Por The New York Times | Veronique Greenwood
Hay pocos placeres que se puedan comparar con una bebida refrescante en un día de calor abrumador. Mientras un vaso de agua o algún otro néctar pasa por tu tracto digestivo, tu cerebro lo sigue, pero, ¿cómo lo hace? Desde hace tiempo los científicos han sabido que la sed es controlada por neuronas que mandan una alerta para dejar de tomar cuando se ha bebido la cantidad adecuada de líquido. Pero lo que hace que las neuronas digan que es “suficiente” sigue siendo un misterio.
En un estudio anterior, un equipo de investigadores encontró que el acto mismo de beber cualquier líquido —lo que sea: desde agua hasta aceite— es suficiente para provocar un corte temporal de la sed. Pero ellos sabían que sorber no era la única fuente de satisfacción. Había señales, procedentes de un lugar más recóndito del cuerpo, que apagaban la sed.
En un artículo publicado el miércoles en la revista Nature, científicos del mismo laboratorio informan de que han seguido las señales, a través de uno de los nervios más importantes del cuerpo, hasta el intestino y, finalmente, hasta un lugar inesperado para este desencadenante: un conjunto de pequeñas venas en el hígado.
El movimiento de tragar quizá sea una forma rápida de que el cuerpo controle la ingesta de líquidos. Pero lo que hayas tragado llegará rápidamente al estómago, y al intestino, y entonces su identidad quedará clara para tu cuerpo como algo que puede satisfacer la necesidad de hidratación del organismo, o no. El agua cambia la concentración de nutrientes en la sangre, y los investigadores creen que este es el activador de la verdadera saciedad.
“Hay un mecanismo para asegurarnos de que lo que estás bebiendo es agua y no otra cosa”, dijo Yuki Oka, profesor del Instituto de Tecnología de California y autor de ambos estudios. Para descubrir dónde percibe el cuerpo los cambios en la concentración de la sangre, Oka y sus colegas introdujeron primero agua en los intestinos de los ratones y observaron el comportamiento de los nervios que conectan el cerebro con la zona intestinal, lo cual se cree que funciona de forma similar en los humanos. Uno de los principales nervios, el nervio vago, fue el que se activó más rápido con la llegada del agua a los intestinos, lo que sugiere que esta es la ruta de la información en su camino hacia el cerebro.
A continuación, los investigadores fueron cortando una a una las conexiones del nervio con diferentes regiones del sistema digestivo. Para su sorpresa, nada cambió cuando cortaron el contacto con los intestinos.
En cambio, cuando se seccionaron las venas portas del hígado —vasos que transportan la sangre desde los alrededores del intestino hasta dicho órgano filtrante— los mensajes al cerebro se silenciaron.
Estas venas transportan nutrientes y fluidos al hígado, por lo que es plausible que sean un centro de control de la sed, explicó Oka. Sin embargo, el equipo descubrió que no bastaba con hacer pasar agua por las venas portas para que el nervio se activara. La llegada del agua tenía que desencadenar otra parte del sistema de hidratación del cuerpo, el cual realiza algo, de una manera redundante y bastante compleja y que en teoría podría ser hecho de un modo más simple (como una máquina de Rube Goldberg).
Los investigadores lo relacionaron con una hormona llamada péptido intestinal vasoactivo, o VIP, por su sigla en inglés. Cuando el agua llega a las venas portas, los niveles de VIP aumentan, y es el VIP, y no el agua en sí, lo que hace que el nervio vago se active, alertando al cerebro.
Esto es muy intrigante, pero los científicos no saben cómo es que el agua provoca esta reacción. Esperan poder seguir las señales e identificar con precisión qué células y moléculas conectan estas sencillas venas y el péptido con el acrónimo que lo hace parecer tan especial.
“Ese es el aspecto más importante y estamos en condiciones de resolverlo a continuación”, comentó Oka.
Y es probable que todavía haya muchas más cosas por aprender. Aunque el VIP hace que el nervio vago se ponga en marcha, la señal no es tan fuerte como los investigadores esperarían si es que funciona solo. El agua es tan importante para el funcionamiento del organismo que Oka y su equipo creen que es muy probable que nuestros cerebros tengan múltiples y redundantes formas de controlarla. Con cada vaso de agua que bebes, ejercitas ese sistema. Los científicos han informado de que han seguido las señales del cerebro que apagan la sed por el cuello hasta el intestino para llegar a un punto sorprendente. (Christopher Smith/The New York Times)