Son los presos políticos más atípicos que tuvo la última dictadura, y la mayoría de ellos guardó silencio durante más de 40 años. Hasta ahora. Más de 350 militares fueron recluidos por oponerse al proceso. Algunos resistieron pasivamente, otros tuvieron una participación más activa. Pero en todos los casos partían de la misma base: la fidelidad al juramento de "respetar y defender a la República, su honor, su Constitución, sus leyes y sus instituciones democráticas".

Varios oficiales y suboficiales estuvieron presos en condiciones indignas. Sus colegas de armas dispusieron que fueran tratados "como subversivos". Despojados de sus cargos, estuvieron entre los últimos presos políticos en salir de la cárcel y debieron esperar más de 20 años para que el Estado los rehabilitara e indemnizara por la persecución sufrida.

Sobre ellos versa el nuevo libro del periodista Miguel Aguirre Bayley, publicado por Ediciones de la Banda Oriental y que fuera presentado durante la tarde del lunes en la Fundación Fucac, con la presencia de dos de los protagonistas que aportan su testimonio en el texto: los generales retirados Pedro Aguerre y Edison Arrarte.


El periodista Miguel Aguirre Bayley

Durante el evento, el autor manifestó su reconocimiento "a aquellos militares antigolpistas que pusieron su pellejo junto a sus ideas, y que por ser leales a su juramento de fidelidad, de defender la constitución las leyes y el sistema democrático republicano, sufrieron persecución, cárcel y tortura".

Posteriormente, llamó la atención sobre un detalle revelador acerca de las "crueles ironías de la historia" que suceden a veces en la vida política de los países.

"En el año 1959, egresó de la Escuela Militar la promoción ‘Grito de Asencio', que tuvo posteriormente a los más connotados torturadores, pero también el mayor número de militares presos, torturados y con pérdida de grado", recuerda Aguirre Bayley.

"El hecho anecdótico es el siguiente: quien tomó juramento a los egresados de ese año 1959 fue presidente del Consejo Nacional de Gobierno por el Partido Nacional, el doctor Martín Recaredo Echegoyen. La ironía, la felonía golpista a través de la historia dice que los que juraron ese día sufrieron cárcel, tortura y todo lo que sabemos. Y quien tomó el juramento, que había sido elegido democráticamente por voto popular, fue el primer civil en presidir el Consejo de Estado de la dictadura", relató.

Asimismo, el autor recordó que "la dictadura no fue sólo militar, sino civil militar, porque hubo muchos civiles que fueron funcionales a la dictadura, y desde los cargos que ocuparon pretendieron legitimarla. No todos los militares fueron golpistas, porque hubo militares dignos que dijeron ‘No' al golpe", refirió.

Sin embargo, y para desgracia del país, "también hubo muchos, muchísimos civiles que fueron golpistas como los militares. Unos y otros actuaron de consuno para concretar una de las crueldades más grandes que haya vivido nuestro país".

Para Aguirre Bayley, "estos nobles militares que fueron leales a su juramento, que sufrieron lo que sufrieron, son los que hoy a través de su actitud valiente y comprometida, están escribiendo una de las páginas más hermosas que haya vivido el país, en cuanto al coraje y la resistencia ante los gobiernos y regímenes impuestos por la fuerza de las bayonetas", concluyó.

"Clemencia para los vencidos"

Posteriormente hizo uso de la palabra el General retirado Edison Arrate, quien fuera encarcelado por no "bailar la música" que hacían sonar los militares alzados contra las instituciones.

"Yo pasé a ser un reo que merecía cárcel cuando dije que la tortura humilla y ultraja la condición humana. Se lo dije a los llamados Tribunales de Honor, que ahora ya sé que son tribunales políticos, que actúan por convicción", narró el militar, que en aquellos tiempos era un joven capitán.

En su testimonio, Arrarte explica que debió comparecer ante el tribunal "por impedir que se siguiera torturando a un joven preso que estaba en el cuartel". En su defensa apeló a la cita artiguista "Clemencia para los vencidos", dado que "eso fue lo que aprendimos desde niños, cuando estudiábamos Historia patria en los libros de H.D. (Hermano Damasceno). Eso es lo que se necesitaba y no se entendió".

Por el contrario, el tribunal entendió que Arrarte "debía estar de acuerdo con el subversivo y lo había tomado bajo su protección. Así funcionaba el Tribunal de Honor", que lo degradó y encarceló.

Al igual que el autor del libro, Arrarte enfatiza que "no todo el Ejército, ni toda la Armada o la Fuerza Aérea llevaron adelante la represión contra el pueblo", y recordó algunos casos conocidos por la opinión pública, como la ocupación de la Ciudad Vieja por parte del vicealmirante Juan J. Zorrilla, en un intento de evitar el avasallamiento de la democracia.


General retirado Edison Arrarte

"Fueron dados de baja decenas y decenas de efectivos del personal subalterno. Soldados cabos, sargentos, suboficiales, que también tenían un punto de vista diferente al de la dictadura y decidieron no apoyarla. A esta gente, a esos compañeros, el doctor Lacalle los volvió a retiro en el 1991". Esa reparación se enmarcó en un largo proceso que comenzó paulatinamente con retorno a la democracia y se prolongó hasta el año 2006.

En opinión de Arrarte, los militares en desacuerdo con el golpe de estado eran más que sus perpetradores o valedores, pero estaban intimidados por el desequilibrio de fuerzas existentes entre unos y otros, debido a los rangos que poseían.

Posteriormente, se congratuló de la aparición del libro, donde se ofrece su testimonio y el de otros compañeros de armas.

"Yo tenía una necesidad enorme de que este material apareciera, para que mis descendientes, nietos y bisnietos, sepan que su pariente no tuvo un sólo segundo que ver con en una lagrima, un 'ay' de dolor o un instante de sufrimiento de ningún habitante de este país".

Finalmente, el general retirado abogó por buscar una forma de que los militares y la sociedad civil estén más próximos y se conozcan mejor, subrayando que "las actuales generaciones de militares no son responsables por lo ocurrido en dictadura, nada tienen que ver".


En nombre de todos

El cierre de la oratoria estuvo a cargo del también general retirado Pedro Aguerre Albano, quien en el año 2012 publicara su propio libro sobre el tema: "Hermano, trabajaremos de presos. El coronel Pedro Montañez y la Corriente 1815".

Aguerre se expresó "en nombre de todos los oficiales y el personal de tropa que se jugaron por mantener las instituciones" ante la amenaza del golpe de estado.

"Fue una carrera larga", recuerda el militar, nacido en 1927, señalando que la resistencia comenzó para algunos en 1964, "viendo el avance de las ideas golpistas y la influencia de los yanquis sobre el destino de nuestra democracia".

Luego, y citando al ya mencionado Pedro Montañez, señaló la necesidad de considerar como obligación de todo oficial "lo mismo que se exige al simple soldado cuando se hace cargo del puesto de centinela: el puesto se defiende a fuego y bayoneta hasta perder la vida".

"No comprendo entonces cómo unos militares traicionaron su palabra y a la historia del Ejército Artiguista", lamentó.


General retirado Pedro Aguerre Albano

Asimismo, recordó la valiente actitud de civiles antigolpistas, y puso como ejemplo al abogado Héctor Clavijo, que no dudó en plantase firme para hacer valer los derechos de un preso político.

En su testimonio, Aguerre recuerda que el doctor Clavijo se presentó en el presidio para solicitar que permitieran al prisionero salir para concurrir al velorio de su madre, lo que le fue negado.

El legista insistió y permaneció, y cuando le pidieron que se marchara porque iban a cerrar las puertas, respondió: "Vine a pedir lo que corresponde: cierre nomás que yo me quedo". Gracias a esa tozudez, el presidiario pudo al menos asistir al entierro.

"Todos fuimos uno: oficiales generales y soldados, apoyando a las instituciones", dijo Aguerre, recordando que en la Ley de Instrucción Militar 9943 "están los principios: defensa del territorio, de las instituciones y del bienestar de los habitantes del país", concluyó.

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