"Me llamo José Saramago "

Señor Presidente de la República Oriental del Uruguay:

Me llamo José Saramago, soy portugués, escritor y actualmente vivo en una isla del archipiélago de las Canarias. Mi mujer es española, tengo amigos en toda la América que se expresa en castellano, y también, no sería necesario decirlo, en Brasil, que habla mi lengua.

Nada que cultural y socialmente importe al mundo iberoamericano me es extraño. Pertenezco a ese mundo com pertenezco a la aldea donde nací. Soy Premio Nobel de Literatura, pero no le escribo desde esa condición. Ni siquiera tengo la certeza de que sea por escribir libros por lo que me dirijo al presidente de la República del Uruguay. Querría que esta carta fuese leída sólo porque contiene palabras de un hombre a otro hombre.

Es cierto que soy escritor, es cierto que soy Premio Nobel, pero eso viene en segundo y tercer lugar. Y no lo digo por modestia; lo digo porque únicamente en los seres humanos (por desgracia, no en todos) el sentimiento de humanidad puede existir y resistir.

Ese sentimiento es el que guía estas palabras. Juan Gelman, el gran poeta argentino, uno de los mayores que el mundo tiene hoy, busca, desde hace años, a su nieto nacido en 1976, en Montevideo, adonde los esbirros de la dictadura militar, en una operación más del Plan Cóndor, transportaron a la madre embarazada. El padre de ese niño o de esa niña apareció muerto en Argentina, asesinado, con un tiro en la nuca. De la madre nada se sabe; su rastro se pierde en un centro clandestino de detención de Montevideo, capital del país del doctor Julio María Sanguinetti.

Si está vivo, el nieto de Juan Gelman tiene hoy 23 años. ¿Dónde se encuentra? El presidente de la República Oriental del Uruguay no se llama Juan Gelman, pero podría, para su infelicidad, siendo, como también es, simplemente Julio María Sanguinetti, estar ahora en la situación del poeta, es decir, buscando con desesperación a su propio nieto. ¿Que haría?

Si Juan Gelman, admitamos ahora esta suposición, fuese el presidente de Uruguay, ciertamente el doctor Sanguinetti llamaría a su puerta y le diría: "Ayúdeme a encontrar a mi nieto". Y Juan Gelman, de eso tengo certeza, pondría toda su autoridad al servicio de esa justicia.

Es lo que yo, escritor portugués, le ruego al doctor Julio María Sanguinetti: ayude a Juan Gelman, ayude a la justicia, ayude a los muertos, a los torturados y los secuestrados ayudando a los vivos que los lloran y los buscan, ayúdese a sí mismo, ayude a su conciencia, ayude al nieto desaparecido que no tiene, pero que podría tener.

No tengo nada más que pedirle, señor presidente, porque le estoy pidiendo todo.

Con el respeto debido.

Atentamente,

José Saramago