Contenido creado por Jorge Luis Costigliolo
Entrevistas

La chica sin miedo

Conversamos con la cantautora Papina De Palma, que acaba de publicar “Instantes decisivos”, su disco debut

Conversamos con la cantautora Papina De Palma: “La estabilidad me mata. Necesito crisis permanentemente, como comida para la creatividad”.

20.12.2016 15:28

Lectura: 17'

2016-12-20T15:28:00-03:00
Compartir en

Jorge Costigliolo | Montevideo Portal
[email protected]

Papina De Palma fue niña en Montevideo y adolescente entre Madrid y Bogotá. Quizá por eso sea un desastre con las fechas, y la mayoría de los recuerdos se le mezclan en cóctel de años y vivencias.

De pequeña, no recuerda bien cuándo, quiso, como casi todas las niñas, ser cantante y actriz. Y en seguida cantó. Y después compuso, y tuvo su banda, y la disolvió y siguió cantando y componiendo.

Hace un tiempo, no mucho pero sí bastante, se dio cuenta de que la música era lo único que la hacía feliz, abandonó los estudios de Ingeniería audiovisual -para horror materno- y se dio entera a la tarea de transformar la canción en pan. Y en eso anda.

Instantes decisivos (Bizarro, 2016), su primer disco, es una colección de temas entre naif y estrafalarios. Un cancionero pop, a veces folk, a veces milonguero, capaz de estallar en un éxtasis de distorsión y adrenalina guitarrera, jalonado de mínimos deslumbramientos y atendibles fracasos, con más humor que autocompasión.

"Soy un desastre para las fechas y, además, hablo todo re mezclado", trata de justificar Papina De Palma. Por ahí, quién dice, no es tan fácil contar su historia. Y tampoco lo hace tan mal.

*

¿Cómo llegaste a la música?

Siempre me gustó cantar. Quería ser actriz y cantante, como el 80 % de las niñas. Iba al San Juan Bautista, que es de donde viene Coralinas, y en tercero o cuarto de escuela había una prueba de admisión para entrar al coro. Yo la fui a dar, muy preocupada, y pasé. Y ahí empecé como más en serio. Estaba Carmen Pi, que era como una ídola total, ES una ídola total, pero ahora además es mi amiga, y entonces era solo una señora increíble; que ella me diera para adelante fue una cosa muy importante.

 

Tenías unos ocho años, pero pasó un tiempo entre la niñez y este 2016, cuando sale tu primer disco. ¿Qué pasó en el medio?

Ocho, nueve. Nunca había hecho la cuenta... Seguí cantando en el coro de la escuela, y en segundo de liceo me mudé a España, por el trabajo del esposo de mi mamá. Estuvimos un año ahí, y después nos fuimos a Bogotá. Durante todo ese tiempo se dio la transformación del coro, que se volvió Coralinas. Y yo estaba en Colombia. Ahí era común vender los libros del colegio a fin de año, y en tercero de liceo, en vez de darle la plata a mi mamá, me compré una guitarra. Azul, espantosa, que llené de pegotines y todavía tengo. Es una guitarra que está mal fabricada. No podía tocar con otra, porque tiene el arco mal hecho y no se podía afinar.


¿Ya tocabas guitarra o fue tu primer instrumento?

Me la compré para ver qué onda, porque estaba segura de que quería aprender. Y empecé a ver en internet. En ese entonces había estudiado bajo, durante un año, año y medio. Quería ser bajista porque me parecía re canchero cantar y tocar el bajo a la vez, me parecía algo increíble.

 

¿Quién era el espejo ahí?

Nadie. Simplemente me parecía cool, no tenía una referencia de cantante mujer que tocara el bajo. Y empecé guitarra sabiendo, más o menos, tocar el bajo. Después descubrí que en internet están los dibujos de cómo poner los dedos para cada acorde, y muchas canciones que tenían esos dibujos, entonces podía robar la armonía de una canción para ponérsela a una mía. Antes de eso ya hacía canciones, y cantaba las melodías, que me las aprendía de memoria, pero no las tocaba con nadie. Después tuve una banda, Calma, que todavía está en MySpace. Yo componía la melodía, y tenía un guitarrista que era chiquito como yo pero tocaba salado. Y había una bajista, que era amiga mía del liceo, y un baterista, muy crá, que ahora está estudiando en Berklee, todo jazzero. Ahí yo no tocaba la guitarra, me paralizaba totalmente cuando tocábamos. En Bogotá es muy común que en los liceos hagan festivales de bandas de estudiantes. Hay como un circuito, donde los grupos se vuelven populares, pero no salen de ahí normalmente. Si tenés más de 15 años no te enterás.

 

¿Y qué pasó con eso?

El guitarrista se mudó a Buenos Aires, el baterista se fue a Boston, y nos quedamos la bajista y yo. Tratamos de reemplazarlos pero ya era como un embole. No tenía nada que ver con lo que pasaba al principio. Pero estuvo de más. Me re gustaba. Ahora escucho esas canciones y me da pudor, pero en ese momento me gustaba. Incluso había un grupo de chicos que iba a los shows con pancartas, era muy divertido.

Cuando terminé el liceo en Colombia le dije a mi mamá que me quería volver a estudiar a Uruguay. El trabajo del esposo de ella implica que se mude de acuerdo a la demanda, y yo no me quería mudar más. Así que me vine para acá, con 19 años, por el 2010. Me vine sola a vivir con mis abuelos, los papás de mi mamá. Y me puse a estudiar Ingeniería audiovisual. Quería ser sonidista, y me parecía que estudiando Ingeniería audiovisual estaba cerca. Al final me di cuenta de que no era tan grande la carga de sonido que yo necesitaba aprender, y me empecé a re copar con el cine, que no sabía que me gustaba. No tenía mucho interés, más que el de ir al cine a ver una película. En ese tiempo empecé a tocar en boliches, me reintegré a las Coralinas. Me presenté a la Movida Joven y me fue bien, gané dos años, entonces ya empecé a existir.

Foto: Montevideo Portal | Joaquín Fernández

Siempre con tus canciones...

Sí, siempre con mis canciones. Cuando empecé a tocar en los boliches hacía covers, pero los mezclaba con temas míos.

 

¿Cuándo resolviste que tenías que hacer tus canciones?

Desde antes de tocar la guitarra. Tenía un gusto musical muy patético. Me salía para un lado melódico pop internacional...

 

Tipo Disney...

Sí, Disney. Y después aprendí a tocar la guitarra. Bah, aprendí... Creo que toco mis canciones porque mi capacidad es muy limitada, y cuando son mis canciones son así, como son. Ya tratar de versionar a otro artista es difícil. Para mí. Y cada vez quise más hacer mis canciones. Y seguía estudiando esta carrera. Intenté, durante estos años, tratar de grabar un disco con productores de acá, pero siempre, por H o por B, se caía, no funcionaba.


¿Por qué no funcionaba? ¿Cuáles son las H y cuáles las B?

El dinero siempre fue como un problema porque no tengo un mango, pero pensaba en conseguirlo. Pero yo tenía la idea de que mi productor tenía que coparse, más allá de que fuera un laburo y le fuera a pagar. Tenían que gustarle las canciones, y teníamos que querernos. Me parecía fundamental. Que él fuera a mi cumpleaños, por ejemplo. Tenía esa visión de un productor-familia. Y en uno de los casos no sentí que hubiera esa unión, y en otros los productores no tenían tiempo... Y después se dio que nunca había ido a Buenos Aires. Lu [Luciana] Mocchi, que en ese entonces no era mi amiga, me llamó para proponerme una gira de canciones uruguayas por Argentina. Buenos Aires, Córdoba, qué se yo. Le dije que estaba loca, que no tenía plata, pero me aseguró que cubríamos los gastos con los toques. Había hablado con Samantha Navarro, con Queyi, y faltaba alguien más. Invitamos a Jime Bedó, y allá nos fuimos. Alquilamos dos autos y salimos con un equipo de fotógrafos, que filmaban, y estuvo de más. Ahí me di cuenta de lo cerca que era Buenos Aires, que estaba a un toque. Y a raíz de eso se me ocurrió la posibilidad de que lo hiciera Juanito El Cantor, que es quien hizo el disco finalmente.


¿Lo conociste ahí?

No, lo conocía de La Paloma. Lo conocí gracias a Gustavo Cordera, que vive ahí, y donde mi papá tenía negocio. Así que en invierno, que somos pocos, nos juntábamos a tocar, y qué se yo. Él produjo un disco de Cordera, y estaba en La Paloma. Nos cantamos unas canciones y me enamoré totalmente de esos temas. Me hice re fan de él. Y le pregunté si me producía el disco. Me dijo que sí, que le encantaría. "Waw, ¿Cuándo?" "En Turismo, el año que viene". Ponele que fue en diciembre de 2014. Y fui. Me fui a hacer la preproducción del disco en Turismo del año pasado. La hicimos en la casa de él, en Castelar, y me volví prendida fuego con Buenos Aires. Muy emocionada. Y un mes después dejé la Facultad y me fui a vivir a su casa, con su familia. Les pregunté si me aguantaban un tiempito hasta que me consiguiera algo en Capital, y nunca me fui. Estuve viviendo un año y medio en su casa. Felices, una familia. Todo lo que yo quería de un productor, sucedió al extremo. Fue re Disney, salado. Se ve que tengo algo de Disney de tanto ver pelis. Y en ese tiempo grabamos. Él tiene un estudio en Boedo, y lo fuimos grabando ahí, definiendo con mucha tranquilidad quién iba a tocar en cada canción. Como yo no tengo banda estable, lo ideal era llamar para cada tema al músico ideal, que fuera a gozarse, como si fueran muchísimos invitados. Fue hermoso. Grabar un disco es hermoso. Hacerlo de la forma que elegí es caro, pero no me arrepiento ni ahí. Ahora tengo que devolver un montón de plata, pero me parece que vale la pena. Estoy re contenta.

 

¿Por qué querías tener un disco? ¿Por una cuestión fetichista, porque te abre puertas, para decir "mamá, llegué..."?

Creo que hay una cuestión fetichista. Internet me abrió pila de puertas. El video de Sofar lo vio mucha gente, en Argentina iba a tocar a un pueblo de Córdoba y había gente que sabía la canción, pero me daba mucha pena irme y no poder dejar nada como para que pudieran tener a la vista, y escuchar en el auto. Me parece muy importante, sobre todo, tener uno. Y tenía muchas ganas de tener un disco. De hecho, ahora tengo muchas ganas de tener otro, y no sé si me van a ir.

 

¿Es importante también económicamente? Porque la música, ahora, es tu trabajo...

Sí, estoy tocando. No estoy haciendo otra cosa. Tengo ayuda, mi papá me ayuda un poco, bastante, pero estoy contenta porque estoy 100 % dedicada a la música, y está bueno. Estoy trabajando sola, sin mánager, y eso me hace concentrar. Jamás me voy a olvidar de mandar un mail, de hacer una llamada, o de pensar qué voy a hacer el fin de semana. De eso depende que pueda pagar la luz.

 

¿Eso te dio miedo en algún momento?

No, no me da miedo. La otra vez una amiga me decía "ay, sos valiente", pero para ser valiente tenés que tener miedo. Y no lo siento. Es lo único que me gusta hacer. Desgraciadamente y por fortuna. Entonces no hay una elección. En lo único que me interesa: desarrollarme y crecer haciendo canciones.

 

¿Y cuál es la pulsión que te lleva a querer hacer canciones? ¿Qué es lo que tenés que decir?

No sé. Creo que tengo que hacerlo porque puedo. No sé si tengo un mensaje. Mis canciones, hasta ahora, no han venido cargadas de cuestiones políticas, sociales. Es algo que también intento trabajar. Tratar de hacer canciones así.

 

¿Sí?

Sí, sobre todo ahora que grabé un disco con 14 canciones de amor romántico...


Bueno, pero el disco está muy bien, así que brindemos por tus fracasos amorosos, y ojalá sigan...

Gracias por desearme lo peor (Risas). Sí, es cierto. La estabilidad me mata. Necesito crisis permanentemente, como comida para la creatividad. Ahora estoy tratando de cambiar mi forma de componer en ese sentido, y de imponerme consignas. Hace un tiempo vengo haciendo una serie de canciones sobre objetos inanimados, a los que personifico. Puede ser cualquier cosa. Por ejemplo una cámara de fotos, que de hecho esa canción está en YouTube. Yo puedo elegir si soy yo la cámara de fotos, si soy quien la usa... Es como una excusa para limitar la composición. En ese caso la cámara de fotos soy yo. Es una pobre cámara analógica, que está en el horno porque nadie la toca, nadie la usa. Y me di cuenta de que, al final, el objeto siempre soy yo. Si un psicoanalista agarra la canción, diría "Papina, sé sincera, mirá lo que escribiste".


Bueno, es sincero...

Sí, obvio. La excusa de la consigna es poder sentarme a componer aunque no esté en crisis permanente, porque tampoco es sano. Más allá del romance. Mis períodos más fructíferos, últimamente, fueron el mes que llegué a vivir a Montevideo, que me acabo de mudar, y el mes que llegué a vivir a Buenos Aires. En esos momentos compuse sobre cualquier cosa, pero después, la estabilidad me arruina. No puedo, pero estoy aprendiendo a poder. Trato de ponerme horarios para escribir, porque es mi trabajo. Es mucho más que mi trabajo, en realidad. Y trato de tomármelo en serio y no hippearla. Quiero estudiar, aunque me cuesta mucho. Me aburre, y me distraigo. Y me cuesta mucho concentrarme cuando me aburro. Creo que estaría buenísimo saber lenguaje, armonías... Me defiendo, pero para ampliar el abanico de cosas que puedo hacer y comunicarme con otros músicos, porque a veces siento que me estoy comunicando por lenguaje de señas. Me da como vergüenza. Capaz de ir a terapia a superar la vergüenza podría aprender a tocar (Risas).


¿Sos vergonzosa?

No, para cosas concretas. Normalmente soy re cara dura.

Foto: Montevideo Portal | Joaquín Fernández


Cuando estabas en Colombia y no tenías un espejo, ¿Qué inspiraciones tenías para tocar música?

Cuando era chica mis gustos musicales estaban centrados en lo que veía en la tele, las novelas de Cris Morena, y eso, eran las cosas que me entraban. Mi papá, siempre que escucha que digo algo así, me dice: "Callate, atrevida, si yo siempre escuchaba música", pero ta, se ve que no le daba bola. Rebeldía, o no sé qué.


¿Y qué escuchaba él?

Él dice que escuchaba de todo. Yo no recuerdo. Sí recuerdo ver El amor después del amor [Fito Páez, 1992], en su escritorio. Tengo esa imagen, con esa tapa espantosa. Se ve que impactó, y no me la pude borrar nunca. Es un disco hermoso con una tapa horrible. Y después, en tercero o cuarto de escuela, conocí a Magui [Mieres], que es ahora mi mejor amiga, mi hermana. Y en su casa escuchaban mucha música. Y a ella sí le presté atención. Ahí se escuchaba a los Beatles, a Bob Dylan. Y no podía creer que estaba pasando eso y no me había dado cuenta. Me había pasado por el costado. Y a raíz de Magui y su familia empecé a escuchar esa música increíble, y a investigar. Tuve épocas de adolescente en que me cargaba el iPod con discografías. Johnny Cash, ponele. Y la escuchaba entera, la borraba, y me cargaba otra cosa. Así todo el tiempo. Después me quedé con la música que me gusta, y cada tanto se suma alguna cosa.


¿Te quedó algo de eso?

Sí, los Beatles son mi banda favorita, digamos. Y escucho pila a Dylan, a Regina Spektor. Durante años escuché casi todas cosas en inglés, y ahora, hace poco, a raíz de un show que hice con Samantha Navarro, me tuve que poner a investigar sobre artistas uruguayos. No es que no supiera que existían Eduardo Mateo, o Jaime Roos, o Fernando Cabrera. Pero nunca me había sumergido en la obra de ellos.


Capaz que, a la edad en que a muchos nos toca descubrir a esos artistas, vos no estabas en Uruguay...

Sí, ponele. Igual el otro día puse un disco de la Vela y me lo sabía entero. No sé cuándo pasó eso, pero me acordaba todas las letras, perfecto. Y me puse a investigar, y no puedo creer esa música, que es nueva para mí. Es hermoso. Estoy re fan de Jaime. Lo escucho todo el tiempo. Escucho a muchos colegas uruguayos: a Lu Mocchi, que sacó hace poco Mañana será otro disco, y lo tengo puesto hace días. Le pongo play y lo escucho para cocinar, para ordenar, para todo. Escucho a Carmen [Pi], a Belén [Cuturi], a Totó Yulelé... Escucho sobre todo a uruguayos contemporáneos, y argentinos. Amigos a los que extraño, y que, creo que por eso, los escucho mucho más.

 

¿Te sentís una artista uruguaya? Porque lo que vos hacés no tiene muchos puntos de comparación acá, a no ser ciertos toques de Samantha Navarro...

Me pasó de ir hace unos años a un taller de canciones que dio Rubén Olivera. Fui a dos o tres encuentros, y salí medio quemada, porque un día dijo algo así como que si sos uruguayo, o de cualquier país, y tu música no está impregnada del lugar de donde venís, como que sos medio trucho. Yo no estuve de acuerdo. Antes de ser uruguaya soy yo, y capaz que no quiero hacer música uruguaya. Eso le dije. Y él decía que, aunque no quisiera, lo iba a hacer igual. Y después me di cuenta de que tenía razón. Obvio. Yo de pendeja soberbia. Estaba enojada. ¡Cómo va a pensar eso! Y tiene razón. Hay muchas canciones mías que tienden al candombe, o a la milonga... Mal tocado, porque no sé. Y no lo puedo evitar. Aunque no tenga la intención de ir los domingos a los tambores. Hay algo, la información genética, no sé, no lo puedo evitar. Me parece hermoso, y me conmueve.


¿Qué dice tu familia de la hija cantora?

Mi mamá está un poco preocupada. Le gustaría que hubiera terminado la carrera, y tiene la esperanza de que en cualquier momento lo haga. Me queda poquito, pero no va a pasar. No quiero estar un día más haciendo algo que no me gusta. ¿Por qué? Está re bueno tener un título, pero para otra persona, para otra vida de otra persona. Mi vida es mía. ¡No quiero! Sé que está bueno terminar las cosas, pero no va a pasar. A ella le gustaría que yo trabaje de otra cosa, y le cuesta un poco entender...


El viejo prejuicio de "Sos músico, pero de qué trabajás"...

Claro. Ella tiene eso totalmente incorporado. Y yo a veces también. Tengo que hacer un ejercicio de pensar "ok, no soy desempleada, no soy desempleada, no soy desempleada". Trabajo todo el día, de hecho. Y a veces el tiempo libre me da culpa porque pertenezco a este mundo e, igual que mi mamá, aprendí "ok, sos músico pero de qué trabajás". Lo estoy desaprendiendo para no sentirme mal. Tampoco fui muy abierta con ella, de contarle muchas cosas. Fui una adolescente medio cerrada, no la integraba mucho a lo que me pasaba, y creo que para ella debe de haber sido bastante chocante que un día le dijera "che, voy a dejar la carrera que hace cuatro años estás pagando, porque quiero ser música". ¡Waw! Debe de haber dicho: "¿Qué le pasa? ¡Loca! ¡La voy a matar! Seguro anda en la droga..." (Risas) Mi papá, en cambio, es como otro país de persona. Mucho más contento con el tema. Igual hay veces que nos cuesta entendernos en algunas cosas. Él acepta todo esto con más naturalidad, porque es más apasionado. Le gusta la gastronomía, por ejemplo, y ahora, que no está trabajando de eso, lo sufre un poco. Tiene esa empatía. Supongo que es difícil para los dos, pero ta. Que se acostumbren.

 

Capaz que les tenés que componer una canción...

Sí. Capaz que sí.


Jorge Costigliolo | Montevideo Portal
[email protected]