“Yo no tendría que estar acá ahora, no porque tendría que estar en otro lugar o haciendo otra cosa; yo no tendría que estar vivo, de ninguna manera”, dice, una vez más, Fernando Nando Parrado en la sala principal del Museo de Arte Contemporaneo Atchugarry (MACA). A su derecha está Agustín Pardella, quien lo encarnó en La sociedad de la nieve; los acompañanan, también, el artista y anfitrión de la velada, Pablo Atchugarry, y Pablo Vierci, productor asociado de la película y escritor del libro que lleva el mismo nombre.
Todavía no cayó el sol en Maldonado. Algunas personas siguen en la playa como si el viento no estuviera fuerte, otras caminan por los recovecos verdosos de La Barra. Pasando Manantiales, sobre la rotonda de la ruta 10 y la 104, algunos autos se dirigen al lado contrario al mar. Entre el camino asfaltado, rodeado de árboles, chacras, barrios privados y curvas está el MACA. Afuera hay autos, caminos y esculturas del artista uruguayo que le da nombre al predio; adentro más obras y curiosos.
Para llegar a la sala principal, la misma en la que Parrado, Pardella, Atchugarry y Vierci rememoran el paso del tiempo desde 1972 hasta las nominaciones de La sociedad de la nieve a los premios Óscar, primero hay que atravesar arte: un predio de arena, como si fueran pequeños castillos armados por niños pero lejos del agua salada, como si fuera una fragmentación perfecta, del danés Adam Jeppesen. Y cuadros y puertas y caminos y obras.
Hasta que, de repente, el techo curvo de madera, que diseñó Carlos Ott, se apodera del espacio. Hay una pantalla de cine, hay sillas de madera y otras de plástico, hay personas, hay reencuentros. Algunos, dicen, vieron ¡Viven!; otros leyeron La socidad de la nieve; otros se corren más atrás, porque ya vieron la película y saben que van a llorar.
Hay, también, desperfectos técnicos y la sala se vuelve oscura por unos minutos, como si esta historia, sin razón, preparara al espectador para lo que va a venir.
La idea de que La sociedad de la nieve se proyecte en el MACA, dijo Pablo Atchugarry, surgió de Parrado. Una idea más de las tantas del sobreviviente del accidente en el que un avión de la Fuerza Aérea Uruguaya se estrelló con la cordillera de Los Andes. Ese accidente que para algunos, como dice la película, fue un milagro, pero también una tragedia.
Una historia “coral”
La historia de lo que suecedió en los Andes parecería ser universal, atrae a personas de varios lugares del mundo. Algunas se acercan a sus protagonistas, otras al lugar del accidente, otras la escriben, la dirigen, la actúan. Hay libros, películas, charlas, testimonios, visiones. Hay quienes se acuerdan de la noticia y su desarrollo: cuándo cayó el avión, cuándo volvieron, qué dijeron en la conferencia de prensa que tuvo lugar el 28 de diciembre del 72 en el gimnasio del colegio Stella Maris.
De todos modos, Vierci, en diálogo con Montevideo Portal, insiste: “Ninguna obra reemplaza ni sistuye a las anteriores. Es una sumatoria”. Y entre todas esas personas que se asombraron con esta historia, está también él, que es amigo de los protagonistas del milagro y la tragedia.
Vierci y Parrado se conocen desde que el primero tiene cinco años y el segundo seis. Cursaron el colegio juntos, fueron al Stella Maris Christian Brothers College. Sin embargo, Vierci emprendió el viaje “sin destino” del 72, como alguna vez dijo Parrado, al retorno de los sobrevivientes.
Desde allí él, que era conocido como el escritor del grupo, comenzó a documentar esa historia con palabras. Después, varios años después, se plasmaría en La sociedad de la nieve, el libro que le da nombre a la película del español J.A. Bayona, que para Vierci solo tenía sentido. “Parece mentira, pero esa es la verdad: lo principal era que estemos a la altura con los sobrevivientes”, dijo el productor asociado a Montevideo Portal.
Vierci habla en plural, y cuando lo hace incluye a todo el equipo, que estuvo compuesto de unas 800 personas. Para el escritor, la película generó una explosión.
“Se junta una historia poderosa con una realización de este tamaño y es explosivo, pero hay un tercer elemento, que yo no tenía idea de cómo funcionaba, que es el streaming. Yo usaba la palabra explosión y una ola, el streaming produjo de la ola al tsunami. Eso era imrpevisible, porque no tenía experiencia con una plataforma. Pero sí sabía que iba a generar una gran ola universal, pero no un tsunami universal”, cuenta.
Pero, al igual que aquella sociedad que se formó en el 72, no hay un solo elemento que explique por qué es una de las películas más vistas de Netflix, por qué la vieron más de 100 millones de personas o por qué 400 mil la vieron en el cine: es un trabajo en colectivo, un conjunto.
Por eso, quizá, Vierci dice este viernes en el MACA, mientras enumera cuatro cualidades de Parrado –talento, bondad, coraje y generosidad–, que “esta película no tendría que haber ocurrido, no tendría que haberse hecho”.
Es que, en realidad, desde 2012 que Parrado dialogaba con un “gran director y un gran productor” para hacer una película de su libro, Milagro en los Andes. Entonces, la disyuntiva: contar la historia de Parrado, íntima y personal, o la del libro de Vierci, con el relato de los 16 sobrevivientes. Parrado no dudó, y se fue a la obra “coral”, la misma que cautiva al mundo desde su estreno en diciembre en cines y en enero por streaming.
El milagro
Parrado sostiene que “solo una pradera de pequeños milagros ha hecho que esté sentado acá hoy, 50 años después”.
El sobreviviente dice que ha escuchado todo: lo que hizo, lo que no hizo, sobre su coraje. Pero no tiene respuestas: “No puedo responderme a mí mismo por qué sobreviví a una cosa que no era sobrevivible”. Quizá, ese conocimeinto, esa explicación del destino, dice, le llegue el día más “importante” de su vida. “Cuando nos morimos”, explica.
Es que Parrado cuenta que hay días en los que se pregunta cómo puede ser parte de esta historia, que es “épica”.
Por eso, quizá, Pardella crea que interpretar a Parrado sea el personaje “más increíble” que le tocó “hacer en su vida”. “Si no fueras vos quién tomaba las decisiones de dar un paso más, yo nunca hubiese tenido la chance de hacer este personaje, que me dejó muchas cosas”, dice en el auditorio mientras vive al sobreviviente.
La grieta, el Óscar y un posible clásico
Así como esta historia es para algunos un milagro y para otros una tragedia, al volver al Montevideo también hubo grietas. Algunos celebraban la vida, otros lamentaban la muerte. Los sobrevivientes enfrentaban la culpa y la adaptación a un mundo que en la montaña solo era un recuerdo.
De todos modos, Parrado señala que La sociedad de la nieve, de la que participaron sobrevivientes como familiares de los que no volvieron, “ha disminuido esa grieta que había” entre los que volvieron y los que no.
“En cierto momento de esta tragedia, todos estábamos en el mismo lugar, todos estábamos luchando por lo mismo”, dice el sobreviviente que perdió a su madre y a su hermana en el accidente.
Así como Parrado no tiene respuestas, tampoco hay explicaciones. En esta historia, en los momentos más duros, poco existe la lógica. Por eso, Vierci se esperaba nominaciones al Óscar.
“Corríamos en una línea emocional que no hay otra película. Estamos en una liga sola, no es nuestro: es la historia, más la realización. Lo puedo mirar hasta de afuera si quiero. En la liga emocional nadie corre. Entonces, no podíamos estar afuera”, señala a Montevideo Portal.
Para Parrado, esta película podría ser un “clásico” del cine, porque es “trágica pero elegante”. Para Pardella, que recibe mensajes de fanáticos que le cuentan que ven la película unas siete veces por semana, dice que, para él, “ya es un clásico”.
“Es una película que va a estar eternamente en el mundo audiovisual y en el corazón de todas las personas que tengan la suerte de poder disfrutarla”, cuenta el actor al público del MACA.
Otra función que se fue
La película termina y se proyectan los créditos, acompañados de fotos. La sala sigue a oscuras y, entre resabios de llanto, de nervios, emoción y felicidad, el público comienza a aplaudir. Primeros unos, después otros, el aplauso se amplifica, como si, en realidad, solo dijera una palabra: “Gracias”.
Dice Atchugarry que cuando la película se proyectó en el Festival de Venecia, en setiembre de 2023, él estuvo presente. Ese día, cuando terminó, los aplausos duraron unos 13 minutos. Los tiene contados, asegura.
Quizá los de este viernes no duraron más, pero seguro tuvieron el mismo sentir, el mismo estruendo, que después, como en la montaña, devino en silencio.