Jorge Costigliolo | Montevideo Portal
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Nano dice que dentro del periodismo policial, hay que saber moverse no sólo a la hora de conseguir la información, sino también al momento de procesarla, porque hay momentos en que el profesional debe convivir con el ciudadano de a pie. "La Policía tiene sus 'favoritos' a la hora de dar información, y hay que lidiar con eso. No hay que olvidar que la Policía no es un ente único, es un organismo integrado por personas, y a veces te buscan, te dan una información, a ver cómo la manejás, si la manejás mal sos 'boleta'. Además, la Policía está cambiando, hoy por hoy están entrando muchas mujeres, que trabajan de otra manera. Pasa en todos lados. Acá, por ejemplo, y en la mayoría de los medios, hace unos años la mayoría eran hombres, y hoy es al revés. Y hay algunas mujeres haciendo policiales, aunque debería haber más. No hay que ser mujer u hombre para hacer policiales, lo que vale es el ser humano. Si alguien se pone a llorar porque hubo un accidente, no se puede, y no es cuestión de ser mujer. Una vez me tocó hacer una crónica con un fotógrafo de El Observador, que venía en el auto de atrás del ómnibus que se accidentó en Paso Pache (6 de noviembre de 1999), y venían cinco fotógrafos, y todos actuaron de manera distinta. Eso demuestra que no hay un 'profesionalismo', hay un ser humano mezclado con un profesional… Cuándo prima cuál, es difícil saberlo, y también es difícil saber dónde termina la noticia y empieza el morbo".
"Lo más duro es llegar a un accidente sin saber quién es el accidentado, porque llegás con la cámara y con las ambulancias. ¿Y éste quién es? Y cuando el quién es no te roza, roza a otro. Conozco un policía, que una vez tuvo que ir a cubrir un accidente, trabajando en Radio Patrulla, llega al lugar, y había muerto el hermano. Esas cosas pasan, y no es que te vayan endureciendo o desensibilizando, pero es así, es parte del trabajo".
Folle no cree que hoy en día existan más delitos que en el pasado, pero piensa que lo que cambió es la 'calidad' de los delitos, y lo atribuye a la pérdida de valores en la sociedad.
Uno de los departamentos de nuestro país donde se presentan, desde hace algunos años a esta parte, los delitos más complejos, es el de Maldonado. Para el conductor de 'Víctimas y Victimarios', "en Uruguay está pasando algo que es un fenómeno netamente cultural, aunque lo económico suma. Y en Maldonado se da una situación de personas de muchos lados del país, que van a buscar un laburo, y viven en la frontera de donde hay personas multimillonarias, y se afincan ahí, no son del lugar, no tienen familia, y eso genera todo un submundo por detrás, que en cinco o seis años degeneró en una situación explosiva. Natalia Martínez es una, que todos se acuerdan, pero hay otras nueve chicas desaparecidas en Maldonado, verano tras verano. Todos los años desaparece una. ¿Qué hay ahí? ¿Habrá como un halcón que sobrevuela Maldonado buscando víctimas? ¿Por qué no? Estamos en el mundo, nuestro país no es una isla".
Uno de los grandes problemas de nuestra sociedad, es la pérdida de los valores. "Cuando fueron los líos en el Liceo 38 de La Teja, había un cana con la oreja toda colorada de la bronca, le pregunto y me responde 'me embocó un pendejo de atrás'. Cuando yo tenía 14 años, como tiene este botija, para pegarle de atrás a un cana, tenían que estar matando a mi madre" dice Nano. "Lo tenían guardado en la dirección del Liceo, no lo querían largar al gordito, los milicos querían hacer un bife de vacío con él. Los tipos proceden así, están entrenados para eso. Pero no hay respeto, porque le pegó a la autoridad, un tipo que le pega a un policía es un tipo que en la casa le pega al padre. Y yo estaba entrevistando a la abuela del gurí, una pobre vieja que había ido en un taxi a buscar al nieto al Liceo, seguramente sin tener plata para pagarlo, y cuando se enteró de lo que había hecho el pibe quedó muda la vieja. Cuando el botija sale del liceo, habló él, un menor, y la hizo callar a la pobre mujer. Es un irrespetuoso el chiquilín, y se merece una patada en el culo. Me dirán 'sos un retrógrado', pero esas actitudes, en mi opinión, promueven una delincuencia que avasalla, que traspasa los límites. No hay códigos. Antes venía un tipo a dártela, y mano a mano se veía quién era más guapo. Ahora vienen nueve".
Y añade: "Pasó cuando mataron al hincha de Cerro, eran 14 tipos pegándole a uno, frente al hijo y la mujer, lo estaban apuñalando y nadie se dio cuenta, nadie lo vio, ninguno vio la sangre, ninguno dijo nada. El tipo está muerto y no hay culpables… y el hijo crece. ¿Qué le vas a pedir a ese adolescente cuando tenga 20 años? ¿Que sea un tipo manso, tranquilo? Fue una gran ironía lo que pasó ahí. Ese hombre, que era un luchador por la paz, asesinado por una banda de hienas. Hay que averiguar por qué fue… ¿por llevarse un gorrito? En ese mundo de descontrol, de pérdida total de códigos y respeto, ese gorrito vale un montón… 'me cargué un pobre gil que salía del Estadio con el hijo y la mujer'. Es una pérdida cultural, que no se arregla tan fácil. Pero esta generación algún día se va a morir, y el ser humano tiene un mecanismo de supervivencia. A la decimocuarta generación de imbéciles, capaz que alguno se da cuenta y dice, 'pará, vamos a cambiar'".
"Después nos quejamos de los niños en los semáforos. Tiene que venir un fiscal a decirle al INAU que saque a los gurises de la calle", apunta Folle. "Y nosotros seguimos acá, estamos abrigados, tenemos un saco, llegamos a casa, prendemos la estufa y nos acostamos a dormir, pero yo vengo de un incendio, donde la calefacción era una resistencia enchufada a un cable de luz robada. Y eso un día revienta. Por eso hay mucha violencia. A la gente le está saltando la térmica, gente que no puede más de carga emocional y psicológica. Se le han ido los hijos, no tienen un mango, se le murieron los padres, vive en la miseria, alguien lo engañó, y por ahí piró y se mandó una cagada descomunal. Todo tiene un límite, además de que hay mucho alcohol, mucha droga y mucho desinterés por el otro. Acá no vinimos a hablar de la miseria, del cante, vinimos a trascender, y ¿cuánto le dedicamos a eso? Me gustaría hablar de eso en televisión".
Ese es uno de los asuntos pendientes de Folle como periodista. "Durante tres años hice un programa en Sarandí, que fue un gusto, y me gustaría volverlo a hacer, que se llamaba 'El Quinto Elemento'. Tenía un enfoque más 'espiritual' de la existencia. Todas las cosas que no vemos durante las 24 horas, en lo 'carnal', lo 'metálico', la información… Y descubrí cosas espectaculares, que luego escribí en una columna que salía en el diario Plan B. Experimentos científicos hechos por compatriotas con chauchas y palitos, de los que nadie se entera, y que le damos algo de bola, ni tanta, cuando salen en el National Geographic. Acá le damos bola a si ataja o no ataja Carini, eso parece ser lo que importa, pese a que no le ganamos a nadie. Es más importante quién va a ser el sustituto de Carini, si juega o no el 'Cebolla'. Pasa también en lo policial, Pablo Borrás está preso, listo. Y en el fútbol la culpa es de Carini. Y nunca cambia nada. Yo nunca vi ganar a Uruguay. Hace poco volvió el 'enjuiciamiento psicológico' a Maracaná. Pero Maracaná existió, tenemos la mala suerte de que haya existido, pero ya fue. Creo que una de las cosas por las que no cambia Uruguay como país es porque no terminamos de laudar las cosas, y seguimos sin pensar en la verdad, en la justicia, sin hablar. Agarrás a un blanco y un colorado, les preguntás por alguna cosita del pasado, y terminan a los cuchillazos, agarrás un militar y un tupamaro, les das dos matracazos, y pasa lo mismo, y seguimos así, queda la cosa abierta. Y al mismo tiempo hablamos de verdad y Justicia, pero históricamente hemos cometido aberraciones que nunca se aclararon del todo. Y la historia que trato de hacer con la crónica y con 'Víctimas y Victimarios' es tomar un tema e ir a fondo, tratar de entenderlo".
Otra de las actividades que quisiera retomar es la escritura. "Escribir es un debe que tengo. Publiqué varios libros de cuentos cuando era más joven, pero el tema de los medios de comunicación es que te tragan. Eso, y los hijos, porque yo escribía de noche. Pero está ahí. A veces cuando pasa algo, me dan ganas de escribir, aunque haya perdido un poco la mecánica."
Recuerda que, cuando comenzó a escribir, recién regresaba de Europa, "con 22 años, había hecho una 'fuga geográfica' con unos amigos, porque acá no se podía vivir. Terminé el liceo y me fui a la mierda, quería ver un poco el mundo. Nos fuimos con cinco amigos con 20 dólares cada uno, y volvimos tres solamente. Yo volví cuando me agarró un invierno muy frío en Londres, plena época de los punks, muy florido, muy lindo, y me volví, veranito acá, todo precioso, y a los pocos días me había gastado la plata que traía, y no me daba para otro pasaje. Me hice un cursito de periodismo, yo nunca pensé que me fuera a quedar en Uruguay".
Para Nano, el descubrimiento de su vocación fue un afortunado accidente, y que, de no ser periodista, quizá estuviera haciendo algo que no tiene nada que ver con su profesión. "No sabía qué quería hacer, a esa edad nadie sabe. Eso es algo que le pasa a los muchachos jóvenes, están obligados a elegir una vocación antes de sentirla. La vocación no es un decreto, yo tuve un enorme culo, de que elegí hacer esto que es maravilloso, pero a mí me gustaba manejar camiones. Es una pasión que nunca ejercí", concluye; "subirme al camión, poner rock and roll y meter tres mil kilómetros hasta cualquier lado".
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