Por Martín Otheguy
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Andrés Torrón no sabe con quién se mete. O peor: lo sabe y es un kamikaze. Meterse con la secta de los melómanos es más arriesgado que hacer un libro con una caricatura de Mahoma en la portada. Esta secta, que es obsesiva y fundamentalista, ama y odia al mismo tiempo las clasificaciones, los rankings y las selecciones que en forma obligada hacen primar a algunos artistas en desmedro de otros. Y si bien los melómanos saben que toda clasificación es arbitraria y por lo tanto útil, ello no impide que cada uno tenga una lista perfecta o mejor que la del vecino.
Torrón acaba de editar "111 discos uruguayos" (Aguaclara), el primer intento local por establecer una selección representativa de la música nacional editada en formato long play, aunque el autor acertadamente evite la palabra mejores en el título o haya tenido el buen gusto de no ponerle nombres rimbombantes que dan a entender que uno morirá infeliz si no escucha todos estos álbumes.
Es una selección inevitablemente personal con una cifra tan caprichosa como cualquier otra, pero está bien fundamentada, es criteriosa y es probable que obtenga una suerte de consenso general, pese a los inevitables lamentos por la exclusión de algunos discos.
No existe nada como una lista definitiva de la música uruguaya y el autor lo sabe, pero al mezclar con sus propias preferencias criterios de representatividad e influencia logró establecer un panteón aproximado de la música nacional de los últimos sesenta años. En ese sentido es un trabajo superior a su referencia obligada, "1001 discos que hay que escuchar antes de morir", cuya pésima edición en español está plagada de errores y omisiones.
"A mí me encanta el objeto disco, y un libro sobre discos debía ser eso, un lindo objeto para tener", explica Torrón, orgulloso de la criatura estupendamente diseñada que lleva en brazos. El libro, que tuvo el apoyo económico de Montevideo COMM, se consigue desde el 10 de noviembre en todas las librerías.
Torrón, habitual colaborador de Montevideo Portal, se coloca ahora del otro lado del micrófono para contar por qué esos 111 discos que elige lo hicieron más feliz y podrían hacer lo mismo con el potencial lector.
El título del libro no da pistas sobre el criterio que usaste para elegir los 111 discos, a diferencia de otras obras del estilo. ¿Por qué?
Eso fue claramente por gusto, porque no quería que quedara la idea de que eran los mejores. Son discos que me parece que es bueno que se escuchen, pero no quería que el título sonara soberbio ni que diera a entender que esos son los "únicos" discos.
Pero de todos modos hiciste la selección basándote en algún criterio...
El criterio parte de una idea que tenía hace años de escribir un libro con mis discos uruguayos preferidos. Después me pareció que eso no era tan interesante para el lector y fui ampliando la lista. No son mis 111 discos de cabecera pero no hay ninguno que no me guste. Lo que fui haciendo es una mezcla de capricho y de buscar cierta representatividad. Y me basé en criterios de importancia, que también son relativos, pero en los que se incluye su popularidad o influencia en otros artistas.
La selección que hiciste es sobre todo personal. ¿Sentiste la obligación de incluir algunos discos de bandas que no podían faltar, aunque no te gustaran tanto?
No sentí ninguna presión del estilo "si no pongo este disco me van a matar", pero en algún caso sentí la obligación de incluir algunas bandas. Lo que hice fue buscar el disco que a mí me gustaba, como en No te Va Gustar y en otros casos, por ejemplo. También sentí que había un ala de la música folclórica que se dio a fines de los 70 que debía estar porque era importante. Escuché muchos discos y elegí lo que más me gustaba. Siempre fue en sentido de la representatividad, aunque seguro que mucha gente me va a preguntar por qué no incluí a tal o cual banda, que también es popular. Pero no puse ninguno que no me pareciera relevante o no me gustara.
Y a la inversa, ¿te pasó dejar fuera algún disco relevante o influyente simplemente porque no te gustara?
Sí, pero no digo nombres (risas)
¿Cuánta música escuchaste en el proceso de escritura del disco?
Más de la mitad del libro corresponde a discos que tengo y escuché desde chico, pero en ese viaje de buscar influencias me metí más con mucha música de los 60 y 70 que no había escuchado demasiado. Debe haber ocho o nueve discos que descubrí en ese proceso y que decidí incluir.
¿Usaste alguna metodología, además de tu conocimiento musical, para evitar que se te escapara algún disco importante?
Usé los catálogos de los sellos, leí algunos de los pocos libros que hay sobre música uruguaya, que no son muchos pero son muy buenos, pero no fue algo sistematizado. Sí escuché mucho, y en especial aquellos discos a los que muchas veces se hace referencia por su importancia.
¿Qué pasa con aquellos artistas que no grabaron en formato long play? ¿Lamentás haber dejado a alguien afuera?
Me pasó eso sí, por ejemplo con cosas muy viejas, con gente que grabó antes de que existiera el long play, como con Pedro Ferreira, uno de los inventores del candombe canción. Me sucedió también que una de las ideas centrales que tenía era elegir los discos por el concepto del álbum, que es algo más que una colección de canciones. Es como leer un libro. Hago unas pequeñas trampas, como con los candombes de Romeo Gavioli (es una mezcla pero tiene una coherencia) o con El Kinto, que en realidad sólo hizo grabaciones sueltas. Me di cuenta en el proceso de que hay grandes artistas que sacaron cinco discos en los que hay diez maravillas, pero no tienen un álbum entero que pueda entrar en el libro.
¿Por qué si decidiste hacer un libro sobre música uruguaya en general, y no restringido al rock, no entró ni la música tropical ni la música clásica, por ejemplo?
Siempre escuché todo tipo de música sin ideas sobre el género al que pertenece. Pensaba que era la manera en que todo el mundo escuchaba música y después me di cuenta de que no, que no es así. Para mí, era representar mis gustos y mi manera de concebir la música. La música clásica la dejé afuera un poco por desconocimiento y también porque es un libro sobre música popular. Además, dentro del concepto del álbum, lo clásico no entra.
Con respecto a la música tropical, hice el intento. Escuché y tenía muchas ganas de incluir algo, pero me pasó que no encontré ningún disco que me pareciera que pudiera entrar en el criterio, y las cosas muy buenas que escuché eran de orquestas increíbles de los 60 y 70 que hacían covers. Tampoco me metí a fondo con el tango. Elegí un disco de Julio Sosa totalmente atípico, con canciones más folclóricas que de tango, porque me pareció interesante la idea de que es una suerte de precursor de Zitarrosa.
Hay dos movidas importantes para el rock nacional que están prácticamente omitidas en el libro, como la escena under de principios de los 90, de la mano de Chicos Eléctricos o La Hermana Menor, y la del boom del rock uruguayo a partir del 2002 o 2003. ¿No te pareció que debían estar representadas en el libro?
Discrepo un poco con eso. Sí hablo de la movida de los 90 cuando incluyo un disco de los Buenos Muchachos.
Pero el disco es del 2002...
Pero para mí los Buenos Muchachos son representativos de esa movida y así lo digo en el comentario. Y la otra está representada también. Está por ejemplo La Teja Pride.
Pero uno puede pensar que en ambos casos no es algo muy representativo del momento en que surgió.
Pero hay otra cosa relativa a eso, que sí es algo totalmente caprichoso. Yo pensé en más de un caso que determinado artista tenía que estar y al escuchar los discos elegí según mis gustos; no necesariamente corresponden al año en que el artista fue más exitoso o influyente. Me pasó con otros, como con El Sabalero, del que elijo discos de los 90, que no son tan obvios, o de Roberto Darvin, del que seleccioné un álbum del 2002 cuando su época de influencia fue en los 70.
En el libro das a entender que hay algo que hace única a la música uruguaya. ¿Cómo podés resumir esa idea?
Tiene que ver con la historia de Uruguay. Montevideo es un puerto que recibió distintos aluviones inmigratorios que se mezclaron de manera única acá. Está la música negra que se mezcló con lo europeo, y es un tipo de combinación que se dio en los países relativamente nuevos. Eso creó una música que es especial y única.
También aludís a una línea conductora en toda la música uruguaya...
Veo que lo tanguero no sólo está en el tango sino en Los Estómagos, Los Traidores, Supervielle, Santullo. Está esa cosa melancólica que es bien uruguaya, que es producto de la melancolía del inmigrante y que está en gran parte de la música uruguaya de muy distintas maneras. También hay cierto despojamiento o minimalismo que lo veo en Los Estómagos y Los Que Iban Cantando, por poner dos ejemplos opuestos. Eso es bien uruguayo y es lo que valora la gente que empieza a conocer nuestra música en otros lados del mundo. A eso le agrego la mezcla de influencias argentinas y brasileñas, que no se da en ningún otro lugar. Uruguay ha sido muy permeable a ambas cosas y las mezcló de forma muy personal. En ningún otro sitio hay tango y bossanova en una misma canción, como tiene Mateo.
¿Estás de acuerdo con esa idea tan repetida de que en Uruguay hay un mayor promedio de músicos talentosos que en otros países?
Creo que es así, sí. Acá hay mucha música y si te ponés a pensar en la cantidad de gente que somos es así.
En el libro hay una preferencia por la década del 80. ¿Creés que en esa época floreció una generación talentosa como no se dio en otro momento?
Sí, aunque a veces me da miedo de que se me nuble la visión por nostalgia o deslumbramiento adolescente. Empecé a escuchar esa música cuando tenía 15 o 16 años y la música que uno escucha a esa edad queda para siempre. Creo sí que fue una época especialmente luminosa en lo creativo. No sólo por Lazaroff, Cabrera, Darnauchans, Leo Maslíah o Jaime Roos -aunque él hubiera empezado antes- sino también por Los Estómagos o Los Traidores, y otros músicos como Mateo o Rada que hicieron grandes discos en esa época. Quizá tenga que ver con el aislamiento que había en la época, a causa de la dictadura, que tal vez hizo florecer una creatividad de no parecerse a nada. Incluso las bandas de rock post dictadura quisieron parecerse a la movida punk, pero la recibieron tan tarde que la procesaron de una forma muy particular
Los artistas con más discos incluidos (ya sea como solistas o con banda) son Jaime Roos, Hugo Fattoruso, Eduardo Mateo, Ruben Rada y Fernando Cabrera. ¿Se puede interpretar que para vos son los máximos exponentes de nuestra música?
Me faltaría nada más Zitarrosa, que tiene tres discos en el libro. Todos los que nombraste eran seguros para mí aunque Fattoruso me sorprendió cuando hice la cuenta final. No porque tuviera un mal concepto sino porque no lo hubiera nombrado inicialmente, pero luego me di cuenta de que Hugo estaba en todos lados, en los Shakers, Opa, en colaboraciones...
¿Te sentiste tentado de poner un nombre rimbombante al libro, como los de los "1001 Discos"?
Al contrario. Soy muy pudoroso. "111 Discos Uruguayos" es perfecto para lo que quería. No son 111 discos para escuchar antes de morir, pero me parece que si los escuchás te vas a enriquecer.
Por Martín Otheguy
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