Brasil, ese gigante al que por costumbre ignoramos y hacemos como que no existe, también es hábil en darse la espalda a sí mismo. Así como sabe celebrar sus triunfos y enaltecer sus hitos culturales es, también, campeón en ignorar los movimientos que provengan de la periferia de los grandes centros de poder. No descubro nada nuevo: el sur de Brasil, para muchos brasileños, no es tan Brasil.

Bebeto Alves sabe de esta idiosincrasia y lleva más de tres décadas en la pelea por destruir esas barreras, confundir fronteras, crear una lingua franca que sea todo lo revolucionaria posible.

Folklorista, rockero, tropicalista y a veces punk, Bebeto Alves, militante y activista cultural, prolífico cantautor (lleva más de una veintena de discos firmados con su nombre y han cantado sus canciones desde Belchior a Ana Carolina), lamenta que el arte haya perdido su revulsivo, y reivindica la importancia de algunas banderas enarboladas en los 80.

Existencialista de la vieja escuela, Bebeto Alves reflexiona, sin autocompasión, sobre el rol de los músicos en el presente, se permite cierto optimismo y provoca: "Debemos librarnos de nosotros mismos".

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¿Cuál es el motor para seguir componiendo y tocando en vivo?

Creo que el componente es el mismo que se tiene para vivir, lo que nos permite estar vivos. No se puede dejar de respirar, simplemente.


Decías hace un tiempo que vivíamos en un mundo que se destruye y al mismo tiempo se reconstruye. ¿Qué es lo que estamos construyendo? ¿Sirve el arte para aportar algo a esa reconstrucción o, al menos, para alertar sobre lo que estamos haciendo mal?

No todo lo que dije antes puede aplicarse de nuevo en cualquier momento. Había una idea de que las cosas se rehicieran después de consumirse. Se transformaban. Creo que hoy las cosas no se consumen y no se transforman, apenas continúan sin establecer marcos de ruptura. Todo está en permanente movimiento. A lo sumo hay un abandono de las cosas que se vuelven vagas, breves, pero también voluminosas, pesadas, como la maquinaria de una fábrica abandonada, pensamiento tras pensamiento.

No estamos construyendo nada, y el arte ha perdido su función revolucionaria, a punto de perder espacio en el concepto de cultura instituido por estos gobiernos de izquierda de América del Sur, donde la cultura, partiendo de un concepto antropológico, se extiende como un beneficio social con un perfil ideológico definido. El arte es libertad de creación, y la libertad es ofensiva. Al menos así ha sido en Brasil. Puede ser también una moneda, un valor de mercado. Incluso denunciar o provocar apenas genera un reconocimiento momentáneo, efímero y nada más; una escena alternativa sin relevancia.

Tus primeros trabajos son de la década del 80, una época muy fermental para la música sudamericana. Era la salida de las dictaduras, y había una búsqueda de la identidad, de reivindicación de sonidos. ¿Qué crees que queda de ese espíritu hoy en día? ¿Hay un lugar en medio de la industria, que fabrica sus estrellas en concursos de televisión, para una estética revulsiva como aquella?

Pudimos construir cosas importantes en esa década del 80, en los estertores de la dictadura, cuando se produjo el regreso del sistema democrático y el fin de los regímenes militares, con una identidad capaz de reunirnos bajo un mismo techo, como si fuéramos una sola nación latinoamericana. Por lo menos fue lo que intentamos. Incorporamos al sistema político banderas que traíamos de los años 70: las luchas de las minorías, der los negros, los indígenas, las mujeres, reivindicábamos las drogas psicoactivas, la lucha de los homosexuales, de la ecosustentabilidad; conceptos de cultura. Eso se multiplicó en el tejido social a partir de esas luchas. Y eso se reflejó en la música; la música fue el estandarte de ese tiempo. Nos movimos a los lugares más soleados de nuestra estructura humana, por la tierra más fértil. Nos permitimos experimentar muchas cosas, fusiones. Todo está ahí todavía, como riqueza, patrimonio, acumulación. Creo que todavía nos sirve como documento, como historia, como base, como estructura, pero no como un lenguaje de mercado. Sirve como concepto civilizatorio, como filosofía, reflexión de la política y de la sociedad, como literatura.

Yo también he estado pensando respecto de una nueva revolución, pero no puede ser, no podría ocurrir porque sería parte de lo que pasó, está entre todos esos sonidos y palabras. ¿Ese es nuestro lugar, mi lugar, eso es lo que significa? No deja de ser un sentido de revolución permanente. El artista se revoluciona integralmente; de otra manera no existe, deja de ser.

Si bien la música del sur del Brasil es riquísima, ha sido opacada en las últimas décadas por la que se hace en los grandes centros del país, especialmente en Rio y San Pablo. ¿Consideras que ha sido relegada, que merecía mejor suerte?

Siempre hubo un desconocimiento de nuestra importancia en ese escenario. Brasil nunca se sintió cómodo dentro de ese concierto sudamericano del que nosotros, los artistas del sur, formamos parte. Hablo de ese Brasil al que te refieres, al eje de la cultura brasileña dominante, entre Rio y San Pablo, centros de poder económico y de comunicación del país. Es una historia muy larga, con muchas aristas, matices y problemas. Así nos construimos, construimos una nueva perspectiva para nuestra música, a partir de identificarnos con los países vecinos, como Uruguay y Argentina, con ese diálogo que nos une desde el principio. Así maduramos, medio al margen, tanto de un lado como del otro, y eso nos constituyó.

Ya no nos sentimos dependientes de ese eje, descubrimos otra cosa, una nueva identidad sur-brasileña, así como existen tantas otras identidades regionales en este continente brasileño.

Se puede establecer un intercambio, un diálogo, pero sin supeditarnos a una cultura que pese demasiado. Creo que estamos bien, estamos seguros de lo que hicimos y continuamos haciendo: una nueva canción, una música brasileña del Sur, diferente de todo lo demás - diferente en ese universo de la música brasileña, e incluso con elementos que nos son comunes, diferente de la música uruguaya, la música argentina o paraguaya. Somos complementarios, en realidad.


El músico uruguayo Daniel Drexler acuñó el término "templadismo" para nombrar a la música influida por el paisaje del sur de Brasil, Uruguay, parte del Paraguay y Argentina, basado en el Manifesto Antropofágico de Oswald de Andrade. ¿Coincides con él? ¿Crees que hay vasos comunicantes entre la milonga oriental, el tango, la música gaúcha?

Lamento no conocer la música de Drexler o el concepto de ‘templadismo’, pero como tropicalista militante que fui, entiendo lo que significa. Perseguí esa licuadora de los Mutantes, y licué aquella amalgama brasileño-macunaímica-anglosajona, creando una perspectiva propia a partir de eso.

A pesar de entender que existen muchas cosas en común entre nosotros, brasileños del sur, argentinos y uruguayos, mi vida hoy es otra y me distancio, respetuosamente, de esas cosas, tanto de las influencias como de las identificaciones. Siento mucha solidez en mis cosas, y me gustaría relacionarme con todo de otra manera, no buscando semejanzas sino diferencias. Esas diferencias que nos enriquezcan más todavía, que nos demuestren que vamos en la misma dirección, incluso usando una paleta de colores imposibles e inimaginables. Tenemos que librarnos de nosotros mismos.

 

Tus canciones no son para tomarlas a la liviana, exigen un compromiso de parte de quien las escucha, para comprenderlas, resignificarlas. ¿Es difícil el trabajo creativo para ti? ¿Qué es lo que buscas transmitir?

Nada es difícil para mí porque nunca fue fácil. La creación forma parte de un compromiso, de una revolución individual, intransferible y permanente. Forma parte del reconocimiento del otro en nosotros mismos.

Siempre creí que el acto creativo formaba parte del proceso de cura de una enfermedad poco conocida, identificada por el sistema patológico de los artistas creativos. Busco curarme de todas las enfermedades de mi pequeña humanidad, y mi arte es una reacción alérgica.

¿Crees que tu música, pese a tener componentes tan locales, es universal? ¿Por qué?

El mundo hoy es transcultural, en desplazamiento, y ciertos conceptos no se aplican más, a no ser por su carácter subjetivo. Ya Salman Rushdie habló del hombre traducido, ese ser humano en movimiento, traspasando fronteras, integrando culturas diferentes.

Si no confundimos el concepto de global con el de local, y el de local con provincianismo, creo que podemos incluirlos. Tal vez mi trabajo sea universal por lo que tenemos de común entre todos, el espíritu humano. Es una cuestión filosófica. Siempre habrá lugar para la cultura, que es lo que nos diferencia.


¿Hay futuro para los artistas?

Si hay futuro para la humanidad, habrá futuro para los artistas.

 


Bebeto Alves se presenta junto a su banda, Los Blackbagualnegovéio, el viernes 17 de junio, desde las 19:00, en el Centro Cultural España (Rincón 629), con entrada libre.