Como el Uruguay no hay
En cuanto a la respuesta del público uruguayo, el ex Sumo tiene buenas expectativas y confía en obtener una respuesta favorable. "Tengo muchas ganas de tocar ahí. En mi opinión, Uruguay es un país que tiene una gran cantidad de artistas populares de calidad, y subrayo lo de la calidad. Acá hay también una cantidad de artistas populares de calidad...pero también hay un poco de todo" matiza. En cuanto a la música en nuestro país, refiere que "en Uruguay suelo llevarme gratas sorpresas, incluso con los grupos nuevos, porque me da la impresión de que se calientan un poco por tocar bien el instrumento, por lograr que se suene bien, y creo que eso habla muy bien del país".
A modo de ejemplo de ese profesionalismo, recuerda que "las bandas uruguayas de rock que han triunfado últimamente en Argentina, como La Vela Puerca y NTVG, tienen una calidad muy buena. Cuando esas bandas alternan con las de acá en algunos festivales, se nota el nivel que tienen, más allá de que me guste o no lo que hacen. Respeto la calidad que demuestran", sostiene, para detenerse luego en artistas de mayor trayectoria, "tipos como Jaime Roos o el negro Rada, que tienen muy buena música adentro. Enterarme de que Jaime Roos hace conciertos multitudinarios y es un fenómeno de popularidad con la buena música que hace, me da una alegría bárbara".
Pese al gran respeto y afecto que Gillespi profesa para con los músicos de este lado del charco, la presencia de artistas uruguayos el sábado en La Trastienda no es un hecho confirmado, aunque bien podría tener lugar alguna visita sorpresa. "Estoy esperando que algunos cumplan promesas que me han hecho (ríe). No sé si serán promesas nocturnas o se van a concretar, pero hay varios colegas uruguayos que me han dicho ‘che, tenemos que tocar juntos'. Vamos a ver si se da o es puro blablabla..."
Gillespi en Sala Zitarrosa. Montevideo Portal/Natalia Mata
"El artista antes llamado Gillespie"
Hace aproximadamente tres años, el azar y las afinidades personales convirtieron a Gillespi en una de las piezas clave del programa "La venganza será terrible", luego de la disolución del "dream team" compuesto por Guillermo Stronatti y Gabriel Rolón. En cuanto al modo en que terminó por convertirse en el trasnochado cómplice del "negro" Dolina, Gillespi recuerda que "trabajé muchos años con Adolfo Castelo, que a su vez era muy amigo del negro. Es más, el programa nocturno que hace Dolina hoy, lo empezó originalmente con Castelo. Yo también trabajé mucho con Adolfo, hasta que falleció en 2004. Después, un día lo invité a Dolina a mi programa para entrevistarlo, y la entrevista fue buenísima. Nos matamos de risa de punta a punta". Al parecer, Dolina quedó tan satisfecho del encuentro como Gillespi, ya que "a los pocos días, recibo una llamada de la productora de Dolina, que me dice que ahora el negro quería que yo fuera a su programa, como una especie de devolución de gentilezas. Y fui, sin pautar absolutamente nada, e hicimos el programa con Rolón y él, y luego nos fuimos a tomar un café, y hablamos de lo bien que había funcionado todo, como si fuéramos amigos o hubiéramos trabajados juntos toda a vida", explica.
A partir de esa noche "empecé a ir más seguido, aunque todavía no quería darle un ‘sí' como miembro estable del programa...por lo que fui varias veces sin cobrar (ríe) hasta que un día me apuró y formalizamos mi participación, Así estuve tres años, hasta que ahora le pedí un tiempo sabático, porque estoy con muchas actividades, quería hacer una gira por el interior del país, y sobre todo ensayar...entonces el negro me concedió unos meses libres", detalla.
"Es más o menos como seguir a un gato al que le pisaron la cola" define Gillespi la ardua tarea de secundar a Dolina en su habitual tarea de improvisación. "El negro como humorista es un genio, y la repentización, los arranques insólitos que tiene son increíbles", entiende el músico, añadiendo que "además es exigente, porque si bien no hay un libreto y podés sentarte ahí y decir cualquier cosa...ese cualquier cosa no puede ser cualquier cosa (ríe). Para que el programa funcione tenés que seguirlo...y es una Ferrari el loco".
Sin embargo, para los oyentes del programa, Gllespi es uno de los pocos interlocutores que logran desconcertar y sorprender al conductor de "La venganza", obligándolo a adentrarse por derroteros insospechados. "Es que yo también tengo en mi cabeza un mundo fantasioso y delirante, una especie de submarino amarillo como el de los Beatles. Vivo en una especie de inocencia que a él le gustó, por lo que me dio una gran libertad", relata, recordando acto seguido una anécdota significativa. "Un día, cuando ya estaba a punto de irse del programa, Rolón me dijo que Dolina nunca le había permitido a nadie hacerle las cosas que yo le hacía. Para ese entonces yo llevaba casi un año interrumpiéndole todas las charlas con cualquier delirio, sin saber eso".
Como músico que supo tocar, grabar y vender su música en la era predigital, Gillespi ha debido afrontar los cambios que las nuevas tecnologías, Internet y la posibilidad de clonar e intercambiar música libremente han producido en la industria discográfica. Sin embargo, lo que para otros significó una especie de catástrofe, parece no preocuparle en absoluto. "Las cosas van cambiando y uno tiene que ir adaptándose a ello. La tecnología ha permitido duplicar, clonar, repetir todo. Es el tiempo que nos tocó vivir", reflexiona, para tomar luego posición. "Yo no estoy para nada en contra de la gente que se baja discos. Es más: hay material que no podés conseguirlo de otra manera que bajándolo de Internet, porque aunque quisieras comprarlo no tenés dónde ni cómo. Es lo que pasa, por ejemplo, con buena parte del rock argentino de los primeros tiempos. En ese caso, fue la misma industria la que borró las huellas de quienes trabajaron tiempo atrás".
En cuanto a la posibilidad de que la piratería y las descargas desde la red le hagan perder royalties, el hombre de la trompeta se muestra dispuesto a aceptar la nueva situación de buen grado. "En lo personal no me molesta para nada, pero es obvio que los tiempos cambiaron. Los Beatles supieron pasarse casi cuatro años sin tocar en vivo, gracias a las regalías de los discos. Ahora tenés que tocar sí o sí, porque lo que se gana con la venta de discos es mucho menos de lo que se ganaba antes. Entonces, para mantener el proyecto tenés que salir necesariamente a tocar, a defender el disco", subraya.
El 2009 fue un año fructífero para Gillespi. No sólo lanzó al mercado su disco "Gillerama", sino que pudo colocar en los estantes de las librerías su primer trabajo literario: "Blow", un libro que, si bien no es un tratado de jazz ni una semblanza de sus exponentes legendarios, está "contaminado" de jazz y de amor al género.
"El libro anduvo muy bien, y en Uruguay también ha funcionado bien, me he sorprendido porque se vendieron unos cuantos ejemplares allá. Así que estoy muy contento y con algunos proyectos editoriales para más adelante. En estos días está saliendo un libro que escribí acerca del actor Narciso Ibáñez Menta, y para el año que viene hay alguna otra publicación prevista", concluye.
Gillespie se presentará el sábado 17 de abril en la trastienda, acompañado de su "potente banda", integrada por Baltasar Comotto en guitarra, Patán Vidal en piano y teclados, Norbi Córdoba en bajo, Javier Martínez en batería, Cabra en voces, Alejandro Franov en instrumentos étnicos y Hubert Reyes en percusión.
Gerardo Carrasco/Montevideo Portal
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