Contenido creado por Jorge Luis Costigliolo
Entrevistas

A huevo

Conversamos con Pedro Dalton y José Nozar, de Buenos Muchachos

Conversamos con Pedro Dalton y José Nozar, de Buenos Muchachos, que presentaron Nidal, su nuevo disco, en La Trastienda.

16.10.2015 14:59

Lectura: 14'

2015-10-16T14:59:00-03:00
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Nidal (Bizarro, 2015), el nuevo disco de Buenos Muchachos, es un grandes éxitos, pero de canciones nuevas. A lo largo de los 12 tracks del álbum aparecen las marcas y los tics que hicieron al grupo uno de los más originales y celebrados de los últimos años, en canciones deformes y casi perfectas.

Hay ritmos atravesados y piezas sombrías a la Cave, milongas espaciales y post punk psicodélico. Y Pedro Dalton, además, exhibe su lado menos egoísta en un puñado de letras a veces desoladoras, a veces luminosas, hermosas casi siempre.

Pedro Dalton (vocales) y José Nozar (batería), hablan de este disco con el entusiasmo de un liceal el último día de clases, y están de acuerdo en que, si no es el mejor trabajo de su larga carrera, es sí el que les dio más placer durante su creación.


Meses atrás, Marcelo Fernández, otro de los Buenos, decía que este era un álbum cancionero, que Pedro "había cambiado un montón" y escrito "unas cosas alucinantes", y no mentía. Dalton y Nozar explican que eso ocurrió en un clima de casi hermandad, a puro diálogo y entrega. El resultado está en Nidal, y cuando suena, sobran las explicaciones y entonces hablan los Buenos Muchachos, con su imaginario, su artillería y su oohuooh. El resto son palabras.


*

¿Es este el mejor disco que grabaron hasta ahora?

P: Para nosotros, generalmente, el último es el mejor. Este fue grabado de una manera tan orgánica, así que puede ser sí, que sea uno de los mejores momentos que hayamos vivido grabando un disco.


Digo porque reúne todas las características de Buenos Muchachos en su justa medida, sin excesos...


P: Sí, totalmente de acuerdo. Cada canción define el carácter de la banda desde que empezó. Creo que está todo metido ahí adentro desde que arrancamos en el 91. Hay cosas que me recuerdan el Nunca fui yo en intensidad, cosas que me recuerdan al Amanecer Búho en la parte melódica... Puede ser una recorrida de la banda con temas nuevos.


Foto: Montevideo Portal l Gerardo Carrasco

¿Buscaron eso?


J: Nunca buscamos nada en ningún disco. Simplemente se trabajan un montón de canciones sobre cierta base. En este caso nos preocupamos mucho por que hubiera una cohesión entre los temas. Pero no lo buscamos, en lo más mínimo. Ni en la forma de componerlo, ni de trabajarlo. Nunca pensamos en repetir ninguna fórmula, no es posible.


¿Se compuso en la grabación o había un conjunto de canciones antes de entrar a grabar?


P: Teníamos una carpeta de canciones que fuimos seleccionando, fueron pasando la prueba, y de la primera instancia que tuvimos de juntarnos a ver qué material había terminaron quedando como 15 afuera. Creo que lo único que tenemos como fórmula es si nos gusta o no. La canción que elegimos es porque la queremos hacer, y no pensamos en otra cosa que no sea en eso.


¿Pero había un estado que los predisponía para que el disco tuviera ese aire que tiene?


P: Fue con el gusto del momento. Todos coincidimos. En este caso hay una canción en particular que casi casi queda afuera, y yo me empeciné en que fuera como LA canción del disco, para mi gusto... Y terminó siendo LA canción del disco...


¿Cuál era?


P: No importa (risas).


¿Tuviste que pelear mucho?


P: No, no. No porque estábamos laburando todos juntos y hubo charlas, diálogos. Para mí fue el disco más dialogado que tuvimos. En ese caso dije "me parece que es una canción alucinante, da para trabajarla" y se colgaron todos. Lo probamos y salió. Fue todo medio así el trabajo de este disco. Quizá por eso es que nos parece que es en el que trabajamos mejor, de la manera más placentera, sinceramente. Estábamos todos por dentro, y cuando no estabas por dentro, porque faltabas a algún ensayo y se decidía algo era aceptado.


J: En Buenos Muchachos se confía mucho. Nunca hay imposiciones. Y no hay un dogma de cómo deben ser las canciones. Las trabajamos hasta que nos parece que funcionan. Incluso algunas de las canciones de este disco cambiaron radicalmente una semana antes de entrar a grabar porque a alguien no le cerraba hasta que al final funcionó.

P: Este disco en particular lo fuimos trabajando con Marcelo [Fernández, guitarra], el Topo [Antuña, guitarra], el Negro [Nozar] y yo para tener algo más maduro y llevárselo a la banda. Aceptaron esa idea, lo manejamos así, y sabíamos que cuando entraran los demás las canciones iban a cambiar. Está bueno que cada uno arregle sus instrumentos, y que tengas que adaptarte. Si querés integrar a la gente tenés que aceptar lo que ellos entienden de la canción. Lo laburamos de una forma re suave, y estuvo re copado. Incluso una canción quedó afuera, porque cada uno, desde su propio sentimiento, entendió que no calzaba.

Foto: Montevideo Portal l Gerardo Carrasco

¿Y qué buscaban con las canciones? Porque no todos los artistas buscan lo mismo a la hora de componer...


P: Lo que trato, primero, antes de escribir una palabra, es tratar de entender el clima. En este disco, que lo compusimos juntos, algo que hacía tiempo que no hacía, sino que más bien me subía a lo que estaba armado, me costó mucho menos entenderlo. Las canciones necesitan una letra para cerrar el círculo de lo que quiere decir la música. Primero hay que entrar en el clima. Eso no nos cuesta nada porque nos conocemos y sabemos dónde queremos ir. Se dieron cosas particulares esta vez. Hubo una canción que tenía grabadas unas vacas y unos ronquidos, y hubo conexión entre Marcelo y yo para que, si esos ruidos iban, la letra tenía que estar relacionada con eso, para que cumpliera una función y no fueran solo un sonido de vacas y ronquidos, que es algo muy abstracto. La escribí, y habla de eso. Nos conocemos y sabemos cuándo andamos viajando por el campo y cuándo por el cemento, cuándo vamos muy rápido y cuándo no.


En este disco hay canciones que pueden entenderse desde la perspectiva de la identidad sexual, desde el punto de vista femenino o desde una óptica infantil, y las letras de Pedro quizás hablan menos de él, desde ese "yo" reconocible, y paradójicamente es el más personal...


J: Tienen varias puntas. No son tan lineales, y hay varios pasajes. A mí se me había ocurrido que este disco fuera de historias de doce personajes. Como el Berlin de Lou Reed, pero no hablando especialmente de ninguna familia. Pedro dijo "me encanta, vamos a hacer eso". Y esa idea luego se desdibujó, pero hay muchos temas que tienen una referencia a algún objeto animado, que puede ser una persona o no, y me parece que, estando adentro del grupo, la mayoría de las líricas hablan de Pedro. Tal vez él, mirándose a sí mismo, hablando de sí mismo, pero en contexto más universal. Para mí, las letras de este disco son verdaderamente increíbles.


P: Ese permiso que me tomo, entre comillas, tiene un efecto particular para mí porque estamos todos muy unidos. Yo no sé si estoy hablando puramente de mí, o del deseo del otro, de sus ganas. Sé que me tengo que hacer cargo de escribir como él tiene que decidir si tambor y charleston o charleston y tambor. Fue el disco en que más opinamos todos. Sugerimos, planteamos. Más nos metimos en el instrumento del otro.


Es el disco que tal vez suena más Buenos Muchachos, una banda que, como pocas, puede abstraerse de cuestiones concretas para decir cosas. ¿Es difícil lograr esa abstracción, ser ustedes mismos?


P: Es una banda emocional, que después aplica el cerebro. Yo no puedo estar pensando que quiero hablar de tal o cual cosa. Siempre rompí las bolas, desde que empecé a componer letras, con que no podía contar una historia. No lo podía hacer. Me trancaba. Hay canciones de [Joaquín] Sabina que me gustan, y lo que admiro del tipo es la facilidad que tiene para contar historias con lujo de detalles, en una forma poética, y a la vez de una manera muy clara. Siempre quise hacer eso con mis canciones, y lo logré con una. Lo mismo pasó cuando decidimos que queríamos hacer diez personajes. Y me tenía que comprometer a escribir diez historias, no una.


Pero vos en tu faceta de escritor contás historias...


P: Sí, pero no para cantarlas. Casi que no se tocan esas dos facetas. Cuando escribo una canción es apoyado en la música, no puedo pensar en otra cosa que no sea eso. Inmediatamente después viene todo el tema del fraseo, cómo entran las palabras, todo eso me acota mucho más. Pero no podría hacer una canción de La cara del ángel [libro publicado por Pedro Dalton]. Intenté hacerlo con uno de los relatos y es imposible.


No parece un disco urgente...


P: No tiene ninguna urgencia. Por algo nos tomamos cuatro años.


J: No tiene urgencia por lo que dice Pedro, y porque son otras etapas. Creo que el último disco "urgente" fue el Uno con uno [y así sucesivamente, Bizarro, 2006). Hace muchos años que no tenemos urgencia, que los discos son más algo pensado, trabajado, que nos llevan un montón de tiempo. Ya no estamos en edad de tener que decir algo importante. Estamos viejos para cambiar el mundo, así que tratamos de transmitir el mejor mensaje desde nuestro lado. Y musicalmente no sentimos que nuestro universo sea particular. Hacemos esa música y no nos ponemos a pensar en eso. No hay nada deliberado atrás de la música, es la que podemos hacer. Siempre trabajamos dentro de los parámetros que conocemos.


P: Yo me levanto todos los días y, en general, no menos de cinco días a la semana, me despierto con una canción en el bocho. De repente hay sol y siento el segundo movimiento de la novena de Beethoven. Es posta. Y voy y lo pongo. Y cuando escribo una letra me pasa lo mismo. Tengo que llegar a un momento de empatía con la canción. Por eso sería imposible para nosotros hacer un disco por año. No funcionamos así. Es tan sencillo como eso. No servimos para TRABAJAR en la música, sino para HACER música. Por algo pasamos 24 años de nuestra vida para llegar a nuestro séptimo disco, y no al vigesimocuarto. Y poder, hoy en día, hacer cosas que antes no nos hubiéramos imaginado. Nos fuimos tras los pasos que nos gustaron a nosotros. Por eso hubo separaciones en la banda, cambios de músicos. Todo eso pasó por la música que queríamos hacer.

Foto: Montevideo Portal l Gerardo Carrasco 

¿Alguna vez tuvieron que cuestionarse, frente al crecimiento de la banda, si estaban en el camino correcto? Lo digo en cuanto a la exposición, la televisión, las notas...


P: Lo que nos pasó fue, cuando hicimos el Amanecer Búho (Bizarro, 2004), que ganamos los Graffiti, que nos abrió un montón de puertas, yo tenía muchas dudas por mi historia, por mi personaje frente al público, y tenía alguna reticencia con algunos lugares en los que no quería aparecer. Y de todos los lugares que nos ofrecieron, hubo uno que dije que no porque no me gustan las entrevistas comiendo, y fue esa la razón por la que no acepté. Tuve que reinventarme. ¿Cómo es la historia de venderse o no venderse? Si van a pasar mis temas enteros, si los puedo cantar en vivo, si puedo llegar con mi mensaje, no me importa nada. Siempre lloramos la milonga porque no había lugares donde pasar tu música. Ahora tenés cualquier lugar. Nosotros nos hicimos amigos de Omar Gutiérrez. Todo el mundo decía "cumbia, cumbia, cumbia", y era cumbia porque no iba el rock. Nos invitaron y dijimos: "OK, ¿puedo cantar lo que quiero?", "Podés cantar lo que quieras". Bienvenido. Voy y toco. Omar es una excelente persona. Tuve más desencantos con otro tipo de programas y de periodistas que supuestamente eran más mi palo, que con gente como Robert Rocha, de CX20, que es un profesional del carajo. Listo. Le tengo aprecio, lo quiero, me entrevistó, pasó el tema que tenía que pasar y eligió uno él que no tenía nada que ver con el otro. "Me sorprendiste", le dije. Nunca pensé que el pinta de El juego de la cédula iba a elegir esa canción nuestra. Y ahí se me fue el misticismo.


J: Nosotros somos una banda muy pequeña, y dentro de esa pequeñez somos de los que tenemos más exposición. Y llega un punto en el que, por H o por B, porque uno también lo hace, aparece el "se vendieron, porque yo antes iba a los toques e iban siete, y ahora, como van 700, son una mierda". Son cosas que uno puede vivir, y está perfecto, porque no somos monedita de oro. Tenemos que aceptarlo. Después, dentro de nosotros tendremos que ver si lo que hacemos es lo que verdaderamente queremos. El tiempo es el único que juzga.

¿Nunca se cuestionaron eso?


P: Jamás. Poca gente nos ha dicho que nos vendimos o cosas parecidas, y nos chupa un huevo. El día que yo me venda ojalá me dé cuenta. Y ahí voy a decir "sí, flaco, nos vendimos, precisábamos plata". Pero eso no pasa en nuestro mundo. No es que no nos vendamos, es que no nos gusta hacer lo que no nos gusta. Y no lo vamos a hacer por dinero. Te vendés cuando hacés estupideces para llegar a algo.


J: Venderse es casi imposible. Es más una cosa de chisme, de dimes y diretes, que de la realidad. ¿Cómo sabés, realmente, cuando alguien se vendió? Nunca sabés si esa música que a vos no te gusta y que es súper comercial no es lo que realmente alguien quiere hacer, que le sale así. Y eso no quiere decir que el tipo haga esa música solamente para vender discos. Es muy tonto. Y no tengo idea de quién puede venderse y para qué, porque no hay un peso para nadie. No existe siquiera esa posibilidad. Es absurdo. Nadie puede comprarte en Uruguay.


¿Por qué Nidal?


P: Viene por el lado de nido. Cuando empezamos a tirar nombres para el disco manejamos palabras como "refugio", "guarida", que las pronunciamos como algo protector, como algo amable, y como el disco lo hicimos nosotros solos, entre todos, en una casa, perdimos el contacto con el exterior, convivimos, fue lo más parecido a un nido. Estar empollando, y ahora se rompió el cascarón.


J: Y en lo que se transformó la banda y su entorno. En un momento quizás ir a un ensayo era huir de la vida cotidiana. Hoy día es mantener una conexión única entre nosotros que tenemos en ese lugar, donde vivimos cosas que nos emocionan sanamente. Hay algo de eso... Que no sea huir de nuestra vida, sino que sea una parte integradora. Y tiene que ver con esos huevos que están protegidos en el nido, cuidados. En este momento nosotros estamos un poco así, cuidándonos unos a otros. Hay una sensación de hermandad, de estar haciendo algo que es nuestro y que hay que cuidarlo, mimarlo. Y estamos seguros de lo que hacemos, del lugar que eso ocupa en nuestra vida.


P: Nidal fue la palabra que encontramos que mejor encajaba en lo que queríamos transmitir. Con "refugio" nos pasaba que parecía que nos estábamos escondiendo, escapando de algo, y no nos estamos escapando de nada. Estamos creando algo, y el nido era algo fuerte en ese sentido. Y nidal, además, es el huevo que ponen en el gallinero para que la gallina vaya y ponga ahí. Y el disco fue eso, no era nada, y nos llevó a todos juntos a hacer algo.