Llega la decimocuarta entrega de En la Cresta de la Ola y salimos con Julián Schweizer y compañía a buscar una ola con un mar mediano de verano que golpea la costa de Rocha. Que, a medida que llegamos a su final, el Atlántico Sur comienza a bombear cada vez más y mejores swells.
Así es como nuestro protagonista nos cuenta el plan de la jornada antes de salir temprano a surfear una ola de la casa, en una playa perdida en los alrededores de La Paloma. Allí nos cuentan que, para un surfista, no hay nada mejor que llegar a un pico vacío en el que las condiciones del mar y el viento estén ideales para surfear unas olas divertidas entre amigos frente a una playa en la que solo se divisa arena entre la orilla y la vegetación del fondo.
“Tá’ lleeeeno de gente”, ironiza Julián al mostrar la playa antes de tomar su Twin Fin y lanzarse a unas olas idílicas, que incluso bromean con Gaby, una de sus amigas surfistas para bautizar el “pico” o lugar donde rompen las olas.
El hecho es que el grupo se manda a surfear A Frames, es decir, olas que rompen de forma limpia con hombros o paredes tanto hacia la derecha como la izquierda, dando distintas opciones al surfista, quien debe actuar rápidamente y tomar decisiones en momentos clave para entrar en los famosos tubos que varias de estas olas formaban esa mañana.
Luego de varios palos, shampoositos y una buena dosis de tubos, Julián y sus amigos se retiran a descansar antes de partir hacia Punta del Diablo, al este del departamento de Rocha. En un ratito, el crew logra meter todo dentro del motorhome y partir a buscar una nueva sesión vespertina.
En el camino, pasamos a través de los pueblos costeños del departamento donde “nace el sol” de la patria uruguaya. Paramos en pueblos de camaroneros. En un rancherío cerca de Barra de Valizas, el grupo le compró unos camarones a Marcel antes de seguir el camino.
Las horas pasan y vemos llegar a Julián y sus amigos al deseado balneario del diablo a ver las condiciones en Playa Grande —la favorita de Julián—, el viento y el mar empeoraron las olas que allí rompían. “Falso surfing”, dice Julián a su cámara. Es así como el grupo se retira a descansar a la suite de Villa Juana, donde una picada, un asado y las copas de vino esperan al grupo para prepararse a una nueva búsqueda de olas a la mañana siguiente.
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