Por Lorena Zeballos
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¿Es posible salir adelante cuando todo está configurado para que no lo puedas lograr? Lucy es una adolescente fanática de Madonna que se gana la vida repartiendo estampitas en los ómnibus de Buenos Aires. A través de su mirada, desgarradora pero a la vez optimista, uno se pregunta: si Lucy puede, ¿por qué yo no voy a poder?
Hace 24 años, Emilia Mazer se metía por primera vez en la piel de Lucy. Hoy se duplica la edad, entre medio aparecieron las redes sociales, Argentina vivió altos muy altos y bajos muy bajos, que la llevaron a irse lejos. Con Lucy a cuestas. Volvió y estuvo segura de que su refugio espiritual podía ser el refugio de otros muchos y se puso a dar clases de teatro. Y Lucy la siguió acompañando. Porque si Lucy puede, ¿Por qué Emilia no va a poder?
Sí, pasaron 24 años. Emilia creció, Madonna casi pisa los 60 y Lucy sigue siendo una adolescente. Pero ya no es la adolescente de hace 24 años. Eso sí, nunca perderá su esencia: cuando todo parezca no tener solución, hay que cantar.
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Llevás más de 20 años haciendo esta obra, con períodos largos dejando "descansar" al personaje. ¿Cómo evolucionó la Lucy de 1994 a la Lucy de 2018?
La hice en 1994, después, cerca del 2001, la adapté para hacer en España cuando me fui en la debacle económica en Argentina. Hace cinco años la volví a hacer, la solté y ahora la volví a tomar en marzo. Cada vez que lo agarro, no es el mismo espectáculo, aunque la estructura y la vida de Lucy es la misma, me encontré con que el material de aquella época quedaba "light", aun teniendo una profundidad muy grande en el texto. Ella de alguna manera es hija de esa generación que en los noventa creyó que podía cumplir el sueño estrambótico de pertenecer al primer mundo y se resquebrajó en el 2001, y cayó a la realidad. Ella es hija de esa clase media desvencijada, criada en los márgenes geográficos de Buenos Aires, atravesada por divorcio, abuso, violencia y terminó criándose sola y necesitando identificarse con un modelo que le dé una respuesta de quién es ella. Una chica argentina buscando su identidad. Eso es lo que continúa de Lucy desde el 94 hasta ahora. Lo que pasa es que ahora tuve que agregarle las redes sociales, se cambió la subjetividad con respecto a hechos históricos. La Lucy de ahora narra hechos históricos contados por sus padres, pero yo, como actriz que adaptó el texto, viví como protagonista esa historia.
¿Pensabas que iba a dar tanto de sí la obra?
En algún momento después que estrené la obra en el 94 vino Madonna a Argentina a hacer de Evita Perón. Algo que era impensable. Y era impensable que a día de hoy siga siendo un fenómeno en constante transformación, también respecto a su imagen y a su música. Si me decías en los 90 "Vas a seguir haciendo esto durante veinte años", no te creía. Es más, te diría que afirmé en alguna nota que yo no quería hacer un unipersonal durante 20 años. Obviamente hice muchas otras obras y proyectos, pero no puedo soltar a Lucy. O Lucy no me suelta a mí. Me encontré, volviendo sobre el texto, con que el contexto histórico, político y social de mi país de este momento y lo que ha pasado con la mujer en estos años, que a esta adolescente le preocupaban, hacen a la obra más cruentamente actual.
¿La Lucy de 2018 es una mujer empoderada? ¿Es una chica de la ola feminista que sale a la calle a decir ‘basta’?
Ella habla de cosas de su madre, de la mujer de su padre, de la visión de Madonna ante la vida, que una vez fue una bomba sexual y ahora es madre de una familia multicultural y activista de los derechos humanos... Toda la parte de lucha social de Madonna, que fue creciendo en estos años, también fue parte de una transformación paralela al espectáculo. Madonna es una mujer que supo construir el futuro que quiso, Lucy todavía no sabe si ella va a poder, pero sabe que quiere hacer algo por la desigualdad que ve a través de la ventana del bus repartiendo estampitas de San Cayetano.
La Lucy de hace 20 años no repartía estampitas...
No. Lo de las estampitas lo agregué en el 2001. Hoy es tremendamente actual [Risas]. Hace falta para encontrar el humor, un humor muy duro. Una mirada sarcástica y sínica pero optimista, para encontrar una salida. Por eso me parece vital seguir haciendo la obra. Simone de Beauvoir decía "Donde no existe la libertad, tiene sentido hablar de la libertad". Y por eso tiene sentido que Lucy, que vivió tantas situaciones de desigualdad y violencia, le busque la salida. Su salida es a través de la música y yo puedo decir, a mis 50 años, que el arte ha sido mi salida y mi refugio espiritual.
¿Tuviste una aproximación real a "Lucy", a ese encontrar refugio en el arte?
Hace muchos años fui con Maxi Ghione a la cárcel de Campana, él tenía un grupo de teatro. Ahí viví una de las experiencias más movilizadoras de mi vida. Le di clases a un grupo de quince personas privadas de libertad y después comimos juntos. Hicimos un asado. Dimos una clase de tres horas, no me importaba quién había robado, quién había matado... En esas tres horas ver lo que les pasó a esos hombres haciendo un ratito de teatro a mí me dio la sensación profunda de que el arte puede transformar todo: la soledad, la violencia, el desamor...
¿Lo ves también en tus clases de teatro fuera de un contexto crítico?
Doy clases y noto, especialmente este año que está siendo muy inestable y nos dan un cachetazo detrás de otro, la gente está desganada. Dejan de venir. De las cuatro clases que tienen en el mes, vienen a dos. Una vez que se copan con una escena y logran algo, lo sueltan por dos o tres semanas... Entonces todo el tiempo tengo que transmitir el "hacer" de la actuación pero sobre todo qué nos da el poder aferrarnos a un refugio espiritual. Para mí el teatro es un refugio espiritual, para Lucy es la música. En estos tiempos llenos de "nada", cuando las cosas peores no pasaron pero tenemos miedo de que ocurra, nos recluimos, pero es cuando más tenemos que confiar en aferrarnos a algo que le dé sentido a nuestra vida. A mí me pasa con Buscando a Madonna, que desde la voz de Lucy muestro el horror en toda su crudeza, pero en el golpe bajo, Lucy se pone a bailar. Conecta a través del arte con esas emociones que exceden a la razón. Lucy transmite ganas de vivir.
Vos das un poquito desde el escenario pero el espectador es el que se encarga de hacer suya la obra...
Eso es exactamente el teatro. Uno puede armar una increíble obra, podés leer grandes guiones, pero el hecho teatral se completa en el hacer. Se completa con la observación del espectador. Cuando salgo de la sala, saludo a cada uno de los espectadores y recibo una energía muy fuerte. Una emite un mensaje, pero la gente lo descifra y te lo devuelve en sus propias palabras. Ahí se completa el hecho. Eso es lo que me hace estar atada a este personaje, dejarlo por épocas pero siempre volverla a hacer.
Emilia Mazer dirige y protagoniza Buscando a Madonna, que llega este viernes 17 de agosto, a las 20 horas, al teatro El Galpón. Sorteamos entradas.
Montevideo Portal | Lorena Zeballos
Por Lorena Zeballos
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