Por The New York Times | Marisa Meltzer
Se vale decir que, como nación, nuestro estilo en conjunto está en un estado de desagregación. Yo culpo a la pandemia, nuestros cuerpos cambiantes y habilidades sociales atrofiadas, aunque estas solo son teorías provisionales que llevan a más preguntas.
¿Acaso las viejas reglas del vestir que antes seguíamos son pertinentes en un mundo en que la gente ya no tiene que trabajar en oficinas pero a veces sí se reúne para ir por un trago en las noches? ¿De verdad podría yo ser una de esas personas que usan camisas de vaqueros en la primera cita? ¿Un vestido recto en satén rojo de Versace es “demasiado” para beber un negroni en la terraza de una cafetería un miércoles por la tarde?
“El resurgimiento de la ropa retro se debe en parte a nuestra ansia colectiva de que los demás se fijen otra vez en nosotros luego de sentirnos invisibles durante tanto tiempo”, comentó Kat Henning, de 34 años, diseñadora independiente de zapatos y artículos para el hogar que vive en Brooklyn.
Y ahora que regresamos temerosamente a algo parecido a la normalidad e intentamos discernir qué nos acomoda (en la moda y en la vida), la ropa vintage puede ser una manera divertida de experimentar sin gastar tanto dinero (además de que demuestra nuestra preocupación por la sustentabilidad).
“En la pandemia hubo muchas personas que estuvieron limpiando sus clósets”, dijo Liana Satenstein, articulista sénior de noticias de moda en Vogue que se llama a sí misma Schmatta Shrink. También tiene una serie en Instagram llamada Neverworns (“nunca usados”, en español), en la que da consejos a sus seguidores para que encuentren prendas en sus armarios que suelen pasar por alto, y luego los exhorta a donar o vender lo que ya no les gusta. “Querían deshacerse de cosas y los comerciantes de ropa vintage tuvieron un influjo de prendas”, afirmó.
Satenstein, de 32 años, es una gran admiradora de la ropa vintage bien escogida, y hace poco derrochó en James Veloria, una tienda en el barrio Chinatown de Manhattan que vende ropa de diseñador usada. “Me compré unos tacones superaltos con estampado de chita de la marca Plein Sud”, dijo. “Quiero verme como la esposa guapa de un oligarca. Cualquier cosa con estampado de animal o un delicioso y psicótico color neón”.
O, en otras palabras: “La gente está lista para dejar de usar vestidos holgados y empezar a ir de fiesta”, comentó Blythe Marks, de 26 años, comerciante de ropa retro en Los Ángeles y anfitriona de exposiciones comerciales en línea de ropa vintage.
El placer de lo excéntrico
El gusto por la ropa retro va y viene, pero luego de muchos años en los que el último grito de la moda ha sido la ropa anodina y con una sencillez agresiva, hay un cierto placer en las anárquicas excentricidades de los objetos usados e individualistas: bisutería ostentosa, pantalones de lana de diseñadores italianos desconocidos o mascadas Hermès un poco desgastadas.
Sin duda comprar ropa vintage en línea nunca había sido tan accesible, gracias a sitios como eBay, Poshmark y Depop, que hace poco fue adquirido por Etsy supuestamente por 1620 millones de dólares. Las personas nacidas en los años 2000 pueden lucir los pantalones de mezclilla de tiro corto o los vestidos de punto que se usaban décadas antes de que ellos nacieran, sin importar dónde vivan, y resistir la tentación de la moda rápida.
Pero comprar ropa usada buena se presta mucho para las tiendas que de verdad puedes visitar. “Hay un efecto búmeran en el hecho de que la venta de ropa vintage se hacía mucho en línea y luego regresó a las experiencias presenciales que la gente ansiaba”, dijo Marks. “Mi amiga Jeanna de Swanee Grace tiene un estudio de ropa vintage en su casa de Staten Island. Puedes tomarte una copa de vino y hablar de ropa toda la tarde”.
Ha habido una proliferación de tiendas nuevas en Nueva York durante los últimos años. “Antes que nada somos una experiencia presencial, y la gente tiene ganas de eso”, opinó Kathleen Sorbara, dueña de Chickee’s Vintage en la sección Williamsburg de Brooklyn. Como la mayoría de las tiendas físicas de ropa retro, también vende a través de su página y redes sociales.
Para una entrevista reciente, Sorbara lucía un vestido retro de día Rodier y tenis grises New Balance 990. “Todos operamos mejor en persona, y el comercio de ropa vintage también”, sostuvo.
Sorbara no son solo se refería a las irregularidades de talla o el estado de la ropa —aunque sí son razones de peso—, sino también a un ambiente de compras realzado por el entusiasmo de una amiga o un desconocido o una vendedora con estilo que puede animarte a comprar tu primer par de tacones Maud Frizon.
Cuando Leisure Centre, una pequeña tienda de ropa retro en la calle Hester del Lower East Side, abrió sus puertas en marzo, era una tienda temporal. “Se suponía que íbamos a estar aquí tres meses”, dijo Bijan Shahvali, propietario de la tienda con Frank Carson. El éxito de la tienda era considerable, según los propietarios, y el tipo de artículos efímeros que se venden —camisetas de Chemical Brothers con bordes contrastantes, tazas de Dean & DeLuca, camisas de mezclilla de APC de los noventa— estaban muy solicitados. Decidieron que Leisure Centre sería algo permanente. Compradores en Leisure Centre, una tienda de ropa vintage de Nueva York, el 4 de septiembre de 2021. (Dolly Faibyshev/The New York Times). Compradoras en Chickee’s Vintage, una tienda de ropa vintage de Nueva York, el 29 de agosto de 2021. (Dolly Faibyshev/The New York Times).
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