La película Zanahoria comenzó a gestarse en la cabeza del director Enrique Buchichio hace diez años, cuando cayó en sus manos por casualidad un número del entonces flamante semanario Voces. En uno de sus artículos, los periodistas Alfredo García y Jorge Lauro narraban su increíble odisea en búsqueda de información exclusiva sobre la llamada Operación Zanahoria, prometida por un misterioso y paranoico informante.

Tras un proceso de gestación y maduración de varios años, el resultado de aquella lectura de Buchichio (director de El Cuarto de Leo, 2009) fue un thriller político que llegó a la cartelera montevideana de cines en una época especial. En él, la dictadura es el telón de fondo que deja expuestas con sutileza las historias personales de sus protagonistas y también los traumas sin resolver de una sociedad a punto de vivir un cambio histórico.

El informante (César Troncoso), un exmilitar que se contacta con los periodistas con la intención de revelar pruebas sobre crímenes de la dictadura hasta ahora nunca investigados, es el elemento de tensión que se va adueñando de la trama, exigiendo siempre una vuelta de rosca más a los periodistas en su búsqueda de la verdad.

Zanahoria es también una efectiva película de suspenso, en la que lo no dicho acecha desde las sombras para colarse en la historia, estirando los plazos de una agónica resolución. Está basada con bastante fidelidad en la historia real vivida por García (Abel Tripaldi) y Lauro (Martín Rodríguez) aunque la ficción agrega detalles, motivaciones e incluso un personaje que actúa como catalizador (el director del semanario Voces encarnado por Néstor Guzzini, papel que en la realidad corresponde al propio Alfredo García).

Sobre la mezcla de realidad y ficción en la película, las libertades creativas y la dictadura como personaje o metáfora siempre presente, conversamos con Enrique Buchichio.

¿Qué investigación hiciste para el caso, más allá de leer el artículo?

Tomé como base el artículo de Voces, usando como columna vertebral los eventos que ellos (Alfredo García y Jorge Lauro) vivieron y que contaron en la crónica. Hablé mucho con los dos para que me aportaran datos y sensaciones, detalles de la peripecia que no estaban necesariamente en la crónica. También leí mucho sobre el tema derechos humanos en general, desde informes de familiares hasta el de la Comisión para la Paz.

¿Eso fue para el armado del guion o para encontrar el tono a la historia?

Un poco de las dos cosas. Primero para saber más del tema en relación a lo que se conocía en el momento en que se produce la historia, lo que era público, ya que los hechos se dan en el 2004, cuando no se había avanzado oficialmente en el tema. Y otro poco para ver qué datos podía manejar en aquel contexto un tipo que decía ser exmilitar y miembro de Inteligencia del Ejército. Más allá de lo que él le dijo a ellos, incorporé en el guion muchos datos que podría manejar una persona por ese entonces.

¿Qué participación tuvieron Alfredo García y Jorge Lauro a la hora de crear los personajes que los representan?

Ninguna en realidad. Ellos fueron los modelos sobre los que diseñé los personajes en el guion y con los actores, pero sin objetivos de imitación. Mantuve sus nombres por un tema de autenticidad histórica y para darle el cariz de que fue una historia que sucedió y les pasó a ellos, pero más allá de eso los personajes como criaturas de ficción no son una réplica de los verdaderos Alfredo y Jorge.

¿No pensaste en la posibilidad de cambiar los nombres para tener una mayor libertad?

Sí, pero en la medida en que ellos estuvieran satisfechos con la visión, no tuvieran reparos con la versión de la historia, quise mantener los nombres, del mismo modo que tampoco cambian los nombres de algunos periodistas o de los candidatos presidenciales. Me tomé libertades con otros personajes, como el informante, pero en el caso de ellos creo que era importante dejarlos, aunque luego hubiera mucho de ficción, particularmente en lo que tiene que ver con las vidas privadas de los protagonistas.

¿Su situación personal en la película no está vinculada con la situación que vivían en ese momento?

Para nada. Lo único que tiene que ver es que esta travesía que vivieron, que fue de casi dos meses, les alteró por completo su rutina y su vida en el trabajo y en sus casas, pero los detalles de cómo se produjo esa alteración los inventé yo.

¿No sentiste la tentación de intentar ubicar al presunto informante de Voces para obtener más datos para la película o la creación de su personaje?

Me lo planteé y lo pensé tanto en la etapa de escritura del guion como de la investigación, pero decidí no hacerlo por varias razones. Primero, porque la historia la cuento desde el punto de vista de ellos y la visión que ellos ya me aportaban de este personaje era suficiente. Por otro lado, porque es un personaje que a diferencia de Alfredo y Jorge me sugería mucho más la posibilidad de reinventármelo yo. Era un personaje muy jugoso como para apegarse mucho a una imagen verdadera. Preferí tomar lo que sabía y sus motivaciones -que siguen siendo sospechosas y complejas-, y construir un personaje de ficción que ayudara a construir un thriller, que agregara al suspenso que crece en las idas y vueltas.

De todos modos, parece haber una cierta intención de generar empatía con ese personaje, al menos cuando la película se adentra en su situación.

No sé si es empatía. Lo que intenté hacer es humanizarlo, no hacer un personaje de una pieza, que tire solo información y que por momentos parece chanta, paranoico, oscuro. No quería que dejara de ser un humano con el que pudieran identificarse en algún punto los personajes. Sobre todo el personaje de Jorge, que crea un vínculo más personal, una especie de relación que va más allá de su rol como informante y que lo lleva incluso a compartir algunas experiencias personales. Eso le da un giro interesante a la historia y para ello había que humanizar al personaje de Walter.

¿En qué momento te diste cuenta de que la historia era un thriller y no un testimonio sobre un tema sensible como es el de los desaparecidos?

Creo que en el proceso entre la lectura y empezar a pensar en adaptarlo para el guion. La historia tal cual ellos la contaban ya era atractiva y era lo que me interesaba contar, esta travesía en la que se embarcaron con el desenlace que tiene. Que haya derivado en lo que derivó es lo que le hace atractiva de contar, lo que la convierte en un hecho narrativo interesante. De alguna manera, la historia me sugería hacerla en clave de thriller, porque se meten en un terreno complicado, donde hay mucho de paranoia y de revivir parte del clima que se vivía a fines de la dictadura, con la inminencia del triunfo de la izquierda en el 2004 y lo que podía repercutir en la interna militar. Eso me remitía un poco a lo que se podía sentir ante la reapertura democrática. Había un clima de incertidumbre que a algunos no les favorecía y eso me pedía un thriller.

¿La película funciona para vos a modo de metáfora de la situación de los desaparecidos en nuestro país, un tema que parece tener una resolución siempre pendiente?

Sin dudas. Creo que finalmente, si bien es parte del legado terrible de la dictadura el tema de los desaparecidos, el saber lo que pasó, que nos involucra a todos como sociedad (no solo a los familiares), me parecía que la historia y su desenlace tienen mucho que ver con este estado de cosas que tenemos, en cuanto a lo que todavía no se sabe. Era uno de los aspectos que me atraía de contar esta historia, que la búsqueda de información y la verdad está construida en base a episodios como este. Me lo decían los propios familiares de desaparecidos, que fueron algunas de las fuentes que consulté. Esto le pasó a periodistas y familiares en su necesidad imperiosa de tener datos sobre sus seres queridos.

¿Es casual que el estreno se haya dado en plena campaña política?

No fue casual, aunque sí se dieron los tiempos de producción como para que se produjera ahora el estreno. A mí me gustaba particularmente la idea de estrenar en el contexto de esta nueva campaña, diez años después. Me parecía que a la película le podía beneficiar el clima electoral que se está viviendo. No es que la película pretenda meterse en la agenda política sino aprovechar el contexto para revivir desde la ficción lo que fue aquella otra campaña diez años atrás.

Elenco

Walter - César Troncoso
Jorge - Martín Rodríguez
Alfredo - Abel Tripaldi
Osvaldo - Néstor Guzzini
Vicky - Victoria Césperes
Silvina - Mónica Navarro
Mario - Carlos Vallarino
Clara - Ana Rosa
Eduardo - Martín Pavlovsky

Equipo

Dirección y Guión Enrique Buchichio
Producción Natacha López
Producción Ejecutiva Natacha López, Guillermo Casanova, Hugo Castro Fau, Carolina Álvarez
Dirección de Fotografía Pablo Parra Montaje Guillermo Casanova
Dirección de Arte Daniel Fernández Vaga
Vestuario Ana Domínguez
Dirección de Sonido Hernán González, Román Impallomeni
Música original Mario Buchichio
Asistente de Dirección Diego Ferrando Mazzotti
Continuidad Fabiana Lujambio
Jefa de producción Dolores Zavalla Raquel Ferreiro
Jefe de Locaciones Rafael Orozco

Inspirado en una crónica periodística de Jorge Lauro y Alfredo García

El Director

Enrique Buchichio nació en Montevideo, Uruguay, en 1973. Periodista y crítico de cine desde 1994, en 2004 egresó como realizador de la Escuela de Cine del Uruguay (ECU). Ha dirigido dos cortometrajes (En la plaza, 2004; Noche fría, 2007). Su primer largo, El cuarto de Leo (2009), fue estrenado en el Festival Internacional de San Sebastián y ganó varios premios internacionales; en Uruguay fue elegida por la Asociación de Críticos de Cine y por el Instituto de Cine (ICAU) como la mejor película nacional estrenada en 2010. Su segundo largometraje, Zanahoria, tiene previsto su estreno para setiembre de 2014. Actualmente es Coordinador de la Escuela de Cine del Uruguay (ECU).

Filmografía del director: En la plaza (cortometraje, 2004), Noche fría (cortometraje, 2007), El cuarto de Leo (2009), Zanahoria (2014).