Gabriela Cabezón Cámara es una escritora argentina y, ahora, dice, casi periodista en retirada. Cuando escribe, las palabras se arremolinan, y sus textos transmiten un vértigo que no deja ileso al lector.

Autora de novelas [La Virgen Cabeza (2009); y Romance de la negra rubia (2014)], y novela gráfica [Beya, 2013, inspirada en su cuento Le viste la cara a Dios, de 2011], y de escritos periodísticos en Anfibia, Soy, de Página/12 y Le Monde Diplomatique, entre otras publicaciones, aborda en sus textos la marginalidad, el borde, la mugre. Y cuestiona, con dureza y ternura, las normas de la sociedad. Todas.

El viernes participará del Panel Violencia Contemporánea y Literatura I: La violencia Invisible, junto a Rafael Courtoisie y Vera Giaconi, en el marco del Filba Internacional 2017, en el Centro Cultural España.

Hablemos de violencia... ¿Qué vas a plantear en esta charla?

Me parece que estamos atravesados por múltiples violencias. En la periferia del mundo más que en el centro, donde ahora están ocurriendo atentados, pero eso es más como la excepción. Hay una violencia constante y cotidiana. Yo salgo a la calle, acá en mi casa, vivo en San Telmo, y a 50 metros, en la esquina, vive una familia con cuatro hijos. La más chiquitita tiene 10 meses, la más grande 6 años. Y viven todos en la calle. Eso es ultraviolencia. No son los únicos, ni mucho menos. Pero es violento. Te parte el corazón, te vuelve cómplice de una bestialidad que no tiene razón de ser. No es que somos un país que no tiene riquezas. Tiene, pero la tienen toda diez personas. Es híper recontra violento. Ese es un ejemplo. Después, la lengua misma. La lengua es un sistema de relaciones de poder. Creo que contra eso trabajamos los escritores, y a favor de eso trabajan los medios. Es una guerra muy desigual: ganan ellos.

Vos jugás de los dos lados...

No. Ya no. Dejé el periodismo. Lo poco que hago ahora me permite seguir jugando de mi lado. Puedo escribir en Anfibia, en el suplemento Soy de Página/12, que tiene una editora genial. Mientras escribas algo copado, no tenés ninguna norma de cómo usar la lengua ni usar nociones de sintaxis que son tan hincha pelotas en el periodismo, como que las oraciones tienen que ser cortas porque los lectores no entienden.

Son bobos...

Claro.

La violencia está instalada, pero ¿Son estos tiempos más violentos que en el pasado? Remontándose a la historia de la Humanidad, siempre existió la posibilidad de que cayera un ejército de hunos, viniera Cristóbal Colón o un malón de indios se llevara un pueblo entero para las tolderías. ¿Es más violento el hoy o estamos más capacitados para comprender esa violencia?

No sé si más capacitados para comprenderlo, porque la violencia no es algo que se tenga que comprender, es algo que se padece o se ejerce. No necesita de mucha cabeza. Me parece que estamos más informados, y que eso no es necesariamente bueno para la cabeza de cada uno.

¿No es necesariamente bueno?

Y no. Salís a la esquina de tu casa y ves esa familia ahí. Cualquier portal de internet tiene la foto del nenito ahogado en el Mediterráneo. Todo así es abrumador. Antes te enterabas de lo que te quedaba cerca. De lo que pasaba en la esquina y, en todo caso, de algo muy grande que pasara en otro lado. Y en la lengua tenemos un campo de batalla feroz. Creo que el poder trabaja para que la lengua no sea polisémica, para que tenga un solo significado, que es el que quiere imponer. Hoy en día, acá en Argentina, decir República es decir país gobernado por la centroderecha, ¿Entendés? Todos los demás no somos República. República tiene que significar eso, y no lo que significó desde la Revolución Francesa y en toda la historia de la democracia en Occidente. Y así, constantemente, se nos van imponiendo palabras. Los Mercados. Son cosas que se van mitificando. ¿Qué son Los Mercados? Diez tipos que deciden las cosas, no existen los mercados. Opera como velamiento y como factor de mitificación, todo el tiempo.

¿Cómo se para la literatura frente a esto? La literatura siempre ha reflejado la violencia, es uno de sus temas favoritos. A veces criticándola, otras ensalzándola, y otras como simple objeto de estudio... En Le viste la cara a Dios escribiste "la única puerta es el odio", y me parece que esa frase es demostrativa del uso de la violencia en la literatura...

Sí. En esas circunstancias en que está ese personaje, o se llena de odio o el otro se lo come entero. Es un Síndrome de Estocolmo galopante, que es dejar de ser uno, o, como única forma de resguardar algo de sí misma, es odiar. Estamos hablando de algo muy extremo, igual.

De todas formas, es una situación cotidiana...

Sí, es una situación extrema y cotidiana.

La forma en vos la contás, la mostrás, no es la forma en que estamos acostumbrados a conocerla. La vemos de soslayo en un informe de TN...

Bueno, ver un informe de TN no es bueno para la salud. Ese es el trabajo que tenemos que hacer los escritores. Poder contarlo de un modo que al otro lo lleve a detenerse y a pensar en eso. A tratar de sentir.

Vos decías que siempre ganaban los medios. ¿Es una guerra perdida que hay que pelear igual?

Hay que pelear igual. Si no hay pelea no hay vida. Si no hay resistencia no tenés vida. Pareciera que estamos viviendo una crisis sistémica, y no sabemos qué va a pasar.

¿Qué pasa con la educación en ese sentido? ¿Está preparando a los lectores para que puedan dar esa pelea como ciudadanos? Me refiero a que, como están las cosas, quizá las próximas generaciones no puedan entender la literatura...

Yo no sería tan pesimista. No. De hecho, creo yo, en la mayor parte de Latinoamérica ha crecido y vive en contra de lo que se hace en la política educativa, que en algunos lugares es nada, y en otras es un horror. Pero en nuestros países, Uruguay y Argentina, hemos tenido más suerte en ese sentido. De todas maneras, tenemos una cantidad de escritores, de buenos escritores, que no se explica por la educación que recibimos. No sé cómo explicar eso. Qué pasa en el Río de la Plata, que salen escritores de debajo de las baldosas.

¿Para qué, con qué necesidad?

Con ninguna necesidad, más que la de tener una vida más hermosa, y más libre.

¿La literatura te hizo la vida más hermosa? Más libre seguro que sí...

Sí, las dos cosas. Para mí fue como construirme un lugar en el mundo. ¿Viste cuando sos chico, que leés y te recopás, estás en tu mundo, y nada te jode, y es un momento de felicidad? Es como una burbuja, en un punto. Una burbuja que tiene conexiones con la realidad, y con lo que hablaron otros escritores, y con otros libros, y con otros libros... es un estado casi de felicidad artificial, y yo quería vivir ahí.

¿Te produce felicidad el acto de la escritura? Muchos de tus textos son muy dolorosos...

En particular, Le viste la cara a Dios es muy doloroso, y me dolió cuando lo escribí. Pero los demás tienen bastante humor. Tienen partes dolorosas, pero también me río. Y aparte, cuando escribís, en algún momento llegás a la música de ese texto. Y esos minutos son como de éxtasis, sos feliz. El cuerpo te vibra. Yo creo que algo está bien cuando lo siento en el cuerpo. Como una vibración. Esa sensación me hace muy feliz. Igual, me pasa muy de vez en cuando.