No hay burrero que no haya vibrado con algún triunfo de Luis Cáceres. Solo en Maroñas son más de 1.000 y, de hecho, en enero de este año se convirtió en el primer jockey en alcanzar esa cantidad de triunfos desde que el máximo escenario hípico local reabrió sus puertas en 2003.
En esos 20 años el salteño ha sido siempre protagonista. Un Ramírez, cuatro estadísticas, seis triunfos en la Triple Corona (incluido el reciente Gran Premio Jockey Club), 147 clásicos y 1.059 triunfos, de momento, marcan algunos de los hitos de un jockey de 39 años que ha estado presente desde la primera reunión desde la Reapertura de Maroñas y que hoy sigue plenamente vigente.
La constancia la lleva como sello distintivo. Para tener una referencia de lo que ha hecho en Maroñas, además de ganar las estadísticas en 2013, 2015, 2016 y 2017, Cáceres terminó primero o segundo en nueve de los últimos diez años, y entre los primeros cinco en 13 de los últimos 14.
De sus inicios, de sus triunfos, de los altos y bajo de la profesión, de su gran presente y del futuro, Montevideo Portal conversó con Luis Cáceres. A continuación un resumen de la entrevista.
¿Cómo fueron tus inicios y los primeros contactos con los caballos?
Nací en Salto y me crie en el campo, a 60 kilómetros de la capital departamental. Papá trabaja en estancias y vivíamos con él. A los cinco años nos mudamos a barrio Artigas, a tres kilómetros de la ciudad, pero en vacaciones y en los fines de semana siempre íbamos al campo. Así que siempre estuve vinculado al caballo, no al de carrera, que es otro mundo, pero sí siempre de a caballo. Mi familia no es hípica, pero íbamos al hipódromo, y entonces ya de adolescente fui ahí a buscar trabajo. En el tercer stud en que me presenté, lo conseguí. Fue Darcirio Ribeiro el primer entrenador que me dio una oportunidad, en ese momento como peón.
Empecé como peón, yo sabía andar a caballo, pero no sabía nada de caballos de carrera. Después empecé a varear, a hacer montura, y el primero que me dio la chance de correr fue Alejandro Álvarez. Allá había pocas carreras. Pero entre enero y mayo de 2002 gané como 20 carreras en Salto y algunas en Paysandú. En ese momento desde La Horqueta le preguntan a Carlos Ribeiro —que era para quien yo estaba corriendo— si tenía algún muchacho para mandar a Maroñas y me recomendó. Llegué el 8 de mayo de 2002 a un Maroñas cerrado, sin carreras, y en ese momento sin proyectarse lo que pasaría solo un año después. Al poco tiempo que llego, Heber Eugui, que era la monta oficial de La Horqueta, se lesiona, y me dicen si me animo a correr. Y a los 15 días de estar acá ya estaba corriendo. Debuté con un tercer puesto y en la segunda semana ya gane, en aquel momento corriendo en Las Piedras.
Mi historia con Maroñas arranca el mismo día de la Reapertura. Fue un día inolvidable. Llegó el día de la Reapertura y yo era el único aprendiz con montas. Haber corrido ese día es algo que me quedó para toda la vida. Me tocó largar al lado de Pablo Falero, para mí era un sueño cumplido solo estar ahí. Fue todo muy lindo.
¿Como haces después de 20 años para mantenerte motivado? ¿Te ponés objetivos específicos?
Ya me tocó ganar un Ramírez y obviamente uno sueña con repetir. Hay tres clásicos que me quedan ganar que son todos con yeguas: la Polla de Potrancas, el Selección y el Ciudad de Montevideo. He estado cerca en los tres y los tengo entre ceja y ceja. Y ahora sin dudas un objetivo es ganar el Gran Premio Latinoamericano. Sé que es muy difícil, pero sería algo fantástico ganarlo y además hacerlo en el exterior.
A principios de este año te tocó llegar a los 1.000 triunfos en Maroñas y ser el primero en lograrlo desde la Reapertura.
Fue una marca importante, aunque en sí no te cambia mucho porque las victorias van llegando. Son la consecuencia de muchos factores. Mucho trabajo, sacrificio y también de estar bien montado. Uno para ganar necesita caballos buenos, la magia no existe. Maroñas hoy es sumamente competitivo, hay muchos jockeys, muchos entrenadores de gran nivel, gente de acá y de afuera que han llegado. Todo es muy competitivo y profesional y mantenerse ganando es todo un desafío. Hay demasiados jockeys para el tamaño de nuestro turf, por lo tanto hay que mantenerse profesionalmente siempre al 100%. Es la única forma de mantenerse vigente.
¿Cómo se hace para mantenerse en una profesión sacrificada, de todos los días, y donde no son solo los días de carrera que es quizás lo que ve el gran público?
Muchos ven las carreras, lo lindo de las reuniones, pero esto es de lunes a lunes. Y un tema clave en esta profesión son los kilos, y para mí que mido 1.69 metros es todo un tema. Si yo no me cuido estrictamente peso 60 kilos y para correr necesito estar en 54 o 54 y medio. Por lo tanto, ya a partir del miércoles comienzo a trotar y sobre todo dejo de comer. Mi dieta desde el miércoles es mínima, alguna fruta durante el día y, de cena, como mucho un churrasquito con ensalada. Ni agua podemos tomar. Los médicos nos examinan antes de la carrera y no entienden cómo hacemos para estar bien de pulso y de presión arterial. Yo me saco cinco o seis kilos todas las semanas.
Es muy sacrificado, ¿por cuánto tiempo más te ves haciéndolo?
Por ahora lo voy llevando año a año y voy bien. Es vital que el físico me ayude y por ahora voy bien. Llevo unos 12 años manteniéndome firme entre los cuatro primeros. Mientras pueda mantener ese nivel voy a seguir corriendo.
¿Te ves como entrenador en el futuro?
Sí, me gusta. Me veo vinculado a los caballos y las carreras toda mi vida. El entrenamiento de los pura sangre es algo que me interesa mucho. He trabajado con gente de mucha experiencia. Yo tenía una gran amistad con Jorge Firpo; era un entrenador al que le gustaba enseñar. Él siempre me decía: “vos tenés que prestar atención, sos alto y pesado y tenés que aprender, porque no vas a poder correr por siempre. Me recomendaba observar y sacar lo bueno de cada uno y todo eso el día de mañana lo aplicas. A mí es algo que me gusta así que sí, me veo como entrenador cuando cuelgue la fusta.
El presente te encuentra en un gran momento, con contrato con el Haras Phillipson, que hoy es la caballeriza con más caballos en Maroñas. ¿Qué implica esto para vos?
Creo que ha sido una gran oportunidad y un acuerdo positivo para mí y para ellos. Hay muchos caballos y muy buenos en el stud. Yo estaba en un momento donde no estaba corriendo tanto y cuando me llegó la propuesta la acepté. Es un acuerdo muy bueno y por ahora las cosas van saliendo muy bien. Es una gran responsabilidad y un muy lindo desafío.
El Phillipson te abre la puerta del Latinoamericano, que lo vas a correr el próximo sábado 7 de octubre en San Isidro junto a Papa Mim. ¿Cómo lo afrontas?
Es una gran oportunidad y una linda chance. He corrido los dos últimos “latinos” que se hicieron en Maroñas, en 2018 con Fitzgerald y en 2021 con Gaucho. Con Fitzgerald estuvimos en Chile [en 2022] pero una lesión de último momento lo dejó sin correr. Así que este será mi primer Latino fuera de fronteras y mi segunda vez en San Isidro tras correr el Carlos Pellegrini en 2021 con Happy Day. Correr el Latino, contra jockeys de varios países y de gran nivel es siempre una linda oportunidad.
¿Cómo llega Papa Mim a la cita?
Papa Mim va a llegar 10 puntos. A él le costó el viaje a Brasil. Se tuvo que recuperar, pero lo hizo y lo mostró ganando el clasificatorio. Incluso ahora está mejor que después de la carrera. Es un ejemplar muy tranquilo para trabajar, que en el reloj no muestra mucho. Es un pastero neto, allí es donde corre más. La carrera va a ser movida, que eso le sirve. Va a venir de menor a mayor y va a rematar con fuerza. Vamos con muy buenas expectativas. Es una carrera exigente contra los mejores caballos de Sudamérica, pero no vamos a dejar ningún detalle librado al azar. Vamos a hacer todo lo necesario para llegar con los 10 puntos.
¿Como vivís desde lo personal correr el Latino? Es una carrera diferente, al ser itinerante y nuclear a jockeys de diferentes países.
Si bien ya nos conocemos todos, es siempre muy lindo compararse con colegas de otros países. Son oportunidades lindas de competir ante muy buenos jockeys y también de demostrar que los jockeys uruguayos tenemos un gran nivel y siempre dejamos bien parado a nuestro turf.
Tenés ahora esta oportunidad puntual de correr afuera, en tiempos donde muchos colegas se han ido a probar suerte. ¿Vos te planteás emigrar?
No, en principio no. Siempre puede llegar una propuesta interesante que a uno lo haga pensar, pero estoy muy bien. Además, por los kilos, es bravo correr afuera. Yo en el turf uruguayo tengo un lugar ganado y una carrera hecha, y mi objetivo primario es mantenerme firme acá. Es verdad que he cumplido mis objetivos acá, pero yéndome bien, teniendo la chance de correrle al Phillipson, estoy enfocado por completo en mi actividad en Uruguay.
Dejando el Latinoamericano y volviendo a tu profesión, ¿qué es lo mejor y lo peor de ser jockey?
Lo mejor es que nuestro compromiso es en la carrera. Damos todo lo que tenemos en esos segundos que dura una competencia, pero luego nuestro trabajo está hecho. A diferencia de un entrenador, que está todo el tiempo enfocado, y que cuando cruza el disco capaz tiene tanto trabajo como en la previa. En ese sentido tenemos más beneficios. Lo peor es tener una rodada, sin dudas. Después el sacrificio diario lo pagamos con gusto, porque trabajamos de lo que nos gusta y eso es impagable. Lo que sí es bravo es para la familia, porque los fines de semana prácticamente no existimos. O estamos en el hipódromo o nos estamos cuidando para la próxima jornada.
¿En algún momento has tenido miedo a las rodadas o es algo que lo bloqueas y vivís con ello?
No, miedo nunca tuve. He tenido rodadas como todos, algunas bravas, algún hueso roto, como todo jockey, pero el miedo no puede existir. Porque si corrés con miedo sos un peligro para vos y para tus colegas. Sí hay que ser precavido, tratar de prever posibles problemas, pero nunca tener miedo. Los golpes son parte de la profesión. Y no solo por rodadas; en gateras también es muy bravo.
Para cerrar, hay una frase muy trillada en el turf y quiero saber tu opinión. ¿El turf siempre da revancha?
Sí, sin dudas, todos los fines de semana da revancha. Siempre hay chance de recuperarse.