Jorge Costigliolo | Montevideo Portal
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"Esputa el que te saliva, esputa el que te escupió,
Esputa la santa madre que te recontra parió"
La puteada escondida en los versos, más cerca del patio del liceo que de la lectura del príncipe Kropotkin, sirvió para darle vida al Viruta, una leyenda algo imaginaria que Falta y Resto dimensionó una década atrás y sigue tan campante.
De oficio "escrachador", Viruta es una especie de conciencia de clase boca sucia e irreverente, que denuncia las desigualdades de la sociedad. Mientras, y a través de él, (y del Tatita su amigo y eventual exégeta), la murga reflexiona sobre sí misma y sobre el Carnaval, y pone en la mesa cuestiones más peludas como el devenir de la izquierda y la derecha y la soslayada reforma agraria.
A diez años de ese hito, bautizado Anarquía, Falta y Resto lo devuelve a los escenarios para verificar su vigencia. Raúl Castro, creador, escritor y componente de la murga, dice que este es el primer paso, y que quiere darse todos los gustos en vida. En 2016 le falló el motor y pasó unos días más cerca del Barba que de Momo. Salió, y supo que le quedaba un tiempo que jugar, así que fue a buscar la guinda al fondo del arco y enfiló para el medio de la cancha.
A la presentación de Anarquía, el 21 de junio en el Auditorio del Sodre, le seguirá una gira por Gualeguaychú, Concepción, Paraná, Buenos Aires, La Plata, Rosario, Córdoba y otros puntos de Argentina y, por primera vez, La Falta llegará a Chile. En medio, armará un equipo para dar la prueba de admisión y volver al Concurso de Agrupaciones. "No tengo tiempo para agradecerle a la vida", dice Castro, con la convicción de un monje, de un murguista.
*
Una vida con la murga...
Este año cumplo 60 años de murguista, porque empecé a los siete años, y con la Falta estoy desde los 30.
60 años de murguista...
60 años de murguista. Mi primera murga fue a los siete años, Los Caminantes. Después Los Penados Mercantes, en Solymar, que la saqué diez años, y después ya empecé La Falta.
Asusta un poco el número.
Sí. Esa sensación de finitud.
Capaz que ahora es más llevadero, pero hace 30 años te decían que ibas a seguir hoy con una murga y era imposible. La murga era una cosa para determinado momento de la vida, o para determinadas personas, asociadas a la bohemia, a la desprolijidad...
Sí. Murguista, como decía Serrat, "lo mejor de cada casa".
¿Que era Anarquía hace diez años? ¿Un espectáculo para el concurso, un proyecto más ambicioso? ¿Cómo lo concebiste?
Nosotros veníamos de no salir en Carnaval. A mí me gusta mucho escribir, escribo temprano. Lo que sea. Una vez me dijo don Carlos Páez Vilaró: "El secreto es pintar todos los días". Me gusta prepararme el mate, de mañana temprano, cuando estoy fresquito, y escribir. Escribo mucha murga porque es la técnica que domino.
Hay oficio...
Hay oficio. Pero también me desafían otras cosas. Ahora estoy escribiendo un libro, una novela un tanto autobiográfica, y un tanto no. Uno siempre quiere estar haciendo cosas. Como uno que labra madera, como cualquiera que piense que desde el arte puede encauzar su vida. Entonces estábamos en esa, cuando hace diez años le di la letra de lo que después fue la presentación de Anarquía a Felipe [Castro, hijo de Raúl, escritor y arreglista de la murga], para que hiciera una canción. Yo no sabía que iba a ser una canción de murga, pero Felipe la guardó y la hizo murguera. Al mismo tiempo, craneando con el Mono [Orlando] Da Costa [cupletero de la murga], con quien siempre nos juntamos para hacer ping pong creativo, había surgido la idea de volver al Carnaval y hacer el Doctor de la Risa, un tipo que decía muchos disparates. Eso se fue transformando, buscándole la vuelta, y apareció el personaje. Y apareció el mecanismo. Un día, yendo para Villa Argentina, estaba escuchando la radio, y pasaron Les Luthiers, aquella cantata de Don Rodrigo, que dice "De aquí no me muevo", y al otro momento los indios lo hacen volar de ahí. Ese era el truco. "Usted a mí no me puede llevar preso", y marchaba preso. Ese era el mecanismo. Se fueron juntando todas las cosas. Empezó a aparecer el lunfardo como sostén estético. Un personaje que me fascina, el Tatita, que es un álter ego mío. Tengo un respeto muy grande por la droga del alcohol, que cobró tantas vidas. Yo hice un culto de eso, en mis propios textos. Y que el borracho participe ahí, que se emborracha más cuando no está su amigo, el Viruta, porque lo tenía medio cortito. Empieza a aparecer el personaje, y cuando lo llevamos al grupo hubo muchachos que no lo querían hacer. En los primeros tablados hubo algunos que se daban vuelta de vergüenza en los escraches. En las puteadas del Viruta se daban vuelta. Después entraron y eran los peores. Hacían cualquiera. Fue muy shockeante para el Carnaval ver ese truco tan inocente, de Jaimito, hablando de anarquía...
Foto: Faltayresto.com
¿Por qué "anarquía"? Es una palabra más dura que cualquier puteada para mucha gente... ¿Por qué elegir esta temática?
Se trata de remover. Nosotros tenemos la función inalterable de mejorar el mundo como artistas. Tratar de hacer eso. Como el carpintero, como el mecánico, como el herrero. El murguista tiene que mejorar, ética y moralmente. Es la obligación que el mundo les da. A nosotros nos dan una sensibilidad especial, y uno siente esa cuestión. En ese momento, y ahora también, nos parecía que nunca hay que perder de vista el romanticismo de la utopía. Eso es el Viruta para mí: es el romántico que puede pensar "mis versos solo ofenden a los pacatos y mentecatos, burócratas y burgueses que cargan en sus quasimodescas espaldas el aparato fascista del Estado". ¡En realidad los versos eran una guarangada! El tipo, desde sus "versos de acción directa", prosa con olor a humedad, como decía Tatita del trabajo del Viruta. Esa poesía de acción directa no es, nada más ni nada menos, que un grito de paz. "Hasta acá llego con la violencia", dice Viruta. "Usted, señor agente, no me puede llevar preso". Lejos están estos anarquistas de ser Roscigna y Moretti. Lejos están estos anarquistas de expropiaciones revolucionarias. Es otro tipo de historia la que se cuenta, mucho más humana, interior, además de ser política.
¿Cómo lo tomaron los anarquistas identificados con Roscigna?
No sé. Pero para ellos es uno de ellos, porque desde la sublimación, los tipos también se sienten representados...
La defensa de la libertad no los puede dejar indiferentes...
¡Claro! Además, el tipo va siempre en cana. En la obra va preso constantemente. Al final termina siendo un desaparecido, cuando va a reclamar contra la tortura. Todo eso tratando de no perder la alegría, la broma carnavalera. Que siga siendo atractivo para los niños y para los viejos. Para las mujeres, el pudiente y el no tanto. Apto para todo público, atractivo, seductor.
¿Es difícil para vos, como creador? Uno piensa que hay murgas que se arman para ganar, y La Falta ha tenido, en su historia, espectáculos ambiciosos, elogiadísimos, que no han funcionado en el concurso y que, al día de hoy, son más recordados que muchos primeros premios... Anarquía es uno de ellos...
Depende de cuál sea tu objetivo. Yo fui teniendo diferentes objetivos. El primero que nos pusimos, cuando salimos, era colaborar desde lo cultural para voltear una dictadura. Salíamos séptimos. Me acuerdo que en el 84 me dijeron "si cambiás la despedida salís primero". Y salimos séptimos. Nunca, ni siquiera las veces que ganamos, que incluso ganamos con una Intendencia colorada, hicimos la murga pensando que íbamos a ganar. Nunca pensamos "con esto no nos gana nadie". Muchas veces sentimos la sensación de que éramos de los mejores espectáculos a juicio popular. Con eso vamos a la guerra. Yo sé que la gente rara vez se equivoca, y uno tiene 60 años en esto. Cuando vos sentís que bajó todo, que estás gozando, que nadie tiene vergüenza, porque el peor lugar para esconderse es arriba del tablado... Para que pase eso tenés que estar feliz y convencido de que lo tuyo es espectacular.
Tenés que ser tu hincha número 1...
Claro. Tuyo, y del producto que estás haciendo con tus amigos, tus compañeros, con tu familia. Entonces, cuando a mí me dicen "bueno, desde el punto de vista del concurso La Falta", no sé... Creo que el concurso fue una habilitación que nos da el Carnaval para asegurarnos por lo menos 60, 70 laburos todos los años, que no es menor. Y después dejar la obra prontita para funcionar por todos lados. Donde cuadre, donde se pueda. Por suerte, el plan va funcionando. La murga explota en otros lados. Debe ser el fenómeno, y me animo a denominarlo con un término de mi época, "underground", más importante de los últimos 50 años. La murga uruguaya.
¿En el mundo?
Por lo menos en América, sin duda. Es el que se ha expandido con mayor velocidad. En Bogotá hay cuatro o cinco murgas estilo uruguayas. Una se llama La Zumba Zumba, y está hecha, lo dicen ellos, "a imagen y semejanza de su hermana Falta y Resto". En Mendoza, en Santiago, en Valparaíso, en Córdoba, Rosario...
Foto: Montevideo Portal | Carmela Marichal
¿Cómo tomás eso? Porque podés decir "soy el rey de los cracks"...
No... ¿Por qué yo?
Porque sos el creador, por ejemplo...
Uno de los creadores de La Falta.
Ser espejo, inspiración de un montón de artistas en todas partes del mundo... Se te puede subir a la cabeza...
No tengo tiempo para agradecerle a la vida. Una de las cosas que estoy pensando hacer para el espectáculo que viene, que estamos pensando con la familia creativa que son los Castro y los Castro Lazaroff, tiene relación con un agradecimiento mío, personal, a la gente, a raíz de que me di cuenta de lo que la gente me quiere. Obviamente, no voy a decirlo así, pero conceptualmente es porque me doy cuenta, loco, que ¡Pah! el cariño es el más grande y más lindo, y quiero aprovecharlo, porque te pasan cosas en la vida que te enfrentan a tu finitud, que no te quedan tantos carnavales.
¿Te asustaste en ese momento?
No tuve tiempo. Cuando me desperté ya estaba salvado. Sí después, para pensar... pero ahí soy especialista [Risas] Desde que jugaba al fútbol, cuando nos hacían un gol, el que iba a buscar la pelota al fondo del arco era yo. Asumo, no pasa nada. Ya sabía, cuando me desperté, que la Sole [Soledad Castro, su hija] me estaba cantando una canción de murga, que iba a salir adelante, que ahí ya no me moría.
Pronto para el alargue...
Sí. Para el tiempo suplementario. Si no, me hubiera perdido esto que va a pasar el 21.
Anarquía se estrenó después de un año de no salir en Carnaval. ¿Duele el no salir?
A mí me duele no salir, sí. No, no me duele: extraño. Hay tardes que extraño. Yo vivo en Villa Argentina, un paraíso, ahí, cerquita del barranco. Bajo al Águila a tomar mate de mañanita, a hacer un poco de ejercicio, vuelvo, me doy un bañito, tiro un churrasquito a las brasas. ¡Es gol! Ahora, hay momentos que, por ahí, una canción, un recuerdo, me hacen mirar para Montevideo, ahí, paradito en la playa, veo el resplandor de la ciudad, en la tarde-noche divina, cuando se fue el sol, y pienso "están todos los tablados abiertos". A mí me emocionan los tablados. El Teatro es otra cosa. Te pone más nervioso. Vas a una justa, y en el arte, uno, lo mejor que puede hacer, es estar distendido. No es un partido de fútbol. No tiene nada que ver. Cuando te vas a subir a cantar murga, lo ideal, para mí, es estar totalmente distendido, que la gente fluya contigo sin un reloj que te diga que te quedan dos minutos. Lo hacés, pero porque te habilita a todo lo demás.
Son las reglas del juego...
Claro. Si querés lo otro tenés que pasar por acá. Acá hacemos la guita para todos, yo entiendo, está todo bien, pero dejame la utopía. Dejame ir a cantar al Flor de Maroñas, a donde va gente que se saca fotos conmigo, y que antes se la sacó la madre, y la abuela, y las tienen en la casa hace 37 años.
Federico Marinari decía que ustedes, por ser murguistas, tenían el don de ir al Solís y a Las Duranas...
Sí. El Carnaval te baja los decibeles. El Carnaval te aviva, enseguida te bajan todos los humos. Si venís emberretinado marchás. Me ha pasado a mí. Si veniste emberretinado porque anduviste por Europa, hiciste tal cosa, tocaste en Plaza de Mayo para 25.000 personas, la gente lo nota. El artista es transparente a esas cosas. La gente lo nota, y el Carnaval te lo cobra. Te lo hace saber. "Yo amo al que es como yo", te dice. "Vos sos crá porque sos como yo", te dice el Carnaval como entelequia. Y vos tenés que entender eso. Porque elegiste ese género.
Vos laburaste con otra gente que no va al tablado... ¿Es más difícil el mundo del Carnaval que el mundo artístico en general?
¡Qué va a ser más difícil! Fijate que en el Carnaval tenés todos los tablados prontos. ¿Vos sabés lo que es que alguien te venga a buscar y te pague todo, en buenas condiciones, y te asegure que va a haber público? ¿Dónde pasa eso?
Pero vos, a cambio, tenés que subirte ahí y devolver lo que te dan...
Y sí. Lo que pasa que lo que más me gusta a mí es el tablado. Cuando me dicen "La Falta canta menos", ¡Mentira! Nosotros cantamos 35, 40, 45 minutos en un tablado. Y, si nos dejaran, cantaríamos una hora. A mí lo que más me gusta, EN EL MUNDO, es estar arriba del tablado haciendo el payaso para la gente. Haciendo reír, haciendo pensar, estar con mis amigos haciendo armonías. Me gozo, lloro, hago personajes. Y todo lo que hay en el medio también me encanta. Me gusta esto de estar contigo conversando...
Decías antes que la primera misión de La Falta fue colaborar en la lucha contra la dictadura, y lo hicieron...
Aportamos. Tuvimos la suerte de que nos vieron los que nos tenían que ver, y nos perdonaron la vida cuando, los que estábamos ridiculizando, podían habernos matado. Fue muy loco todo eso que pasó. Cuando les entrego el libreto de Murga Lá, que fue el alegato mío más importante contra la censura, al punto que hoy sigue vigente, los tipos me felicitaron. La censura me devolvió el libreto con felicitaciones. Yo decía, "Fah, pobres tipos, no entendieron nada".
Pero después de eso, Falta y Resto ha tenido grandes hitos, mojones no solo artísticos. Son padres de muchas otras experiencias, la murga fue un semillero de artistas importantes al día de hoy, ¿Qué se siente ser escuela?
Orgullo. Un orgullo muy grande. Una confirmación de vida. Cuando yo tenía siete años, estaba sentado en la vereda de la caramelería, a los pies del tablado, y me invitaron a salir en Los Caminantes, me enamoré. Y pensaba, ahí sentado, en el cordón de la vereda, "amo este lugar, amo a mis amigos, pero sé que voy a andar por todos lados con la murga".
¿Qué esquina era esa?
Barreiro entre 26 de Marzo y Achiras. ¡Nada que ver! Una esquina de Pocitos del año 1957. Había un tablado en la calle Chucarro, jugábamos al fútbol en la calle, algo impensable hoy. Ahí hicimos la primera murga de pibes del barrio para el corso, porque había corso por Barreiro. Ahí yo dije: voy a ser murguista. ¿Qué siento de todo esto? Que es una confirmación de vida muy hermosa. Que fue esto lo que vine a hacer al mundo, y no hay arreglo. La vida me dijo "no, por acá no es", y uno muchas veces tiene que jugársela por su sueño. Y yo me la jugué. Te puedo asegurar que me la jugué.
Sos un rara avis, en el sentido de haber sobrevivido, entero, a una vida de murga. Muchos de tu generación terminaron rotos, arruinados. Vos pudiste, además de ser murguista, hacer otra cosa que, además, dotó a la murga de otra mirada, otras experiencias...
Sí. Yo tuve la suerte de entrar al mundo de la publicidad. Aprendí mucho ahí. Si bien tuve que superar, tengo que superar, muchas veces, cierta contradicción dogmática entre la publicidad y desarrollo ideológico casi anarquista. Te dicen "vos ayudás a la gente para que haga determinadas acciones que de repente son éticamente discutibles". Lo acepto, es verdad. Hay un viejo dicho de un publicista español: "Le digo a mi madre que soy portero de un prostíbulo para no decirle que soy publicista". Pero, por otro lado, me ayudó mucho. Es como el jugador de básquetbol que además es profesor de Educación Física. Cuando está trabajando de profesor está entrenando para jugar, y al revés. El Eureka lo tengo muy desarrollado. Toda la parte de estrategia, de buscar para que se te ocurran ideas nuevas, lo he estudiado. Las tormentas de ideas. Mi profesión me ha obligado a eso. Y lo utilizo. Me di cuenta, a lo largo de los años, que otra de las cosas que me llena el corazón es buscar cosas nuevas. Hoy te dije que el momento en que me siento más feliz es arriba de un escenario, y en realidad te mentí: el más feliz de todos es cuando se me ocurre la idea. En el momento que yo veo que es esto. Mi amigo el Mono se ríe porque las ideas son como el tipo que viene corriendo al borde del precipicio, y vos lo ves y decís "este puede". Salta, empieza a sacudir sus alas, y cuando parece que van a ser dos alas enormes, los tipos pierden fuerza y se caen. No era una gran idea.
Son las más de las veces...
Sin dudas. La papelera está llena de buenas ideas. Llena. ¡Pero cuando vuelan, hermano! Agarrate. Cuando vuelan pasa esto: 10 años y es tan fresquito como ahora.
Te preguntaba qué era Anarquía hace diez años, y ahora te pregunto qué es ahora...
Para mí es un antes y un después. Primero, y fundamental, tiene toda música inédita por primera vez en la historia de la murga, cien años después de su introducción, a través de la murga española. 1906, 1907. Siempre fue con músicas adaptadas. Esta fue la primera con música inédita, original. Después de eso, nunca pudimos hacer músicas adaptadas. Además, lo conceptual del espectáculo, que unía esa maravillosa historia que se forma, cómo se va desgranando en canciones. Como una comedia musical política. Es de lo más perfecto que he hecho yo. Y el orgullo de que la música sea de Felipe [Castro, su hijo]. Está grabado con letras de molde en la historia de la murga. O sea, ta, el primero fue Armstrong [Risas].
¿Ves a "Viruta" en la calle?
Sí, lo veo. Está lleno. Hay un muchacho, Cardozo, que cuida autos en la calle Durazno, que es Viruta. Hay un veterano que vive a la vuelta de casa que es Viruta. Es un personaje mágico. El viejo rezongón del barrio, irreductible en sus rezongos, pero querido. Como el propio Viruta decía: el luchador social, el verdadero luchador social, el que se alegra con la alegría popular. No el que va a buscar el lío. Fíjate que el tipo, en los escraches, siempre buscaba la manera de que su agresión fuera lo suficientemente bien humorada para provocar la risa del propio agredido. El tipo le da la vuelta para dejarla picando en un lugar de mucha alegría. Me parece que eso pasa en los barrios. En la calle. Ese es el Viruta.
No debe haber mejor definición de la murga que la de alegrarse con la alegría popular...
Y sí. Vos lo que querés, cuando se va la murga, es la gente parada y sonriendo. Que la sonrisa se le quede prendida. La alegría de la murga. Eso hay que cuidarlo, cobijarlo más de lo que está. Tiene que ser más abierto, pero tiene que estar más cuidado. Este año tenemos que dar prueba de admisión, pero, el día que no tenga que dar la prueba, voy a hacer todo lo posible para que la quiten. Me parece que no está bien. Creo que la única prueba debe ser la de la libertad de la gente que quiera ver o no a los conjuntos. Si hubiera habido prueba de admisión cuando salió La Falta nos habrían censurado, y tengo miedo de que mañana venga un gobierno autoritario de nuevo, y no por Falta y Resto, sino por la cantidad de pibes nuevos que quieren decir algo, vayan a la prueba de admisión y no los dejen hacer Carnaval. El Carnaval te protege, te da esa chance.
Es un resguardo, un escudo...
Es un resguardo. Hasta los propios milicos son hinchas del Carnaval. A nosotros nos pasó. Tipos que iban y nos decían: "flaco, me mandan a seguirte, pero yo soy hincha de tu murga. Me mandan a ver qué es lo que estás cantando". La censura de los milicos. Yo los miraba y decía "hacé tu trabajo tranquilo que acá está todo bien".
¿Y de qué viene lo nuevo de La Falta?
Es una misa murguera con toda la liturgia correspondiente. El dios Momo. Vamos a hacerle la misa que le corresponde. Cuando salí del sanatorio me puse a escribir, a escribir, a escribir, y salió, ¡wah!, todo entero. Quedan unas cosas por discutir. Y después vamos a armar el cuadro. Ya lo estamos armando. Tengo algunas ideas: la integración, a nivel de género, que sea mitad hombres y mitad mujeres. Ahí se canta distinto, y hay otras posibilidades también. Hay que escribir algunas cosas que son diferentes. Quiero invitar a mi hija, Soledad, a que salga conmigo. Quiero darme todos los gustos en vida [Risas].
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Falta y Resto presenta Anarquía el 21 de junio, en el Auditorio Nacional del Sodre, desde las 21:00. Localidades anticipadas a la venta a través de Tickantel, Tienda Inglesa y en la boletería de la sala.
Jorge Costigliolo | Montevideo Portal
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