“Nunca vendí un vaso de cerveza. Siempre trabajé por vocación, por disfrute, como hobby. Fui un gran defensor del cervecero casero, que no es lo mismo que el cervecero artesanal”, dice Enrique Larnaudie. La diferencia, explica, es que uno vende, mientras que el otro la reparte entre sus amigos y familia. Por eso, cuenta, algunas personas le dicen que es un fundamentalista.

Cuando tenía 44 años Larnaudie enviudó: “Quedé solo con tres hijas y tuve que dedicarme exclusivamente a salir adelante”. En cuanto fueron creciendo encontró su espacio propio, uno en el que se podía esparcir libremente. En 2011 se vinculó a un club de cerveza, aprendió cómo hacerla, se entusiasmó, dio cursos gratuitos en su casa. Ese fue su primer encuentro con la malta; era su actividad “sagrada”.

Seis años después, en 2017, Larnaudie comenzó a prever su jubilación y, ya en esta nueva etapa, llegó un nuevo proyecto: los destilados. Primero comenzó a investigar sobre proyectos de whisky en Argentina. Entonces se propuso un desafío: si ya había hecho cerveza en su casa, ¿por qué no podía hacer whisky? Los expertos, recuerda, se reían. Pero él, que tiene cerca a una de sus hijas que es ingeniera química, tenía dónde respaldarse para iniciar su proyecto. Y así empezó.

Su primer producto fue el gin, que tiene un tiempo de producción de aproximadamente un mes. Al principio no se animó a probarlo: “Tenía miedo de quedarme ciego”. Larnaudie sostiene que en Uruguay “no hay cultura de destilación” porque “hasta el año 96 no hay antecedentes; no hay historia ni conocimiento”.

De a poco avanzó y desarrolló dos recetas de gin. Uno de ellos fue el gin Sacro, de renombre en el mercado uruguayo artesanal; el otro, Chamal, lo registró junto con su amigo Bruno Malacrida. Una vez más se ató a aquel deseo, ese que hace que lo llamen fundamentalista: no quiso comercializar sus bebidas.

Sin embargo, dice que tiene cuidado de no perderse, “porque hay muchos cantos de sirena” que se le acercan para hacerle propuestas. “Yo sé que este proceso funciona en esta escala. Capaz que tengo para cinco o 10 años más mejorando el producto. Lo tengo que hacer conocer y probar para llegar al nivel que me gustaría que tuviera”, señala.

Este 20 de mayo, el whisky Larnaudie formará parte de la segunda edición del Uruguay Whisky Day, que se celebra en el marco del Día Mundial del Whisky. Allí compartirá espacio con las “mejores marcas del mundo” y expertos podrán degustar.

Instagram, un canal de venta al por menor

Si bien sigue fiel a no comercializar su bebida, Larnaudie vende algunas botellas para dar a conocer su marca. El único canal de venta es a través de su cuenta de Instagram.

El whisky que hizo hace tres años recién está dando sus frutos. Cada tirada tiene, más o menos, unas 60 botellas. Entre las que regala y las quedan en su casa, puede vender unas 20 o 30, dice. Si bien su whisky ha llegado a manos de expertos, Larnaudie apunta a que cualquier persona pruebe su bebida. “La gente que no consume los whiskies caros se maravilla cuando prueba el mío; mi objetivo es que se pueda conocer para que la gente participe, conozca el producto, pero a volúmenes que pueda manejar”, sostiene.

De Uruguay pa’ todo el mundo

Al whisky Larnaudie lo vinieron a buscar a Uruguay. Está exhibido en el Museo del Whisky de Argentina, que según el libro Guiness es la colección privada más grande del mundo. El embajador del Museo, Juan Carlos Baucher, levantó la botella. “No lo puedo creer, me erizo hasta la nuca”, confiesa Larnaudie. Sus botellas viajaron a Japón, a Holanda, a Alemania. Los canales: las redes sociales y el boca a boca.

“Está interesante mover la cuestión porque, también, si aparecen más haciendo whisky, toda la movida se puede revitalizar y habrá más sinergia”, dice. Para él, sería lindo que más personas fabricaran la bebida, y aclara: de manera artesanal.