Hey, amigo, compañero, colega. Escuche. Hace pocos días salió a la calle Paisano (Ayuí, 2012), el nuevo álbum de Tunda Prada. El quinto del hombre detrás de "La mano que mira". Porque no tiene una, son dos manos que no sólo dibujan sino que tocan la guitarra. Y las acompaña una boca que dice, que canta, y que estaba "desesperada por sacar un disco".

Dibujante, animador, productor, docente, Tunda Prada convive con su Mr. Hyde musical. Un yo desdoblado que, arriba del pentagrama, hace pito catalán a los mandatos de la industria y las exigencias de la olla.

Paisano, nuevo jalón en la remolona carrera de Tunda, es, también, una obra familiar. Por primera vez se metió en el baile de trabajar con un productor artístico, y le tocó bailar con su hijo. Sebastián Prada, "bruto músico", guitarrista de la banda Don Nadie, se sentó frente a las perillas y se cargó el laburo de producir el álbum. Le quedó un disco fornido, con cantidad de puntos fuertes. Y joven, que no es lo mismo que pendejo. Y mundial, que no es lo mismo que internacional. Pasando en limpio: Paisano es un contundente disco de música popular uruguayo del siglo XXI. Y también es otras cosas, que están en cada escucha.

Tunda no recuerda con precisión de quién fue la idea de hacer el disco ‘a medias', pero sí sabe que, aunque le cuesta mucho delegar responsabilidades, la decisión ya estaba medio tomada.

"Hubo una simbiosis entre los dos, pese a que las estéticas son distintas. Tenemos muchas cosas en común y, en ese sentido, ya teníamos una batalla ganada", dice Tunda.

"Al principio me pregunté ‘qué hacemos', porque la parte pop que a él le gusta no es algo que a mí me encante y, de pique, le pude haber dicho ‘mirá, en este tema no me identifico tanto', pero después de que nos acomodamos un cachito le dije ‘loco, hacé lo que quieras' porque me gustaron las primeras maquetas que me trajo. Más que los arreglos y las estéticas en general, es el sonido lo que diferencia este trabajo, porque ahí yo no hubiera llegado por mi lado".

El que vive de las minas

Allá por el año 83, el jovencito que firmaba Tunda tuvo que decidir de qué forma iba a tratar de vivir lo que le quedaba por delante, que era mucho. La suerte estuvo de su lado. "Cuando empecé a tocar, digamos que profesionalmente, fue cuando nació la revista El Dedo y fue una enorme explosión, que luego siguió con Guambia. Yo era guacho, y cobraba muy bien...".

Esa ventaja económica hizo que pusiera el lápiz por delante de las cuerdas. "Es que cuando uno sale con el auto cargado de instrumentos y va a tocar a un boliche, terminás cobrando tres pesos, nunca es cerca de lo que puedo tener con lo otro. Pero las dos cosas me encantan, y nunca las dejé de hacer. Eso sí: como músico tengo pocas ‘horas de vuelo'".

Foto: Ana Ramírez l Montevideo Portal

A Tunda le tocó empezar a tocar en una época en la que la hegemonía de la música uruguaya se repartía entre el canto popular en decadencia y el balbuceante rock nacional. Como varios músicos de su generación, sapos de otro pozo, transitó los márgenes, se embarró las botas y fue moldeando un estilo personal que, aunque inclasificable, tiene la marca en el orillo de la identidad uruguaya.

"Siempre tomé como ejemplo a los brasileros, esos solistas que tocan con banda, como Gilberto Gil, y que arriman al pop y al rock las cosas folklóricas de ellos. Me encanta que la música atraviese las generaciones, que no dé grandes saltos. De repente hoy un tipo te toca un chorinho de Gonzaga... Saben, conocen. Eso siempre me pareció bueno", dice.

En nuestro país, la falta de sponsors, los escasos apoyos oficiales y el olímpico desinterés masivo no fueron del todo perjudiciales para la música popular. Por aquello de que lo que no mata engorda, crecer lejos de la mirada de la industria tuvo sus beneficios.

"En Uruguay estamos despojados de exigencia, por una cuestión de mercado. No tenemos esa cantidad de consumidores que nos haga esa presión, no hay sellos que nos digan ‘peinate de tal forma, vestite así y grabame cinco discos en el año'. Además, nuestra idiosincrasia es así desde la época de los gauchos, que somos como seres renegados del mundo".

Tunda pone como ejemplo el legado de artistas como Aníbal Sampayo, "que han hecho un folklore especial, defendiendo lo nuestro desde otra óptica", e inaugurando una línea que luego continuaron, entre otros, Eduardo Mateo, Fernando Cabrera y El Príncipe, "tipos que son únicos, que no se pueden comparar entre sí ni encajarlos en lo que es la música internacional, en estanterías claras. Como no tienen la exigencia, van a hacer lo que se les cante, y es lo que pasó. Y eso generó en nuestra cultura una cosa interesante, que hace que, desde otros lados, como Argentina o España, nos miren con mucho entusiasmo. Ese cantautor, el tipo que, con banda o sin banda, dijo ‘voy a hacer canciones, a expresarme a mi gusto, con todas las referencias que yo quiera' terminó generando una identidad muy importante".

Mate y venga

Lo que antes ocurría a lomo de caballo, vía Buquebus, aviones o TTL, hoy pasa con asiduidad e inmediatez. "Hay un mestizaje que está muy bueno, y creo que va a dar para mucho más", dice Tunda. "Va a madurar, a crecer. Esto sigue, no se va a parar. Hay gente joven haciendo cosas, se cuidan los textos, las armonías", y gente como Socio, Sebastián Jantos y Fede Graña vienen transitando esa senda, "con cosas folklóricas agregadas al palo de cada uno".

La culpa, tal vez, sea del mate. Dice Tunda que dice Jorge Drexler que es la influencia de la ilex paraguaiensis, la planta de la yerba mate, y su influencia en los compositores de este rincón del mundo. Alguien bautizó a todo este asunto como ‘templadismo', una grifa que, diferencias aparte, engloba a un importante número de artistas que "están generando un nuevo lenguaje, con un esfuerzo consciente o no. Siento que somos cancioneros de este lugar, cada uno con sus cosas, sus mambos, pero con una expresión que tiene raíces comunes".

Foto: Ana Ramírez l Montevideo Portal

El flujo de información rayano en la sobredosis tiene también sus martes 13 y "es muy difícil ir contra la cultura del zapping, de la cosa pispeada, pero siempre está la opción de profundizar. Evidentemente la gran masa va a ir al zapping, y hay cantidades industriales de canciones, videos, imágenes, textos, notas. La oferta es tan zarpada que se van armando cosas más focalizadas. Hoy en día, aquello de la cultura renacentista, de abarcar todo, es cada vez más difícil, casi imposible. A la vez, el sistema te está generando todo el tiempo la necesidad de cosas nuevas. Cada marca, cada empresa está estudiando día a día cómo hacer para generar esa necesidad".

Tunda propone un paréntesis en el huracán, y ofrece un puñado de canciones esmeradas que tienen destino en el corazón de los oyentes. Desde la carátula del disco, en la que un montón de personas, jóvenes, viejos, hombre y mujeres, más lindos y más feos, aparecen de espaldas, Paisano es un llamado de atención. "En la portada pongo de espaldas a la gente y, si abro el disco, me miran. Es como darles una palmada en el hombro, que me miren, que conversemos. No quiero que me escuche todo el mundo, pero al que lo haga, le pido que sea profundo, que tengamos es ‘diálogo'. Me parece interesante, no me voy a sentar en un boliche contigo, pero desde mis canciones te estoy contando mis cosas, mis experiencias, me merezco un respeto. Estoy con esto, lo hice con amor, con entrega, y quiero comunicarme...es un mensaje al espacio". Hey, paisano, escuche.

 

Paisano (Ayuí, 2012) está a la venta en todas las disquerías.
Cada disco viene acompañado de una ilustración original realizada por el autor.

Escuchá ‘El sendero'