e todos los cantores surgidos en la última década bajo el ecuménico rótulo de Música Popular Uruguaya, Damián Salina es, probablemente, el que le debe menos al Carnaval. Dueño de una voz pequeña, autor de canciones íntimas, despojadas de coros de primos, estribillos murgueros y tiempos de marcha camión, Salina abre una brecha lateral que transita casi sin mancharse de murga. Y sin embargo, está en deuda. Si no fuera por la murga, dice, es probable que sus canciones se apilaran en alguna carpeta con destino de olvido. O no, nunca se sabe. Integrante de Curtidores de Hongos y La Gran Siete, publicó en 2011 Más liviano, su álbum debut, que ya es historia.

Ahora nomás anda testeando los temas que serán parte de su segundo disco. Primera diferencia con el anterior: en esta oportunidad está más preparado o, al menos, más despierto. Segunda diferencia: estas canciones, sin saber por qué, pidieron una instrumentación más agresiva. Y Damián Salina les hizo el gusto.

"Estoy conociendo un mundo nuevo con esto de tener una batería todo el tiempo atrás", dice.

¿Y qué cambió en vos para llegar a componer temas más ‘ruidosos'?


-Cambió que empezaron a aparecer canciones que pedían esa instrumentación, salieron así. Yo me manejo muchísimo por la intuición, y me iba gustando lo que salía. Lo que hago en la banda son las letras de las canciones y las melodías, y los muchachos del grupo la transforman en lo que finalmente es.

¿Cuánto hay de murga en estas nuevas canciones?

- Cero. A mí siempre me gustó cantar, desde antes de salir en Carnaval. Después, mi hermano Adrián empezó a salir en murgas, y siempre lo seguí, y me empezó a encantar la murga. En el 91 vivía en Sayago, cuando Contrafarsa ganó por primera vez, y eso me marcó. Me gustaba ese cantar colectivo, y las letras que podía entender a los 11 años. Sin embargo, nunca me salieron canciones murgueras. Sé que es difícil encasillar mi trabajo, y más cuando no tiene ese componente murguero que por ahí es común en los demás artistas de la MPU.

¿Y de qué se nutrió eso que hacés y no sabés definir?

-En casa escuchaba muchísima música uruguaya. Darnauchans, Cabrera... Se escuchaba algo de rock también. Con mis compañeros de liceo vivimos toda la época de Guns'n'Roses. Mi madre estaba con los tangos, que a mí no me gustaban... Ella tuvo sabias y casi obvias palabras, al día de hoy, cuando me decía ‘ya te va a gustar'. Ahora me encantan, aunque no me atrevería a meterme a hacer tangos, porque hay que hacerlo con un rigor que no me siento capacitado para tener. Entonces me salieron las canciones que hago yo, que me gustan.

¿Cuándo empezaste a hacer canciones?

-Como a los 15 años, pero nunca me imaginé que algún día las iba a mostrar. Si había un cumpleaños en casa, yo no iba a cantar mis canciones. Eran canciones, ponele, ‘románticas', aunque suene peligroso decirlo así, pero ya en ese entonces muchas de mis canciones eran de amor.

Más de amor que románticas, en todo caso...

-Sí. Lo romántico por ahí está muy relacionado a Arjona y ese tipo de artistas que gustan a las mujeres. A mí no me gustaría ser un cantante de esos que les gusta solo a las mujeres. Los grandes exitosos en materia comercial son los que les gustan al público femenino, es innegable que, que te siga ese público es genial. Pero tengo la suerte de que, dos por tres, algún tipo se anima a escribirme en el Facebook: ‘vo, me gusta lo que hacés'.

¿Y cuándo te decidiste a mostrar eso que hacías, y por qué no antes? ¿Miedo, vergüenza?

-No, pero me parecía que no tenían lugar. Para los cumpleaños no eran, porque eran de amor, medio lentas, yo apenas me defendía con la guitarra, y no encontraba el momento y el espacio, además de que siempre fui medio tímido, aunque, a lo largo del tiempo y gracias al Carnaval, fui perdiendo esta timidez. Y todo fue muy accidental. En 2007 me invitaron de Curtidores de Hongos para hacer una suplencia de Emiliano Muñoz, que iba a estar complicado por una gira de Jaime Roos, o algo así, y no podía hacer todos los tablados. Así que ese año salí con los Curtidores, y un día, en una cantarola, después de un asado o algo de eso, cuando ya se cantaron todas ‘las que sabemos todos', alguno se va animando y muestra alguna de sus canciones. Me tocó a mí, y mostré una. Total, no tenía nada para perder, y vaya que si gané muchas cosas. He sido un privilegiado, porque hay muchísima gente talentosa que no ha tenido las oportunidades que yo tuve. En esa cantarola estaba Ernesto Muñoz, que salía también en Curtidores, y es uno de los responsables del sello Montevideo Music Group, escuchó dos canciones mías y me invitó a grabar un disco. Y pasé de tocar las canciones en mi cuarto al Teatro de Verano, con Pitufo Lombardo y el Zurdo Bessio. Me cagué, totalmente.

Una cosa es subirse al tablado, donde no te reconoce nadie y tenés el respaldo de la murga, y otra es pararse solito frente a todo el Teatro...

-Es totalmente distinto. En la murga son 17, estás con la cara pintada, nadie sabe que sos vos, y estas cantando algo que, dentro de todo, logró que un grupo de tipos se pusieran de acuerdo en decir eso. Acá yo estaba mostrando algo que me parecía bien a mí. Yo sabía que no iba a ofender a nadie, pero sí que me iba a exponer al ‘fracaso', así, entre comillas, porque bien dicen que éxito y fracaso son grandes embusteros los dos.

 

Busco mi destino

 

Damián Salina llegó a la canción de casualidad, tarde y sin demasiada preparación, pero de inmediato se dio cuenta de que ese era el lugar que quería ocupar en el mundo. Claro que para levantar la lapicera hay que tener un mínimo de energía, y para ello hay que comer. Y, por ahora, las canciones no contienen proteínas.

¿De qué vivis?

-Reparto tintas serigráficas. Trabajo desde las 13:30 hasta las 17:30, de lunes a viernes. Agarro la moto y salgo a repartir. Tuve muchos trabajos de ocho horas antes que ese, y se me iban chocando mucho las cosas, entre el trabajo y la música. Tenía que venir a una nota, ir a la tele para promocionar un show, y siempre se me iba a complicar. Siempre. Y siempre digo que, mucho antes de que llegue la plata como para poder vivir de eso, tenés que jugártela a ver qué pasa. Y por suerte pude conseguir un trabajo de cuatro horas, porque si hay algo que sé es que la música no la voy a dejar, porque es el motor que me impulsa. Además, con mi señora vendemos algunas cosas de marroquinería en Villa Biarritz.

Decís que empezaste tarde... ¿cuántos años tenías cuando descubriste que la música era ese motor?

- A los 15 años hacía canciones, ya me gustaba, pero fue con las murgas que me entró a gustar el escenario.

¿Te gusta más el escenario o la bañadera?

-Las dos cosas. De la murga me gusta todo. Igual, ahora el Carnaval me tiene un poco cansado... (duda) es complicado para explicarlo en pocas palabras. El Carnaval tiene cosas que la gente no ve... para empezar está formado por grupos de personas, y los grupos de personas, a veces están buenos y a veces no. Creo que es natural cansarse, a casi todo carnavalero le pasó alguna vez. Depende del espacio en la vida de cada uno que ocupe en Carnaval. A mí me encanta, pero si tengo que priorizar, priorizo mi carrera como cantante, hacer mis canciones, que es lo que me da más satisfacción. ¿A qué edad me di cuenta? No sé... A los veintipico, después de salir en Carnaval, de mostrar alguna canción y de que me dijeran que no era tan malo, dije ‘bueno, capaz que por acá puede ser'. Mi expectativa no es ser Justin Bieber. Estoy pasado de edad, de kilos, y me falta un montón de pelo. Sí capaz que quiero, alguna vez, dedicarme ciento por ciento a esto. Ya estoy en un buen momento, en comparación con años anteriores. Siempre he ido un poco para delante, y eso me tiene contento. De a poquito han ido mejorando las cosas. En los tiempos que le puedo dedicar, en el sonido que le sacamos a las canciones.

¿Cuáles son tus motivaciones para hacer música?

-¿Por qué lo hago? Se juntaron un montón de cosas. Me gusta hacer canciones, que la gente las escuche, me interesa que le gusten a la gente, porque eso, a la larga, va a determinar que yo me pueda dedicar más a hacer canciones de lo que hago hoy en día, y creo que, detrás de la dedicación, si tenés talento y le podés agregar dedicación, vas a lograr cosas buenas, vas a mejorar...

Después, poder decir lo que sentís y encontrarle la vuelta. Lo que decíamos, yo hago canciones románticas, y trato de buscarle la vuelta para decir las mismas cosas que sabemos todos, de alguna manera, en alguna frase distinta. Y además, todos los que nos subimos al escenario tenemos un poco de narcisismo. Si no te tuvieras fe, si no te quisieras a vos mismo, si no te gustara que la gente te aplaudiera, no lo harías. Eso existe. A veces está mal visto, pero es así. Te vas a encontrar con muchísimas dificultades, sobre todo si naciste en Uruguay, pero el haber nacido donde nací tiene que ver con el tipo de canciones que hago. Mi motivación es esa.

¿Cuáles eran tus ‘maestros' cuando tenías 15 años y cuáles son ahora?

-Creo que siguen siendo más o menos los mismos. Capaz que me estanqué. Siempre me gustó Fernando Cabrera, Joaquín Sabina, Silvio Rodríguez. Claro, también me gustan otros cantantes... para mí Michael Jackson era una cosa impresionante, y lo saqué de la galera, porque es uno de tantos... A los 12 años también me gustaban los Guns'n'Roses...

¿Nunca se te pasó por la cabeza armar una banda de rock?

-No, no. Pero me gusta. Yo qué sé... Buitres, La Trampa, el Cuarteto de Nos, Jorge Drexler. Y me gustan casi de siempre.

¿A cuál de esos maestros le afanaste algo?

No lo sé. Sinceramente no lo sé. Puede ser, porque hay cosas que están en el inconsciente, y uno roba sin querer, y si me doy cuenta, trato de que no llegue a los oídos de los demás.

Me gustan los artistas que transmiten algo, aunque no sean grandes cantantes. Vos ves un American Idol, y van guachos que se cantan todo, pero son muy parecidos. Como que lo que está bien está estandarizado. Y algunos tienen voces admirables, pero... ¿y? No te mueven un pelo. Y por ahí viene un loco que canta, no sé, Fernando Cabrera, que hay mucha gente que no le gusta, y te hace sentir cosas. Tienen una sensibilidad que a los otros les falta.

Creés que para vivir de la música hay que arriesgarse, que jugársela, y vos ya lo hiciste. ¿Qué tan lejos estás de poder alcanzar ese objetivo?

-Qué tan lejos estoy, no hay manera de saberlo. Esa es una certeza que no puedo tener. Eso es una decisión que hay que tomar, y que tiene que suceder antes de que la música te lo pague, que pueda dejar todos mis laburos porque la música cubre todas mis necesidades. Y hoy en día eso no es así. Tengo que manejarme con mis sentimientos, con lo que quiero. Tengo la suerte de que quien es mi esposa me acompaña muchísimo en todo esto, y me apoya, pero a mí me costaría decirle ‘mirá, voy a largar todo y me voy a dedicar solo a la música'. Capaz que no falta mucho, y, sin capaz, falta menos.

 


Damián Salina se presenta junto a su banda este viernes 28 a las 21:30 en Espacio Guambia (25 de Mayo 591). Reservas 2916 38 00. Artista invitado: Pablo Milich.