Cantante y compositor de Buceo Invisible, una rara avis en la música popular uruguaya, Diego Presa lleva una década larga dedicado al oficio de poner palabras sobre melodías. Hace apenas unos años emprendió un camino paralelo, para canalizar inquietudes que no entraban en la amplia valija de Buceo Invisible, para experimentar solo y a tientas en un territorio nuevo. Ese capricho lleva dos discos, y Trece Canciones (Bizarro, 2014) es el más reciente.
En este trabajo, Presa se confirma como un intérprete versátil, pero sobre todo como un autor sincero e inteligente.
Trece Canciones, producido por Alejandro Ferradás, vuelve a incursionar en el universo de Presa, en el que hay lugar para los paisajes de campo y carretera y el amor puede estar tras una máscara, o en la sala oscura de un cine imposible.
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Este nuevo trabajo es bastante distinto a tu disco anterior (Diego Presa, Bizarro, 2012). Es, si se quiere, más rockero...
Sí, es más crudo, más directo, más natural. Fue la idea. Quería probar una forma distinta de producción en cuanto al sonido, a la forma de abordar las canciones. El otro disco había sido hecho de una forma muy casera, que me encanta. No reniego de eso. Estoy muy contento con él, pero ahora quería probar otra forma de trabajo, y creo que la manera en que se hizo es casi opuesta al anterior. Las diferencias son muchas. Aquel está tocado por una sola persona, y ahora abrí la cancha en cuanto a la presencia de un productor y dejar que otras personas pudieran involucrarse en el proceso creativo. Alejandro Ferradás, a quien conozco desde hace poco tiempo, no estaba familiarizado con mi manera de trabajar, y yo tampoco con la de él. Fue interesante tirarme al agua y ver qué pasaba con eso. Estas cosas son interesantes, por lo menos para mí.
Hace un par de años, cuando publicaste tu disco debut, decías que era una forma de poder experimentar cosas que no encontraban lugar en Buceo Invisible. ¿Pesa más la responsabilidad de salir a defender tu trabajo con tu nombre y apellido?
No lo entiendo en términos de responsabilidad, porque siento la misma responsabilidad en ambos proyectos. Sí estoy de acuerdo en que hay una gran diferencia en cuanto a la exposición. Siempre el golpe o el halago dentro de un grupo se recibe más amortiguado. En este caso no puedo mirar para el costado: lo que sea, me toca a mí. Siempre me pareció natural esto de tocar con mi nombre. Trabajo con Buceo Invisible desde hace muchos años, es mi casa, mi hogar, pero por otro lado hago canciones y me llamo Diego Presa. No me compliqué demasiado: hay otra forma de encarar las canciones que no es la de Buceo Invisible, y quiero transitarla, y explorar por ese lado. Pero no me genera más conflictos que eso. Me parece que ha sido algo revitalizador para el grupo también. Le ha venido bien a Buceo Invisible el hecho de que yo esté haciendo otras cosas por fuera.
¿Por traer cosas nuevas a Buceo Invisible o porque ‘te sacan de encima un rato’?
En parte puede ser por eso. Los ritmos de trabajo dentro de un colectivo siempre son diversos, y yo, por lo general, tengo un ritmo de trabajo bastante intenso, y a veces terminás presionando al grupo para que te acompañe, algo que, después de un tiempo, no es muy sano. El hecho de tener esta válvula de escape me permite encarar las cosas con Buceo Invisible con otra paz, con otro disfrute. Estoy disfrutando muchísimo del trabajo grupal...
¿Qué buscás cuando hacés un disco?
Tengo 38 años. A esta altura, para mí, hacer canciones es algo inevitable, que tiene que ver con mi identidad, con mi forma de vivir en este mundo. Y, en la medida que escribo canciones, la forma de compartirlo con los otros, la que más me gusta a mí, es a través de los discos. Ahora se han ampliado muchísimo los recursos para compartir las cosas con la gente, pero prefiero hacerlo de esta manera, quizá hasta por una cuestión generacional, porque soy un poco viejo para la generación indie, y me siento también en el medio del cantautor uruguayo clásico...
Entre Galemire y Franny Glass...
Más o menos así. No solo en la cuestión estilística, sino en cuanto al encare del oficio, me siento en el medio en muchos aspectos. Este es uno: a mí me gusta grabar discos, si pudiera grabar vinilos me encantaría. Me parece que el formato digital es válido, pero necesito hacer discos. Es como hacer libros. Esta cuestión del papel. Y con el disco en el formato físico me pasa lo mismo. Definir en mi cabeza que en este caso son trece canciones, que tienen determinado orden, que ocupan un lugar que yo puedo percibir de alguna forma.
Te lo preguntaba por eso mismo, porque Trece Canciones puede tener dos lecturas: un compendio ordenado, al estilo de 20 Poemas de amor..., o un conjunto de temas, que son trece, y nada más. ¿Tienen un orden, una unidad, una lógica?
A mí me gusta mucho trabajar las estructuras. Así como trabaja el novelista, en el caso de un disco me importa mucho qué es lo que va primero y lo que va después, y cómo se comunican entre sí esas cosas. No es casual el orden, no es casual que sean trece, no podían ser más ni menos en este caso, por una cuestión de equilibrio. No es un conjunto de canciones, sino que intento darle una unidad, una personalidad, una identidad. Y el título tiene que ver con cosas que me gustan, como los Nueve Cuentos de Salinger o las Diez Nuevas Canciones de Leonard Cohen, y tiene que ver con diferenciar el trabajo de otros discos de Buceo Invisible, que tienen títulos con un perfil más poético, con una carga conceptual más pesada.
¿Qué es primero, la estructura o las canciones?
Las canciones, sin dudas. Yo deseo que el otro pueda completar las ideas, no necesariamente que entienda lo que pensé yo, y no me gusta encerrar, a priori, a partir de un concepto. Después sí trato de encontrarle vinculaciones a las canciones que trabajé y los equilibrios de los que te hablaba. Si pesa mucho de algún lado trato de equilibrarlo. Pero lo primero son las canciones, y las canciones son unidades. Es un desafío interesante, después, poder encontrarle vínculos a eso que está hecho.
¿Pensás mucho en las canciones?
Sí. Casi obsesivamente. Estoy mucho tiempo pensando en ellas.
En tus canciones se puede encontrar, a partir de algunas omisiones deliberadas en las letras, o frases abiertas, puertas hacia distintas interpretaciones. Canciones que, en manos de otros autores, serían historias...
Yo tiendo a la síntesis, soy más un escritor de imágenes que de narraciones. Siempre me ha salido así. Tiendo a escribir poco, y con los años creo que escribo cada vez menos. Hay un montón de escritores de canciones que escriben historias maravillosamente bien. Yo me he abierto un poco hacia lo narrativo, pero no es lo que me sale más naturalmente. Por otro lado me interesa disparar dudas, no lo hago para oscurecer al pedo, pero me parece interesante, porque a mí no me gusta, que no me den todo servido, ya digerido. Me gusta cuando me genera misterio, curiosidades, interpretaciones que quizás no sean las mismas que el autor quiso trasmitir.
¿Te preocupa que se entienda lo que decís?
No necesariamente.
¿Y vos entendés lo que decís?
En general sí, pero hay veces que termino entendiendo después. Tiempo después. Lo mágico del oficio este, lo que lo hace tan apasionante, es que no dominás del todo el material con el que trabajás. Cosas que están más en el terreno de la inconsciencia, de los sueños, de las intuiciones. Entonces ocurre que terminás entendiendo después, ordenando en otro momento. Me pasa. Y es alucinante.
¿Cuáles son tus raíces musicales, con qué corrientes te sentís emparentado, si es que las hay?
Por supuesto que las hay. Sería muy presuntuoso decir que estoy solo haciendo lo que hago. A mí me interesa saber qué es lo que está pasando en el oficio. Saber cómo se mueven los otros músicos, lo que provocan en la gente. Es fascinante eso. Desde La Hermana Menor, Darnauchans, Galemire, estoy atento a qué se está haciendo en la vuelta. Hay una movida de cantautores vinculada a esa cosa tan vaga como es el concepto del indie, que en general son menores que yo.
Quizás pertenecemos a una generación que no tuvo cantautores, al menos hasta ahora...
Creo que hubo una especie de páramo ahí en el medio, cuando los autores de canciones tocaban en bandas. Esta cuestión de cazar la guitarra y cantar solo no era común. Hablo de fines de los 90, principios de los 2000, cuando empecé a tocar con Buceo Invisible, cuando no existía esa ‘cultura joven’ como hay en este momento, de gente joven que toca canciones con determinadas influencias que capaz que están más cercanas a mí que lo me pasaba a los 18, 19 años, cuando iba a algún toque y me costaba encontrar cosas que me gustaran. Es una cuestión de edad. Pero me gusta lo que hace mucha gente, aunque encuentro diferencias en el encare en cuanto al oficio. Es difícil hablar de mi generación con respecto a este grupo de autores más jóvenes que yo. Hay cuestiones estéticas y una concepción de lo que se quiere decir hasta ideológica en cuanto a la concepción del oficio, que hace que a veces me sienta muy cercano y otras veces no. Lo mismo me pasa con autores mayores que yo.
Te referiste varias veces a la actividad musical como oficio...
Sí, me cuesta mucho decir que soy un artista. Lo mismo con decir que soy un poeta, e incluso con el soy un músico. Capaz que son trancas mías. Hay algo del estatus del artista que no me satisface del todo. Trabajo en el área artística y hago canciones, tengo que ver con el hecho artístico, pero me gusta pensarlo como un oficio, como un rol social. Como el sanitario, que arregla los baños y es fundamental. Hay gente que hace canciones e intenta vivir de eso. Llevarlo más a la carne, a lo concreto del trabajo, porque es un laburo, al que le dedicás muchísimas horas, aunque muchas veces no tenga relación con la remuneración. Estaba pensando en eso, en que algunos dedicamos un montón de horas a algo que es una contracorriente. Y me gusta defenderlo como un oficio. Reafirmar que es un trabajo, que vale lo mismo que otros trabajos. Pero es un trabajo, ni estoy en una nube de pedos ni estoy en el Olimpo. El artista tiende a sobrevalorarse individualmente. El arte cumple una función social fundamental, pero los artistas no son tan importantes.
¿Y cuál es el rol social de tus canciones?
Es una pregunta muy difícil, en la que pienso bastante. Si mis canciones son necesarias o no. Para mí es inevitable hacerlas, pero no sé si cumplen una función. Espero que sí, que generen pequeños cambios y rompan con la indiferencia cotidiana. Que se puedan meter por las grietas. Ojalá. Sé el efecto que generan en las personas cercanas: mis amigos, mis compañeros, mi familia. Ahí puedo ver la influencia de mis canciones, y es algo que me encanta. Después no sé. Pero con eso a mí alcanza. Todo lo otro vendrá por añadidura.