Por The New York Times | Reyhan Harmanci
Un martes de principios de octubre, alrededor de las 5 de la tarde, Robb Loeb estaba con su mujer, Jenn, en su casa de Atlanta colgando una estantería. O más bien, intentando colgarla.
Según cuenta Jenn Loeb, su esposo estaba utilizando un nivelador que tenía polvo, lo que oscurecía el nivel real y hacía que la estantería estuviera torcida en la pared.
Según Robb Loeb, había medido mal la longitud de la madera, lo que hizo que esta colgara torcida.
Ambos sí coinciden en lo que ocurrió después: Jenn Loeb, que dijo ser “una persona directa”, señaló el problema. Robb Loeb, que se describe como una “persona sensible y reactiva”, se ofendió de inmediato, e interpretó su crítica como un ataque personal.
Se enfadaron y ya no quisieron estar en la misma habitación. Cada uno se fue a un cuarto diferente y empezaron a escribir en sus teléfonos.
“Te tomas cada cosa que digo como insulto”, escribió Jenn Loeb, de 37 años.
“Tal vez deberías investigar por qué”, respondió Robb Loeb, de 36 años.
En un movimiento que puede sonarles conocido a muchos, pasaron a invocar a sus terapeutas.
“Desde que nos conocemos, has visto a un terapeuta, una vez”, escribió.
“Y, sin embargo, sigues reaccionando a todo”, respondió ella.
“Así que hay uno de nosotros que no quiere esforzarse”, respondió él.
“Fui a múltiples citas. No fue solo una vez. He estado trabajando en mí toda mi vida, hombre”, escribió.
“Hombre”. Hombre.
Los Loeb estaban participando en un ritual conocido por casi todo el mundo en cualquier tipo de relación en 2022: la pelea por mensajes de texto.
Las peleas por mensajes de texto pueden ser divertidas. Cuando Tricia Ziebarth, de 54 años y residente en Hudson, Wisconsin, se peleó con su hijo adolescente, este le respondió accidentalmente “muy bien, amor, tú ganas” en lugar de “muy bien, tú ganas”, admitiendo así que amaba a su madre, el colmo de la humillación adolescente. También son un buen material para los videos de humor en línea.
Discutir a través de un mensaje de texto puede ser práctico, para evitar gritar delante de los niños, o delante del Servicio Secreto. (Jill Biden admitió hace poco —en serio— que en ocasiones se peleaba por mensajes de texto con su marido cuando era vicepresidente).
Estas peleas también pueden ser desgarradoras, como me contaron varias personas que informaron que su cónyuge o familiar había puesto fin a su matrimonio por medio de mensajes de texto.
Pueden convertirse en un arma, como en el caso de las “amas de casa reales” de Bravo, que ahora aparecen de manera regular en las reuniones con carpetas en las que guardan impresiones de peleas de texto, también conocidas como “los recibos”.
El “fexting"2 también mantiene ocupados a terapeutas y abogados de divorcios.
“Surge mucho en mi práctica”, aseguró Laura Wasser, abogada de derecho de familia con sede en Los Ángeles que ha representado a Kim Kardashian, Britney Spears y a muchas otras figuras conocidas. “Recibimos hojas y hojas de impresiones de mensajes de texto, que pueden llegar a ser una gran prueba para el juez”.
¿Qué tan poderosa es esa clase de evidencia?
“Es...”, Wasser hizo una breve pausa, casi como si estuviera recordando algo concreto, “poderosa”.
Fotos, amenazas, admisiones desaconsejables, publicaciones erráticas en las redes sociales, todo ello puede contradecir la visión abotargada de un ciudadano íntegro que se presenta en un tribunal.
“Ahora el juez está viendo cómo se comunica realmente la persona”, señaló. “Esa es su verdadera personalidad”.
El formato en efecto tiene sus detractores. Según Debra Macleod, mediadora matrimonial con sede en Calgary, Canadá, los mensajes de texto son “la peor forma de comunicación que ha inventado la especie humana”. En su consulta, ve a parejas que imprimen cientos de páginas de mensajes, esperando que ella los lea. Para evitar las peleas por mensajes de texto, Wasser aboga por utilizar un portal especial, de lugares como Divorce.com, un servicio de divorcio en línea con el que trabaja, o WeParent. Esos sitios pueden transmitir los mensajes entre los ex que tienen que ejercer la copaternidad, por ejemplo. Wasser afirma que una plataforma de comunicación más formalizada, que más tarde podría ver un juez, a menudo “impide que la gente se vuelva loca”.
Sin embargo, para algunas personas, como los Loeb, no hay otra manera de pelear que en un mensaje de texto. La pareja se conoció en Match.com y pasó una semana enviando mensajes de texto antes de conocerse, sentando las bases de su relación desde las palabras.
Antes de la pandemia, sus horarios no solían coincidir, lo que significaba que uno de ellos llegaba a casa mientras el otro empezaba a trabajar. Pero ahora, ambos trabajan en casa como consultores en diferentes empresas de contabilidad. Este acuerdo podría haber dado lugar a más peleas en la vida real, pero no es así: cuando empiezan a discutir, se retiran de inmediato a espacios separados para discutir con su celular.
“Nuestras peleas empiezan como las de la gente normal: uno de nosotros alza la voz o grita y, normalmente, uno de los dos se marcha. Es entonces cuando empieza la discusión por mensajes de texto”, explicó Robb Loeb. “Nos ha funcionado bien porque el mensaje de texto impide hablar por encima del otro. Puedes leer completamente lo que el otro ha dicho antes de responder”.
Jenn Loeb, en otra entrevista, coincidió.
“Tuvimos algunas peleas bastante grandes en persona antes de pasar al mensaje de texto”, afirmó. “Los gritos son detonantes fuertes para mí, y también para Robb”. A través del mensaje de texto, hay “más espacio y tiempo” para explicar un malentendido. La disputa de los Loeb terminó de modo productivo. Robb Loeb, crucialmente, usó la frase “tenías razón” con su esposa. Ella también se retractó, y señaló que la habitación, en general, quedaba bien con la estantería. Y entonces llegó la oferta de paz.
“¿Preferirías pasar la próxima hora limpiando o dando un paseo de olores?”, preguntó él, refiriéndose a los perros que olfatean cuando pasean en el parque. “O las dos cosas”.
“Pasear”, respondió ella.
Y así lo hicieron. Las discusiones por mensaje de texto pueden ser prácticas, para evitar gritar delante de los niños, pero también pueden ser desgarradoras. (Shuhua Xiong/The New York Times)