Jorge Costigliolo | Montevideo Portal
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Carlos Alberto García Moreno estaba destinado a convertirse en una estrella del piano clásico si no hubiera tropezado fortuitamente con los Beatles. Al menos eso dice la leyenda, tan extendida como (más que bastante) falsa.
Carlos Alberto García Moreno es, todo el mundo lo sabe, Charly García, y Roque Di Pietro es un periodista argentino que acaba de dar a conocer Esta noche toca Charly. Un viaje por los recitales de Charly García (1956-1993) [Gourmet Musical, distribuye en Uruguay Escaramuza], un exhaustivo trabajo en el que repasa los conciertos del artista, desde las tempranas exhibiciones de talento de aquel pretendido niño prodigio en un conservatorio hasta los inicios del "período Say No More".
El libro de Di Pietro no es changa. Fan confeso de García abordó, durante años, con serio entusiasmo, la obra del músico, que le era familiar por motivos obvios, y la contrastó con un sinfín de grabaciones de audio y video de sus conciertos. Además, se quemó las pestañas con innumerables artículos de prensa, entrevistas, crónicas de recitales y avisos publicitarios. Y preguntó y repreguntó.
Lo que quedó es un portentoso volumen de más de 600 páginas (promete uno similar analizando los años saynomoreanos, de 1994 a 2008), en el que repasa en profundidad shows, discos piratas y registros caseros de las presentaciones de García, derriba algunos mitos y reconoce en pequeños gestos advertencias que el artista dejaba como al pasar, ladrillos con los que iría construyendo su propio monumento.
Y Di Pietro escribe, paralelamente, una de las mejores historias del periodismo y la crítica musical argentina (por qué no rioplatense), que merece ser leída con atención: qué pensaban, qué esperaban, qué prejuicios tenían y cómo interpretaban la realidad los tipos que, durante años, se dedicaron a retratar, en medios especializados o no, las andanzas musicales y la peripecia vital de Charly García.
Esta noche toca Charly se lee ágil y genera adicción. Cada página remite a decenas de referencias que sería una pena dejar pasar, (varias de ellas están disponibles en internet, y Di Pietro se encarga de decir dónde), por lo que la experiencia de su lectura es un disfrute. Y también, arriesgo, una obligación para fans y para todo aquel que pretenda entender la obra de uno de los artistas más influyentes de la música popular en habla hispana de las últimas décadas.
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Imagino que, pese a conocer de memoria la obra de Charly García, tuviste que hacer el ejercicio de rever y reescuchar todo el material disponible...
Hay que hacerlo de nuevo porque siempre escuchás cosas nuevas. Además, con el paso del tiempo, entendés otras cosas. Charly habla mucho, parece que divaga, o toca mucho fuera de programa, y siempre está citando algo. Por ejemplo, la vuelta de Sui Generis, en Montevideo, en el 81, yo tenía escuchado ese material, hace mucho tiempo. Estaba por cerrar el libro y justo caí, otra vez, a escuchar eso, y en un momento, Charly, que dijo que estaba medio borracho, pero en la grabación no se nota, o no se nota comparándolo con estados de borrachera posteriores, antes de tocar un tema, dice "Vamos a seguir tocando canciones sobre edificios y comida". Y estaba citando a Talking Heads, More songs about buildings and food, que era uno de los grupos que el tipo estaba curtiendo mucho en esa época.
Que, para el común de los mortales, en ese momento, empezando por el público que estaba en el Franzini, debería ser algo completamente desconocido...
Imaginate que en el 81 está citando el título en castellano de un disco de Talking Heads. Queda como un divagante que dijo cualquier cosa, y en él es todo así. La música de Charly, en vivo, es una música muy viva. La música grabada, oficial, de estudio, también. Pero la música que hace en vivo es como que crece con el paso del tiempo. Toma otra dimensión. Por supuesto, nosotros tampoco somos los mismos. El oyente es diferente con el paso del tiempo, pero esa música nos acompaña.
Sos un fan, pero no temiste desbaratar algunas creencias, alimentadas más que nada por la prensa, como que Charly estaba destinado a ser un brillante concertista...
Lo que quise desarticular, de algún modo, era esa certeza de que, si el tipo no se encontraba con los Beatles hubiese desembocado en un concertista de relevancia nacional, o internacional. Hay que tomarlo con pinzas. Capaz que fue un niño prodigio, el oído absoluto obviamente lo tiene, pero de ahí a ser un concertista son cosas diferentes. Por lo que muestran los programas de sus actuaciones, concertistas de verdad dicen que Charly estaba dentro de la media. Viendo el repertorio que tocó en su última audición, que fue a los 14 años, estaba dentro de la media. Y a los 14 años, una persona con destino de concertista ya está. O está en las grandes ligas o en los torneos de concertistas que hay en Europa. Es un ambiente muy competitivo.
Claro, son como los Juegos Olímpicos...
Son los Juegos Olímpicos de la música. Y son niños.
¿Tenías esa certeza o lo descubriste con la investigación? Lo mismo que planteás, también, respecto a quienes dicen que García no es un buen cantante, o cuando se hace referencia a su famoso mellotrón [confusión generada en 1974, cuando el artista se refirió a su teclado ARP String como mellotrón, un instrumento que no tocó hasta 2013].
Siempre me llamó la atención que negaran las cualidades de Charly como cantante. Acá, durante los años 80, el modelo de cantante era Baglietto. Y me desesperaba, porque Baglietto, OK, tiene sus cualidades, pero en la transmisión de sentido, cuando escuchás a un cantante, escuchar a Charly es incomparable... Es como escuchar a Dylan, o a Lennon. Quizás no es el más afinado, o quizás es el más desafinado. Pero para mí es insuperable. En última instancia... ¿A mí qué carajo me importa que erre notas? No es el jueguito de la Play... Creo que esa sensación de que Charly no es un buen cantante hace tiempo que no se sostiene más, porque está interpelado por otro paradigma.
Y lo de Charly concertista es como una intuición que tenía. Que capaz que era una invención de los medios... No sé. yo siempre digo que el mundo de la música popular y el mundo de la música académica no son irreconciliables, pero son universos diferentes. Considerando lo que es el rock, considerando lo que es la música popular... bueno, la formación que tiene Charly hace que se entienda por qué se dice eso. Porque tiene una formación teórica que ningún músico de rock, en Argentina, o Sudamérica tiene. Ninguno fue al conservatorio. O estuvo dos años, y él fue de punta a punta. Se debe haber comido las clases de solfeo, todo ese infierno. Yo intuía eso, que no era para tanto.
Claro, pero ese conocimiento el tipo lo vomita sin alardes en sus composiciones, en sus shows...
Exactamente. Lo más interesante, para mí, de todo eso, es que no importan las cualidades pianísticas de Charly, o si de verdad pudo haber sido, ponele, Martha Argerich. Lo que importa es que todo eso lo volcó de una manera extraordinaria en sus canciones pop, y que no se nota. El tipo no está haciendo alarde, no necesita poner una orquesta sinfónica para demostrar sus conocimientos de armonía clásica. Él mete la armonía clásica en La hija de la lágrima, ponele, que, supuestamente, es un disco de reviente, de un artista en decadencia. Ahí está la grandeza del tipo, lo que yo noto.
Y yendo al caso del mellotrón fue un descubrimiento. Para mí fue como ganar el Campeonato Metropolitano, porque tenía esa idea. Siempre se mencionaba el mellotrón, y yo veía fotos y nunca aparecía. Y en los discos no sonaba. Tenía esa espina... Y fui a las fuentes, a Carlos Cutaia [tecladista de La Máquina de Hacer Pájaros], especialistas en el tema, y era así. Nunca estuvo ese mellotrón. Nunca existió.
¿Cuánto tiempo te insumió la escritura del libro? La producción, digamos, te llevó toda la vida, pero ¿Cuánto fue el tiempo que le dedicaste a la obra? ¿Y qué primó a la hora de escribir, el fan o el periodista?
Fueron siete u ocho años, una cosa así. Desde el momento en que apareció la idea del libro y el compromiso de un editor, que le gustó la idea y se comprometió a que, cuando estuviera hecho, lo iba a publicar, que es importante. Yo soy fan de Charly García, me reconozco. Pero que sea fan no quiere decir que sea una persona incapacitada para pensar críticamente sobre la obra y la vida de Charly García. Yo defiendo la figura del fan porque me parece una figura fundamental en el ecosistema de la música. Que existan los fans me parece muy importante, incluso para el desarrollo de un artista, y muchas veces se considera que el fan es una persona necia, que no puede tener espíritu crítico, que no puede discernir si algo le gusta más o le gusta menos. Yo soy fan de Charly García porque de él me interesa todo. Todo. Hasta los errores, los derrapes... Me interesan las entrevistas con medios grandes, con medios chicos, todo. Veo que el tipo desprende musicalidad, música, en todo lo que hace. Obviamente hay cosas que me parecen más geniales, y otras que no están a la altura de la clase de artista que es. Pero quiero conocer todo. En ese sentido me declaro fan.
¿Creés que es el artista más importante de la música popular argentina de los últimos 50 años? Capaz que plantearlo en esos términos es una estupidez, pero no deja de ser interesante...
Yo considero que sí, pero son cuestiones plenamente subjetivas, porque mi vida transcurrió de tal manera que me enfrentó a la música de Charly García desde muy temprano, y eso me afectó mucho, y me impactó para el resto de mi vida. Hay personas que consideran a Spinetta o a Astor Piazzola. Yo creo que, si una persona considera que Spinetta es lo más grande que hay, obviamente que tiene todo mi respeto. Son artistas de una envergadura similar. Son todos empates técnicos, me parece. ¿Qué diferencia hay entre Charly y Spinetta? Musicalmente, ninguna. Quizá haya diferencias sociológicas, del impacto que tuvo la obra de un artista frente al impacto menor que tuvo, por ejemplo, la obra de Spinetta, en la sociedad argentina. Son menudencias que no tienen nada que ver con la música.
Y considero que no necesariamente tiene que estar enfrentado el periodista y el fan. Si vas a hacer un libro sobre un músico tenés que conocer todo de su obra. Mucha gente me dice "sos recontra fan de Charly García, te escuchaste todo, entonces no vale". Bueno, primero lo hice por placer, por necesidad intelectual, si querés. Y después por obligación, porque tenés que hacer un libro.
Sí, más vale que te guste...
¡Claro! Pero si no te gusta, tenés igual que atravesar ese camino, tenés que conocer todo lo del artista. Le estás haciendo una autopsia. A García, por suerte, lo tenemos vivo, pero ¿Cómo hacés para escribir sobre alguien si no conocés todo? Es una cosa obvia. Si te embarcás en un proyecto de esas características tenés que arreglarte para ser crítico frente a eso.
Una cosa interesante, además, es que el libro no solo repasa los conciertos de Charly y la discografía que los alimentó, sino que permite trazar una arqueología, una historia del periodismo musical y la crítica en Argentina... ¿Fue algo intencional de tu parte, o se dio de esa manera?
Fue una obsesión para mí. Saber cómo impactaba la obra de Charly en la crítica, cómo impactaba esa reacción de la crítica en Charly, cómo se retroalimentaba eso, y al mismo tiempo, descubrir que la crítica, en verdad, siempre actuó de la misma manera, a lo largo de toda su carrera. Con, quizás, un breve período donde tuvo un gran consenso, a partir de Piano bar, una luna de miel hasta la vuelta de Serú Girán, en el 92. Unos siete, ocho años, en los que todo el mundo estuvo de acuerdo en que era "lo más grande que hay en este país". Pero ya había pasado Sui Generis, La Máquina de Hacer Pájaros, Serú Girán, Yendo de la cama al living y Clics Modernos, la obra maestra de Charly, que fue casi denostada por unanimidad por los críticos más grandes de la Argentina.
Queda la sensación de que la crítica estaba disociada de la realidad, que estaba en una torre de marfil en la que no entraba nada que no estuviera dentro de sus preconceptos. El libro funciona bien sociológicamente, por ese lado...
Tal cual. Mirá la reacción que tuvieron los críticos, a quienes yo respeto mucho, Gloria Guerrero, los críticos de La Opinión, Pipo Lernoud, Sibila Camps... El libro no intentó juzgarlos, sino reflejar lo que pasaba con la reacción inmediata de la crítica ante una música, o una obra. Por ejemplo, en el caso de Serú Girán o Clics modernos, que los críticos reaccionaban negativamente en el primer encuentro, pero a los pocos meses, esas músicas, y ese grupo, en el caso de Serú Girán, ya eran "lo más grande que hay". Eso nunca pasó con otros artistas. Quizás con Piazzola, en algún momento. ¡Gloria Guerrero dice que se aburrió en la presentación de Clics modernos! Ahora ves ese disco, y ¡Mamá, por favor! El rock argentino daría un brazo por tener diez minutos de la presentación de Clics modernos en el Luna Park. O Serú Girán. Ahí se involucra un uruguayo, Jorge Nasser [entonces periodista de la revista porteña Expreso Imaginario], que lo despedazó. Hace poco hablé con él y mostró todo su arrepentimiento. Él relata la escena en la que le fue a pedir perdón, incluso. Son cosas maravillosas que no ocurrieron con otros artistas en Argentina, y en el rock argentino. Charly García despertaba ese tipo de reacciones.
Todas esas historias, además, me producen una profunda nostalgia. Sobre todo, al contemplar la inexistencia actual de la crítica musical, por lo menos en Argentina. En Uruguay, con las excepciones de La Diaria o Brecha, supongo que pasa más o menos lo mismo. Actualmente, en Argentina, a nadie se le ocurriría publicar una nota de esas características de las que están citadas en el libro, con respecto a quien podría ser en este momento el músico más popular del país. A nadie se le ocurriría publicar cosas tan desfavorables con artistas tan populares, y ese gesto no deja de tener cierta honestidad. Además, eso genera un debate sobre música, que es algo que, en este país, no existe más hace mucho tiempo. La gente no habla más sobre música. Habla sobre músicos, y sobre la cantidad de gente que lleva tal artista en tal estadio, sobre negocios, y todo, pero nadie habla sobre música. En aquella época, por lo menos, había un debate específico sobre música, sobre el uso de las máquinas de ritmo... Volviendo a Serú Girán, la crítica de La Opinión dice que Charly García tocaba acordes rudimentarios... Pero por lo menos estaba hablando de música. Disparatadamente, si querés, pero generaba una discusión. Algo que, desde hace mucho tiempo, mínimo diez años, no ocurre más, y es algo muy lamentable.
¿Ya estás trabajando en la continuación de este libro?
Es una idea que tengo, y la tiene firme el editor. No estoy laburando específicamente, pero ya empecé a pensar en la segunda parte, que arranca en 1994, y llega hasta el 2008. Todo el período Say No More...
Justamente, y con respecto a eso... ¿Te gustó Random [2017, último disco a la fecha de Charly García]?
A mí me gustó Random, me pareció un milagro, considerando las últimas apariciones públicas de Charly. Me gustó porque, por fin, aparecieron canciones nuevas, después de una seguidilla larguísima de discos en vivo, y me gustó porque el proceso de grabación, el concepto de audio, no descarta los preceptos saynomoreanos. La crítica del disco, en Argentina, se encargó de decir que Random era el disco que Charly debió haber hecho en 1994. Que debió esquivar todo el período Say No More y en lugar de La hija de la lágrima tendría que haber hecho este disco, prolijo, y todo eso. A mi no me parece eso. Creo que es un destilado más que correcto y bienvenido de todo el período Say No More. Y tiene tres o cuatro canciones que ingresan al catálogo de las más grandes canciones de Charly, sin ningún problema.
Jorge Costigliolo | Montevideo Portal
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