Mavi Díaz siempre supo que su vida giraría alrededor de la música porque en su casa no había otra forma de vivir.
Su padre fue Hugo Díaz, virtuoso armonicista que deslumbró con un instrumento atípico y transitó los terrenos del tango, el folklore y el jazz; su madre Victoria Cura, cantante, y su tío Domingo Cura, legendario percusionista argentino.
Mavi empezó su carrera profesional promediando los 80, al frente de Viuda e Hijas de Roque Enroll, y por ese entonces vestían sus canciones, llenas de humor a mitad de camino entre la inocencia y el desparpajo, de sonidos heredados del Club del Clan que procesaban de la manera más moderna que permitía el pop de la época.
Después se fue del país y trabajó con Joaquín Sabina, Andrés Calamaro y La Oreja de Van Gogh, entre otros. Y un día, como dice el tango, volvió. De repente se encontró musicalizando un documental sobre su padre, y después repasando su obra. Y otro día, porque todo tiene que ver con todo, se metió en el folklore y no salió más.
El resultado de esa incursión es Mavi & Las Folkies, un cuarteto de mujeres que ya va por el segundo disco (Todo sí!, Sony, 2015), que combina, como en épocas de las Viudas, letras femeninas con ritmos folklóricos, vistos con una sensibilidad pop de la que Mavi Díaz no puede liberarse. Al fin y al cabo, pop viene de popular y no hay nada más pop que el folklore.
*
Todo sí parece una declaración de principios, de plantear una alternativa a los estereotipos. Folklore hecho por mujeres, sin poncho y con letras contemporáneas, ¿no? Todo sí.
(Risas) Sí. Es un poco romper con los preceptos, los preconceptos, las cosas rigurosas del deber ser. En el folklore durante muchos años fue raro ver una mujer. Y nosotras venimos a romper con eso. Como artistas, venimos a desafiar las cosas que no se podían dar.
Es como que el folklore tiene un contenido cuando menos misógino, y ustedes rompen con eso, aportando humor, desenfado...
Creo que uno de los aportes importantes de Las Folkies al nuevo folklore es la lírica, que de alguna manera se emparenta con el folklore picaresco que yo escuchaba cuando era chica. Luego se transformó en una cosa más solemne. Y por otro lado, hablar de las cosas que nos pasan cotidianamente. No podemos hablar del rancho, el caballo y la china porque no tenemos ese entorno. Hablamos de las cosas que nos suceden cotidianamente, y desde la óptica de la mujer. Eso es un poco novedoso en cuanto a la propuesta de temas. Las canciones propias reflejan esa realidad. Es lo que somos: mujeres.
Parece que el folklore contemporáneo no logra zafar de esa temática, y cuando lo hace se asemeja más al melódico internacional que a otra cosa, ¿no?
Por suerte no estoy muy contaminada de esas cosas. Por suerte. Pese a que trabajo y vivo de la música y estoy todo el día en el estudio, además de la actividad artística haciendo discos de todos los estilos que te puedas imaginar, cuando me siento a escribir una canción no tengo esa contaminación. Creo que también, todos estos años de componer pop y rock, me han dado como un lenguaje. El folklore tiene como unos reflejos, una personalidad de componer que yo no tengo.
Tenés una sensibilidad pop, por llamarla de alguna manera...
Arranco una melodía y va a tener algo de pop, porque es como mi forma, y cuando la escuchás en el folklore queda bien porque no va a contramano, pero le da esa cosita fresca. No soy muy modélica, ni de copiar, ni de comparar. Si bien tengo una gran admiración por algunos compositores clásicos y modernos, considero que cada uno tiene que tener una personalidad, y trato de no regirme por esos parámetros. Cuando compongo quiero que sea libre, y en todo caso, cada una le va aportando a los arreglos la idea que tiene. Y esa composición le da a Las Folkies esa contundencia de grupo.
¿Hay racionalidad a la hora de componer, en cuanto a que te plantees "esto tiene que ser una chacarera y no un twist", o sale naturalmente?
Me pasa más a nivel de las estructuras. Como bien sabés, el folklore argentino son danzas, que responden a una coreografía. No podés hacer una chacarera que tenga siete partes: tiene que tener las necesarias para que la gente la pueda bailar. Y en eso, que ahora estoy un poco más curtida, las chicas son expertas. Y todas bailamos. Entonces muchas veces pasa que tengo una idea de melodía o una canción que estoy esbozando, y lo primero que hacemos es bailarla, para ver en qué ritmo cuadra. Eso también le da otra impronta a la música, porque nos tiene que pasar por el cuerpo. En ese aspecto siento que sí somos muy respetuosas de las estructuras, y a mí me gusta. Me gusta que las chacareras sean chacareras, que las zambas sean zambas, y que los gatos sean gatos. Ahí sí hay como una estructura a la que ceñirse. Y no lo veo como una falta de libertad. Al contrario. Me parece incluso hasta educativo poder, como ejercicio compositivo, desarrollar las historias en los espacios que te permiten las estructuras de las danzas folklóricas. Es un desafío compositivo muy interesante. En el pop es mucho más libre.
Foto: Prensa Las Folkies l Juan Soria
¿Y toman esa danza como un gusto que se dan o tiene un carácter más bien antropológico?
Nos gusta bailar. Desde que volví a vivir a Argentina me quedé maravillada de salir al interior y ver la cantidad de jóvenes que bailan. Vas a Cosquín, y no en el escenario mayor, la vida verdadera de Cosquín sucede en las peñas y ahí, desde la 1:00 hasta las 7:00 de la mañana, hay 500 jóvenes de menos de 30 años bailando folklore hermosísimamente. Una de las cosas que más me conmueve, que más felices nos hacen, es que nos escriban los ballets jóvenes y nos digan "che, bailamos la música de Las Folkies". Nosotras queremos que sea bailable. Es bastante a propósito el respetar las estructuras, y tratar, en todos nuestros discos, de implementar ritmos que no hayamos tocado. En el próximo queremos que haya danzas nativas de las que hay una o dos canciones, y hacer nuevas. El sombrerito, el remedio. Queremos un disco recontrabailable de las danzas que ya no se tocan, no se componen. Le ponemos mucho acento a eso porque nada nos gusta más que ver a la gente bailar lo que tocamos.
Para quienes nos criamos en capitales cosmopolitas puede resultar hasta extraño que el folklore mueva a la gente joven. Sin embargo basta salir unos pocos kilómetros, como acá en Uruguay, para encontrarnos con una realidad que no era la que creíamos...
Absolutamente. Nosotros no nos damos cuenta en las grandes capitales, pero saliendo un poco y yendo al interior, en todos los países latinoamericanos pasa un poco lo mismo. Donde se curte realmente el folklore ves que hay una nueva voz, y muchos compositores jóvenes, con muchas propuestas interesantes, que lamentablemente quizás no tienen los canales de difusión para que su música sea conocida. Pero el fenómeno demuestra claramente que el folklore está muy vivo, que la danza es parte de la liturgia del folklore, y eso está muy presente en la juventud. No es una cosa pasada de moda. Y es increíble la cantidad de grandes bailarines que hay, de la escuela de los grandes bailarines como los Saavedra, que han hecho una escuela impresionante acá en Argentina.
Siempre se dice que si sos joven y no te gusta el tango no es problema, porque el tango te espera a la vuelta de los 30. ¿Pasa lo mismo con el folklore?
No, el folklore es apto para todo público. También ha cambiado mucho la forma de escuchar el folklore. Me parece que cada vez hay menos límites entre las músicas, y eso es muy rico, con sus errores y aciertos. La palabra fusión no me gusta mucho, pero encuentro que las músicas se alimentan las unas de las otras y que hoy muchos rockeros tocan folklore o mezclan aires folklóricos en sus composiciones, y viceversa. Me parece que es un acercamiento de las músicas populares muy importantes.
¿Te sentís folklorista hoy en día?
Absolutamente. Si me lo preguntabas hace un par de años, me sentía una recién llegada un poco irrespetuosa, un poco audaz. Ahora creo que encontré un lenguaje y una forma propia de componer y de sentirme parte del nuevo folklore argentino.
Y los viejos folkloristas, ¿no vinieron a señalarte con el dedo, a acusarte de advenediza?
Tengo la suerte de que los grandes referentes que tengo en el folklore han sido grandes amigos de mis padres, y ellos fueron bastante modernos en su época. Con eso, las barreras ya las rompieron mis predecesores, y cuento con la bendición de que muchas veces artistas muy tradicionales del folklore me abren las puertas de sus escenarios para invitarme a compartir shows, o que canten mis canciones, o que se prendan si los invito a un espectáculo nuestro. Me siento bastante bienvenida por todos los folkloristas. Tanto por los más tradicionalistas como por la gente más joven y audaz. No siento para nada una censura o juicio. Al contrario.
¿Te pesó ser hija de tus viejos al acercarte al folklore? Te lo pregunto porque, por más que siempre estuviste ligada a la música, habías transitado caminos bastante separados del folklore...
Para empezar es imposible compararme a mí con mi viejo, porque mi papá era un genio. Además, no fue que un día dije "ah, tiro todo el pop y me pongo a tocar folklore", sino que fue algo que se fue dando a partir de la película que se hizo sobre la vida de mi viejo, de una banda sonora que yo produje y ganó un [Premio] Gardel... fue como una combinación de hechos con la que un día me vi cantando folklore. Con mucho respeto y mucha timidez. Y la raíz es algo innegable, y llega un momento de la vida, y ahí coincido con lo que decías sobre el tango, en que uno mira su raíz. Yo viví muchos años afuera, y volver a Argentina fue volver a encontrarme con eso, y encontrar un idioma propio dentro de ese lenguaje heredado.