El Montevideo rural de hace 50 años se parece mucho al de hoy: el mismo verde, los mismos olores, el mismo ruido de granja y trabajo. Pero el aire traía, de vez en cuando, un sonido distinto. En la casa del peluquero una orquesta de barrio amasaba tangos y al ritmo del 2x4 Nelson, el hijo del que llevaba el fueye, maduraba su berretín de cantor.
En la casa de los Pino, allá en el Rincón del Cerro, el tango era el rey, y en la peluquería, entre tijeras y navajas, la cantora oscilaba entre Clarín y Radio Artigas, buscando siempre el mismo inconfundible ritmo. Y el chiquiín de ayer recuerda:
"Mi viejo la tenía clara entonces. Quería que jugara al fútbol o que cantara. Intenté con el deporte, pero la pelota me dejó. Cantar, canté desde siempre. Pero mi viejo quería que interpretara otra cosa, canciones románticas, comerciales. Tangos no. Con el tango no vas a ganar plata, decía".
Recién empezada la adolescencia arrancó a hacer canciones, pero el tango no estaba todavía maduro. Y le daba miedo la idea de subirse a un escenario y enfrentar al respetable.
"Un amigo de mi viejo me llevó a ensayar con la orquesta de Walter Méndez. Fui a ver qué pasaba". Y se quedó.
Hoy ya no existe. Es apenas una ominosa ruina, una desnudez que avergüenza a un lado del edificio del Banco Central. Sin embargo, en el invierno del 81, el Teatro Odeón albergaba noche a noche cientos de personas que iban a escuchar tangos. Y el jovencito venido de la periferia vio las luces del Centro y pisó las tablas por vez primera y para siempre. "No sé qué pasó en mi vida, pero cuando debuté cantando tangos, a los 20 años, el terror que tenía a cantar en público desapareció. Se me fue la vergüenza de golpe".
Era el comienzo de los 80 y el chiquilín se fue haciendo profesional, mitad arriba del escenario y mitad en el espejo de la admiración. "Estaba ‘Grandes valores del tango', era lo que había. Todavía estaban vivos todos los grandes: Alberto Marino, Roberto Rufino, Roberto Goyeneche, Argentino Ledesma. Esa fue la escuela que tuve. Y Julio Sosa, que ya había muerto. Y Rubén Juárez, que siempre me acompañó. Tuve la suerte de cantar con él, en Montevideo y en Buenos Aires. Fue un gran maestro de mi generación".
La vuelta al mundo en un 2x4
El tango es talento, sí, pero también es laburo. Y si no, pregúntenle a Gardel, que la quedó en medio de una gira tan ajetreada que, si la imagina Madonna, termina cansada. Y Nelson Pino laburó desde temprano, con ritmo profesional y tesón de novicio.
"Tuve la fortuna de poder hacer bailes unos cuantos años, con diferentes orquestas: con Walter Méndez, con Juan Carlos Croccia, con Sexteto Bohemio, con Donato Racciatti, con Antonio Cerviño... los chicos de ahora, cuando empiezan, no tienen esa escuela, que a mí sirvió muchísimo para después lanzarme como solista. Ibas a un baile y hacías tres entradas, la garganta te quedaba hecha fleco. Pero se ‘agarraba tabla', se aprendía a ‘caminar' el escenario, a manejarte con el público".
"En la orquesta bailable tenés que amoldarte a su ritmo, para que los bailarines no se cruzaran. El cantor ahí es un instrumento más al servicio del baile. Pero cuando empecé a adquirir cierta notoriedad, de repente la gente ya no bailaba, e iba a escuchar. Era un muchacho joven, cantando y haciéndolo más o menos bien, y la gente paraba y aplaudía. Ahí te decís ‘la pucha, esto está bueno, vamos a seguir para adelante'".
Por ese entonces, salía al aire ‘Café Concert', un programa de Canal 5 en el que Pino se hizo figura estable. Ese envío fue una carta de presentación en todo el país, y pronto empezó a hacerse de cierta fama. Qué va a ser puro cuento. Y después, el mundo entero. Argentina, Chile, Colombia, Canadá, Estados Unidos, España, Finlandia, donde dicen que son los creadores del tango, Japón. Embajador sui generis, nunca dejó de viajar con el bolso lleno de tangos donde lo llamaran.
"Tuve suerte y viajé más que otros colegas. Y hay que viajar para ver lo que gente siente por el tango en otras partes del mundo. No sé explicarlo con palabras. Fui dos veces a Japón, con Racciatti, y era una locura. Fue en los años 93 y 94. Ahora hay más furor todavía por el tango, y no sólo en Japón: en el mundo. Ahí me veía firmando autógrafos y parecía Elvis Presley, a la par de Racciatti, que era el famoso".
"Es muy conocido en Japón. Nosotros, además de las grandes ciudades como Tokyo y Yokohama, estuvimos en localidades del interior, pueblitos, donde no veías a nadie en la calle, y tenían un tremendo teatro, con capacidad para 1.500, 2.000 personas, y salías al escenario y estaban las 2.000 personas sentadas".
Después de los conciertos, los tipos le llevaban los discos para firmar. Vinilos. Fans como pocos. "Y lo mismo pasa en Estados Unidos, en Finlandia, en París, en Colombia. Hay más tango que acá, los pibes, jovencitos, conocen, saben de tango. Lo tienen incorporado a su cultura".
Tango que fuiste y serás
Pero Pino cree que los uruguayos hemos sido desconsiderados con el tango. Desagradecidos. Ingratos, qué palabra tanguera.
"Es histórica la desidia uruguaya hacia el tango. Lo que pasa es que hasta los 60, 70, predominaba el tango en el país, y entonces no se notaba. Después se ‘metió' otro tipo de música que lo fue desplazando. En Argentina pasó lo mismo, pero lo cuidaron. Hay que ver la cantidad de locales de tango que hay ahora. Es cierto, es tango for export, pero también hay espectáculos para el público argentino. Y acá no hay casi nada. Todo se termina. No hay una cultura de difusión, de propaganda para el tango".
Ese abandono no es responsabilidad exclusiva del público, los medios de comunicación y los avisadores. El Estado, desde todos sus niveles, carga su cuota de culpa. Pino pone como ejemplo el Carnaval, que año a año concita la atención y el apoyo de los auspiciantes, y opina que hay que "dosificar la propaganda con un género que es Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, para que después no ‘saltemos' cuando nos quieren usurpar ‘La Cumparsita', a Gardel. Hay que defenderlo primero, porque si no, después no tenés derecho a nada. Los argentinos lo han hecho muy bien, y reciben muchos ingresos por el turismo de tango, por ejemplo. Apostaron a ello, lo protegen desde toda la vida".
Locuras juveniles, la falta de consejo
Pese a todo, el tango crece. Conquista públicos nuevos, vende discos, llena teatros. Y muta, se transforma. A Pino le gusta Bajofondo, Tanghetto, pero "no es un tango para cantar, es de discoteca". Y aclara los tantos. Ese interés repentino llevó a artistas de otras tiendas a probar suerte en el género. "Y cantar tango no es fácil. No es susurrar. Tenés que tener una actitud para cantar tango. No estoy hablando de gritar ni de cantar fuerte, ni de tener un vozarrón, pero están saliendo cosas que no están bien hechas". Y agrega:
"El tango es el tango. Yo sería incapaz de ir a cantar otra cosa, y hubo programas en los que metieron a gente que no era de tango, y eso al público del género no le gusta. Está pasando ahora".
"Tampoco tenés que cantar de smoking, pero el tango requiere otra cosa". Sin embargo, saluda este aluvión de nuevos intérpretes que llegan con renovación pero también con respeto. "Bienvenidos al tango. Aplaudo eso. Cuantos más músicos y cantantes tenga el tango, más adeptos va a tener. Y eso no puede ser malo".
La canción y el poema
Nelson Pino acaba de publicar ‘El tango... una emoción' (Sondor, 2012), su sexto álbum, y está contento con el resultado. Desde la elección del repertorio, en el que conviven "tangos conocidos, pero no trillados", composiciones más recientes e incluso una versión de ‘Milonga para una niña', de Alfredo Zitarrosa, los arreglos logrados por José Ogivieki y las interpretaciones, a cargo del Sexteto Álvaro Hagopian y el Quinteto Néstor Vaz, todo salió como esperaba. "Es un disco que me gusta mucho".
Fue Nacho Suárez, amigo dilecto de Zitarrosa, quien dio el visto bueno a la versión de ‘Milonga...'. "Al principio no estaba muy convencido, tuve dudas, pero al final quedé conforme. Nacho me dijo que le gustó la versión, que es justa, diferente pero respetuosa. Que lo diga alguien que fue como un hermano de Zitarrosa me llena de honra".
Suárez es, además, el encargado de escribir las glosas que Pino interpretará entre canción y canción, una costumbre que adoptó desde que Dino Armas lo convocó para cantar en una de sus obras. Ese rol actoral hizo que, al principio, le temblaran las piernas cono la primera vez en el Odeón. Después se acostumbró y hoy, los poemas y recitados forman parte de su puesta en escena. "Eso del cantor que sólo presenta las canciones conmigo no va".
Viva el tango
A Nelson Pino le sobran los proyectos, pero sabe que es joven, y que, si se cuida, la carrera del cantor es larga. Seguirá viajando, grabando discos y haciendo cosas nuevas. "Tengo muchas ganas de musicalizar algunos poemas de Nacho Suárez" se entusiasma.
Pero ya se dio algunos gustos. "Cuando pisé por primera vez el Teatro Solís, hace veintipico de años. En el año 92, más o menos, era, para mí, como jugar en el Estadio. Tuve la suerte de hacer giras con la Orquesta Sinfónica Panamericana, a la que me llevó Raúl Jaurena, otro grande del tango que es uruguayo. Cuando él me convoca para ir a esa orquesta y hacer gira, pisar esos teatros de ópera, enormes, en Baltimore, en Washington, la verdad es que no le puedo pedir más nada a la vida y a mi profesión. Hasta ahora, sólo me dio satisfacciones, nunca un dolor de cabeza".
"Quedan cosas pendientes, pero, si Dios quiere, queda tanta carrera por delante, que las voy a hacer", dice el chiquilín que correteaba en las chacras del Rincón del Cerro y soñaba con ser cantor. Tres décadas después de largarse a la vida artística, cree que ganó madurez; "pero sigo siendo la misma persona que salió del barrio, y que vuelve al barrio. Soy muy humilde, nunca me creí nada", aclara con énfasis.
Tal vez, aunque no lo diga, el lema sea disfrutar de las pequeñas cosas. "Cantar me da satisfacciones todos los días. Y me gusta regresar de las giras y volver a Fun Fun, el único lugar del que no me quiero ir nunca".
Escuchá 'Pasional'
Escuchá 'El segundo violín'
Nelson Pino presenta "El tango... una emoción" el lunes 3 de setiembre, desde las 20:30, en el Teatro del Notariado. Las localidades, de $280, están a la venta en la boletería del teatro y en los locales de la Red UTS. Informes: 2409-6705